Mucho antes que el tristemente célebre ex-presidente George W. Bush ganara la presidencia de los EEUU de manera fraudulenta, diversos intelectuales e analistas políticos nos advertían ya del peligro que representaba para las sociedades civiles la existencia de un Big Brother planetario.
Se suponía que este monstruo controlador del pensamiento y de las libertades cívicas fundamentales sólo podía aparecer o existir en un sistema totalitario.
Curiosamente Big Brother vive hoy y sigue desarrollándose en un «sistema democrático», en un país que recibe a menudo el calificativo de «campeón de la libertad». En realidad Barack Obama que tanto cambio prometió, no ha alterado ni podrá cambiar nada de esta estructura Big Brother simplemente porque es esta estructura misma quien lo controla. El caso Snowden lo demuestra todo.
¿Qué va a hacer ahora el Gobierno «extremadamente desilusionado» de Obama, el complejo orwelliano/panóptico y el desacreditado Congreso de EEUU?
¿Enviar un Team 6 de los Seals de la Armada, capturarlo o convertirlo en víctima de un «asesinato selectivo»?
¿Convertir Moscú en Abbottabad 2.0?
¿Enviar un drone a matarlo? ¿Envenenar su borscht? ¿Regaruranio empobrecido sobre su nueva casa? ¿Establecer una zona de exclusión aérea sobre Rusia?
A Edward Snowden, con su nuevo estatuto legal en Rusia, simplemente no se le puede entregar a la chusma «linchadora» de Bradley Manning.
Legalmente, ahora Washington es tan impotente como una niña tribal pastuna frente a un misil Hellfire. Por no mencionar al Presidente de EE.UU. (POTUS) orgulloso de su pedigrí de derecho constitucional –a pesar del reciente pisoteo en serie de la Constitución de EE.UU. y del derecho internacional– que no parece haber comprendido el mensaje.
Barack Obama prácticamente gritó como un loco al presidente ruso Vladimir Putin que tenía que entregarle a Snowden «según el derecho internacional». Putin le dijo repetidamente que eso no ocurrirá.
Obama incluso llamó por teléfono a Putin. Nada. Washington incluso obligó a sus perritos falderos europeos a interferir en el plan de vuelo del avión del presidente de Bolivia, Evo Morales. Peor todavía. Moscú se ajustó a la ley rusa y finalmente concedió asilo temporario a Snowden.
La saga de Edward Snowden ha puesto sobre su cabeza la hidra de la doctrina de Dominación de Espectro Completo del Pentágono. No solo porque ha humillado a todo el aparato de seguridad estatal de EE.UU., sino también por reventar el mito de la Dominación de Espectro Completo de POTUS.
Obama se reveló una vez más un político mediocre y un negociador incompetente. Putin lo devoró como un suculento plato de huevos benedictinos. Glenn Greenwald infligirá la muerte mediante mil filtraciones, porque está a cargo del cofre del tesoro digital de Snowden. Y Snowden tomó un taxi y abandonó el aeropuerto bajo sus propias condiciones.
Capas y más capas de matices se han capturado en esta fascinante discusión en el blog de Yves Smith, imposible de encontrar en los medios corporativos occidentales. En cuanto a POTUS, todo lo que le queda es la probabilidad de boicotear una reunión bilateral con Putin el próximo mes, al margen de la cumbre del G20 en San Petersburgo. La palabra patético no alcanza para describirlo.
Lo hice a mi manera
¡Qué impulso para la buena literatura!; Snowden pasó la mayor parte de su tiempo en la sección de tránsito del aeropuerto leyendo Crimen y Castigo de Dostoievski, una colección de historias de Chejov, una historia del Estado ruso del historiador del Siglo XIX Nikolai Karamzin, y aprendiendo el alfabeto cirílico.
Tomó un taxi hacia la luz cuando se fue de Sheremetyevo, junto a Sarah Harrison de WikiLeaks. Puede haber ido a un piso franco del FSB sin la menor posibilidad de que los agentes de la CIA en Moscú lo encuentren, aunque su abogado dijo que elegiría su sitio de residencia y forma de protección. Su padre Lon podría visitarlo pronto. Incluso su autodeclarada amiga, «súper heroína del baile del caño» Lindsay Mills, podría reaparecer pronto.
Cómo debe de haber disfrutado al terminar el angustioso juego de la espera al tener la última palabra, como en su declaración publicada por WikiLeaks: «Durante las últimas ocho semanas hemos visto que el Gobierno de Obama no muestra ningún respeto por el derecho internacional o nacional, pero finalmente gana la ley. Agradezco a la Federación Rusa que me haya concedido asilo de acuerdo con sus leyes y obligaciones internacionales».
Desde el punto de vista legal Snowden puede trabajar, y ya ha recibido una oferta del fundador de Vkontakte (el Facebook de Rusia), Pavel Durov, de incorporarse a su «equipo estelar de seguridad». En el año 2018 tendrá derecho a la ciudadanía rusa. Prometió a Putin que no filtrará «información que pueda dañar a EEUU», la condición esencial para que se le concediera el asilo. Pero no tiene que hacerlo: Greenwald tiene todo desde esos apasionantes días iniciales en Hong Kong. ¿Qué va a hacer Washington? ¿Convertir el apartamento de Greenwald en Rio en una boda pastuna?
La oportunidad no podía ser más dramática. Snowden finalmente aterrizó en Rusia inmediatamente después de que Greenwald revelara los detalles de XKeyscore [1], subrayando una vez más que la opinión pública estadounidense, los medios de EE.UU. y su inmensamente inepto Congreso no tenían la menor idea de la dimensión total del alcance de la NSA. ¿Quién habla de «controles y equilibrios constitucionales»?
Tiene que haber una seria falla imprevista en el coeficiente intelectual colectivo de esa gente. El Gobierno de Obama así como el complejo orwelliano/panóptico están consternados porque simplemente no pueden impedir miles de filtraciones. Este cronista es uno de los que sospechan que la NSA no tiene la menor idea de lo que Snowden, como administrador de sistemas, pudo descargar (especialmente porque alguien con sus habilidades puede borrar fácilmente los indicios de acceso).
Incluso el máximo robot de la NSA –el general Keith Alexander– admitió oficialmente que la NSA no sabe cómo se las arregló Snowden. Podría haber dejado un bug, o haber infectado el sistema con un virus. Es posible que la diversión ni siquiera haya comenzado.
Veamos al inepto POTUS al final de su mandato
Reconozcamos el mérito a algunas latitudes cínicas, como en Suramérica, donde la gente ha bromeado durante años diciendo: «los gringos espían todo lo que hacemos». Internet, después de todo, fue originalmente un programa militar estadounidense. El profesor John Naughton de la Universidad Abierta de Gran Bretaña va un paso más lejos [2] subrayando que «los días de Internet como una red verdaderamente global están contados». Lo que nos espera es la balcanización, subredes geográficas gobernadas por EE.UU., China, Rusia, Irán, etc.
Naughton también subraya que EE.UU. y otras subpotencias occidentales han perdido su legitimidad como gobernadores de Internet. Para completarlo ya no existe la «agenda de libertad de Internet», como pregona el Gobierno de Obama.
La obsesión de este Gran Hermano por la vigilancia, rastreo, monitoreo, control y descodificación prácticamente de todo lo que hacemos por medios digitales conduce a estupideces monumentales como las búsquedas en Google que atraen a agentes armados del Gobierno de EE.UU. a una casa. Y encima el «paraíso de la paranoia» no ha librado a Washington de las tremendas palizas de Afganistán e Irak ni previó la crisis financiera de 2008. Aunque quizá lo hizo y las elites que manejaron toda esa información confidencial la aprovecharon magníficamente.
Por el momento, lo que tenemos es un complejo orwelliano/panóptico que persistirá con sus poderes fuera de control, un populacho afásico, un hombre tranquilo e invisible entre una multitud moscovita y un POTUS consumido por una rabia ilimitada. Cuidado. Podría sentir la tentación de azuzar al perro (de la guerra).
Fuente: Asia Times Online, 02 de agosto de 2013.
Este artículo apareció originalmente bajo el título de: "Our man in Moscow".
Traducido del inglés por Germán Leyens.
[1] XKeyscore: NSA tool collects ’nearly everything a user does on the internet’, The Guardian, 31 de julio de 2013.
[2] Edward Snowden’s not the story. The fate of the internet is, The Observer, 28 de julio de 2013.
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