En 1524, Miguel Angel Buonarroti diseñó una serie de enigmáticas figuras geométricas para la decoración del piso de la Biblioteca Laurenciana. (Retrato de Miguel Angel atribuido a Marcello Venusti)
El genio florentino del renacimiento, Miguel Ángel Buonarroti (1475-1564 DC) escondió en sus obras una serie de mensajes esotéricos y místicos, producto de su formación en el epicentro de lo que hemos denominado “El otro renacimiento”, en la ciudad de Florencia. Los Divulgadores proponemos que estos mensajes, en conjunto, comunican una cosmovisión que podría ser resumida en una frase: “La mente es Dios y existió antes que la materia”.
Las entregas anteriores de esta serie de artículos fueron dedicadas a explorar las razones detrás de la decisión de Miguel Ángel de colocarle un par de protuberancias en forma de cuernos a la escultura de Moisés que realizó para la tumba del Papa Julio II.
Para Los Divulgadores, como explicamos anteriormente, los cuernos del Moisés de Miguel Ángel representan, de manera simbólica, la activación del órgano humano conocido como “tercer ojo” o “linterna de Osiris” en el patriarca judío. Este órgano le permitió a Moisés entrar en contacto con las entidades incorpóreas que habitan el mundo espiritual, como aquella que le habló en la cima del Monte Sinaí.
Varias tradiciones mistéricas proponen una historia alternativa de la evolución del ser humano en la que se contempla que, en la antigüedad, existió una etapa evolutiva denominada la “humanidad vegetal”, en la que el ser humano tenía partes vegetales en su organismo.
Según esta tradición, hacía miles de años atrás, este órgano conocido como la “linterna de Osiris” sobresalía de ambos lados de la cabeza de los humanos como un par de antenas. Estas “antenas” se redujeron de tamaño con el paso del tiempo y se convirtieron en lo que hoy conocemos como la glándula pineal, un órgano alojado en el centro del cráneo que está involucrado en una serie de procesos bioquímicos relacionados con las experiencias místicas.
La Biblioteca de la familia Médicis, más conocida como la Biblioteca Laurenciana, ubicada en la Plaza de San Lorenzo en Florencia.
La probable existencia de una “humanidad vegetal” y las relaciones entre el DMT, la melatonina, las experiencias místicas o alucinaciones y la glándula pineal son tan complejas que merecen un artículo aparte. Es por esta razón que en la presente serie dejaremos de lado estos conceptos para seguir indagando en los mensajes ocultos en la obra de Miguel Ángel.
Geometría sagrada
En 1774 sucedió un afortunado accidente en la sala de lectura de una de las bibliotecas más importantes del mundo. Un estante repleto de libros sucumbió al peso y se desplomó dejando al descubierto el piso original de la biblioteca decorado con intrincados diseños geométricos hechos en terracota, que habían permanecido ocultos bajo un falso piso de madera.
Esto sucedió nada menos que en la célebre Biblioteca de la familia Médicis, también conocida como la Biblioteca Laurenciana, diseñada por Miguel Ángel en 1524 por encargo del Papa Clemente VII de Médicis.
Los arquitectos encargados de la restauración del escritorio, a pesar de no lograr descifrar el contenido de los diseños geométricos le informaron al director de la Biblioteca pues sabían que las figuras representaban algo de suma importancia
Antonio Biscioni, quien en ese entonces era el director, ordenó retirar todo los pisos falsos de madera que cubrían el piso original. Se descubrió que existían quince paneles de terracota con diferentes diseños geométricos, de aproximadamente dos metros de ancho, que cubrían el largo de ambos lados de la Biblioteca a manera de pasadizos. Quince en el lado oeste y quince en el lado este, similares en tamaño y diseño. Los diseños habían sido realizados utilizando el color rojo y el color blanco y los paneles tenían la forma de cuadrados encerrados dentro de rectángulos.
La sala de lectura de la Biblioteca Laurenciana. Los diseños fueron descubiertos debajo de los escritorios que se encuentran a lo largo de las dos líneas blancas diagonales. Se puede apreciar, en detalle, el piso falso de madera que ocultó los diseños por más de doscientos años.
Los escritorios permanecieron en su lugar original cubriendo los diseños pero Biscioni quedó tan impactado por el descubrimiento que ordenó la construcción de trampillas en el piso falso de madera de cada uno de los escritorio para que se pudiese observar las figuras.
Pese a todo, los diseños no fueron estudiados y continuaron en el olvido.
Tuvieron que pasar más de cuatrocientos años para que alguien se interesase en descifrar la función y el significado de los diseños geométricos del piso de la Biblioteca Laurenciana.
En 1980, el reconocido arquitecto norteamericano Ben Nicholson empezó a estudiar, junto con su equipo que agrupaba a especialistas en geometría y teólogos, las complicadas figuras geométricas del piso utilizando un método multidisciplinario que comprendió trabajo de campo arqueológico, análisis de documentos, análisis matemáticos, investigación arquitectónica y numerología.
Su estudio duró más de diez años culminando en 1996 con la exposición titulada “Descubriendo la Geometría: Ben Nicholson en la Biblioteca Laurenciana”. En esta muestra, Nicholson expuso reproducciones a gran escala de los quince diseños geométricos y presentó las conclusiones de su investigación sobre el significado de los mismos.
Según Nicholson, los paneles juntos son una enciclopedia de los principios esenciales del conocimiento geométrico sagrado, o de la teología de la aritmética, que fue el legado de los antiguos maestros como Pitágoras de Samos (570-495 AC).
Arriba, plano que muestra la disposición en la que se encontraron los paneles. Abajo, de izquierda a derecha, el panel de los Médicis, el panel del “Lambda de Platón” y el panel de la “estrella de Brunes”.
Lo sorprendente es que varios de estos paneles no se limitan a establecer conceptos geométricos ancestrales y sagrados sino que también guardan mensajes de carácter filosófico y teológico, que nos remontan a los tiempos del filósofo Pitágoras, el profeta Zoroastro e incluso a los grandes arquitectos del antiguo Egipto.
El panel de los Médicis
Uno de los paneles más interesante para Nicholson es el panel número dos, conocido como el panel de los Médicis ya que en el centro se puede apreciar el emblema de Cosimo I de Médicis. (ver figura de abajo).
A simple vista, el panel de los Médicis parece ser totalmente simétrico y guarda mucha similitud con las antiguas rosetas que se encuentran en muchos diseños del renacimiento. Pero, al analizarlo en profundidad, Nicholson observó que el panel no era un cuadrado perfecto sino que era ligeramente rectangular.
Luego de estudiar las proporciones del panel, Nicholson encontró una serie de números que no parecían haber sido escogidos al azar. El rectángulo que encierra al diseño del panel tiene una proporción de 12:13 y esto, según Nicholson, representa los ciclos lunares y solares puesto que el Sol recorre los doce signos del zodiaco en casi el mismo tiempo que la Luna realiza trece vueltas alrededor de la Tierra.
Más aún, el tramado del diseño está compuesto por 96 círculos agrupados en la secuencia 1, 3+3, 6, 12, 24, 48. Esta secuencia numérica que parece no tener ningún significado es uno de los elementos más enigmáticos de los diseños geométricos del piso de la Biblioteca Laurenciana.
Como hemos visto, Miguel Ángel realizó los planos de esta construcción alrededor del año 1524. Para ese entonces, aun se creía que el Sol giraba alrededor de la Tierra y los únicos planetas conocidos eran Mercurio, Venus, Tierra, Marte, Júpiter y Saturno.
El panel clasificado con el número dos, denominado por el arquitecto Ben Nicholson como el panel de los Médicis.
En 1768, más de doscientos años después de la construcción de la Biblioteca Laurenciana, el astrónomo alemán Johann Elert Bode (1747-1826) publicó un libro titulado “Manual de Instrucciones para el Aprendizaje de los Cielos Estrellados” en el que determinaba la distancia entre el Sol y cada uno los planetas conocidos hasta ese momento (Mercurio, Venus, Tierra, Marte, Júpiter y Saturno) a través de una fórmula matemática.
Los avances tecnológicos de los siglos posteriores permitieron comprobar que las distancias propuestas por Bode eran correctas. Las distancias que propuso el astrónomo alemán, expresadas en unidades astronómicas, son muy cercanas a las distancias reales entre el Sol y cada uno de los planetas conocidos en esa época.
Es más, gracias a su fórmula matemática, Bode predijo que entre Marte y Júpiter existía un planeta más:
“Después de Marte hay un espacio que es la suma de 4+24=28 partes (decimos de una unidad astronómica), pero hasta ahora no se ha visto planeta alguno allí. Pero ¿podría haber dejado el Señor Arquitecto (del Universo) ese espacio vacío? No, de ninguna manera. Entonces, asumamos que este espacio, sin duda, pertenece a los aún no descubiertos satélites de Marte.”
En 1781, se descubrió el planeta Urano, justamente en la posición que Bode había propuesto, años antes, utilizando su fórmula.
Lo sorprendente es que la secuencia numérica que Nicholson encontró en el panel de los Médicis, es la misma secuencia numérica que Bode utilizó para calcular la distancia entre el Sol y los planetas.
¿Cómo es que esa secuencia numérica fue introducida, doscientos años antes, en el panel de la Biblioteca Laurenciana?
A la derecha, el arquitecto Ben Nicholson dándole indicaciones al pintor Blake Summers, quién realizó las reproducciones a gran escala de los quince diseños geométricos de la Biblioteca Laurenciana para la exposición “Descubriendo la Geometría: Ben Nicholson en la Biblioteca Laurenciana”.
Hoy en día, la formula que utilizó Bode, conocida como la ley de Titius-Bode, no es considerada como una ley científica fundamental ya que falló al determinar la posición de los planetas Neptuno y Plutón.
La ley de Titius-Bode es clasificada como una ley empírica y no fundamental pues Bode la desarrolló a partir de la observación de las posiciones de los planetas y no a través de un entendimiento profundo de la razón por la cual los planetas se encontraban en esa posición.
Al margen del origen de la secuencia numérica, no hay como explicar la aparición de esta en los diseños de la Biblioteca Laurenciana, menos aún si se tome en cuenta que cuando Miguel Ángel diseñó los planos, alrededor de 1524, aún se creía que la Tierra era el centro del universo. El modelo heliocéntrico de Copérnico, que plantea que la Tierra y los planetas giran alrededor del Sol, empezó a hacerse conocido en algunos círculos de la élite europea en 1536, doce años después del trazo de los planos de la Biblioteca.
Esto no es todo, el arquitecto Nicholson descubrió que el panel correspondiente, en el otro lado de la Biblioteca, no es perfectamente idéntico sino que encierra una diferencia muy sutil. El otro panel no fue hecho en un rectángulo con una proporción de 12:13, como el primero, sino en un rectángulo con una proporción de 11:12. La interpretación de Nicholson es que los números once y doce se refieren al número de discípulos de Jesús, con y sin Judas.
Esto no es todo, el arquitecto Nicholson descubrió que el panel correspondiente, en el otro lado de la Biblioteca, no es perfectamente idéntico sino que encierra una diferencia muy sutil. El otro panel no fue hecho en un rectángulo con una proporción de 12:13, como el primero, sino en un rectángulo con una proporción de 11:12. La interpretación de Nicholson es que los números once y doce se refieren al número de discípulos de Jesús, con y sin Judas.
Esta interpretación de Nicholson relacionada al numero de discípulos de Jesús, a diferencia de las otras, es muy discutible ya que la mayoría de paneles no hacen referencia a algún personaje en concreto sino que presentan conceptos geométricos ancestrales relacionados con el orden del universo.
El panel número catorce, denominado por Nicholson como el panel del “Lambda de Platón”.
El Lambda de Platón
Uno de los diseños más estudiados por Nicholson es el panel número catorce (ver foto de abajo). Según las investigaciones de Nicholson, el diseño de este panel representa la versión de Platón (428-348 AC) sobre como es que Dios creó el alma cósmica del universo o, en otras palabras, como es que el universo adquirió vida. Esta descripción ha pasado a la historia como el “Lambda de Platón” y se encuentra en el dialogo platónico conocido como el “Timeo”.
En el “Timeo”, Platón no solo describe el Lambda sino que sostiene que los elementos clásicos (aire, tierra, fuego, agua y éter) estaban hechos a base de cinco sólidos: el cubo, el tetraedro, el octaedro, el dodecaedro y el icosaedro. Estos sólidos pasaron a la historia como los “sólidos platónicos”.
Puede sonar extraño que un filósofo como Platón haya entrado en el terreno de la geometría al punto de plantear la existencia de estos sólidos pero lo cierto es que Platón fue influenciado por las ideas del famoso matemático griego, considerado por muchos como uno de los filósofos occidentales más influyentes de todos los tiempos, Pitágoras de Samos.
Todos los historiadores de la filosofía griega concuerdan en que Platón fue influenciado por Pitágoras en conceptos como el que define al hombre como un ser dual constituido por un alma inmortal y un cuerpo sujeto a la muerte.
Por otra parte, el ilustre filósofo Macedonio Aristóteles (384-322 AC) sostenía que la filosofía de Platón seguía las enseñanzas de Pitágoras; y el filósofo romano Marcos Tulio Cícero (106–43 AC) proclamaba que “Platón aprendió todo de los Pitagóricos.”
“Los Pitagóricos” es un nombre que no solo se refiere al grupo de filósofos que estudiaban las enseñanzas de Pitágoras sino también a una sociedad secreta fundada por el mismo matemático conocida como la “Hermandad Pitagórica”.
Para Pitágoras de Samos y sus seguidores, los números eran sagrados puesto que constituían la base sobre la que había sido creada la realidad física.
Esta sociedad secreta, fundamentalmente dedicada al estudio de las matemáticas, tuvo una fuerte influencia en posteriores tradiciones esotéricas. Para los Francmasones y los Rosacruces, las enseñanzas de Pitágoras poseen cualidades místicas ocultas dentro de su aparente contenido exclusivamente matemático.
Esto se confirma con ideas como la de Jámblico (250 – 330 DC), reconocido seguidor de Pitágoras quien sostenía que las matemáticas revelaban los misterios divinos del descenso del alma y su retorno:
“Si queremos estudiar matemáticas de una manera Pitagórica, tenemos que perseguir fanaticamente su proceso divino, anagógico, catártico, e iniciático.
En Timeo, Platón sostuvo que Dios creó el “alma cósmica” del universo, aquella de la que hablaban los filósofos del “otro renacimiento”, a través de la siguiente secuencia de números: 1, 2, 3, 4, 9, 8, 27. Estos números se despliegan en un diagrama en forma de V invertida que se asemeja a la forma de la 11ava letra del alfabeto griego conocida como Lambda. Por esto, este diagrama, a través del cual Platón explica la creación del universo, lleva el nombre del ‘Lambda de Platón”. Es muy probable que el Lambda de Platón sea parte del legado místico de Pitágoras de Samos.
Habría que decir que, de alguna manera, la aparición en los diseños de Miguel Ángel de la idea pitagórica de un “alma cósmica” que se desprende de una secuencia numérica no está muy lejos del concepto de una mente creadora que es Dios y que existió antes que la materia.
Un detalle que vale la pena mencionar es que muchos de los diseños geométricos del piso de la Biblioteca Laurenciana, como el del panel de los Médicis, presentan la interacción entre círculos y cuadrados. Para los antiguos maestros de la geometría, el círculo representaba lo desconocido o la parte espiritual del universo; y el cuadrado representaba el mundo material o la parte comprensible del universo.
Según Nicholson, el panel cinco representa el “Tetractis” de Platón.
El Tetractis de Platón
Según las investigaciones de Ben Nicholson, existe otro panel que está hecho en base a la geometría sagrada que Platón aprendió de las enseñanzas de Pitágoras de Samos: el panel número cinco que representa el famoso “Tetractis” de Platón (ver figura de arriba).
El Tetractis de Platón representa el número 10 que para los Pitagóricos es el número de la divinidad o la perfección.
Pitágoras y sus seguidores sostenían que lo esencial era descubrir, con exactitud matemática, la forma en la que se estructura la materia puesto que esto les permitiría comprender la Naturaleza.
En su filosofía, los números llegaron a tener un carácter real. Estos no eran simples cantidades representativas o meros símbolos sino las partículas indivisibles y sagradas que componían la realidad misma. Los Pitagóricos sostenían que la realidad física está constituida por pequeñísimos puntos geométricos que a su vez están compuestos por números.
Por lo tanto, para conocer la verdadera esencia de algo, más allá de lo que se puede observar, era necesario conocer su número.
Dentro de esta visión, el Tetractis representa al 10 o número perfecto. El número 10 nace de la suma de los números que crean la realidad como son: el 1 que forma el punto, el 2 que forma la línea, el 3 que forma la superficie y el 4 que forma el cuerpo. La suma de estos números (1+2+3+4) nos da como resultado el número 10 o número divino también conocido como Tetractis.
Este es el número sagrado por el cual juraban los pitagóricos, tradición que luego adoptarían los Francmasones.
El panel número once que según las investigaciones de Nicholson fue construido en base a la figura geométrica denominada la “estrella de Brunes”.
La estrella de Brunes
Si bien el arquitecto Ben Nicholson y su equipo de investigadores estudiaron por más de diez años los diseños del piso de la Biblioteca de los Médicis, no se ha publicado una obra exhaustiva sobre sus hallazgos.
La información que hemos presentado en este artículo corresponde, fundamentalmente, a los tres paneles más estudiados por el equipo de Nicholson.
Sin embargo, existen otros paneles que merecen una breve mención como el panel número 11 que según Nicholson fue diseñado en base a la figura geométrica conocida como la “Estrella de Brune” (ver imagen de arriba).
En el año 1967, el renombrado ingeniero danés Tons Brunes publicó un libro titulado “Secretos de la geometría antigua y sus usos”. En este libro que ha pasado a la historia como uno de los estudios de geometría antigua más importantes de los últimos tiempos, Brunes sostiene que hasta el año 1,400 DC existió una hermandad de sacerdotes, originaria del antiguo Egipto, que conocía un sistema secreto de geometría que habría servido como base para muchas de las estructuras más importantes de la antigüedad. Este sistema geométrico se basaba en el uso de dos figuras geométricas que el mismo denominó como: la “estrella de Brunes” y el “corte sagrado”.
En su libro, Brunes demostró que estas figuras se habían utilizado para construir diferentes estructuras del mundo antiguo como las pirámides de Egipto, el Partenón e incluso la mayoría de catedrales medievales.
Es más, utilizando estas figuras, Brunes fue capaz de reconstruir los planos de estructuras como el Partenón, el templo de la diosa Ceres y el templo de Poseidón.
Las preguntas son evidentes.
¿Quién le transmitió a Miguel Ángel el conocimiento sobre la “estrella de Brunes”?
¿Miguel Ángel sabía de esta hermandad de sacerdotes que guardaban conocimientos de geometría sagrada?
Esta es la figura geométrica denominada la “estrella de Brunes” en honor al ingeniero Tons Brunes quién la descubrió como la base sobre la que se diseñaron muchas estructuras del mundo antiguo.
El diseño original de Miguel Ángel
Aunque ahora los diseños geométricos del piso de la Biblioteca Laurenciana no se encuentran a la vista pues están cubiertos por el piso falso de madera, los paneles fueron realizados originalmente con la intención de que fuesen vistos por los visitantes. El arquitecto Nicholson sostiene que la idea era inspirar al lector con las bases de la geometría sagrada mientras este caminaba por los pasadizos laterales de la sala de lectura de la Biblioteca.
Pero, si fueron hechos para ser vistos ¿por qué permanecieron ocultos por más de doscientos años?
La historia de la construcción de la Biblioteca Laurenciana puede ayudarnos a entender este problema. Como se puede apreciar en la foto de abajo, la Biblioteca Laurenciana tiene dos hileras de escritorios de lectura, uno al lado oeste y otro al lado este. Los diseños geométricos de terracota se encuentran justamente debajo del piso falso de madera de estas hileras laterales de escritorios.
Sin embargo, la disposición actual de la Biblioteca no corresponde con el plan de Miguel Ángel.
Según varios historiadores, la idea original de Miguel Ángel era crear una sola hilera central de escritorios de lectura pero el Papa Clemente VII la rechazó porque le pareció que una sola hilera no era suficiente para albergar a la cantidad de lectores que calculaba recibir.
Es así, como posteriormente se modificó el plan original de Miguel Ángel y se crearon dos hileras laterales de escritorios de lectura para aumentar la capacidad de la Biblioteca. Esto, probablemente se hizo cuando Miguel Ángel había abandonado la obra.
Arriba, la sala de lectura de la Biblioteca Laurenciana con los escritorios a los lados. Arriba, la misma sala sin los escritorios que ocultaron los diseños geométricos hechos en terracota.
Si bien la Biblioteca se empezó a construir en 1524, con los planes originales de Miguel Ángel, esta no se inauguró hasta 1571, muchos años después de la muerte del artista.
Los historiadores aún no están de acuerdo sobre si Miguel Ángel fue realmente el autor de las figuras geométricas del piso de la Biblioteca Laurenciana. Sin embargo, el hecho de que Miguel Ángel haya propuesto una única hilera central de escritorios que permitía el lucimiento de los quince diseños geométricos es un indicio importante.
Si Miguel Ángel propuso en sus planos una sola hilera central de escritorios es, probablemente, porque quería lucir los diseños geométricos de terracota a ambos lados de los escritorios. Esto implicaría que los planos de Miguel Ángel sí contenían los complicados diseños geométricos.
Además, tomando en cuenta la atención al detalle que comunica el diseño de la Biblioteca Laurenciana es muy improbable que el genio florentino haya dejado sin diseñar los motivos del piso de estos dos pasadizos laterales que atravesaban todo el largo de la sala de lectura y que tenían más de dos metros de ancho.
A modo de conclusión
Hay que recordar que Miguel Ángel fue un extraordinario arquitecto que sin duda tuvo un profundo conocimiento de los principios básicos de la aritmética y el calculo pitagóricos así como de la geometría que de estos se deriva. Probablemente Miguel Ángel escogió los paneles de terracota del piso de la Biblioteca Laurenciana como el lugar apropiado para dejar plasmados los elevados principios geométricos que guiaron sus creencias espirituales y que sirvieron de base a sus obras artísticas.
Para la exposición de Ben Nicholson titulada “Descubriendo la Geometría: Ben Nicholson en la Biblioteca Laurenciana” se realizaron copias a gran escala de los quince paneles.
Que mejor lugar para legarle a la humanidad sus conocimientos sobre el origen y la arquitectura del universo que en los diseños que adornan una de las bibliotecas más valiosas del mundo.
Su mensaje es que los números generaron la creación de los cuerpos sólidos, es decir, el universo. Una vez más nos damos con la idea de que la mente creó la materia, como lo predicaban las escuelas mistéricas de oriente.
La línea de transmisión de estos conocimientos ancestrales de geometría sagrada del universo empieza con los sacerdotes de las escuelas mistéricas de Egipto y con Zoroastro quien, según Porfirio en su “Vida de Pitágoras”, fue uno de los maestros del legendario matemático. A su vez, las ideas de Pitágoras influenciaron a Platón y los conceptos de este último fueron los que se difundieron en la Florencia del renacimiento de la mano de personajes como Gemisto Pletón y Marsilio Ficino.
El hecho de que los Médicis decidieran ocultar este conocimiento, del cual sin duda estaban al tanto, bajo un falso piso de madera, se debe probablemente a que cuando se inauguró la Biblioteca en 1571, la iglesia aún luchaba contra la Reforma luterana. La poderosa familia italiana sabía que aquellos involucrados en la creación de estos diseños y en la difusión del conocimiento que se derivaba de los mismos habrían sido investigados por la inquisición.
Abajo, el panel número uno conocido como panel del Papa. Arriba el panel número ocho.
En todo caso, los paneles de terracota, son un tema que necesita un profundo estudio que nos podría ayudar a comprender mejor las ideas y la obra del genio renacentista.
Los Divulgadores estamos seguros que nos llevaremos más de una sorpresa cuando entendamos mejor el papel que han jugado las escuelas mistéricas en la transmisión del conocimiento. No es una coincidencia que la etapa de la evolución humana conocida por las escuelas mistéricas como “humanidad vegetal”, que nos legó el órgano conocido como la “linterna de Osiris” o el “tercer ojo”, haya sido contemplada por los Pitagóricos. Según Eduard Zeller, uno de los más importantes historiadores de la filosofía griega, los Pitagóricos sostenían que todos los seres vivientes estaban interrelacionados:
“La idea de la total hermandad, que constituía la base de la secta pitagórica, descansaba en la doctrina de la transmigración. Todos los seres vivientes y orgánicos, incluyendo el mundo vegetal, se consideraban como interrelacionados, puesto que representaban la personificación de las almas-demonios.”
Como hemos visto en las entregas anteriores de esta serie, Miguel Ángel,al ponerle cuernos al Moisés, dejó plasmada su creencia en la “linterna de Osiris” o glándula pineal como medio para comunicarse con las entidades incorpóreas que habitan en el universo; y en la Biblioteca Laurenciana reafirmó que en la mente es Dios y que existió primero que la materia. En la última entrega de esta serie analizaremos su mensaje final oculto en el seno del Vaticano.
por Alan Brain
Fuentes:
- “La Vite de’ più eccellenti pittori, scultori, e architettori da Cimabue insino a’ tempi nostri”. Giorgio Vasari. 1550.
- “The Secrets of Ancient Geometry And Its Use”. Tons Brunes. 1967.
- “Secret History of the World”. Mark Booth. 2010.
- “Vida de Pitágoras”. Porfirio. Traduccion de Kenneth Sylvan Guthrie. 1920.
- “The Occult Philosophy in the Elizabethan Age “. Frances Yates. 1979.
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