La leyenda afirmaba que el poseedor de la lanza del destino jamás perdería una batalla, sin embargo, si el propietario se separaba de esta, tendría una vida llena de calamidades.
La lanza se menciona solo en el Evangelio de Juan (19:33-34) y no aparece en ninguno de los evangelios sinópticos.
También llamada lanza de Longinos, ya que pertenecía al soldado romano Longinos, es la lanza que atravesó el costado de Cristo en su crucifixión. Esta llegó a las manos de los guerreros teutónicos, quienes la convirtieron en su talismán.
Al parecer esta lanza, que había estado en manos de Constantino, reapareció varios siglos después en poder de personajes como Alarico el Valiente (410 d.C.), el visigodo Teodorico (452 d.C.) o Justiniano, quienes la usaron de muy diversa manera, para ir a parar a las manos de Carlos Martel durante la batalla de Poitiers en el siglo VIII, en la que derrotó a los árabes (732 d.C.).
Pasaría menos de un siglo después a las de Carlomagno, logrando este cerca de medio centenar de victorias. De sus manos pasó como talismán a las de Enrique I el Pajarero, fundador de la Casa de Sajonia y vencedor de los polacos. De los Sajonia se transmitiría a los Hohenstauffen de Suabia, uno de cuyos miembros, Federico Barbarroja, conquistó Italia. Los escritores medievales, comenzando por el poeta francés Chrétien de Troyes alrededor de 1180, vincularon la Santa Lanza con la aventura del Rey Arturo y los Caballeros de la Tabla Redonda.
Lo sorprendente del caso, es que todos aquellos que tuvieron la lanza y la perdieron, murieron al poco tiempo.
A principios del siglo XX existían por lo menos cuatro “Santas Lanzas” en Europa. Quizá la más conocida fuera la que se conservaba en el Vaticano, aunque la Iglesia Católica parecía considerarla sólo una curiosidad. Una segunda lanza estaba en París, a donde había sido llevada por San Luis en el siglo XIII, cuando volvió de la cruzada a Palestina. Otra, conservada en Cracovia (Polonia), y la cuarta en el museo Hofburg.
Finalmente, la historia de la Lanza del Destino se vuelve más apasionante si cabe cuando termina en manos de Adolf Hitler. En 1938, cuando Hitler anexiona Austria al Tercer Reich, una de sus primeras órdenes fue visitar el Museo Hofburg, para buscar la famosa lanza y que las SS requisaran, al igual que el resto del tesoro de los Habsburgo. El botín se trasladó en un tren blindado a Nuremberg, la capital espiritual del nazismo, y se depositó en la iglesia de Santa Catalina. El líder nazi sentía una obsesión enfermiza por las reliquias convencido de que su “poder mágico” le ayudaría a mantener en alza su imperio.
Si los conocimientos de Hitler sobre la historia de la lanza eran tan amplios, tenía que haber estado al tanto de las leyendas sobre el destino de Carlomagno, Barbarroja y todos cuantos la habían empuñado como un arma y habían muerto cuando escapó a su control.Cuando el Tercer Reich era derrotado Hitler ordenó esconder la lanza en una bóveda que había mandado construir dentro de los cimientos del Castillo de Nuremberg. La leyenda parece haber sido confirmada por una inquietante coincidencia que marcó el final de su conexión con la Lanza, se vuelve a cumplir la leyenda de que la pérdida de la Lanza significaba la muerte. Hitler se suicidó dos horas después de que la lanza cayera en manos del ejército americano.
Trevor Ravenscroft, ex militar, historiador e investigador británico, afirmó que el ejército estadounidense se llevó la Lanza a su país el 30 de abril de 1945, bajo el control del tercer ejército conducido por el general George S. Patton.
Patton se fascinó por el arma antigua e hizo verificar su autenticidad, pero no pudo utilizarla, pues tenía órdenes del general Dwight Eisenhower de que la lanza debía ser devuelta al palacio de Hofburg. Es interesante observar que George Patton, en su poema “a través de un cristal oscuro”, curiosamente se postula como Longinos en el transcurso de alguna vida anterior.
En 1947, EEUU devolvió la lanza, pero algunos sospechan que se trataba de una réplica. Si esto suena descabellado, otra teoría sugiere que los nazis engañaron a los americanos; tras dejar una copia en Nuremberg, enviaron el original a Sudamérica. La más rocambolesca de todas es la versión de un submarino nazi camino de una base secreta en la Antártida, donde aguarda la llegada del IV Reich.
El rotativo británico The Sunday Times publicó un estudio metalúrgico de la lanza realizado para un documental de la BBC, no es romana, es del siglo VIII.
Continúa el misterio del paradero de la Lanza del Destino.
Por Veritas Boss -30 Mayo, 2017
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