jueves, 23 de octubre de 2014

Julio Anguita: "Arremetí contra Pujol hace veinte años y ahora se ve que tenía razón"

Reivindica su vuelta a las raíces , al barrio donde creció. Es el sexto vecino de una antigua platería, ocupa la planta baja de un piso modesto y acogedor, en una calle con nombre de rey, bajo un escudo del Ejército , él tan marxista , tan rojo. De los pocos que han renunciado a la paga que tenía derecho como exdiputado y se mantiene con la pensión de maestro de escuela. 

ABC de España 2 / 

Hoy ha roto la rutina diaria de gimnasio desde las 7:30 de la mañana, por un dolor molesto en la rodilla . Sin prisas, nos atiende en su casa, y recuerda el pasado y su reflejo en el presente. A sus 72 años, no es hombre de risas, sí de confidencias , de adoctrinamiento, y de programa. "Puedo parecer un soberbio , pero a mí las reglas del juego no me las dicta nadie ".

−Julio, el infarto del mes de agosto, ¿ha sido más que un aviso?

−He tenido cinco episodios coronarios y con ninguno de ellos he tenido la sensación de que me muero. Supongo que el día qué sea fulminante, me daré cuenta. Creo que voy a tener una vida larga, y coqueteo con esa buena amante que es la muerte. He suspendido todos los actos hasta diciembre, excepto una conferencia en la Universidad de León. Las barbaridades que he hecho hasta hace tres días, se acabaron.

−Se cumplen 40 años de su ingreso en el Partido Comunista de España…

−Dos años más. Todavía recuerdo esa noche de septiembre del 72 que me hago miembro del partido , del compañero que me "captó", caía una tormenta tremenda en el barrio del Naranjo. Estaba casado y ya tenía al pequeño Julio. Tienes la sensación de ser ilegal, sientes el rechazo social, y el riesgo que asumes. Estuve a punto de que me detuvieran, cuando cayó uno que estaba conectado conmigo. Era Navidades, y estuve esperando que viniesen a por mí. Lo que más me preocupaba era mi mujer, que a pesar de venir de una familia anarquista, no sabía nada, me faltó el valor de contárselo. Esa soledad se vive solo. Pasaron aquellas horas, no canto, y respiré tranquilo.

−No ha dejado de ser comunista, no ha dejado sus ideas, y no ha dejado de ser maestro de escuela.

−Elegí esa opción en mi vida. Predicar con el ejemplo. Esta sociedad no me gusta absolutamente nada. Si pudiera, arramplaba con ella. No estoy de acuerdo con el mercado, con la competitividad, ni sus intereses. Son mis enemigos, con unas reglas que conviene respetar, pero el juego es a muerte. Mis intervenciones públicas siempre me las preparaba como si fuera una lección. Y me resistía cuando en un mitin me decían, "¡dale caña!".

−Pero usted echaba unas broncas brutales en sus mítines. Le recuerdo uno de 1989: "¡A ver si os aclaráis de una puñetera vez! Ya está bien de quejarse del Gobierno del PSOE y de hacer una huelga, si luego, cuando llegan las elecciones se les vota de nuevo".

−No hay ninguna afirmación que no esté apoyada por datos. Claro que me enfrentaba al PSOE de Felipe González, para mí, era el representante de un modelo en que todo era pura apariencia. González tenía el glamour, el arte de la seducción, de vender con ángel, pero a mí el producto no me gustaba, por eso hablaba continuamente de programa.

−También usted, Julio, tenía muchísimo carisma.

−Fui el que fui. Tengo una pequeña satisfacción, quizá miserable, me siento reivindicado. Por mí hablan los hechos. Nadie puede acusarme de que me haya quedado con dinero, ni que haya hecho tratos de favor, ni que haya cambiado de chaqueta. Vivo de mi pensión, no tengo ningún cargo en Gas Natural o Endesa, ni una paga como diputado. Y me pongo por montera la opinión pública.

−¿Eso de que a usted no le importa la opinión pública es arrogancia?

−No es arrogancia, soy un servidor público, no el capricho de la gente al votar. No soy un whisquero, ni una chica de alterne. Ven por aquí, póngase aquí, yo no firmó autógrafos, ni me hago fotos con la gente por la calle.

−Me imagino que tampoco "selfies"

−Hasta ayer no supe lo que era eso. No estoy dispuesto a ser un hombre público, soy Julio Anguita , una persona con sus filias, fobias, sus amores, pasiones, y no un objeto. (Poco a poco sube el tono, se hace más cercano, pero en ningún momento se ríe. No es porque no haya complicidad, porque está "a gustísimo, sino, no hablaría así”, es simplemente carácter").

−¿Se obcecó contra el PSOE, contra Felipe González, y no vio más allá?

−No tengo nada contra Felipe González, sino en contra de lo que ha hecho. Fue el que inició las privatizaciones en España, el primero que inició la corrupción, los demás lo han superado. He sido asediado por la operación iniciada por el Partido Socialista, querían que fuéramos el aguador del PSOE y éramos una fuerza independiente y soberana.

−En aquellos años, entre 1994 y 1996, también hablaba de regeneración política para justificar sus conversaciones con José María Aznar.

−Hablamos de la famosa pinza . Vi que ese relato iba a funcionar porque se basa en las películas de Ennio Morricone. El bueno, el feo y el malo. El bueno, González, traicionado. El malo, Aznar, la derecha. Y el feo, traidor, Julio Anguita. No hubo pinza. Aznar me plantea presentar una moción de censura a González en la cafetería del Congreso. Se compromete a convocar elecciones y a mantener la administración en estado de latencia. Le dije, póngame eso por escrito, y me lo dio firmado. Con ello me voy a la dirección federal de IU, y tras debatirlo, le contesto que no podemos. Si hubiésemos querido, Felipe González se va a la puñetera calle.

−Pero, ¿se hablaba de reuniones secretas entre usted y Aznar?

−Jamás se discutió en ninguna reunión secreta. Una vez cenamos en casa de Pedro J. y Ágata Ruiz de la Prada, Aznar , Ana Botella, mi compañera y yo. Hablamos de política, del Gobierno, pero no se acordó nada. ¿Cuántas veces hubiera comido con Aznar? Las veces que me diera la gana. ¿No se reunía González con empresarios y banqueros?

−¿Y no hubo más reuniones?

−Estando ya en Córdoba, me llama Javier Arenas, que lo conocía de mi época de diputado autonómico, lo tenía en el asiento delante y me dice, "¿qué tienes que hacer el sábado?". Le contesto, varias cosas. "Bueno, lo que te voy a proponer es el domingo". ¡Me trincó! Venía José María y su mujer y quedamos a comer, al terminar jugamos un dominó, yo con Aznar, y Arenas con mi compañera. Ganamos Aznar y yo… Hablamos de política, también.

−¿Pero reconoce que la historia de la pinza perjudicó a IU?

−Nos costó votos. Yo era el enemigo a batir, la bestia mala. Pero cuando se ha tocado la Constitución, y hay que pagar una deuda, ¿qué han pactado los dos? Al PSOE se le perdona, porque es una cuestión de Estado. Asumo que a mí no.

−En sus años de coordinador general de IU, ¿se contradijo muchísimo?

−No. No ha habido oposición más coherente. Un ejemplo, en el 93, año del infarto, el PSOE pierde la mayoría absoluta. González vino a verme al hospital. Le dije, no estoy en condiciones ahora, nombra a una persona, nosotros a otra, y discretamente organizamos el escenario. Al día siguiente me llamo Guerra, y le dije lo mismo. Pasamos un papelito con el nombre de Francisco Frutos por debajo de la puerta de Ferraz, y esperamos. A las 48 horas, González anunció que había pactado con Convergencia . No quería "nada con los cutres comunistas" decía, sólo la sumisión.

−¿Cómo ve usted ahora a quienes fueron sus adversarios políticos?

−José María está añorando otros tiempos, y creo que el paso por el poder lo contaminó. Su natural soberbia se ha visto potenciada. Mostró su complejo de inferioridad frente al yanqui, cuando pensó que reunirse con Bush le hacía un gran hombre, no se dio cuenta que asistió a una reunión propia de criminales. Y en cuanto a Felipe, está su lógica, tiene dinero, sigue con su discurso europeísta, quizá soy de los pocos que me he estudiado su famoso documento de los sabios, y te digo, un camelo.

−A otro que criticó después de que pactará con el PSOE es a Jordi Pujol.

−Arremetí contra Pujol, porque cuando le acusaron del Casino de Cataluña, del Caso Peñafreta, de Banca Catalana, se envolvía en la bandera catalana. Además mencioné algo de financiación, porque lo escuché en el Congreso. Cuando aparecieron mis declaraciones, me llovieron las hostias de los catalanes ofendidos, del propio Pujol, de González, de algunos de los míos y ahora resulta que han pasado 20 años y llevaba razón. Me había metido contra el icono de Cataluña.

−¿Tendrá muchos enemigos?

−Todos los que fueron víctimas de mi memoria y de mi archivo. Soy una especie de fiscal.

−¿Contra sus enemigos ha sido implacable?

−Mi padre militar decía: "Mira hijo, la espada no se saca, hay que pensarlo mucho, pero cuando la saques, se guarda envainada en sangre". Me pueden acusar de haber sido excesivo, pero nunca que haya sido por sorpresa. Aguanto mucho, hasta que digo ya, porque me gusta la paz, los días de vino y rosas, y no el combate.

−¿Sacó la espada con Santiago Carrillo?

−Naturalmente. Nunca hemos estado solos. Y nunca he intentado quedarme con él a solas. Cuando empezó el proceso de unidad, no estaba dispuesto a hacerlo con Carrillo . Torpedeé todo intento, lo asumo. No podía meter en IU a alguien que iba a estar perpetuamente saboteando el proyecto que era la niña de mis ojos.

−Tras las elecciones europeas, ¿está tocado el bipartidismo?

−Felipe González, que no da puntada sin hilo, ha dicho que lo natural es que PSOE y PP hagan una alianza como han hecho en Alemania. Y aunque no estoy de acuerdo, lo escucho porque sabe lo que dice, tiene sus conexiones. El bipartidismo es como el poder se expresa políticamente. Podrán pelearse por las listas, pero en el fondo están de acuerdo en la OTAN, en la política de recortes, las privatizaciones… Recuerdo en el año 94, el director del ABC de entonces, Luis María Ansón, escribió en la tercera, "¡ojo no castiguemos al PSOE mucho, porque el peligro es que suba Izquierda Unida!". Y ahora aparece Podemos. Hemos sido invitados no queridos en el festín, preparado exclusivamente para gente bien, y de repente entra un desharrapado. El último desharrapado, y lo digo con cariño, es Pablo Iglesias.

−¿La abdicación del Rey don Juan Carlos fue otro pacto bipartidista?

−La Corona en nuestro país es una piedra fundamental. La abdicación del Rey es para realizar un cambio de la Constitución, mano a mano PP y PSOE, que le dé a Cataluña y a Euskadi una situación especial, suprimir algún artículo relacionado con la economía y llegar a una solución trapajosa con Nóos, Gürtel, ERES, donde sólo paguen las terceras filas. Ese será el pacto. Lo ha dicho González, con lo cual, lo que diga Pedro Sánchez no vale.

−¿No tienen valor las palabras de Pedro Sánchez?

−Es un producto de marketing. Sánchez dice vulgaridades, es un chico hecho por la fábrica, de moneda y timbre; si no al tiempo. En la izquierda un secretario general viene de un congreso, de un debate, esto de las primarias me parece una inmensa trampa, donde todo el mundo opina y mete la mano.

−¿Fagocitará Podemos a IU?

−No. Podemos está en crecimiento, IU tiene cultura de partido. Para una organización como Podemos somos un hueso si nos intenta tragar. Lo que si tenemos que renunciar es al protagonismo. Yo practico con el ejemplo en el Frente Cívico .

−Por cierto, ¿usted sería casta?

−Soy un sacerdote traidor. Estoy en el sacerdocio político, y soy traidor consciente porque quiero derrumbar ese sacerdocio. La idea de la casta es muy afortunada, aunque hay compañeros que se pueden molestar. Lo que no puede Pablo es generalizar, hay muchos que nunca lo han sido.

Fuente: http://www.entornointeligente.com/articulo/3559136/ESPANA-Julio-Anguita-Arremeti-contra-Pujol-hace-veinte-anos-y-ahora-se-ve-que-tenia-razon

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