Los antiguos pascuenses labraban los moáis en el volcán Rano Raraku, pero se desconoce cómo lograron transportarlos hasta sus emplazamientos
Rano Raraku: así es la «fábrica» de moáis
En el volcán Rano Raraku se encuentra la cantera en la que se tallaban los moáis. La panorámica es espectacular. Cientos de esculturas en roca volcánica, bien conservadas, algunas semienterradas y en diferentes fases de construcción, se muestran ante el atónito visitante.
Sus «fabricantes» delineaban en la roca el futuro moái y luego comenzaban a moldearlo, dejando siempre una quilla que unía la espalda del «gigante» con la piedra. Una vez terminado, se removía y se deslizaba ladera abajo. En el llano existía un foso sobre el que lo colocaban para tallarle la espalda.
Hasta aquí todo está claro, pero el gran misterio es cómo los transportaban desde el Rano Raraku hasta los ahus repartidos por la isla, recorriendo en ocasiones decenas de kilómetros por un terreno bastante accidentado.
Parece claro que los deslizaban erguidos, pero nadie sabe cómo
Desde que Thor Heyerdahl intentara por primera vez mover un moái sobre un trineo de madera, muchos otros arqueólogos han propuesto sus propias teorías.
De todos ellos destaca la estadounidense Jo Anne Van Tilburg, quien consiguió que un grupo de escultores rapanuis construyeran un moái de un peso y una estatura media (cuatro metros y diez toneladas) para su «experimento».
A grandes rasgos, su técnica consistía en acostarlo en un trineo de troncos que se deslizaba sobre unos rodillos de madera. Logró moverlo tan sólo unos 200 metros, pero eso sí, sobre un terreno llano.
EL MOÁI DE 22 METROS Y 250 TONELDAS
Para los actuales rapanuis la respuesta se encuentra en sus tradiciones, según las cuales el rey y los sacerdotes desplazaban los moáis con el mana, un poder sobrenatural que sólo ellos detentaban, y con el que hacían caminar erguidos a los «gigantes» sin que nadie los tocara.
Aunque pueda sorprender, investigadores de la talla del francés Francis Maziére defendieron la realidad de dicha tradición, al no hallar otra explicación racional. Maziére realizó importantes excavaciones en la ladera del Rano Raraku, desenterrando algunos de los moáis más importantes, incluyendo el de mayor tamaño de todos. Todavía unido a la roca por la espalda, ¡mide 22 metros y pesa 250 toneladas!
Ahora bien, fuese cuál fuese el método de transporte, parece claro que los deslizaban erguidos, pues la mayoría de los «gigantes» abandonados a medio camino entre el volcán y los ahus están boca abajo, como si los hubieran empujado por la espalda, dejándolos caer sobre el terreno.
Pero, sin duda, el moái más enigmático de todos fue hallado en 1978 durante la restauración del Ahu Nau Nau. Su figura fue tallada en una roca de traquita, un tipo de piedra mucho más dura que la toba, material empleado habitualmente para construir los moáis.
Parece que se le dio forma en el sector del volcán Poike, donde se ubica la principal cantera de traquita. Su tallado debió constituir un auténtico desafío, pues aún en la actualidad no se tiene demasiado claro cómo pudieron hacerlo. Otra característica destacada de dicho «gigante» es que tiene nalgas, rasgo propio de escasísimos moáis.
5 de Julio de 2019 (12:00 CET)
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