Una de las historias que se repiten en el mundo antiguo es la figura del héroe o semidios que toma el fuego o el conocimiento de los “dioses” y lo ofrece a las personas elegidas.
Los llamados Observadores, entre los que figuran Azazel y Shemyaza, dieron conocimientos avanzados a seres humanos, de acuerdo con el Libro de Enoc. Azazel es el nombre de una entidad espiritual y su origen es hebreo, significando “chivo expiatorio“, tal como se indica en el Levítico. Se origina de dos palabras de raíz: aze, significando la cabra, y azel, significando la salida. Otro posible origen del nombre es que sea un derivado de las palabras hebreas -az, que significa áspero, escarpado, y -el-, poderoso o luminoso, que es un sufijo que se aplica a casi todos los ángeles caídos. Parece que podría ser una alusión a la montaña desde donde se despeñaban las cabras para su sacrificio. Azazel es mencionado en el libro apócrifo de Enoc (también llamado Enoch o Henoch), y más tarde en la literatura judía. De acuerdo al Enoc, Azazel era el líder de los grigori, que significa observadores o vigilantes, también conocidos como hijos de Elohim. Son un grupo de ángeles caídos de la mitología judeocristiana mencionados en algunos textos apócrifos Bíblicos y en el Libro del Génesis. En estos textos se menciona que los Grigori fueron seres que se aparearon con las “hijas del hombre“, naciendo de esta unión una raza de gigantes conocida como los Nephilim. Según el Libro de Enoc, los Grigori suman 200, pero sólo sus líderes son mencionados: “Estos son los nombres de sus jefes: Samyaza, que era su líder, Urakabarameel, Akibeel, Tamiel, Ramuel, Dan’el, Azkeel, Saraknyal, Asael, Armers, Batraal, Anane, Zavebe, Samsaveel, Ertael, Turel, Yomyael y Azazyel (también conocido como Azazel). Estos eran los prefectos de los doscientos ángeles, y el resto eran todo con ellos”.Algunos grupos de teólogos creen que estos textos se refieren en general a estos seres como un grupo de ángeles castigados por Yahweh (y por ello considerados ángeles caídos) por haberse enamorado y copulado con las mujeres humanas de la Tierra, y por haber enseñado a los hombres la creación de armas y el arte de la guerra, entre otros conocimientos.
La religión católica, a partir de las interpretaciones de san Agustín de Hipona, abandonó esta antigua definición de ángeles, indicándose desde entonces que la expresión hijos de Dios se refiere a los descendientes de Set. En el Génesis se conserva parte de este relato, en el que se habla de estos ángeles refiriéndose a ellos como hijos de Elohim, que tomaron para sí mujeres y engendraron gigantes (llamados nephilim). El motivo, según la Biblia, por el que Elohim (en realidad es plural y quiere decir‘señores‘) no aceptó estos hechos, estaría indicado en la siguiente frase: “No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre, porque ciertamente él es carne; pero vivirá ciento veinte años“. Siendo la interpretación de esta frase que Elohim no deseó que permaneciera para siempre su espíritu (esencia de vida) en el hombre, ya que con ello el hombre conseguiría la inmortalidad y viviría para siempre. En el Libro de Enoc, libro tenido como sagrado por la Iglesia ortodoxa etíope pero considerado apócrifo por otras iglesias cristianas, además de nombrar al número y los nombres de los principales Grigori, también explica el tipo de castigo que sufrieron estos seres y sus hijos. Al unir ambos textos se da a entender que el castigo de estos ángeles se habría realizado después de la creación del hombre, a diferencia de otros mitos que relacionan estos hechos con Lucifer, del que se indica que habría sido castigado antes de la creación bíblica del mundo. Sin embargo hay que tener en consideración que en el libro de Enoc se cuenta que, ya antes de estos sucesos, se había castigado a siete estrellas parecidas a grandes montañas (¿?). “Ellas arderían, en la prisión de las estrellas y de los poderes del cielo por haber transgredido el mandamiento de Yahweh, desde el comienzo de su ascenso, por lo cual Elohim se irritó contra ellas y las encadeno hasta el tiempo de la consumación de su culpa para siempre, en el año del misterio“.
En el Libro de los Jubileos, texto apócrifo escrito probablemente en el siglo II o III a.C, se menciona que estos ángeles son hijos de los Elohim, un antiguo plural mayestático del Dios hebreo o el posible indicio de un origen politeísta del judaísmo. En este libro se dice que estos seres eran gigantes que habían bajado a la Tierra con la tan “humana” pretensión de tener compañía femenina. Los Elohím les habían enviado a la tierra para enseñar a la humanidad la verdad y la justicia, pero estos decidieron pactar y desobedecer su misión y las reglas establecidas. Este texto ofrece una versión diferente del propósito por el cual los Observadores o Vigilantesbajaron inicialmente a la Tierra, y complementa la descripción de éstos seres. Azazel es particularmente significativo entre los grigoriporque fue él quien enseñó a los hombres a forjar armas de guerra así como a las mujeres a hacer y utilizar cosméticos. Se dice que las enseñanzas de Azazel crearon tal iniquidad entre los hombres que Dios decidió destruir toda la vida en la Tierra con una gran inundación, salvando solamente a Noé, su familia y a siete parejas de cada especie de animales, que escaparon a la destrucción viviendo durante un año en el Arca que Dios le mandó construir. El nombre Azazel se encuentra en el Levítico, pero no como una entidad o espíritu, sino como el nombre de una ceremonia llamada del chivo expiatorio, que consiste en enviar a un chivo expiatorio a vagar por el desierto junto con otra cabra a la cual se sacrifica ante Dios. Después, el “azazel” es conducido fuera del desierto y se libera como prueba de que la comunidad ha quedado libre de culpa. El símbolo más importante de estos Observadores es el dios griego Prometeo (muy parecido a lo que se dice sobre Baphomet), que se dijo que salió de los Montes Cáucasos. En la mitología griega, Prometeo es un Titán amigo de los mortales, venerado por robar el fuego de los dioses y darlo a los humanos para su uso, razón por la que fue castigado. Como introductor del fuego y del sacrificio, Prometeo es considerado el protector de la civilización humana. En Atenas Prometeo tenía un altar desde donde partía una carrera de antorchas celebrada en su honor, en la que ganaba el primero que alcanzaba la meta con la antorcha encendida.
Se dice que Prometeo era hijo de Jápeto y de la oceánide Asia. Era hermano de Atlas, Epimeteo y Menecio, a los que superaba en astucia. No tenía miedo a los dioses, y en cierta ocasión ridiculizó a Zeus por su poca perspicacia. Sin embargo, Esquilo afirmaba en su “Prometeo encadenado” que en realidad era hijo de Gea o Temis. Según una versión minoritaria, el gigante Eurimedonte violó a Hera cuando ésta era una niña y engendró a Prometeo, lo que causó la furia de Zeus. Se afirma que Prometeo fue un gran benefactor de la humanidad. Una de las anécdotas que se cuenta de él es que planeó engañar a Zeus al realizar el sacrificio de un gran buey, que dividió en dos partes: en una de ellas puso la piel, la carne y las vísceras, que ocultó en el vientre del buey, y en la otra puso los huesos pero los cubrió de apetitosa grasa. Dejó entonces elegir a Zeus la parte que comerían los dioses. Zeus eligió la capa de grasa y se llenó de cólera cuando vio que en realidad había escogido los huesos. Desde entonces los hombres queman en los sacrificios los huesos para ofrecerlos a los dioses, pero la carne se la comen. Indignado por este engaño, Zeus privó a los hombres del fuego. Pero Prometeo decidió robarlo, así que subió al monte Olimpo y se dice que lo cogió del carro de Helios (o Apolo) o de la forja de Hefesto y lo devolvió a los hombres en el tallo de una cañaheja, que arde lentamente. De esta forma la humanidad pudo calentarse. En otras versiones (como en el Protágoras de Platón), Prometeo robó las artes de Hefesto y Atenea, llevándose también el fuego porque sin él no servían para nada, y proporcionando de esta forma al hombre los medios con los que subsistir. Para vengarse por esta nueva ofensa, Zeus ordenó a Hefesto que hiciese una mujer de arcilla llamada Pandora, a la que Zeus infundió vida y la envió por medio de Hermes a Epimeteo, el hermano de Prometeo, en cuya casa se encontraba la caja que contenía todas las desgracias con las que Zeus quería castigar a la humanidad. Epimeteo se casó con Pandora para aplacar la ira de Zeus por haberla rechazado una primera vez a causa de las advertencias de su hermano para que no aceptase ningún regalo de los dioses, por cuya razón recibió el castigo de ser encadenado. Pandora terminó abriendo la caja, tal y como Zeus había previsto, vengándose de la humanidad, Zeus se vengó también de Prometeo e hizo que le llevaran al Cáucaso, donde fue encadenado por Hefesto con la ayuda de Bía y Cratos. Zeus envió un águila, hija de los monstruos Tifón y Equidna, para que se comiera el hígado de Prometeo. Siendo éste inmortal, su hígado volvía a crecerle cada noche, y el águila volvía a comérselo cada día (¿?).
Este castigo había de durar eternamente, pero Heracles (o Hércules) pasó por el lugar de cautiverio de Prometeo de camino hacia el jardín de las Hespérides y le liberó disparando una flecha al águila. Esta vez no le importó a Zeus que Prometeo evitase su castigo, al proporcionar esta liberación más gloria a Heracles, que era hijo de Zeus. Prometeo fue así liberado, aunque debía llevar con él un anillo unido a un trozo de la roca a la que fue encadenado. Agradecido, Prometeo reveló a Heracles el modo de obtener las manzanas doradas del jardín de las Hespérides. Sin embargo, en otra versión Prometeo fue liberado por Hefesto tras revelar a Zeus que si tenía un hijo con la nereida Tetis, este hijo llegaría a ser más poderoso que su padre, quienquiera que éste fuera. Por ello Zeus evitó tener a Tetis como consorte y el hijo que tuvo ésta con Peleo fue Aquiles quien, tal y como decía la profecía, llegó a ser más poderoso que su padre. La Biblioteca mitológica recoge una versión según la cual Prometeo fue el creador de los hombres, modelándolos con barro. Esto nos lleva a creer que en realidad fue el dios sumerio Enki, el creador del Homo Sapiens. Prometeo se ofreció ante Zeus para cambiar su mortalidad por la inmortalidad de Quirón cuando éste fue herido accidentalmente por Heracles, lo que le produjo una herida incurable. Prometeo puede ser clasificado entre los dioses tramposos, como Loki en la mitología nórdica quien, al igual que Prometeo, es un gigante más que un dios, que está asociado al fuego y fue castigado a ser encadenado a una roca y atormentado por una serpiente. Algunos creen que el tema se tomó prestado de la saga de Nart de los pueblos del Cáucaso, aunque las analogías con Loki parecen revelar una fuente indoeuropea más antigua. Las sagas de los Nart son una serie de cuentos originarios del Cáucaso. Forman la mitología básica de las tribus del área; algunas son simplemente historias, pero otras tienen valor como mitos de creación y antigua teología. Los abjasos, circasianos, osetas y ubijé tienen versiones de las sagas de Nart. Los Nart eran una raza de gigantes. Algunos de los personajes que aparecen a menudo en las sagas son: Sosruko, que es un embaucador y un tramposo; Satanaya, la madre de los Narts, representa la fertilidad y es la matriarca; Tlepsh es un herrero. Algunos de los temas de las sagas son comunes con la mitología griega. La historia de Prometeo encadenado al monte Elbrus es similar a una parte de las sagas de los Nart. Estos temas compartidos son vistos por algunos como indicativos de una antigua proximidad entre los pueblos del Cáucaso y los antiguos griegos. Otro indicio sería el mito del Vellocino de oro, en el que la Cólquide se suele colocar en lo que actualmente es Georgia o Abjasia.
David Vaughan Icke, nacido el 29 de abril de 1952 en Leicester, Inglaterra, es un escritor y conferenciante británico. Desde 1990 se ha dedicado a buscar “quién/quienes controlan el mundo.”. Escribió un interesante ensayo, titulado “The Biggest Secret: The Book That Will Change the World”, en que he basado parte de este artículo. Icke es un ex jugador de fútbol, reportero, presentador deportivo, y portavoz del Partido Verde del Reino Unido. También es autor de más de veinte libros, en los cuales explica sus puntos de vista junto a los resultados de sus indagaciones sobre diferentes temas, principalmente referidos al supuesto control mundial por unos pocos seres humanos y con especial hincapié en los Illuminati (en su mayoría magnates y miembros de diferentes realezas) actuando conjuntamente con seres extraterrestres (reptiloides) mutantes, los cuales llevarían ejerciendo su dominación sobre la humanidad desde los albores de ésta. Según Icke hay una fuerza oculta que controla a la humanidad, los llamaIlluminati, aunque reconoce que es una sociedad secreta sin nombre. Esta sociedad secreta u “hombres en las sombras” tienen una agenda que tiene como principal objetivo la instauración de un gobierno mundial de corte fascista; una dictadura controlada por las élites mundiales, muy en la forma de lo descrito por George Orwell en su novela 1984. Esta elite mundial está conformada por varias familias poderosas, dentro de las cuales Icke posiciona a los Bush, los Rockefeller, los Rothschild y la familia real de Inglaterra entre otros. Además argumenta que todos tienen la misma línea sanguínea, que viene esparciéndose por las aristocracias mundiales desde los reyes de Sumeria hasta los actuales ya nombrados.
Y ahora hacemos un desvío provisional en nuestro guión. Según el filosofo alemán Ludwig Andreas Feuerbach (1804 –1872), “es el hombre el que ha creado a Dios”. Cuando los iniciados en el Rojismo culminan la iniciación y descubren que ellos mismos son dioses, es decir, que ellos son seres capaces de transformar su realidad y la realidad que los envuelve, abrazan la Filosofía Rojista. Ésta sirve para operar sobre el medio a los iniciados de mayor grado del Rojismo. Pero, ¿qué es la Filosofía Rojista? Los filósofos socialistas utópicos más destacados fueron el francés Saint Simon (1760-1825), el inglés Robert Owen (1771-1858) y el francés Charles Fourier (1772-1837). Saint Simon creía en la conjunción armoniosa de sabios-banqueros, empresarios y trabajadores y en la reforma social dirigida a la clase social más pobre. Owen esencialmente defendía una ética laboral, con condiciones humanas en el trabajo, salarios altos, formación de los obreros, cuidado y formación de los niños, escuelas de calidad… Y Fourier, por su parte, apoyaba las asociaciones agrícolas o falansterios, núcleos humanos constituidos por 1.620 individuos. Los tres grandes filósofos del socialismo utópico creían que el egoísmo promovido por las ideas liberales tenía graves carencias e idearon sociedades socialistas utópicas para corregirlo. Uno de los filósofos socialistas revolucionarios más ilustres fueron Adam Weishaupt, fundador de los Illuminati en los bosques bávaros, la famosa noche de Walpurgis o noche de las brujas. Otros fueron los que dirigieron laConspiración de los Iguales (1796-1797), dirigida por François-Noël Babeuf. Asimismo, podemos indicar a Pierre Joseph Proudhom (1809-1865); y Auguste Blanqui (1805-1881). Los Iguales, también conocidos como la “Conspiración de los Iguales” (La conjuration des Égaux) fue un movimiento revolucionario que se desarrolló hacia 1795-1796 en Francia. En enero de 1796, la represión llevada a cabo por Napoleón Bonaparte, que ocupaba la jefatura del Ejército del Interior, contra François Noël Babeuf y su entorno (cerró el Club del Panteón), da lugar como reacción la creación de la “Conspiración de los Iguales”, dirigida por Babeuf, Augustin Darthé, Filippo Buonarroti, Sylvain Maréchal, Félix Lepeletier, Antoine Antonelle, etc. creándose el llamado «Directoire secret de Salut Public», compuesto por siete miembros, entre los que se encontraban Babeuf y Darthé.
Lanzando una campaña propagandística destinada a agitar a las clases populares con el fin de lograr la igualdad real que, aunque ya promulgada por la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano en 1789, no era puesta en práctica por las represiones que ejercía Napoleón en territorio francés. Babeuf decía: “No queremos la igualdad escrita en una tabla de madera, la queremos en nuestras casas, bajo nuestros techos“. Según este grupo, la igualdad real sólo llegaría gracias a una Revolución Social que, sucesora de la Revolución Francesa se constituiría como otra revolución, que sería la última y definitiva. Así, por el optimismo imperante en la época, se anunció que pronto llegaría esta nueva revolución: la Revolución Popular. La campaña debía terminar con un levantamiento para derrocar al Directorio y poner en vigor la Constitución de 1793, que nunca había sido aplicada. Pero el Directorio está informado al detalle de la conspiración (posiblemente gracias a Fouché o Grisel) y el 10 de mayo de 1796 los conjurados son detenidos por la policía. El filosofo alemán Adam Weishaupt, tanto en su iniciación como en su filosofía, defendía un socialismo revolucionario de signo libertario, con apuesta por el golpe revolucionario por parte de una élite bien adiestrada, la erradicación de la monarquía, la propiedad privada, el Estado, etc. La tripleta de la Conspiración de los Iguales (Babeuf, Darché y Buonarroti), así como Blanqui, defendían un socialismo revolucionario similar. Y Proudhom tenía alguna variante y, por eso, ha sido considerado el precursor del socialismo libertario o anarquismo. El socialismo utópico filosofaba sobre el mundo. El socialismo revolucionario tenía un programa concreto y aspiraba a transformarlo, mediante la acción revolucionaria.
Los filósofos del socialismo científico o comunismo fueron principalmente Karl Marx y Friedrich Engels (1820-1895). Karl Marx, natural de Tréveris (Prusia, Renania), dedicó toda su vida a sentar las bases de una metodología científica que condujese al comunismo, siendo sus obras más destacadas El Manifiesto del Partido Comunista y El Capital. El socialismo científico o comunismo, según fue expuesto por Marx, se fundamentó en el materialismo histórico, la lucha de clases, la fundación del partido comunista por parte del proletariado, la toma del Poder, la dictadura del proletariado, la apropiación por parte del proletariado de los medios de producción, la distribución de la riqueza y la eliminación de las clases sociales y el Estado. Friedrich Engels, por su parte, fue el compañero perfecto para Marx, firmando con él varias de sus obras. Los filósofos del socialismo libertario o anarquismo fueron esencialmente los rusos Mikhail Bakunin y Pietr Alexievich Kropotkin. Bakunin sentó las bases del anarquismo, destacando sus obras Federalismo, Socialismo y Antiteologismo, Política y anarquía y Dios y el Estado. El anarquismo de Bakunin defendió la destrucción de toda autoridad, de la propiedad, del Estado mediante la revolución, así como la apropiación de los medios de producción, el colectivismo (a cada uno se le da el producto de su trabajo), así como otras medidas. El anarquismo comunista posterior de Kropotkin abogó por rechazar el colectivismo que daba a cada cual el producto de su trabajo, a favor de la igualdad de distribución y el comunismo. LaFilosofía Rojista es una nueva reformulación del socialismo que respeta el legado de los filósofos utópicos, pero que sólo se nutre del legado de los filósofos socialistas revolucionarios, socialistas científicos (comunistas) y socialistas libertarios (anarquistas). La Filosofía Rojista recopila lo mejor de esos filósofos, a la vez que rechaza sus errores, basándose en la experiencia histórica, lo cual la convierte en la filosofía de la postmodernidad y sitúa al Rojismo como Sistema de iniciación postmoderno.
La Filosofía Rojista sirve como herramienta útil, para operar sobre el medio, a los iniciados de la Orden Illuminati, la Sociedad O.T.O. (Ordo Templi Orientis), el Rojismo y los caballeros de Malta. La Filosofía Rojista defiende el concepto de que el hombre es el único dueño del mundo y de su destino y que a él le corresponde la transformación de su realidad y de la realidad que lo envuelve, en consonancia con el Rojismo. El Rojismo y la Filosofía Rojista defienden en última instancia al hombre, en medio de una ausencia progresiva y definitiva de dioses, a la vez que le otorgan a aquel la capacidad de transformación de su realidad y del medio. LaFilosofía Rojista defiende la consciencia ideológica del hombre “dueño del mundo y de su destino”, como “motor” de toda transformación. Es la consciencia ideológica la que determina que el hombre, siendo el único dueño del mundo y de su destino, actúe con un sistema, un planteamiento o un modo de vida determinado. Una consciencia ideológica basada en el socialismo, y en la igualdad y la libertad, provocará que se luche por dichas causas. La consciencia ideológica, es decir, el factor ideológico convenientemente grabado en las mentes de los dirigentes y las masas, es un requisito indispensable para ser indestructibles y transformar el medio, con libertad e igualdad, emancipando a la humanidad, según la tesis defendida por la Filosofía Rojista y por el Rojismo. La Filosofía Rojista defiende que la consciencia ideológica, fundamentada en el socialismo, la igualdad y la libertad, es la que se sobrepone y determina en última instancia el triunfo del materialismo. Por tanto, puede decirse que la Filosofía Rojista defiende un materialismo coronado por la consciencia ideológica, una idealidad material, a la vez que rechaza el idealismo como influyente o determinante. El filósofo comunista Karl Marx consiguió decantar la balanza hacia el materialismo, pero no dio importancia a la determinante consciencia ideológica, una idealidad material, sin la cual el materialismo fracasa. Bakunin, en Dios y el Estado, explica:“¿Quiénes tienen razón los idealistas o los materialistas? Una vez planteada así la cuestión, vacilar se hace imposible. Sin duda alguna los idealistas se engañan y sólo los materialistas tienen razón… Toda la historia intelectual y moral, política y social de la humanidad es un reflejo de su historia económica”. La Filosofía Rojista defiende la dialéctica materialista, atea, racional, consciente y defensora del hombre como “motor” de toda transformación, frente a la dialéctica idealista, la cual subyuga al hombre a la voluntad de dogmas, de ideales metafísicos, de Dios…
La Filosofía Rojista es internacionalista y aspira a un Nuevo Orden Mundial socialista más justo y libre que emancipe a toda la humanidad. Defiende que los valores del socialismo deben ser los valores del toda la humanidad y, por eso, aspira a proyectarlos en el plano internacional. El filósofo comunista Friedrich Engels, sobre el necesario internacionalismo, escribió: “La revolución comunista no será una revolución puramente nacional, sino que se producirá simultáneamente en todos los países civilizados”. Y el Rojismo sin complejos hace suyo todo el internacionalismo defendido por la Filosofía Rojista. De hecho, la extensión internacional de la Orden Illuminati y la Sociedad O.T.O. son sólo un ejemplo de ello. La Filosofía Rojista es una filosofía revolucionaria, es decir, profundamente transformadora de la sociedad. Según la Filosofía Rojista, existen dos vías para acceder al poder y desarrollar la revolución: la vía democrática-parlamentaria y la vía revolucionaria-violenta. En el primer caso, un partido político se prepara, forma a sus cuadros, afilia a un notable número de personas e inicia la conquista del poder, presentándose a unas elecciones democráticas. En el segundo caso, las posibilidades son diversas: una guerra popular encabezada por un partido socialista o comunista, una revolución puntual encabezada por un partido de la ideología citada o un golpe revolucionario de una élite bien adiestrada y armada. Los filósofos socialistas revolucionarios Adam Weishaupt y Louis Blanqui, el filósofo comunista León Trotski , o algunos filósofos anarquistas eran partidarios del golpe revolucionario duro por parte de una élite. Trotski, filósofo y revolucionario ruso relacionado con la toma comunista del poder en Rusia en octubre de 1917 y defensor del internacionalismo y de la Revolución permanente, antes de tener que abandonar la URSS por sus diferencias con Stalin, apuntó lo siguiente sobre el golpe revolucionario comunista: “El pueblo entero es demasiado para la insurrección. Se necesita una pequeña tropa, fría y violenta, instruida en la táctica insurreccional… Es un plan demasiado vasto, es una estrategia que abarca demasiado territorio y demasiadas gentes. No es ya una insurrección: es una guerra. Para ocupar Petrogrado no hay necesidad ninguna de tomar el tren en Finlandia. Cuando se parte de demasiado lejos, se detiene uno a veces a mitad del camino… Hay que atenerse a la táctica, operar con poca gente en un terreno limitado, concentrar sus esfuerzos sobre los objetivos principales, dar directa y duramente. No creo que eso sea tan complicado. Las cosas peligrosas son siempre extraordinariamente sencillas. Para triunfar no hay que desconfiar de las circunstancias desfavorables ni fiarse de las que son favorables. Hay que herir en el vientre: eso no hace ruido. La estrategia de usted requiere demasiadas circunstancias favorables: la insurrección no necesita nada. Se basta a sí misma”.
La Filosofía Rojista es una filosofía útil para aquellos iniciados del Rojismo que han completado la iniciación y operan sobre el medio, siendo considerada la reformulación socialista de la postmodernidad, lo cual convierte al Rojismo en un Sistema de iniciación postmoderno. Cuando el iniciado culmina la iniciación en el Rojismo, mediante el tantra y la cábala, se transforma en el andrógino divino, en el andrógino alquímico, en el propio Dios, descubriendo que puede transformar su realidad y toda la realidad que lo envuelve. Es entonces cuando ha superado todas las fases de la alquimia y la última fase de la Alquimia, que es el “Rubedo” o “Citrinitas“, la Obra en Rojo o Dorado, donde se alcanza el “cuerpo de diamante“. Se puede decir que es entonces cuando, gracias a Baphomet y a una ruta iniciática unida a él, se ha descubierto su poder real. Y es que sin Baphomet la iniciación no puede ser completada, porque falta conocimiento, Luz y una ruta iniciática que exalta al hombre a su condición de dios, el HOMO EST DEUS. La Filosofía Rojista, la psicología científica, etc., realizarán el resto en el Sistema. Por todos estos motivos, los iniciados de alto grado que han experimentado esa fase alquímica, la Obra al Rojo, tienen el deber de exaltar la figura del dios de la Luz, en el proceso iniciático, abandonando cualquier duda al respecto. Como conclusión, cabe decir que, en el psicoanálisis, la figura del dios de la Luztiene su importancia para Freud. De manera no sistemática, a lo largo de su obra y su correspondencia, Freud elaboró un psicoanálisis aplicado al dios de la Luz, que él denominó Satán, ya que como hebreo así lo conocía en su tradición. Primero, descubrió que éste era una representación del inconsciente. Después, lo asoció al padre malo. Los Illuminati aceptan lo primero, porque es cierto que existe una relación entre el inconsciente y el dios de la Luz, Baphomet. Con el tantra y la cábala, el iniciado penetra en su inconsciente y descubre a Baphomet en su interior. Pero discrepan de lo segundo. El padre malo no es Satán, sino el dios esclavista. Para ellos, el dios de la Luz sería el abuelo, con quien pacta el hijo que lucha contra su padre (dios esclavista), en pleno proceso de rebelión.
La orden de los Iluminados (Illuminatenorden en el original alemán, compuesto de Illuminaten, derivado del latín illuminati,‘iluminados‘, y Orden) fue una sociedad secreta fundada en 1776 por Adam Weishaupt en Baviera, Alemania. Nueve años después detuvo su actividad al prohibírsele actuar en ese electorado. Numerosos mitos y teorías conspirativas se centran en una presunta supervivencia suya y sus supuestas actividades, entre las que se cuentan la Revolución francesa, la lucha contra el cristianismo, y supuestas pretensiones de dominio mundial. El profesor de derecho eclesiástico y filosofía práctica de la universidad de Ingolstadt, Baviera, Adam Weishaupt (1748-1830), fundó el primero de mayo de 1776, con dos alumnos suyos, la «Asociación de los perfectibilistas» (“Bund der Perfektibilisten“). Como símbolo de la organización eligió el mochuelo de Minerva, la diosa romana de la sabiduría. De trasfondo se encontraba el clima intelectual universitario, prácticamente dominado por los jesuitas, orden disuelta tres años antes. Weishaupt, con veintiocho años, era el único profesor de Ingolstadt sin pasado en la Compañía y se encontraba correspondientemente aislado del cuerpo docente, también debido a su entusiasmo por las ideas ilustradas. Para ofrecer protección a los alumnos de las intrigas jesuíticas, que presuponía por todas partes, pero sobre todo para proporcionarles acceso a literatura crítica eclesiástica contemporánea, fundó la «Asociación de sabiduría secreta», en cuyos comienzos no era más que un círculo de lectores anticlericales de un máximo de veinte miembros. Aparte de esto, el fundador vio en la Orden Rosacruz, una orden mística espiritual perteneciente a la masonería, un mal siempre creciente que debía combatirse. Weishaupt informó de sus razones para la fundación de la sociedad en su carta Pythagoras oder Betrachtungen über die geheime Welt- und Regierungskunst.
Pero dos hechos fueron decisivos. En 1776 un oficial en Burghausen, llamado Ecker, había fundado una logia orientada hacia la alquimia y que había comenzado a extenderse velozmente. Un miembro suyo llegó a Ingolstadt, para anunciarse y atraer a los más brillantes entre los estudiantes. Por desgracia su selección recayó precisamente en aquellos a quienes Weishaupt también les había echado el ojo. El pensamiento de haber perdido de esta forma a jóvenes tan prometedores, y verlos ahora acercándose a la alquimia; fue para él insoportable. Por esto fue a pedirle consejo a un joven, en quien había puesto toda su confianza. Y le animó a utilizar su influencia sobre los estudiantes mediante la fundación inmediata de una sociedad. La orden tomó un primer impulso en 1778 cuando un antiguo alumno suyo y presidente del Palatinado Renano la reorganizó. Weishaupt propuso como nuevo nombreBienenorden, la ‘Orden de las abejas’, porque se imaginaba que los afiliados deberían recopilar el néctar de la sabiduría dirigidos por una abeja reina. Pero al final se prefirió Bund der Illuminaten (‘Unión de los Iluminados’) y después, Illuminatenorden (‘Orden de los Iluminados‘). De la asociación para el conocimiento derivó una orden secreta, que no podía negar que su modelo organizativo se basaba en la Compañía de Jesús. Una siguiente reorganización sucedió en 1780, tras la adhesión del aristócrata sajón Adolph von Knigge. Tal como el propio Weishaupt confesó, no existía «en absoluto, sólo en su cabeza». Y en 1782 Freiherr le proporcionó a la orden una estructura paramasónica, con Weishaupt y Knigge entre otros como directores sobre el llamado «Areópago», o «Colina de Ares». Según la leyenda, se llamaba así porque Ares había sido juzgado por los dioses y exonerado de ser ajusticiado por dar muerte a Halirrotio, hijo de Poseidón, que había violado a la hija de Ares, Alcipe. Por otra parte, y también según la leyenda, allí fue juzgado Orestes por el asesinato de su madre Clitemnestra. En su origen, el consejo del Areópago dependía del rey y se componía únicamente de Eupátridas. La influencia de éstos aumentaba a medida que iba disminuyendo el poder del rey, hasta el siglo VII a. C., en el que estos últimos llegaron a gobernar.
Tras las reformas de Solón, sus miembros eran escogidos entre los arcontes (magistrados) cuyos cargos eran inamovibles y representaban a los ricos en oposición a los aristócratas, si bien constituían un organismo menos exclusivo. Este tribunal controlaba a los magistrados, interpretaba las leyes y juzgaba a los homicidas. Sus poderes políticos fueron recortados y, en cierta medida, limitados por Clístenes, pero mantuvieron el poder hasta las Guerras Médicas. Con el rápido progreso de las instituciones democráticas, sus poderes resultaban incongruentes. Los arcontes perdieron su prestigio y su poder político en el 487 a. C. y ya no eran escogidos entre los hombres más importantes de la sociedad, sino que eran elegidos por sorteo. Con esta nueva distribución los Iluminados consiguieron reclutar a muchos masones e infiltrarse en logias enteras. De trasfondo estaba la crisis iniciada hacia 1776 entre los niveles altos masónicos alemanes con la ruptura de la estricta observancia templaria. Karl Gotthelf von Hund und Altengrotkau había conseguido atraerse a las diferentes logias hacia su mandato mediante un rito que aseguraba era herencia de laorden Templaria, disuelta en 1312. Durante muchos años había afirmado mantenerse en contacto con «Superiores desconocidos» que le habían iniciado en la francmasonería. Como al fallecer, en 1776, ninguno de los «Superiores desconocidos» contactara con ellos, se produjo una gran confusión en la logia. En la convención masónica de la estricta observancia, acontecida en Wilhelmsbad entre el 16 de julio y el 1 de septiembre de 1782, Knigge y su segundo, Franz Dietrich von Ditfurth, representante de los Iluminados y un ilustrado radical, se ganaron el liderazgo de su orden. El sistema templario fue abandonado, y la orden de la Rosacruz quedó en minoría en su esfuerzo por mantener esa tradición. Ambos iluminados consiguieron incluso, junto a Johann Christoph Bode, ganarse a un representante principal de la estricta observancia. El número de miembros aumentó rápidamente. Sin embargo, este éxito suponía a la vez el comienzo del final. Knigge amenazó epistolarmente con delatar sus secretos a los jesuitas y a los rosacrucianos, reforzando la desconfianza y las preocupaciones de Weishaupt, ya que Knigge y Bode hubieran incorporado al príncipe Karl von Hessen-Kassel , Ferdinand von Braunschweig, el duque Ernst von Sachsen-Gotha y Carl August von Sachsen-Weimar, todos ellos representantes de la autoridad absolutista. Estas sospechas no estaban infundadas, pues Carl August y su consejero privado Goethe se habían afiliado con el único fin de investigar a la Orden.
Como resultado se agudizaron las discrepancias entre Weishaupt y Knigge, hasta el punto de que la orden amenazaba con disolverse. En febrero de 1784 se convocó en Weimar un tribunal arbitral. Para sorpresa de Knigge el juicio del congreso, en el que participaron entre otros Goethe, J. G. Herder y Herzog Ernst von Sachsen-Gotha, era que debía construirse un nuevo Areópago. Pero era previsible que el fundador de la orden siguiera siendo influyente aún sin presidencia formal en el Areópago, lo que significaba una clara derrota para Knigge. Se acordó el silencio y el primero de julio Knigge abandonó la orden. En los años siguientes Knigge se apartó de querer arreglar el mundo mediante sociedades secretas. Por su parte Weishaupt le entregó la dirección de la orden a Johann Martin, conde de Stolberg-Roßla. Durante las disputas internas las asociaciones secretas habían atraído sobre sí la atención de las autoridades bávaras. Eran el blanco de sospechas de asesinatos afines a la ilustración, que pretendían alterar el orden tradicional, infiltrándose entre los funcionarios públicos para alcanzar un «Estado razonable». Consecuentemente, el 22 de junio de 1784 el príncipe elector Karl Theodor prohibió todas las «comunidades, sociedades y fraternidades» fundadas sin su aprobación. El dos de marzo de 1785, bajo presión de Peter Frank, canciller barón de Kreittmayr, el barón rosacruciano de Törringy otros cortesanos, se promulgó un edicto adicional, que esta vez prohibía a los Iluminados y a los Francmasones llamándolos por su nombre y considerándolos traidores y enemigos de la religión. Mediante registros domiciliarios se confiscaron varios papeles de la orden que aportaron sucesivos indicios sobre la radicalidad de sus propósitos. Documentos encontrados a un mensajero difunto informaron sobre el nombre de un miembro. Ese mismo año el papa Pío VI aclaró en dos cartas al obispo de Freising (18 de julio y 12 de noviembre), que la adhesión a la orden era incompatible con la fe católica.
A consecuencia de las prohibiciones de 1784-1785 se produjeron las persecuciones de miembros de la orden. Se llegó a registros domiciliarios y confiscaciones, y algunos consejeros y oficiales perdieron el puesto, algunos miembros fueron desterrados, pero nadie resultó encarcelado. El mismo Weishaupt, cuyo papel fundador se desconocía al principio, resultó sospechoso, pero sólo huyó cuando tuvo que admitir la fe católica. Primero huyó a la ciudad imperial libre de Ratisbona y en 1787 otra vez a Gotha, donde Herzog Ernst le proporcionó una consejería áulica sinecura. En abril de 1785 el conde Stolberg-Roßla declaró la orden oficialmente suspendida, tras aboliciones temporales. Bode aprovechó la coyuntura para conservar la asociación activa. E intentó resucitarla con ayuda de la Iglesia minerval de Weimar y la Orden de los amigos invisibles. Pero debió abandonar en 1790 debido al clima estrictamente antiiluminista de los años revolucionarios. Los investigadores están generalmente de acuerdo en que la desarticulación de la orden de los Iluminados fue completa. El 16 de agosto de 1787 se promulgó un tercer y más estricto edicto de prohibición del reclutamiento de miembros para Masones e Iluminados, so pena de muerte. Pero continúan los rumores de una supervivencia de los Iluminados. Estas promulgaciones desataron una primera histeria antiiluminista, y especialmente se sospechaba de las agitaciones de las asociaciones secretas ilustradas radicales. Una segunda ola, claramente más enérgica, sucedió durante la Revolución francesa, pues el miedo a los jacobinos se fundió con el anterior a los Iluminados. En este estado anímico, el ministro de Estado bávaro Maximilian von Montgelas –quien a su vez había sido iluminado– hizo prohibir todas las organizaciones secretas al llegar al poder, en 1799, y otra vez en 1804.
Cómo de fuerte era la fascinación pública por las misteriosas e inquietantes sociedades secretas e iniciáticas, en los años de la Revolución francesa, se nota por diversas obras literarias de la época, desde Der Geisterseher de Schiller hasta Der Groß-Cophta de Goethe y las inquietantes sociedades de Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister, pasando por Jean Paul, con su Die unsichtbare Loge (1793). La orden de los Iluminados estaba comprometida con el modelo ilustrado. La meta era la mejora y el perfeccionamiento del mundo en el sentido de libertad, igualdad y fraternidad y la mejora y perfeccionamiento de sus miembros (de ahí también el viejo nombre Perfectibilistas). Weishaupt escribió en 1782 en un discurso: “Quien también generalmente quiere iniciarse en la libertad, la amplia iluminación en general: pero la Iluminación no consiste en el conocimiento de palabras, sino de cosas, no se trata de la comprensión de conocimientos abstractos, especulativos, teóricos, que inflan el espíritu, pero no mejoran el corazón“. Según Weishaupt, el medio para alcanzar la libertad era principalmente la educación, pero no sólo la aportación externa de conocimientos, sino la formación de la moralidad, que debería capacitar a los individuos para autodominarse. Por lo tanto serían superfluas otras formas de dominio, como el despotismo de los príncipes absolutistas, pero también el despotismo espiritual ejercido por la Iglesia católica. Los modales de las viejas costumbres serían también condición y camino para una sociedad libre e igualitaria sin príncipes ni iglesia.
Como Weishaupt explicó en su discurso, la historia misma estaría de su parte. Recurriendo a pensadores como Joachim von Fiore,presentó una historia filosófica: en la «Infancia de la humanidad» no había ni dominio ni propiedad ni ansias de poder. Eso comenzó en la «Época juvenil», con el surgimiento de los primeros estados, que se desviaban más y más hacia el despotismo. De ahí surgió la nostalgia del paraíso perdido y de la ausencia de dominio: «el despotismo mismo debería ser el medio para facilitar el camino a la libertad», escribió Weishaupt en una redacción para su orden. En el «tiempo de la madurez» el género humano superará el despotismo sin violencia, a través de la nostalgia, de la libertad, mediante la ilustración y mediante el autodominio, que Weishaupt impartía. Difundir esta ilustración y devolver los hombres a la «tierra prometida», debía de ser la tarea de las escuelas ocultas de sabiduría, a quienes Weishaupt les presuponía una línea tradicional ideal, desde los protocristianos hasta los masones. Aunque es verdad que los francmasones declaraban ser apolíticos, los Iluminados les servirían como máscara. Finalmente un «Tiempo de decadencia» iniciará un nuevo ciclo. En esta representación histórica se mezclan el milenarismo medieval y las utopías modernas, las profecías premodernas de un mundo redimido y los pronósticos modernos. Weishaupt compatibilizó ambos mensajes contradictorios. Por un lado, predicó el quietismo, que exoneraba a sus miembros de cualquier responsabilidad del progreso histórico. Y, por el otro, exigía un activismo subversivo que socavara activamente el sistema de gobierno imperante. Cuál de ambos aspectos primaría, lo dejó pendiente. Eso significa, por una parte, que era solo cuestión de esperar, pues el tiempo del despotismo absolutista finalizaría casi por sí mismo desde una lógica interna.
Weishaupt sostenía que los iluminados participarían con su actividad, incluso mediante su mera presencia, en la abolición del despotismo. La abolición del sistema absolutista no debería pues conseguirse mediante la vía revolucionaria, sino por los recursos personales políticos. Querían conquistar más y más posiciones claves estatales absolutistas, para sucesivamente conducirlas a su propia disolución. En los últimos estadios utópicos, sobre si el estado sería realmente disuelto tras alcanzar el poder, o si simplemente los iluminados los reemplazarían por una especie perfeccionada de despotismo ilustrado, es algo sobre lo que Weishapt no dio datos. Los Iluminados fueron una de las muchas sociedades y asociaciones dedicadas a la formación de la opinión pública durante la ilustración, tal como Jürgen Habermas describió, en 1962, en Historia y crítica de la opinión pública. La posibilidad de traspasar las fronteras estatales para apoyarse en sociedades lectoras, en diversas asociaciones caritativas, en los francmasones, en los rosacruces o incluso en las sociedades secretas como los Iluminados. A diferencia de otras sociedades, los Iluminados tenían un programa político explícito, mientras que entre los francmasones se producían disputas religiosas, confesionales o políticas. También se reconoce a los masones por su afiliación, y no son, a diferencia de los iluminados, estrictamente secretos. Aunque los Iluminados adoptaron aspectos masónicos como la logia y la jerarquía, también es cierto que ni pertenecían a la misma orden ni cooperaban en organizaciones francmasónicas nacionales, como la Gran Logia o el Gran Oriente.
Para infiltrarse mejor en ellos, Knigge dotó a la orden de una estructura basada en la masónica, con grados titulados de manera imaginativa, cada uno de los cuales tenía su propio ritual iniciático y «secreto», que se les revelaba a los iniciados. Se introduciría a novicios en la esencia de la logia y la sociedad secreta, compuesta de los grados «novicio», «minerval» (derivado de Minerva), e «iluminado inferior». La «clase masona», tomada de la masonería, contenía el grado «peón», «oficial», «maestro», «iluminado mayor» e «iluminado regente». Coronaba la orden la clase mistérica, compuesta por los grados «sacerdote», «Regent», «Magus» y «Rex» (‘gobernante‘), y cuyos reglamentos y ritos, debido al breve tiempo que aparentemente sobrevivió, no llegaron a redactarse. Asimismo, como mistificación de gran efecto publicitario, cada miembro de la orden recibía al iniciarse un nombre secreto, que nunca era cristiano, Weishaupt se llamó a sí mismo con el significativo nombre de Espartaco, el cabecilla de las revueltas de los esclavos romanas; Knigge era Filón de Alejandría, un filósofo judío; Goethe recibió el nombre de Abaris, un mago escita. También la geografía recibía nombres secretos (Múnich se llamaba Atenas; el Tirol, Peloponeso; Fráncfort era Edessa; e Ingolstadt, Eleusis). Incluso la fecha se indicaba según un calendario secreto de nombres mensuales persas y cuya numeración anual comenzaba en el 632. Los nombres de la orden contribuían a la igualdad entre iluminados: ya que los dos primeros grados sólo se llamaban por los nombres de la orden. No podían saber unos de otros, quién era noble, quién burgués, quién profesor universitario, quién sólo camarero o estudiante. Aparte de esto, formaban parte de un rígido programa educativo, que la orden imponía a sus miembros.
Cada iluminado debía no sólo dar explicaciones a su guía espiritual, sino que también recibía de sus superiores una cuota de conocimientos mensual, en la que obras deísticas e ilustradas ocupaban un lugar principal y en grado creciente. Su evolución moral y espiritual debía hacerla constar en un diario llamado cuaderno Quibuslicet (del latatín “quibus licet”, ‘a quién le está permitido leerlo‘). En caso de que estuvieran mal hechos o no contuvieran los avances previstos, el superior de la orden respondía con una carta de reproche. Junto a la completa igualdad dentro de los grados, había una división jerárquica muy marcada entre los distintos escalafones. Esta se mostraba ya en los juramentos, que cada iniciando debía prometer solemnemente: «Eterno silencio, firme lealtad, fidelidad y obediencia a todos los superiores y estatutos de la orden». Además de la estricta jerarquía había que añadir la estructura esotérica de la orden, lo que significa que a los novatos se les engañaba conscientemente sobre la auténtica meta. El verdadero objetivo de la orden era socavar los regímenes terrenales o espirituales y apropiarse del dominio mundial. En los grados superiores de la orden se les revelaría el “mayor de todos los secretos”. Reinhart Koselleck, en Kritik und Krise, nos dice: ”que tantos desean con ansia, tan a menudo han buscado estérilmente el arte de regir a los hombres, de conducirlos a lo bueno […] y después guiarlo todo, con lo que los hombres hasta ahora sueñan y sólo a los más iluminados les parece posible“. El arcano más profundo de los Iluminados era su propio sistema de dominio moral, ya practicado entre los numerarios, pero que también debía aplicarse fuera. Este fraude y tutelaje a los miembros de grados inferiores pronto provocó críticas, incluso dentro de la orden. La condición de las mejoras del individuo era el conocimiento de todos sus secretos.
Esto parece haberlo adoptado de su peor enemigo: los jesuitas, cuya obediencia era ciega y su efectiva manipulación humana se efectuaba mediante la penitencia. La orden permanecía, como el investigador Agethen constató, unida a sus enemigos por un cruce dialéctico. Para emancipar al individuo del dominio mental y espiritual eclesiástico, se aplicó el método jesuítico de examen de conciencia. Para transportar al cortejo triunfal ilustrado y de la razón, se tenía un sistema extremo y un montaje místico, que recordaba las ensoñaciones rosacruz. Y para finalmente liberar a la humanidad del despotismo principesco y real, se avasallaba a los miembros con un sistema de auténtico control y psicotécnicas totalitarias. Los Iluminados tuvieron algo de éxito: a comienzos del año 1780 llegó la orden, en setenta ciudades del reino, a tener entre mil quinientos y dos mil miembros, de los cuales un tercio eran masones. Los puntos clave eran Baviera y las ciudades turingias Weimar y Gotha. Fuera de Alemania sólo puede demostrarse su presencia en Suiza. Eberhard Weis investigó exhaustivamente la estructura social de la orden y descubrió que cosa de un tercio de sus miembros eran nobles y por lo menos un doce por ciento, clérigos. Casi el setenta por ciento de los iluminados habían recibido formación académica, el número de trabajadores manuales rondaba un veinticinco por ciento, un número muy superior al de los comerciantes, que con un diez por ciento estaban claramente infrarrepresentados.
Casi las tres cuartas de los iluminados se componía de funcionarios y demás trabajadores públicos, que, de cara a la meta de la organización de derribar el estado absolutista, no puede sorprender. El mismo Weishaupt presumía con orgullo, en 1787, que la orden había conseguido incorporar a más de una decima parte del funcionariado bávaro. Especialmente significativo era el éxito en la infiltración en los colegios censores bávaros, que, hasta la intervención del príncipe elector en 1784, se componía casi exclusivamente de iluminados. Y acorde a ello fueron las intervenciones de la autoridad: se prohibieron escritos de ex jesuitas y otros escritos clericales, incluso hasta libros de rezos. Y, en cambio, se fomentó la literatura ilustrada. Este éxito temporal no puede esconder que la orden estaba compuesta en su mayor parte de académicos segundones, que acudían a ella porque se esperaban oportunidades, basadas en el concepto de infiltración de Weishaupt. Estas metas les resultaban desconocidas a los novatos. La meta real, a saber, la de formar las elites políticas e intelectuales de la sociedad, aparentemente apenas la consiguieron. Aparte de las excepciones (Goethe, Herder, Knigge), todos los representantes significativos de la baja ilustración alemana o se mantuvieron apartados (Schiller, Kant, Lessing, pero también Lavater), o se fueron decepcionados por la rígida estructura. De la amenaza real para los estados bávaros, debido al «ratón de biblioteca Weishaupt y sus camaradas, utopistas en el buen sentido y en el ridículo», no puede haber duda. Pero el reto que les supuso a los viejos poderes fue aún demasiado grande. Quienes apoyan las teorías conspirativas, citan como ejemplo la presunta existencia de una serie de cartas escritas entre los años 1870 y 1871, que se conservarían en los archivos de la biblioteca del Museo Británico.
Esta correspondencia se produjo entre un antiguo militar confederado llamado Albert Pike, de hecho el único representante de la Confederación, y a la vez miembro activo del Ku Klux Klan, honrado con una estatua en Washington D.C., y el francmasón y carbonario Giuseppe Mazzini, un filósofo y político italiano que se esforzó por unificar los estados italianos y que había sido seleccionado por los Illuminati para dirigir sus operaciones mundiales, en 1834. De todos modos, el Museo Británico desmiente la existencia de dichas cartas. Según William Guy Carr, en Peones en el juego, 1955, en una de las cartas fechada el 15 de agosto de 1871, Pike le hace saber a Mazzini el plan de los Illuminati para el futuro del mundo: “Fomentaremos tres guerras que implicarán al mundo entero. La primera de ellas permitiría derrocar el poder de los zares en Rusia y transformar ese país en la fortaleza del comunismo ateo necesaria como una oposición controlada y antítesis de la sociedad occidental. Las divergencias causadas por los “agenteur” (agentes) de los Illuminati entre los imperios británico y alemán serán utilizados para provocar esta guerra, a la vez que la lucha entre el pangermanismo y el paneslavismo. Un mundo agotado tras la guerra, no interferirá en el proceso de construcción de la “nueva Rusia” y el establecimiento del comunismo, que será utilizado para destruir los demás gobiernos y debilitar a las religiones“.
Y sigue: “La segunda guerra mundial se desataría aprovechando las diferencias entre la facción ultraconservadora y los sionistas políticos. Se apoyará a los regímenes europeos para que terminen en dictaduras que se opongan a las democracias (Nazismo, Fascismo, Comunismo y Socialismo) y provoquen una nueva convulsión mundial cuyo fruto más importante será el establecimiento de un Estado soberano de Israel en Palestina que venía siendo reclamado desde tiempos inmemoriales por las comunidades judías. Esta nueva guerra debe permitir consolidar una Internacional Comunista bastante fuerte para equipararse a la facción cristiana/occidental. La tercera y definitiva guerra se desataría a partir de los enfrentamientos entre sionistas políticos y los dirigentes musulmanes. Este conflicto deberá orientarse de forma tal que el Islam y el sionismo político se destruyan mutuamente y además obligará a otras naciones, una vez más divididas sobre este asunto, a entrar en la lucha hasta el punto de agotarse física, mental, moral y económicamente… Liberaremos a los nihilistas y a los ateos, y provocaremos un formidable cataclismo social que en todo su horror mostrará claramente a las naciones el efecto del absoluto ateísmo, origen del comportamiento salvaje y de la más sangrienta confusión. Entonces en todas partes, los ciudadanos, obligados a defenderse contra la minoría mundial de revolucionarios, exterminará a esos destructores de la civilización, y la multitud, desilusionada con el Cristianismo, cuyos espíritus deístas estarán a partir de ese momento sin rumbo y ansiosos por un ideal pero sin saber dónde hacer su adoración, recibirán la verdadera LUZ a través de la manifestación universal de la doctrina pura de “Lucifer”, sacada a la vista pública finalmente. Esta manifestación resultará del movimiento reaccionario general que seguirá a la destrucción del Cristianismo y ateísmo, ambos conquistados y exterminados al mismo tiempo“.
También se les ha hecho responsables de la Revolución francesa. Esta grave sospecha fue formulada por primera vez en 1791 por el párroco francés Jacques François Lefranc en su libro “Le voile levé pour les curieux ou les secrets de la Révolution révéles à l’aide de la franc-Maçonnerie” (“El velo destapado para los curiosos o los secretos revolucionarios de la ayuda francmasona”). Su posterior difusión se debe a otros dos autores, que poco después compusieron extensas obras sobre los orígenes revolucionarios franceses: el exjesuita francés Augustin Barruel y el erudito escocés John Robison. Ambos intentaron, con mutua independencia, demostrar que no desataron la revolución ni la permanente presión del tercer estado, ni la difusión de los ideales ilustrados, ni la mala cosecha del año previo ni tampoco la mala gestión de la crisis por el rey Luis XVI, sino que fueron los Iluminados. Para esto aportan principalmente tres pruebas: Casi todos los cabecillas revolucionarios importantes eran masones. De todos modos, la equiparación incondicional de ambas sociedades es discutible. En el ámbito germano, extendió principalmente estas teorías el fugaz diario conservador Eudämonia (1795-1798). Hasta hoy no han perdido estos escenarios conspirativos su fascinación. Hasta hoy circulan muchas teorías, según las cuales los Iluminados sobrevivieron a su prohibición y son responsables de numerosos hechos. Disfrutan de una especial popularidad las teorías conspirativas según las cuales habrían influido el surgimiento de los Estados Unidos. La única reminiscencia real de los Iluminados de Baviera, es la Orden Illuminati, cuyo Gran Maestre era Mike Melo, fracmasón y reconocido por el Supremo Consejo Iluminista del Sur de los Estados Unidos que fuera presidido en tiempos anteriores por Albert Pike. A los Iluminados se les representa con asiduidad en las novelas populares, por ejemplo en la trilogía “Illuminatus“, de Robert Shea y Robert Anton Wilson, en “El péndulo de Foucault“, de Umberto Eco, o en “Angeles y Demonios“, de Dan Brown. Aquí se les representa como tejedores de complots turbios o conspiraciones demoníacas.
Una de las características de la mentalidad masónica de fines del siglo XVIII y principios del XIX, fue su convicción de que podían transformar el mundo. Muchos masones,-especialmente los que se inspiraron en las ideas de Adam Weishaupt y su secta de los Illuminati, creían que contaban con una herramienta capaz de imaginar el futuro y conducir a la humanidad hacia ese futuro. En otras palabras, Benjamin Franklin, y muchos de sus hermanos, creían literalmente en que podían crear el futuro del hombre. A la luz de los hechos, es posible que debamos admitir que lo lograron. Pero para comprender el modo en que estas organizaciones actuaron debemos leer a Paolo Zanotto, que escribió un brillante ensayo sobre uno de los más controvertidos masones del siglo XVIII. La obra, titulada “Benjamin Franklin, Apostolo della Modernità“, expone una síntesis de la época y de muchos de sus protagonistas. Es una investigación aguda, extensamente documentada, que logra reunir todos los ejes del conflicto humano de la época en la que colisionaron dos visiones del mundo y en las que se transformarían para siempre los conceptos de religión, filosofía, moral y economía. Cabe destacar su lucidez en el análisis del fenómeno masónico. Zanotto se aparta rápidamente de la versión clásica de la historia masónica y explica de qué modo la masonería se fragmentó hasta alcanzar corrientes que se alinearon en campos antagónicos. La idea de una masonería universal en la que se expresa una unidad de ideas y de acción, es desarmada por el autor con una notable claridad que desmitifica y coloca a las fracciones enfrentadas en el campo de las tensiones políticas y religiosas. Porque más allá del imaginario popular en torno a los masones, exacerbado por algunas ficciones contemporáneas, resulta paradójico que la misma institución reuniese a hombres tan diferentes en sus ideas como Benjamín Franklin y Joseph de Maistre, por dar un ejemplo. Pero el texto avanza con valentía sobre otros aspectos no menos controvertidos, pues la imagen espiritual de este Padre Fundador de los Estados Unidos, casi puritana en la visión de muchos pedagogos, queda expuesta en el ángulo menos conocido: Su desprecio por la Iglesias, en particular la Iglesia Católica, o sus vínculos con los círculos de libertinos ingleses y franceses, reunidos en los dudosamente célebres Hell-Fire Clubs, a los que también pertenecieron otros notorios libertinos, entre ellos el Duque de Warthon, 6° Gran Maestre de la Gran Logia de Inglaterra.
Zanotto introduce al lector en el mundo masónico. Explica las raíces de esta sociedad iniciática que sufrirá permanentemente el acoso de organizaciones clandestinas, tales como la de los Iluminados de Baviera, o de los movimientos y clubes revolucionarios que hacen de la Iglesia y de la Monarquía sus principales enemigos. Pero al mismo tiempo rescata el aspecto central de la masonería describiendo la multiplicidad de Ritos y Obediencias, sin olvidar que, en todo caso, el punto de convergencia se encuentra en el carácter iniciático que aun se percibe en sus Templos. Según Martín Lozano, en su obra “La Fundación de la República Norteamericana”, el 4 de julio de 1776 los delegados de los trece Estados de Nueva Inglaterra proclamaban la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de América. De los trece firmantes del Acta de Independencia, nueve eran francmasones, a saber: Ellery, Franklin, Hancock, Hewes, Hooper, Paine, Stockton, Walton y Whipple. La influencia de la francmasonería se haría patente desde el principio en todos los ámbitos del naciente estado norteamericano, modelando sus componentes ideológicos y políticos e inspirando buena parte de su simbología. Inmediatamente después de proclamar la Declaración de Independencia, el Congreso reunido en Filadelfia adoptó una resolución, encargando a John Adams, Benjamín Franklin y Thomas Jefferson la confección del sello oficial del nuevo Estado. Finalmente fue aprobado el diseño definitivo propuesto por el secretario del Congreso, Charles Thomson, maestre de una logia masónica de Filadelfia dirigida por Benjamín Franklin. El reverso de dicho sello no es sino una trascripción de la simbología iluminista. En su parte central figura una pirámide truncada de trece escalones, el último de los cuales contiene una fecha escrita en caracteres romanos: MDCCLXXVI, esto es, 1776, también año de fundación de los Illuminati. Coronando la cima de la pirámide aparece un triángulo radiante con un ojo en su interior. Tal ideograma era el símbolo de los Illuminati, y el que figuró en las portadas de los textos jacobinos más radicales durante la Revolución Francesa. El reverso del Gran Sello (The Great Seal) incluye también dos leyendas, una en su parte superior, circundando el triángulo, que reza “Annuit Coeptis“, y otra en su parte inferior, que circunda la base de la pirámide y dice “Novus Ordo Seclorum“.
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