Se ha perdido una gran cantidad de información respecto a los testimonios de apariciones fantasmales en las primeras civilizaciones, aunque conservamos ciertos textos que aportan algo de luz sobre los espíritus en Egipto y Sumer.
Los habitantes de Sumer temían, por encima de todo, a unos espíritus maléficos que provocaban toda clase de enfermedades tras adherirse al cuerpo del infortunado.
Estas terribles entidades se manifestaban durante la noche y solían ocultarse en zonas abandonadas y lugares solitarios.
Su presencia causaba un silencio absoluto y pesado, una sensación difícil de expresar con palabras que suelen describir actualmente los testigos de apariciones espectrales o encuentros con entidades no humanas. También emitían unos terribles gritos y tenían la facultad de introducirse en los sueños de las personas causándoles terribles pesadillas.
Otro tipo de espectros que podían resultar peligrosos eran las almas de aquellos fallecidos en circunstancias violentas, puesto que su ciclo de vida se había cortado abruptamente y, por lo tanto, no era raro que vagaran eternamente por nuestro mundo, causando en muchas ocasiones dolencias a los humanos o directamente atacándolos.
Las sustancias del espíritu
En cuanto a los habitantes del Antiguo Egipto, creían que el cuerpo contenía tres sustancias espirituales, por denominarlas de algún modo. La primera, conocida como ka, podría definirse como la energía vital que hacía posible la vida; el akh constituía una fuerza sobrenatural; y, finalmente, el ba sería lo más parecido a nuestro concepto judeocristiano de alma. Solía representarse como un pájaro que salía de la boca del difunto en el momento de su muerte.
En Fantasmas, aparecidos y muertos sin descanso (Abada, 2015), sobresaliente obra conjunta en la que diversos académicos y expertos publican trabajos científicos en relación al asunto que nos ocupa, el historiador y especialista en Egipto Nacho Ares refiere que desde el Reino Antiguo (2686-2181 a. C. ) las mastabas contaban con una cámara sepulcral donde se depositaba el sarcófago del difunto y a la que nadie tenía acceso.
Sin embargo, otras partes de la tumba estaban abiertas a los familiares para que pudieran realizar ofrendas.
«Así contamos con las llamadas puertas falsas –escribe Ares–, una puerta esculpida en la pared de la tumba ante la cual se dejaba una mesa de ofrendas y que servía de conexión entre este mundo y el reino de Osiris. Precisamente a través de esta puerta mágica, el difunto podía comunicarse con sus familiares y salir a recoger las ofrendas que éstos le trajeran a su morada de eternidad».
«Así contamos con las llamadas puertas falsas –escribe Ares–, una puerta esculpida en la pared de la tumba ante la cual se dejaba una mesa de ofrendas y que servía de conexión entre este mundo y el reino de Osiris. Precisamente a través de esta puerta mágica, el difunto podía comunicarse con sus familiares y salir a recoger las ofrendas que éstos le trajeran a su morada de eternidad».
Al excelente espíritu de Ankhiry: ¿Qué crimen cometí contra ti para haber llegado a esta miserable situación en la que me encuentro?
Prácticamente no contamos con relatos sobre apariciones fantasmales en el Antiguo Egipto, a excepción de un papiro en el que un hombre reprende al espíritu de su esposa ya fallecida, Ankhiry, culpándola de los problemas que está sufriendo en esta vida.
Reproducimos a continuación unos breves fragmentos del mismo: «Al excelente espíritu de Ankhiry: ¿Qué crimen cometí contra ti para haber llegado a esta miserable situación en la que me encuentro?
Lo que tú has hecho es poner la mano sobre mí, aunque yo no había cometido crimen alguno contra ti (…) Proporcioné ropas de lino para ataviarte; hice que se fabricaran muchos vestidos y no dejé que ninguna cosa buena no fuese hecha para ti. Pero no distingues entre el bien y el mal».
30 de Enero de 2020 (16:45 CET)
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