El 22 de noviembre de 2013 marca el aniversario número 50 del asesinato del presidente John F. Kennedy.
La verdadera historia del magnicidio nunca ha sido admitida oficialmente, aunque la conclusión de que JFK fue asesinado en un complot que involucra al Servicio Secreto, la CIA y el Estado Mayor Conjunto, ha quedado bien establecida por investigadores a lo largo de los años, como en el libro escrito por James W. Douglas, JFK And The Unspeakable, de 2008.
Ignoremos el interés de Douglass por el monje Thomas Merton y sus predicciones y aboquémonos a la investigación densamente documentada que nos provee.
O veamos grabaciones contemporáneas, registradas por turistas que observaban la caravana de JFK que están disponibles en Youtube y muestran claramente que el Servicio Secreto se apartó de la limosina del presidente Kennedy poco antes de su asesinato, y la película de Zapruder, que muestra que el disparo fatal provino desde el frente derecho del mandatario, echando su cabeza hacia atrás, y no desde la parte posterior, como postula el Reporte de la Comisión Warren, lo cual habría impulsado su cabeza hacia adelante.
Agentes del Servicio Secreto se apartan de la caravana
El agente Emory Roberts le ordena a Donald Lawton y Clint Hill, dos guardaespaldas del Servicio Secreto, que se aparten del vehículo presidencial.
No escribiré sobre el asesinato como la abundante información disponible me permite. Aquellos que quieren saberlo, ya lo saben. Aquellos que no son capaces de enfrentarlo nunca podrán admitir los hechos sin importar lo que yo o alguien más escriba o revele.
En resumidas cuentas, los hechos son concluyentes respecto a que JFK estaba en una muy mala relación con la CIA y el Estado Mayor Conjunto. Se había rehusado a apoyar Bahía de Cochinos, la invasión de Cuba organizada por la CIA. Había rechazado la “Operación Northwoods” del Estado Mayor, un plan para realizar actos de violencia reales y artificiales contra estadounidenses, culpar a Castro y usar ataques de bandera falsa para hacer un cambio de régimen en Cuba.
Había rechazado la postura del Estado Mayor de que la Unión Soviética debía ser atacada cuando Estados Unidos tenía ventaja y antes que los soviéticos pudieran instalar sistemas de despliegue de armas nucleares. Había indicado que después de su relección, sacaría a las tropas de Vietnam y que desmembraría en mil pedazos a la CIA. Había levantado sospechas al trabajar detrás de escena con Jrushchov para solucionar la crisis de los misiles cubanos, llevando a personas a acusarlo de ser “suave con el comunismo”.
La percepción de la CIA y el Estado Mayor de que JFK no era un aliado confiable en la guerra contra el comunismo se propagó al Servicio Secreto.
Se ha establecido que la autopsia original de la herida craneal fatal de JFK fue falsificada y sustituida para respaldar la historia oficial de que Lee Harvey Oswald le disparó desde atrás. El director del FBI J. Edgar Hoover y el presidente Lyndon B. Johnson sabían que Oswald era un chivo expiatorio de la CIA, pero también entendieron, como los miembros de la Comisión Warren, que dar a conocer lo que verdaderamente ocurrió haría que los estadounidenses perdieran su confianza en el gobierno en los albores de la Guerra Fría.
Robert Kennedy sabía lo que pasó. Estaba en camino de ser elegido presidente y hacer responsables a los conspiradores por el asesinato de su hermano cuando la CIA lo asesinó. Un distinguido periodista que estaba detrás de Robert Kennedy en el momento de su asesinato, me dijo que los disparos vinieron desde atrás. Él entregó su reporte al FBI pero nunca fue contactado.
Expertos acústicos han demostrado concluyentemente que hubo más disparos aparte de los de la pistola de Sirhan Sirhan, y que el sonido indica la presencia de dos calibres de armas diferentes.
Nunca he cesado de estar asombrado por la ingenuidad de los estadounidenses, quienes nada saben del acontecimiento, pero ignoran la evidencia proveída por expertos e historiadores sobre la base de su creencia en que “el gobierno no mentiría sobre un evento tan importante”, o que “alguien habría hablado”. ¿Qué bien habría si esa persona hablara cuando los ingenuos no creen en la evidencia dura?
*Paul Craig Roberts es un periodista y economista estadounidense. Durante el gobierno del presidente Ronald Reagan, ocupó el cargo de subsecretario del Tesoro de Estados Unidos.
Infowars / Verdad Ahora
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