La costa del Distrito de Kona, en Hawái, es conocida como uno de los mejores lugares para observar de cerca a las grandes mantarrayas en libertad.
En sus aguas superficiales se congregan cada noche grandes grupos de estos gigantescos pero a la vez inofensivos animales para alimentarse de pequeños microorganismos, en un espectáculo que es seguido de cerca por un número creciente de buceadores deseosos de nuevas experiencias.
En esta zona tiene su base de operaciones la asociación conservacionista Manta Pacific Research Foundation, que organiza inmersiones para concienciar a los turistas acerca de la necesidad de preservar el medio natural. Pero en una de esas excursiones nocturnas sucedió algo extraordinario.
Un delfín mular apareció de repente y se mezcló con las rayas que se alimentaban de plancton. Pero había algo extraño en él. Su movimiento no era grácil ni natural como sería de esperar en un ejemplar de esta especie. Algo afectaba a su nado. Tras observarlo de cerca, el co-fundador de MPRF y buceador experto Keller Laros, descubrió que un sedal de pesca se había enrollado en su cuerpo, junto a una de sus aletas, y le impedía desplazarse con normalidad.
El animal se mostraba tranquilo y respondía a los gestos que se le hacían para que se aproximara. Pareciera como si, a su manera, estuviera solicitando ayuda para que lo desembarazaran del filamento que lo apresaba. Y es lo que hizo Keller, que pacientemente fue liberándolo del sedal ante la complicidad del delfín. El vídeo que tienes a continuación recoge el momento en el que sucedió este hecho excepcional:
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