Lo que está sucediendo en Siria, no es otra cosa que la
extensión de las técnicas y estrategias del “terrorismo” de la CIA
aplicadas en alta escala para desestabilizar a un gobierno.
Esto convierte a Siria (al igual
que lo sucedido en Libia) en un nuevo campo experimental de conquista
militar articulado a partir de los mismos grupos mercenarios operativos
que actuaron históricamente reclutados por la CIA para ejecutar las
operaciones terroristas que fundamentaron las invasiones a Irak y
Afganistán tras el 11-S en EEUU.
El llamado “Ejército Sirio Libre” es un mosaico de grupos
combatientes irregulares, entrenados en distintas modalidades de “guerra
asimétrica”, que han tomado forma orgánica y funcional (dentro de un
plan y una estrategia general diseñados por la CIA y el Pentágono en
coordinación operativa con la OTAN, para Siria) a partir de los
movimientos conocidos como la “primavera árabe”, o “revoluciones
árabes”, que se proyectaron desde Egipto, y Túnez, y alcanzaron su forma
operativa militar en Libia y en Siria, desde febrero de 2011 a la
fecha.
Estos grupos mercenarios descentralizados (reclutados o infiltrados
por la CIA, procedentes de distintas naciones del mundo islámico) y
muchas veces sin conexión entre sí, se vertebran operativamente dentro
de planes estratégicos del Pentágono y de la OTAN, y su función es la
desestabilización terrorista y derrocamiento interno de gobiernos no
“dóciles” a los objetivos militares, políticos y económicos del eje
EEUU-Unión Europea-Israel.
En este escenario, el “Ejército Sirio Libre” responde en parte a los
patrones operativos puestos en práctica por los “rebeldes libios”
durante el levantamiento armado que terminó con Muamar Kadafi y su
régimen en Libia.
Los grupos que hoy actúan en Siria se enmarcan dentro de una
estrategia orientada a delegar las tareas sucias de la ocupación militar
en grupos mercenarios motivados por el dinero o por el fundamentalismo
religioso, o por ambas cosas a la vez, que sustituyen a las
fuerzas militares imperiales convencionales en las operaciones de
invasión y de apoderamiento de mercados y países.
Siria es una pieza central en el plan estratégico de aislamiento y derrocamiento del régimen que controla Irán, y
la caída del gobierno de Bashar al-Assad dejaría a Teherán sin su
aliado clave y abriría la compuerta para una ataque del eje EEUU-Israel a
sus centrales nucleares.
Luego de distintos fracasos de sus operaciones militares en Asia,
África y Medio Oriente, Washington, el Pentágono y las potencias aliadas
de la OTAN, aprendieron. Y resolvieron no pagar nunca más el costo
humano, político y financiero de las ocupaciones militares ejecutadas a
cara descubierta por sus fuerzas regulares .
Irak y Afganistán colmaron el vaso. Billones de dólares de costo al
Tesoro, deterioro de la “imagen” internacional del Imperio locomotora,
deslegitimación interna y externa de las guerras militares de
conquista, le enseñaron al Pentágono y a sus estrategas que lo mejor es hacer la “guerra por otras vías“, sin desgastarse ni pagar costos políticos y financieros.
En esta modalidad operativa y estratégica se inscribe el
llamado “Ejército Sirio Libre” compuesto por grupos de mercenarios
extranjeros, entrenados, financiados y armados por EEUU y las potencias
de la OTAN. Con la complicidad de Turquía y la financiación de
las monarquías del Golfo Pérsico encabezadas por Qatar y Arabia Saudita.
Y con Israel, sus fuerzas especiales y servicios de inteligencia,
jugando un rol central al lado de la CIA.
Desde marzo de 2011, Siria fue sometida primero a una “revuelta
popular” digitada desde afuera para derrocar al gobierno, luego a una
“rebelión” armada con toma de ciudades después, y finalmente, como
sucedió en Libia, la alianza imperial planifica una intervención militar
internacional con bombardeos ininterrumpidos y muerte de civiles
inocentes, que conduzca al derrocamiento del régimen sirio, aliado de
Irán, Líbano y Gaza.
A diferencia de Libia, las fuerzas de mercenarios extranjeros y
desertores del ejército (financiados y armados por EEUU, la UE y las
monarquías del Golfo) no tomaron territorios o zonas, sino que se
concentraron en operaciones de infiltración y acciones de guerrilla
urbana actuando entre la población civil, para exponerla al fuego
represivo del ejército sirio.
Desde marzo de 2011, estos grupos operativos contenidos en el mosaico
del “Ejercito Sirio Libre” tienen su base de entrenamiento y logística
en Turquía.
Como señala Thierry Meyssan, “la realidad es que se han convertido en
milicias de la OTAN, ya que el cuartel general del ESL se encuentra
incluso en la base aérea de la OTAN de Incirlik, en Turquía. Los
islamistas más duros han formado sus propias organizaciones o se han
unido a al-Qaeda. Se hallan bajo control de Qatar o de la rama sudairi
de la familia real saudita. De hecho, dependen de la CIA”.
O como apunta Pepe Escobar, “Las
más de 100 pandillas fuertemente armadas involucradas en la guerra civil
de Siria rebosan de fondos con los cuales el CCG (monarquías del Golfo
Pérsico) financia sus granadas rusas propulsadas por cohetes y compradas
en el mercado negro. Numerosos salafistas-yihadistas cruzan
hacia Siria, no solo desde Irak, sino también de Kuwait, Argelia, Túnez y
Pakistán, después de llamados embravecidos de sus imames. Secuestros, violaciones y matanzas de civiles favorables al régimen de Assad se están convirtiendo en la ley del país”.
Para Meyssan “en el seno de la sociedad siria, que representa el
paradigma de la tolerancia religiosa, se desarrolló una corriente
takfirista. Esa corriente sirvió de base a los grupos armados, que a su
vez han sido abundantemente financiados por las monarquías wahabitas
(Arabia Saudita, Qatar, Sharjah). Ese dinero proveniente del exterior
atrajo nuevos combatientes, entre los que se hayan parientes de víctimas
de la represión masiva del sangriento y fracasado golpe de Estado de la
Hermandad Musulmana, en 1982″.
Según el analista francés, “el móvil de esas personas es a
menudo más personal que ideológico. Se trata sobre todo de una búsqueda
de venganza. Atraídos por el dinero fácil, numerosos delincuentes e
individuos que ya tenían problemas con la justicia se unieron a esos
elementos: cada “revolucionario” recibe una suma que representa 7 veces
el salario medio sirio. Y finalmente, también comenzaron a
llegar profesionales que ya han combatido en Afganistán, Bosnia,
Chechenia o Irak. En primera fila de estos se encuentran los hombres de
al-Qaeda en Libia, liderados por el propio Abdelhakim Belhaj. Los medios
de prensa los presentan como yihadistas, lo cual es totalmente inapropiado ya que en el Islam no se concibe la guerra santa contra correligionarios. Se trata, ante todo, de mercenarios“.
Según Meyssan, un sector mayoritario de los mercenarios del ESL
“Reconocen la autoridad espiritual del jeque Adnan al-Arour, predicador
takfirista que llama a derrocar y matar a Bachar al-Assad, no
por motivos políticos sino únicamente porque el presidente sirio es
alauita, lo cual lo convierte en un hereje a los ojos del jeque. Todos
los oficiales del ESL que han podido ser identificados son sunnitas y
todas las brigadas del ESL llevan nombres de figuras históricas
sunnitas”.
De acuerdo con Pepe Escobar, “El cruce Bab al-Hawa entre Siria y
Turquía fue invadido por más de 150 muyahidines descritos como
multinacionales,provenientes de Argelia, Egipto, Arabia Saudita, Túnez,
los Emiratos Árabes Unidos, Chechenia e incluso Francia. Muchos
proclamaron su fidelidad a Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQIM).
Quemaron numerosos camiones turcos. Filmaron su propio vídeo
promocional. Desfilaron con su bandera de Al Qaeda. Y declararon que
toda la zona fronteriza era un Estado islámico”.
Según expresa Thierry Meyssan “El programa del ESL consiste en acabar
con el régimen laico instaurado por el Baas, el PSNS y los comunistas
yprevé la instauración de un régimen confesional estrictamente sunnita”.
El “Ejercito Sirio Libre” como reciclamiento del “terrorismo tercerizado” de la CIA
La infiltración y cooptación de los grupos mercenarios islámicos que
hoy operan dentro de las estructuras difusas del “Ejercito Sirio Libre”
no es una novedad.
Bin Laden, asesinado por EEUU, fue el pionero de esta estrategia de
derrocar gobiernos (desde adentro) y sin invadir militarmente.
Son muchos los especialistas, entre ellos Michel Chossudovsky, que
sostienen que históricamente la CIA infiltró los cuadros combatientes
islámicos utilizando de intermediario al servicio de inteligencia
paquistaní(ISI), que en la actualidad sigue actuando de nexo entre los
grupos terroristas que operan en Asia, los Balcanes y Medio Oriente,
principalmente la red Al Qaeda.
Reclutado y entrenado por la CIA y el Istajbarat, que dirigía
desde Riad el príncipe Turki Al Faysal, desde 1980 el joven Osama Bin
Laden tomó parte en la lucha contra los soviéticos organizando campos de
adiestramiento y de reclutamiento.
A su vez servía de nexo para la canalización de fondos y de
armas para la Jihad Islámica, procedentes de la red de droga y de dinero
negro centralizada en Arabia Saudita.
A partir de 1982 se estableció en Peshawar donde puso en marcha la
entidad Al Maktab ul-Khidamat Mujahideen, una oficina de servicios a los
mujaidines contratados para combatir contra los soviéticos.
Con su cuartel general instalado en Peshawar, en donde se dictaban
clases de adoctrinamiento político y de estudio religioso, Bin Laden
estableció estrechos contactos con ramas islamitas nacionales, como la
Jihad Islámica egipcia Al Jihad Al Islami, y con organizaciones de
dimensión transnacional, como los Hermanos Musulmanes, el histórico
movimiento islamista fundado en Egipto en 1928.
Sin tomar parte casi en ningún combate, según la mayoría de sus biógrafos, la
función de Bin Laden consistió en acrecentar la financiación encubierta
estadounidense y saudita con fondos procedentes del tráfico de opio y
morfina, y el reclutamiento de miles de voluntarios árabes de otras
nacionalidades, como uzbecos soviéticos, moros filipinos o uigures de la
región china de Xinjiang.
Unos 35 mil extremistas musulmanes, provenientes de 40 países
islámicos, se sumaron a la lucha de Afganistán entre 1982 y 1992,
entrenados y financiados por la red encubierta del eje CIA-ISI-Arabia
Saudita, y teniendo a Bin Laden como uno de sus operadores centrales.
Según el periodista especializado, Walter Goobar, de uno de los
centros de reclutamiento de Bin Laden en Brooklyn, los voluntartios
pasaban a “La Granja”, nombre con que se conocía en la jerga del
espionaje a Camp Peary, un centro de reclutamiento de la CIA en
Virginia.
En “La Granja”, los reclutas musulmanes provenientes de todo
el mundo aprendieron las técnicas de sabotaje y de terrorismo dictadas
por oficiales y especialistas norteamericanos.
En esta fase la CIA y su brazo de la inteligencia paquistaní estaban
concentrados en planes destinados a desestabilizar a los ex regímenes
socialistas en los Balcanes.
Tras la desaparición de la Unión Soviética las redes del terrorismo
islámico, incluída Al Qaeda, se habían extendido por las ex repúblicas
musulmanas que integraban la URSS antes de su desintegración.
Con la desaparición de la Unión Soviética, a principios de los 90,
las formaciones de mujaidines que habían servido para combatir y
desestabilizar a la URSS durante las administraciones de Reagan y Bush
padre, habían perdido su razón de ser funcional.
De esta manera se dividió y se rompió la coalición islámica que expulsó a los soviéticos de Afganistán.
Tras la derrota de la Unión Soviética en Afganistán la sociedad de la CIA con los grupos fundamentalistas islámicos entró en contradicción.
Una parte de la Jihad (caso del eje Talibán-Al Qaeda-Chechenia) intentó
construir poder propio al margen de los intereses económicos y
geopolíticos de Estados Unidos a partir de tomar el gobierno de
Afganistán.
La CIA, que permanecía infiltrada, tanto en la Alianza del Norte como
en el régimen talibán, por medio de la inteligencia pakistaní, comenzó
a diseñar la operación que culminaría con la invasión militar
norteamericana a Afganistán tras la voladura de las Torres Gemelas.
El gobierno fundamentalista de los talibanes -con Bin Laden como
virtual ministro de Defensa- terminaría en el 2001 a causa de las
múltiples operaciones de la CIA sobre los enemigos internos y externos
de los talibanes, que culminó con la invasión militar norteamericana a
Afganistán.
Siria y la aplicación de la nueva lógica terrorista
Lo que está sucediendo en Siria, no es otra cosa que la
extensión de las técnicas y estrategias del “terrorismo” de la CIA
aplicadas en alta escala para desestabilizar a un gobierno y ejecutar
desde adentro su derrocamiento.
Al contrario de lo que afirma la prensa internacional (columna
mediática de la operación) y las potencias occidentales,Siria nunca
estuvo en un conflicto interno, ni en una guerra civil. Nunca hubo un
“ejército sirio libre”, ni una “rebelión interna” con apoyo civil de la
población siria.
Lo que se planificó y comenzó a ejecutarse en Siria, desde hace 16
meses, fue una operación terrorista en alta escala ejecutada y
organizada internacionalmente como “liberación de Siria” por el eje
EEUU-UE-Israel-Liga Árabe (controlada por Arabia Saudita y las
monarquías del Golfo Pérsico).
A diferencia de Libia, las fuerzas de mercenarios extranjeros y
desertores del ejército (financiados y armados por EEUU, la UE y las
monarquías del Golfo) no tomaron territorios o zonas, sino que se
concentraron en operaciones de infiltración y acciones de guerrilla
urbana actuando entre la población civil, para exponerla al fuego
represivo del ejército sirio.
Las operaciones terroristas de desestabilización incluyeron atentados
contra fuerzas del régimen y contra blancos civiles para luego
responsabilizar a las Fuerzas Armadas y al gobierno sirio de las
masacres de niños y mujeres.
Esto convierte a Siria (al igual que lo sucedido en Libia) en
un nuevo campo experimental de conquista militar articulado a partir de
los mismos grupos mercenarios operativos que actuaron históricamente
reclutados por la CIA para ejecutar las operaciones terroristas que
fundamentaron las invasiones a Irak y Afganistán tras el 11-S en EEUU.
La lógica del “nuevo enemigo” de EEUU, identificada con el terrorismo
tras el 11-S, se articuló operativamente a partir de la “guerra
antiterrorista”, una estrategia de dominio imperial-militar que compensa
la desaparición del “enemigo estratégico” en el campo internacional de
la Guerra Fría: la Unión Soviética.
A la luz de la experiencia, los expertos señalan que en las
operaciones del terrorismo “tercerizado” de la CIA es común que actúen
varios grupos operativos infiltrados, sin conexión entre sí, pero
que responden a la consecución de un mismo objetivo terrorista
impidiendo que aparezca el verdadero organizador y beneficiario.
Según lo que se desprende de las distintas investigaciones sobre los
grupos operativos del 11-S en Nueva York, 11-M en Madridy el 7J en
Londres, toda la metodología de reclutamiento, entrenamiento y
preparación de los ataques terroristas está “tercerizada” y sus
verdaderos objetivos son desconocidos por sus ejecutores, quienes actúan
motivados principalmente por el dinero que reciben o por convicción
religiosa.
Aunque en algunos casos -así lo reconocen los especialistas- la
alienación religiosa pudo (y puede) jugar algún papel gravitante en los
grupos infiltrados.
De cualquier manera, la conformación “celular” de los grupos
operativos terroristas, donde cada integrante solo se conecta con el
resto por medio de su “control” (un agente encubierto de la CIA) hace imposible que los ejecutores de los ataques conozcan la planificación general y el verdadero objetivo de los mismos.
Y esto sucede por el carácter cerrado y “celular” de las operaciones
terroristas de la CIA, donde cada parte no se comunica con la otra,
aunque el efecto funcional de las piezas arrojan un “resultado general”.
Estas experiencias recogidas en el funcionamiento histórico del
terrorismo “tercerizado” de la CIA fueron finalmente utilizadas para
diseñar una nueva forma de conquista militar sin invadir con tropas
regulares, como la que ya se ejecutó en Libia y se está ejecutando en
Siria.
Hasta el intento fracasado de la toma de Alepo y Damasco, y a
diferencia del ejército de Kadafi, el ejército sirio no luchaba contra
grupos que buscaban establecerse como “gobierno libre” en distintas
posiciones conquistadas, sino contra grupos operativos que
ejecutan operaciones de guerrilla relámpago y terrorismo en escenarios
móviles e infiltrados entre la población civil.
El objetivo central no era tomar ciudades, sino generar terror, caos e “incertidumbre”.
Las operaciones terroristas de desestabilización incluyeron atentados
contra fuerzas del régimen y contra blancos civiles para luego
responsabilizar a las Fuerzas Armadas y al gobierno sirio de las
masacres de niños y mujeres.
Y este efecto lo fueron consiguiendo a través de la difusión nivelada
de la prensa internacional cómplice que viene presentando a Siria
sumida en “el caos, la violencia y el descontrol”. A diferencia de
Libia, los “rebeldes” nunca pudieron establecer un gobierno paralelo en
Siria. Ni mantuvieron controles territoriales zonales, con apoyo de la
población civil.
En Siria nunca hubo un “ejército sirio libre” luchando una guerra
convencional contra un ejército oficial, sino grupos operativos armados
irregulares orientados a preparar el derrocamiento interno del gobierno
sirio mediante una operación militar en alta escala lanzada por la OTAN
como justificativo para parar “el baño de sangre y la matanza de
civiles”, como ya sucedió en Libia.
Como escenario central, la estructura mediática sionista
internacional siempre presentó a Siria sumida en un “repliegue del
ejercito sirio”, ante el avance del “ejercito rebelde”, y con el régimen
de Bashar al-Assad reprimiendo a civiles para mantener el control.
Como elemento de presión psicológica terrorista, la prensa
internacional siempre mantuvo latente la amenaza de las “armas químicas”
contra la población, o el estallido de una “guerra civil” como producto
del caos y el descontrol del ejército oficial.
En realidad (y a diferencia de Libia donde ocupaban territorios), los
grupos mercenarios extranjeros siempre estuvieron enmarcados en una
“operación terrorista en alta escala” para desestabilizar y debilitar al
gobierno, y preparar las condiciones y el argumento para una
intervención militar de la OTAN.
Para ello, se infiltraron y comenzaron a operar en zonas
residenciales altamente pobladas para obligar al ejército a reprimir con
efectos colaterales de muertes de civiles como consecuencia del fuego
cruzado.
Como segundo paso, el objetivo consistió en mostrar al gobierno sirio”tambaleando en el caos y el descontrol”.Mientras
hechos de acciones tácticas (atentados, y acciones de guerrilla móvil
contra instituciones oficiales) fueron mostrados como “ofensivas
totales” en distintos escenarios claves, como Damasco y Alepo, donde
incursiones y posicionamientos defensivos en distintos barrios son
mostrados como parte de un ataque sincronizado para derrocar al gobierno
sirio.
Como tercer objetivo, las operaciones terroristas coordinadas
por oficiales de las fuerzas especiales de EEUU, Israel y Reino Unido
buscaron crear una cabecera de puente para una invasión terrestre desde
la frontera con Turquía y el establecimiento de un “gobierno sirio
libre” que legitimara la ayuda internacional y posibilitara la
proyección de la ocupación a todo el territorio sirio.
En un cuarto objetivo principal, las operaciones terroristas
con matanzas diarias de civiles por el fuego cruzado intentan crear el
escenario internacional y el justificativo para una acción aérea (“operación
humanitaria”) decisiva de la OTAN que diera cobertura y apoyo decisivo a
los grupos mercenarios para derrocar al gobierno de Asad.
Pero a diferencia de lo ocurrido en Libia, la operación mercenaria fue haciendo agua y fracasando en todos los frentes.
Tres factores centrales incidieron para que esto sucediera. A) El apoyo decidido del eje Rusia-China-Irán al gobierno sirio, B) El
poderío y la acción estratégica del ejército sirio que realizó
maniobras concéntricas de aislamiento y exterminio de los grupos
terroristas posicionados en los barrios (bombardeos y ataques
“quirúrgicos”) , C) La falta de apoyo de la población
siria (sobre todo en Damasco y Alepo) que le quitó sustentabilidad en
terreno a las fuerzas mercenarias.
El pilar estratégico y operativo para ocupar Siria con una operación
terrorista-mercenaria en alta escala ya fracasó y se derrumbó en Damasco
y en Alepo, no obstante la permanencia de focos terroristas rodeados,
sin logística ni comunicaciones, que son selectivamente eliminados por
el ejercito sirio en operaciones “quirúrgicas” que buscan preservar a la
población civil.
El “Consejo Nacional Sirio”, brazo político de la operación
terrorista en Siria asentado en el exterior, no pudo concretar en Siria
el l libreto libio. Fracasó el intento de ocupar Alepo, para crear allí
un gobierno de transición, como ocurriera con Bengazi en Libia.
Desmantelado el Plan A, ahora los objetivos del eje
USA-UE-Israel-Liga Árabe ya está buscando nuevas vías de concreción y
financiamiento internacional para la ejecución de un Plan B.
Según la “Voz de Rusia”, “EEUU se propone redoblar las acciones con
sus socios de la OTAN para acelerar el derrocamiento del gobierno
legítimo del presidente Bashar Assad en Siria. La secretaria
norteamericana Hillary Clinton debatió el tema en conferencia telefónica
con sus colegas de Gran Bretaña, Francia, Alemania y de Turquía”.
Descartada una intervención militar de la OTAN (por la oposición de
Rusia y China en la ONU) el eje imperial EEUU-UE, sus aliados árabes y
Turquía intentan reflotar las operaciones terroristas incrementando la
ayuda financiera, armas, logística y sistemas de comunicaciones
destinadas a los grupos mercenarios del “Ejército Sirio Libre”.
(*) Manuel Freytas es periodista, investigador, analista de
estructuras del poder, especialista en inteligencia y comunicación
estratégica. Es uno de los autores más difundidos y referenciados en la
Web.
http://es.sott.net/articles/show/15946-Que-hay-detras-del-Ejercito-Sirio-Libre-Como-opera-quien-lo-financia-y-cuales-son-sus-objetivos
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