Guillermo Alfredo Terrera, antropólogo, sociólogo y metafísico argentino del siglo pasado, se pregunta en el siguiente artículo qué idioma hablaban aquellos dioses que supuestamente bajaron a la tierra a interactuar con nuestros antepasados. ¿Cuál es el idioma original de la raza humana?
¿Tuvo acaso una influencia «divina»?
Hace miles de años, los hombres del continente asiático poseyeron en común una lengua de origen protoario a la que llamaron sánscrito. Esta lengua transmitida oralmente de generación en generación tiene, por lo menos, 10.000 años de antigüedad. También fue conocida como aria, ya que era hablada por los grupos humanos protoarios, es decir, anteriores a la integración de las tribus arias, palabra ésta que, precisamente, equivale en sánscrito a noble o hermoso. Con el transcurso del tiempo, estos protoarios asiáticos se dividieron en dos grandes ramas étnicas.
Una, constituida por japoneses y chinos, además de los pobladores del sudeste, los actuales camboyanos, vietnamitas y coreanos. La otra gran rama del árbol común se constituyó con los indoarios que poblaron la India, Nepal, Pakistán, Afganistán, Persia y todo el llamado Cercano Oriente. Toda la simbología protoaria ha quedado grabada y ha sido difundida por el resto de los países asiáticos.
El rito cósmico del solsticio dejó sus huellas en Japón, en la China, en Corea, en la India y en otros pueblos del continente, con la cruz svástica destrógira y levógira —símbolo del movimiento continuo del planeta Tierra y del Cosmos—, lo mismo que la cruz gamada y otra cantidad de símbolos, ritos y ceremonias que, por la índole de este trabajo, nos resulta imposible detallar.
Todos estos pueblos protoarios asiáticos e indoarios, iniciados en los rituales del solsticio, fueron hijos del Sol, adoradores de quien les transmitía vida, fecundidad, luz, amor y energía. Dichas creencias y símbolos pasaron al Continente Blanco por el estrecho de Bering y se difundieron, a través de miles de años, por la costa del océano Atlántico y a ambos lados de la cordillera de los Andes, hasta llegar a los confines australes de Tierra del Fuego.
No debe extrañar entonces que aztecas, mayas, chibchas, incas, diaguitas, calchaquíes, comechingones, pampas, araucanos, tehuelches y onas, fueran creyentes del Sol e hijos de la luz. En consecuencia, aparecen entre los ándidos de un extremo al otro del Continente Blanco, la cruz gamada, las cruces svástikas con giros cósmicos de derecha a izquierda y de izquierda a derecha, y los templos del Sol dedicados a su culto. En la arcaica lengua del sánscrito, la esvástica significa «bienestar».
El símbolo ha sido utilizado por muchas culturas antiguas y se presume que sea de origen indio.
El hombre habla con sus viejas lenguas, muchas de ellas originadas en el sánscrito, con la cual tienen una base en común. Al penetrar en el Continente Blanco, con el transcurso de los milenios y la dispersión geográfica de los grupos humanos, éstos crean nuevas voces y giros idiomáticos adaptados a las diferentes concepciones de vida y condiciones de la existencia. De este modo, se producen variaciones en la lengua madre originaria, aunque conservando siempre un sustrato cultural-lingüístico proveniente de la anterior o de las de sus antepasados.
Si las entidades del espacio —a las cuales se refieren muchos arqueólogos, etnólogos, antropólogos y herméticos— habitaban desde hacía muchos miles de años en ciudades subterráneas, se desplazaban por el espacio en naves cósmicas o en luces brillantes, y establecían contactos directos y mentales con los pobladores de determinadas áreas geográficas del planeta Tierra, indudablemente se servirían de algún medio normal o extrasensorial para relacionarse con los seres humanos.
Con mi limitada capacidad de hombre de ciencia, no estoy en condiciones de asegurar qué tipo de comunicación podía ser establecida entre las entidades cósmicas y los seres humanos. Sólo he reseñado las características de la lengua protoaria denominada sánscrito que, aún en nuestros días, yo he oído hablar a pobladores de Afganistán, India e Irán. Esta es mi experiencia personal acerca de dicha lengua, hablada por los hombres desde hace 12.000 años hasta el presente.
Si las entidades del espacio se contactaban con los seres humanos mediante transmisión telepática, es decir, de mente a mente sin ninguna clase de sonidos, no puedo precisarlo. Si en caso contrario, esas entidades o sacerdotes del Cosmos poseían un idioma especial para comunicarse con los hombres, puedo entonces hacer suposiciones científicas y técnicas sobre ese tipo de comunicación, no ya telepática, sino mediante el empleo de un idioma organizado y coherente.
Si las entidades cósmicas se relacionaban con los hombres desde hacía muchos miles de años por medio de sonidos articulados —la base de una expresión codificada, es decir, de una lengua o un idioma— ese lenguaje debía contener palabras de las habladas por los seres humanos de esos primeros contactos que constituían voces básicas o comunes a las lenguas en uso en los lugares donde se producían los contactos. Entidades cósmicas: Comunicación telepática o extramental.
Comunicación por medio de una lengua codificada o idioma humano. Idiomas originarios: Protoario. Sánscrito y su difusión en América. Difusión en América: Nava, azteca, guaraní, cacán, aymará, quichua, araucano, tehuelche, ona, etc. Ya hemos visto que los idiomas originarios a partir del sánscrito o protoario, se difundieron por el Asia y el Continente Blanco dando lugar, a su vez, al nacimiento de lenguas similares.
En base a esto podemos afirmar que el sánscrito y las lenguas tibetana, parsi, azteca, quichua e, incluso, la araucana, se desprendieron de un idioma originario que les dio raíces comunes y palabras análogas. Consideremos el caso, entre otras muchas, de voces y palabras semejantes como guasca y guanahac en azteca, guama en tibetano y guanghelen en araucano.
La raíz gua- está presente en todas. Las voces guatuma o huatuma son similares en todos esos idiomas, como las palabras tuma, tum y uma que pertenecen al quichua, al azteca y al tibetano, respectivamente. Los maestros herméticos enseñaban que el idioma denominado cósmico por la cultura tibetana, tenía semejanzas con las antiguas lenguas que se hablaron y aún se hablan en ciertos lugares del planeta Tierra, dada la similitud entre sus respectivas palabras.
Estas manifestaciones provenientes de la sabiduría milenaria, han confirmado mis ideas acerca de este idioma hablado por los sacerdotes del Cosmos, proveniente de una fusión semejante a la experimentada por el esperanto, el cual toma algo de todas las lenguas conocidas en la Tierra y elabora un lenguaje universal.
Las entidades cósmicas, al establecer relaciones con los seres humanos hace tantos miles de años que no pueden precisarse, elaboraron un medio de comunicación apto para entenderse con los hombres y lo hicieron, precisamente, sobre la base de las lenguas que se hablaban en aquellos lejanos tiempos. Estas deducciones las hacemos a partir de la idea, no de una comunicación telepática efectuada entre mente y mente, sino de un idioma hablado, codificado y escrito.
Estas son las explicaciones más lógicas que puedo aventurar, ante las similitudes, por ejemplo, del quichua y el pampa con la lengua denominada cósmica o tibetana. Entre las palabras que pude rescatar de este lenguaje metafísico, figuran voces como Hachimani Kukkin, que significa ‘bienvenido amigo o hermano’ y Tihuaguanoc Kukkin, equivalente a ‘hasta pronto hermano’.
La escritura de la lengua cósmica es conocida como Samaynike, cuya traducción literal significa ‘lenguaje del Cosmos’, de las voces samai, lenguaje y niki, Cosmos. Extraído del libro: «El Valle de los Espíritus» (3ra Edición, 1996). Prof. Guillermo Alfredo Terrera.
Artículo publicado en MysteryPlanet.com.ar: ¿Qué idioma hablaban los antiguos «dioses»? http://mysteryplanet.com.ar/site/que-idioma-hablaban-los-antiguos-dioses/
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