martes, 29 de mayo de 2018

La verdadera historia del hombre del saco

Somos muchos los que en nuestra más tierna infancia hemos escuchado la frase; "duérmete o vendrá el hombre del saco y te llevará con él" nuestros padres se encargaban de que tuviéramos bien clara esa circunstancia no solo a la hora de dormir, sino también cuando uno no hacía los deberes que nos mandaban en la escuela, o cuando no nos comportábamos como era debido ... sin embargo, lo que no mucha gente sabe es que tristemente ese "siniestro personaje" existió realmente y que por desgracia, cometió el crimen más atroz que ningún hombre puede cometer. 

Esta es su historia, la historia de Francisco Leona, el hombre que será siempre recordado en nuestra memoria como "El Hombre del Saco".

Todo comenzó a principios del siglo pasado, concretamente en 1910, en la apacible y hermosa localidad Almeriense de Gador. 




Francisco Ortega "El moruno", un agricultor de cincuenta y cinco años enfermo de tuberculosis, obsesionado con la idea de la muerte y desesperado por su enfermedad, decide acudir -recomendado por su esposa Antonia- a los remedios de la curandera Agustina Rodríguez, popular en la zona por sus artes brujeriles y sanadoras. 

En principio todo se desarrollaba con normalidad, pero ninguna de las "curas" de Agustina parecían tener efecto en "El moruno".

(foto de Agustina Rodriguez - la curandera - propiedad de www.culturandalucia.com)

Fue entonces cuando Agustina, viendo que ninguna de sus "pócimas" o “cataplasmas” sanaban al "Moruno" decide acudir a Francisco Leona, que además de ejercer de barbero tenía también, según se decía, ciertas dotes "sanadoras" y era muy popular por ello en toda la zona. 

Cuando Agustina le cuenta a Leona la situación de "El moruno", éste decide de inmediato encontrar una cura para su enfermedad, eso si, tenía que ser especial, algo por lo que el paciente estuviera dispuesto a desembolsar una increíble cantidad de dinero.

(Foto de Francisco Ortega, "El moruno". Propiedad de www.culturandalucia.com)

Dispuesto a exponer su idea ante el enfermo Francisco Leona se encamina a casa de "El moruno" y después de informarle de que su muerte sería inminente de no seguir sus instrucciones le plantea su macabra idea:

- ¡ Yo tengo el remedio, "moruno"

- ¿Cual es? -inquirió con ansiedad el enfermo.

- Es necesario que te bebas la sangre de un niño robusto y sano; pero la sangre tiene que estar caliente, según vaya brotando.. y luego tendrás que ponerle en el pecho como cataplasma.

- ¿Pero para eso habrá que matarlo?

- preguntó de nuevo "el moruno".

-Sí, claro... - fue la respuesta lacónica de Agustina.

-¡ Entonces, no - gritó el enfermo - ; me castigaría Dios!

- Tu veras... -añadió Leona.

Francisco Ortega "el moruno" estuvo unos instantes pensativo, agitado por las dudas, mientras Agustina y el viejo Leona se miraban expectantes. Al fin, el enfermo, saltando de la silla, exclamó:

-¡ La salud es antes que Dios, que coño!

(El diálogo ha sido reconstruido a partir de las declaraciones sumariales.)




La cantidad fijada para cometer tan terrible acto fue inicialmente de 3000 pesetas, pero "El moruno" no disponía de tanto dinero por lo que el "trabajo", se dejó entonces en solo 3000 reales, una cantidad muy inferior, bajo la promesa de "El moruno" de que les pagaría el resto en cuanto hubiera recuperado la salud para poder trabajar y ahorrar dicha cantidad. Aún así, Francisco Leona y Agustina aceptaron el trato y le recomendaron al enfermo que no se moviera de su domicilio hasta que ellos dos le avisaran de que todo estaba ya dispuesto.


(Ilustración propiedad de Don Manuel Ramírez Doucet de su comic "El Sacamantecas de Gádor")

La primera dificultad que debían sortear los asesinos, era la de secuestrar a un niño sin ser descubiertos y cargar con él después hasta el Cortijo San Patricio - donde vivía Agustina- que se encontraba alejado varios kilómetros del núcleo del pueblo y además en un lugar discreto y aislado. 

El problema es que tanto Agustina como Francisco Leona se veían incapaces de transportar a un niño tanta distancia y en aquellas condiciones, así que ni cortos ni perezosos , decidieron involucrar en su plan a una tercera persona, ni más ni menos que al propio hijo de Agustina, un mozo joven, corpulento y realmente embrutecido de nombre Julio Hernández Rodríguez, apodado "El tonto" y que aceptó de inmediato el encargo de "cargar" al pequeño hasta el cortijo y ayudar a Leona en el secuestro, a cambio de cincuenta pesetas, un dinero que necesitaba para adquirir una nueva escopeta de caza.
(
Julio Hernandez "El Tonto")

Una vez concretado el plan los tres, Francisco Leona, Julio "El Tonto" y Agustina Rodriguez, decidieron ponerlo en practica lo antes posible. Hubo más personas involucradas que actuaron como encubridoras de toda la trama entre las familias de todos ellos y que también, como veremos más adelante recibieron su justa condena por tan deleznable acto de cobardia. Pero pasemos ahora a detallar como sucedio todo. Al atardecer del día 28 de Junio de 1910. 

Francisco Leona y Julio "El Tonto" encontraron finalmente su objetivo. Bernardo Gonzalez Parra, un pobre niño de sólo siete años de edad, robusto y lleno de vitalidad. Justo lo que aquellos dos desalmados andaban buscando. 

Así fue como aprovechando que el pequeño Bernardo se alejó unos instantes del grupo de niños en el que se encontraba, Leona se abalanzó sobre él tapándole la boca con un paño impregnado en cloroformo lo que provocó que el niño quedara inconsciente practicamente al instante. 

Una vez dormido lo introdujeron en un saco y Julio "El Tonto" lo cargó en sus espaldas en dirección al Cortijo San Patricio. No obstante el camino era largo y tortuoso por lo que con el pasar de las horas Bernardo recobró el sentido y no dejaba de gemir y moverse dentro del saco, algo que posteriormente el propio Julio Hernandez declararía en sus confesión.

Cuando Leona y su cómplice llegaron al cortijo les esperaban allí Agustina, José Hernández, hermano de la curandera y su mujer Elena Amate. Fue José el que se encaminó de inmediato para avisar al "Moruno" de que todo estaba ya dispuesto. Mientras todos esperaban la llegada del enfermo, Bernardo, agonizaba ya en el interior del saco, pataleando y sollozando presa del terror. 

Agustina, como una cruel carcelera, golpeaba al niño incesantemente a través del saco para que este se callara. Mientras tanto Leona afilaba impaciente el filo de su navaja y Elena Amate, como si nada estuviera pasando, preparaba la cena ajena a toda la escena.

(A día de hoy esto es todo lo que queda ya de el lugar del crimen)

La oscuridad de la noche se cernió sobre la macabra escena cuando Francisco Ortega "El Moruno" y José Hernández entraron finalmente por la puerta. 

Todos se pusieron de inmediato manos a la obra. Mientras Julio "El tonto" y Agustina juntaban dos mesas, sacaron al pequeño Bernardo del saco y lo sujetaron con fuerza. 

Para facilitar que Leona hiciera su "trabajo", Agustina levantó el brazo del niño que angustiado no dejaba de pedir socorro a sus padres, entonces, de una manera rápida y certera (como si de una matanza de cerdos se tratara) Leona atravesó la axila de Bernardo con su navaja. 

La sangre manaba con fuerza y caía sobre un vaso que Agustina había situado justo debajo del pequeño y al que iba añadiendo azúcar para dársela de beber al enfermo. "El moruno" bebía con avidez el líquido vital del infortunado infante al tiempo que repetía una y otra vez "mi vida antes que Dios, mi vida antes que Dios". Mientras José daba vueltas alrededor de la casa para no presenciar lo que allí estaba ocurriendo, su mujer Elena, preparaba tranquilamente la cena.

Cuando Francisco Ortega había ya bebido varios vasos de sangre y Leona consideró que era suficiente, le indicó a este que regresara a su domicilio al tiempo que tapaba con un vendaje la herida del pequeño para volverlo a introducir, ya totalmente inconsciente debido a la pérdida de sangre, dentro del saco. 

Protegidos ya por la oscuridad de la noche, se encaminaron de nuevo con el saco a hombros hasta el Barranco del Pilar. 

Allí, estando el niño todavía con vida, Julio "el tonto" intentó machacar el craneo de Bernardo con algunas piedras, pero como no lo conseguía fue Leona finalmente el que terminó de esta sangrienta forma con la vida de aquel inocente niño.

(El barranco donde encontraron los restos del pequeño Bernardo)

Hasta Julio "el tonto" se estremeció con aquella escena grotesca, más aún, cuando Leona sacó de nuevo su navaja y de una manera precisa cual cirujano le extrajo del vientre al pequeño la grasa y el epiplón (las mantecas) para envolverlas rápidamente en su pañuelo. 

A continuación, ambos ocultaron el cadáver bajo unas piedras en aquel mismo lugar. Más tarde se separarían, Julio regresó con su madre al cortijo y Leona caminaría hasta la casa de "El Moruno" para untar en su pecho "las mantecas" del pequeño y cobrar los tres mil reales pactados. 




Cuando Leona aplicó el macabro "ungüento" en "el Moruno", este fuera de si y totalmente ido no paraba de gritar "¡¡Siento que me da la vida, Siento que me da la vida!!" Por otro lado, durante toda aquella trágica jornada, Francisco Gonzalez Siles y María Parra Cazorla, que eran los padres del pequeño, habían iniciado ya su frenética búsqueda junto con la mayoría de sus convecinos aunque sin ningún resultado por lo que deciden, ya de madrugada, acudir al cuartel de la guardia civil de Gador para dar parte definitivamente de su desaparición.

A pesar de que los efectivos de la Guardia Civil inician de inmediato la busqueda del niño, todos los esfuerzos parecen en vano ... 

Pero algo iba a suceder que daría un vuelco a todo el caso. Movido por su sed de venganza - Leona había decidido no pagarle las cincuenta pesetas que le debía por su trabajo, diciéndole a Agustina que debía pagarle ella, algo a lo que logicamente la madre de "el tonto" se negó - Julio Hernández Rodríguez, se presenta en el cuartel de la guardia civil a las cuatro de esa misma tarde contando que se había encontrado mientras cazaba el cuerpo de un niño en el barranco de "El Pilar".

Explicó también que los restos del pequeño, estaban cubiertos de piedras y maleza. Inmediatamente los efectivos de la benemérita se encaminan al lugar acompañados por algunos pastores que conocían bien aquella zona y allí, terriblemente mutilado, encuentran el cadáver del niño Bernardo González Parra.

La indignación y la conmoción popular fueron impresionantes. Muchas fueron las voces que desde el primer momento sospecharon de Leona y su entorno debido a la "mala fama" que se había cosechado en todos sus años como "curandero" y presunto "brujo". Pero las diferentes coartadas que sus "contactos" dentro del pueblo le facilitaron al principio complicaron su acusación inicial.

Sin embargo, en los diferentes interrogatorios a los que fue sometido también Leona cometió un grave error que le delató. Con la intención de dejar de ser el centro de atención mediática sugirió que Julio "el tonto" podría ser el asesino, la guardia civil no dio veracidad a esa "hipótesis" ya que tenían muy claro que alguien que había cometido tan horrendo crimen, jamás descubriría el lugar donde estaba su víctima (cosa que horas antes había indicado Julio "el tonto") esta sospecha, junto con el testimonio de otro vecino del lugar que aseguraba haber reconocido a Leona como el asesino del pequeño, hicieron que finalmente la ley cayera definitivamente sobre los verdaderos asesinos.

Aunque Leona se esforzó en sus testimonios aseverando que él era inocente, finalmente fue conducido a la cárcel de Almería en compañía de Julio "el tonto" y del resto de implicados a los que este había ido delatando en sus diferentes declaraciones. 

Los primeros en caer detenidos fueron la curandera Agustina Rodríguez y su marido Pedro Hernández, Francisco Ortega (el enfermo) y su mujer Antonia López, y también el otro hijo de Agustina José Hernández, así como su esposa Elena Amate. El juicio fue seguido con gran interés no solo en España sino también en toda Europa, decenas de periódicos se hicieron eco de la noticia (todavía hoy pueden verse en la hemeroteca nacional) y al fin el día once de Agosto de 1910 la sentencia fue hecha pública:

Francisco Leona, Agustina Rodríguez, Julio Hernández y Francisco Ortega, fueron condenados a morir en el garrote vil. José Hernández (el hermano de Julio) fue condenado a diecisiete años de prisión, Elena Amate y Pedro Hernández quedaron libres sin cargos.

Francisco Leona murió envenenado en la cárcel, (se dice que para evitar que confesará otros crímenes cometidos por él o por otras personas, pues fueron varias las desapariciones ocurridas por aquella zona durante largos años) a Julio "el tonto" le conmutaron la pena debido a su "presunta" deficiencia mental. Los demás encarcelados se beneficiarían posteriormente de los indultos concedidos por el gobierno de la república.

Por último, hubo algo que también llamó poderosamente la atención de todos aquellos que pudieron ver a los diferentes acusados de tan terrible crimen cara a cara y es que, misteriosamente, Francisco Ortega (el tuberculoso) mejoró su salud de manera inexplicable, sanando por completo (o eso se comenta) de su terrible mal... 

Sea o no cierto este último dato, la historia de este macabro crimen dio lugar (junto con muchos otros crímenes que se cometieron en aquella oscura España) a la leyenda del hombre del saco, un siniestro personaje que se lleva a los niños que no hacen caso de sus padres, que se despistan, o que no se quieren dormir... 

Dulces sueños amigos 

Fuentes consultadas para la elaboración de este artículo:

http://cmcorp00.blogspot.com/2010/04/monstruos-verdaderos-el-asesino.html
http://www.ondeando.org/ (Manuel Ramírez Doucet)

Revista Espacio y Tiempo N°.8 del Mes de Octubre de 1991 ( artículo de Joaquín Gómez Burón)


Sábado, 04 Diciembre 2010 22:43
http://www.grupoalpha.org/index.php/expedientes-alpha/168-la-verdadera-historia-del-hombre-del-saco

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