Las reglas del poder son las mismas, sea cual sea la organización que se dirige. (Corbis)
Bruce Bueno de Mesquita es titular de la cátedra Julius Silver de política de la Universidad de Nueva York y director del Alexander Hamilton Center for Political Economy. A través de su consultora, ha asesorado en numerosas ocasiones al gobierno estadounidense, así como a algunas de las organizaciones dependientes de él. Un documento de la CIA recientemente desclasificado señalaba el alto grado de acierto de Bueno de Mesquita en los análisis y predicciones que le habían solicitado.
Alastair Smith es catedrático de política en la Universidad de Nueva York y ganador del premio Karl Deustch que se concede al más brillante científico social de menos de 40 años. Juntos han publicado uno de los libros más llamativos e interesantes de los últimos años acerca de cómo ejercer el poder, El manual del dictador. Por qué la mala conducta es casi siempre buena política, (Ed. Siruela) donde describen cómo gobiernan en realidad los líderes, tanto los autocráticos como los democráticos.
Lo que hacen de verdad
El punto de partida de los autores no es entender cómo debería ser el mundo, sino “averiguar lo que la gente hace de verdad”, porque sólo sabiendo cómo funcionan las cosas es posible actuar con cierta previsibilidad. Según los autores, “la moderna jerga de la política es cosa de la educación cívica en el instituto y de los entendidos que salen en el telediario de la noche”, pero nada tiene que ver con lo que ocurre en realidad. Así que es hora de dejarse de tonterías y de pensar en lo ideal, y en su lugar dejar espacio para queentendamos “por qué hacen los políticos lo que hacen para llegar al poder, para mantenerse en él y para hacerse con el control del dinero”. Si vamos a jugar a la política, aprendamos lo que eso significa de verdad. En sus investigaciones han encontrado cinco claves que hacen que las cosas funcionen. Y son las siguientes, según se recoge en el texto:
Regla 1. Procura que tu coalición ganadora sea lo más pequeña posible. La gente que te sostiene, aquella que verdaderamente te hace ganar el poder y mantenerte en él, es a la que debes tener contenta. Cuanto menos son, más los controlas y mayor discrecionalidad tienes sobre los gastos.
Regla 2. Sustituye al que se mueva. Si tu selectorado de intercambiables, por utilizar los términos de Bueno de Mesquida, es amplio, podrás reemplazar fácilmente a cualquier alborotador que haya en tu coalición, y lo mismo pasa con los influyentes y los esenciales. Si tienes muchos seguidores suplentes, los demás quedarán advertidos de que deben ser leales y portarse bien o de lo contrario serán sustituidos.
Regla 3. Controla el flujo de caja. Para un gobernante siempre es mejor determinar quién come que tener una gran tarta de la que todo el mundo puede comer por sí mismo. Si controlas la caja, tú repartes las recompensas. Para los dirigentes, el flujo de caja más eficaz es el que empobrece a mucha gente y redistribuye el dinero de modo que unas cuantas personas seleccionadas –tus partidarios- sigan siendo ricas.
Regla 4. Paga a tus seguidores sólo lo suficiente como para conservar su lealtad. Recuerda que tus partidarios prefieren ser tú a depender de ti. Tu gran ventaja sobre ellos es que tú sabes dónde está el dinero y ellos no. Dale a tu coalición sólo lo necesario como para que no anden buscando a alguien para sustituirte y ni un céntimo más.
Regla 5. No saques dinero del bolsillo de tus seguidores para mejorar la vida de la gente. Lo que constituye la esencia del mando es pagar a los seguidores, no gobernar bien ni representar la voluntad general. Si eres bueno con la gente a expensas de tus seguidores, no pasará mucho tiempo antes de que te la tengan jurada. Una política eficaz para las masas no necesariamente granjea la lealtad de los esenciales, y es carísima. Es poco probable que los hambrientos tengan bastante energía como para derrocarte, de modo que no te preocupes por ellos. Por el contrario, unos miembros de la coalición decepcionados pueden desertar, dejándote en apuros.
Estas son las reglas esenciales, pero Bueno de Mesquida y Smith también describen algunos mecanismos adicionales que suelen ser muy empleados por los dirigentes para asegurarse el poder. Entre ellos:
a) Un líder prudente no cuenta demasiado con aquellos que le ayudaron a obtener el poder. Después de derribar al dirigente anterior, avisan los autores, es cuestión de tiempo que se den cuenta de que pueden volver a hacer lo mismo otra vez. Un nuevo titular prudente actuará con rapidez para quitarse de en medio a algunos e incluir a otros cuyos intereses aseguren más sólidamente la lealtad futura.
b) Un buen trabajo no basta para asegurar la supervivencia política, ya sea en un negocio, en una organización o en un gobierno. Hasta qué punto el desempeño de un líder influye en la permanencia en el cargo es una cuestión muy subjetiva. Por eso, señalan los catedráticos, es importante contar en esa coalición de partidarios clave con personas que sean competentes para cumplir las obligaciones relacionadas con la puesta en práctica de las políticas del líder, pero no demasiado. En realidad, contar con directivos o con ministros competentes puede ser un peligroso error. Las personas competentes, al fin y al cabo, son posibles (y posiblemente competentes) rivales.
c) Las tres características más importantes de tus partidarios son: uno, lealtad; dos, lealtad; tres, lealtad. Los dirigentes que triunfan se rodean de familiares y amigos de confianza y se deshacen de todo seguidor ambicioso.
d) Paga poco a la policía. Así se verán obligados a corromperse, pero ganarán mucho dinero y no querrán perder su puesto de trabajo. Sabrán que si no son leales les echarás y les castigarás, y dejarán de ganar dinero. La corrupción, afirman Smith y Bueno de Mesquita, es una forma bastante útil de asegurar la fidelidad al régimen, ya que no se tienen que pagar buenos salarios y además garantiza los medios procesales para descubrir a cualquier beneficiario que deje de ser leal.
e) Castiga a quien denuncie las malas prácticas y no a quien las cometa. El excomandante de policía Alexéi Dymosky, denunció las prácticas habituales de los funcionarios del orden público ruso, entre las que se contaba la de entregar parte de las ganancias diarias al cajero, un miembro de alto rango del departamento de policía. El resultado de esas denuncias fue el habitual: la gente que leyó los periódicos le vio como un héroe, sus compañeros le hicieron el vacío y las autoridades le despidieron, juzgaron y encarcelaron. Contar esas cosas suele tener consecuencias, sobre todo para quien las denuncia. Que se lo digan a Bradley Manning, Julian Assange oEdward Snowden.
f) Sé prudente, y no des a los demás nada que pueda volverse en tu contra. Si tu población está muy formada, es probable que quiera vivir mejor, con lo cual tendrás que gastar más dinero en ellos y tendrás menos para repartir entre los tuyos. Si tienes buenas carreteras y eres un dirigente africano, será más fácil que los rebeldes lleguen a la capital y te depongan. A la gente hay que darle lo justo para que pueda vivir y la formación imprescindible para que pueda trabajar. Y nada más.
Las aplican por igual dictadores y líderes democráticos
Podría pensarse que estas reglas sólo funcionan en países regidos por dictadores, como sugiere el título del libro. Sin embargo, y desgraciadamente, aclaran Bueno de Mesquida y Alastair Smith, los líderes de las naciones democráticas obedecen estas reglas al igual que los tiranos y los autócratas porque, como cualquier dirigente, quieren conquistar el poder y permanecer en él. El problema para los demócratas es que se enfrentan a diferentes limitaciones y tienen que ser un poco más creativos para que les salga bien. Hay diferencias, sí, pero en esencia, todos los dirigentes son iguales.
Cuando utilizan esta palabra, los autores no la limitan a quienes están al frente de instituciones políticas, sino que la extienden a toda clase de líderes, incluidos los de empresas y de organizaciones sectoriales. Así, en su libro utilizan tanto ejemplos de presidentes de gobierno como de directivos del Comité Olímpico Internacional o la FIFA, o incluso miembros del consejo de administración de alguna gran empresa. En esencia, ya sea una firma, un partido o una nación, se sigue tratando del poder y de las reglas para tomarlo o permanecer en él.
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