Por Magdalena del Amo.- El banquero James Warburg, hijo de Paul Warburg, considerado el padre del sistema de la Reserva Federal, asesor de Delano Roosevelt y asociado a los Rotschild, decía en el Senado de Estados Unidos en 1950: “Nos guste o no, tendremos un gobierno mundial único. La cuestión es si se logrará mediante consentimiento o a la fuerza”. La duda ya está medio resuelta.
Por lo que estamos viendo, el estado comatoso e hipnótico de la sociedad está haciendo posible la total conquista sin tener que aplicar la fuerza a la que aludía el banquero. Se está produciendo la completa rendición y entrega de llaves, que abarca los niveles físico, mental y espiritual. Pero esto no es cosa de los últimos dos años, como se dice por ahí. Llevamos mucho tiempo en guerra.
Salvador Freixedo repetía con frecuencia en sus conferencias: “Han conquistado nuestras mentes. La humanidad está posesa”. Y a propósito del delirio de las nuevas tecnologías que irrumpieron de pronto y avasallando, haciéndonos adictos, decía que la sociedad no estaba lo suficientemente evolucionada para bregar con este tipo de artilugios y distracciones.
“Las ‘pantallitas’ son juguetes envenenados”, solía decir, como buen conocedor de la intención de los mensajes subliminales implícitos, además del daño por la exposición continuada no solo a los campos electromagnéticos, sino a la exposición de imágenes con movimiento y sonido, especialmente en los adolescentes y los niños, que aún no tienen desarrollada la corteza prefrontal.
Y respecto al entramado de los cuatro escalones de las élites que, unidos en sinergia, diseñan y gobiernan el mundo desde la sombra, así condensa su pensamiento:
Todo este tenebroso asunto está íntimamente relacionado con las “líneas de sangre”, […] con los genes de los dioses hititas, acadios y sumerios, con los descendientes de los nefilim y de las hijas de los hombres que leemos en la Biblia y con los “híbridos reptil-hombre”.
Determinados individuos de esas “líneas de sangre” y portadores de esos genes forman parte de la “élite” de la humanidad actual y constituyen un grupo supersecreto que ellos denominan “la Familia” (también llamada “la Hermandad”). Es un contubernio supersecreto compuesto por humanos totalmente dominados por inteligencias extrahumanas y por híbridos reptilianos de apariencia completamente humana. (Teovnilogía, p.145).
Muchos no comprenderán estas palabras de Freixedo, como no se entendía hace años cuando se hablaba del Poder en la sombra, de las élites satánicas, de la corrupción de la ONU, de la presión de los lobbies, de la pederastia de alto standing, del tráfico de personas, del Nuevo Orden Mundial, de la desaparición del dinero físico o de la manipulación de la sociedad a través del miedo, en definitiva, de la tiranía orwelliana.
La domesticación para crear un pensamiento único
No es opinión, sino puros datos sobre algunas de las estrategias de domesticación a las que fue sometida la humanidad a partir de la Segunda Guerra Mundial, a través de la radio, la televisión y la música, con el fin de crear un estado de “atontamiento” general, según las propias palabras de los autores de la investigación.
Muchos de los psicólogos y sociólogos de renombre que aparecen en las enciclopedias y se estudian en las carreras universitarias tienen un lado oscuro que no se puede ocultar cuando se profundiza en sus investigaciones: haber estado al servicio del Poder, para crear una humanidad vulnerable y fácilmente manipulable, es decir, convertirla en rebaño.
En la década de los cuarenta, el Instituto Tavistock, responsable del cambio radical que se produciría en los años sesenta, trabajó activamente con la Escuela de Fráncfort, afincada en Nueva York, en un experimento sobre el impacto en la cultura de un medio de comunicación como la radio.
El experimento, conocido como “Proyecto de investigación de la radio”, dirigido por el sociólogo vienés Paul Lazarsfeld y financiado por la Fundación Rockefeller, se llevó a cabo desde la Universidad de Princeton. En él se tuvieron muy en cuenta las técnicas nazis de propaganda. Theodor Adorno, a quien tanto hemos estudiado y leído en psicología, estuvo vinculado durante los dos primeros años.
La turbulencia social
Eric Trist
Un tiempo después aparece la televisión, a la que podemos añadir todo el universo de la imagen en general, que reforzaría este impacto en los últimos años. Eric Trist, uno de los fundadores del Tavistock y Frederik Emery son los ideólogos del programa de control mental a través de la televisión y creadores de la teoría de la “turbulencia social”.
A mediados de los setenta nos obsequiaron con dos libros sobre “el sobrecogedor efecto que veinte años de televisión habían tenido en la sociedad norteamericana “El proceso de ver la televisión es en sí mismo un mecanismo de lavado de cerebro”, aseguran. Estudios realizados por estos y otros investigadores concluyen que “sea cual sea el contenido, el visionado de televisión desactiva los poderes cognitivos de la mente y logra un ‘efecto similar al de un narcótico’ en el sistema nervioso central, convirtiendo al espectador habitual en un sujeto sugestionable y manipulable. Además, descubrieron que estos zombis con el cerebro lavado negarían histéricamente que les pasase nada o siquiera que tales manipulaciones de su ‘pensamiento’ fueran posibles”.
Es tal cual. Lo hemos visto a lo largo del tiempo y con mayor claridad en estos días de distopía en los que la mentira se sirve en bandeja varias veces al día. Ninguna persona manipulada admite estar influida por los medios o el sistema en general. Sin embargo, la sociedad –salvo contadas excepciones—no piensa; otros piensan por ella.
Estos especialistas en la conducta humana sostenían hace más de medio siglo que a través del denominado “efecto de ablandamiento de conmociones de futuro” la sociedad se ablandaría, debido a problemas comunes, como crisis financieras, ataques terroristas o escasez de energía, e incidían en que si todo esto sucedía al mismo tiempo, la población caería en una especie de psicosis colectiva donde los individuos, al huir de la situación insostenible real, entrarían en un nihilismo total que los haría entregarse a las diversiones y al entretenimiento. Yo añadiría a este binomio la desidia y los desequilibrios mentales ¿Pero no están describiendo la sociedad actual?
Theodor Adorno expresaba así los alcances de la televisión: “La televisión es un medio de condicionamiento y control psicológico como nunca se ha soñado”. Por su parte, el analista Harley Schlanger escribe, a posteriori, estas significativas palabras a propósito de Adorno y su equipo de trabajo:
“La televisión suponía un medio ideal para crear una cultura homogénea, una cultura de masas, a través de la cual se pudiera controlar y conformar la opinión pública, de modo que todo el mundo en el país acabara pensando lo mismo”.
Se refiere a Estados Unidos, pero ocurrió exactamente igual en el resto del mundo, cuando los países alcanzaron las cotas de bienestar y los avances tecnológicos unos años más tarde.
En los años sesenta, por designio de los “amos del mundo”, empezaron a proliferar los grupos de rock y los conciertos, no de una manera natural, como consecuencia de los años de bonanza una vez superada la posguerra de la Segunda Guerra Mundial, sino como arma de control de masas. Se crean grupos de diseño, como los Beatles o los Rolling Stones para dirigir a la juventud. La manipulación a través de la música y la televisión empezó prácticamente al mismo tiempo.
Aparte de experto en la conducta humana, Theodor Adorno era compositor y musicólogo. En este experimento aplicó la escala atonal de doce semitonos de Arnold Schoenberg, que además de compositor era agente del servicio secreto británico, MI6, lo cual no deja de ser curioso. Esta escala consiste en sonidos graves y repetitivos que, según las fuentes, fue tomada de la música del culto a Dionisios. Que un miembro de la Inteligencia Británica cree partituras para crear sensaciones y modificar conductas, resulta, cuando menos, sospechoso. A propósito de esta música dice Richard Warren Lipack:
“Esta nueva forma de música contribuiría a infligir en la psique y en el subconsciente de los norteamericanos una ruptura subliminal mucho más radical y al mismo tiempo totalmente graduada en los vínculos culturales familiares y religiosos de Estados Unidos. […] Esto ocurrió de forma natural gracias al cada vez mayor tono desinhibido al que se sometía el cuerpo, el cerebro y el espíritu humano, que la rápida progresión de la escala atonal aportaba fácilmente”.
Conocí a Richard Lipack a raíz de un artículo que publiqué sobre la muerte de Amy Winehouse y su relación con las drogas, como tantos cantantes pop. Se puso en contacto conmigo y una semana después me envió varios de sus libros, entre ellos, Epoch Moments and Secrets: John Lennon and The Beatles at the Mirror of Man’s Destiny, una obra maestra sobre el triunfo de los Beatles, dirigido por el sistema, con el fin de romper con una estética y valores anticuados.
Theodor Adorno
Adorno fue el encargado de elaborar una teoría social del rock and roll. En su obra, Introducción a la sociología de la música, habla de “programar una cultura musical de masas, como una forma de control social masivo mediante la progresiva degradación de sus consumidores”.
Teoriza sobre el lavado de cerebro o atontamiento obligatorio. Como experto en la conducta humana explica las reacciones y emociones inconscientes que se producen cuando se oye una canción o varias, de manera repetida, y la identificación con lo que representa; y también cómo, de alguna manera, queda aislada la individualidad al integrarse en el alma grupal que conforma el conjunto de fans.
Lo que vemos que ocurre hoy en los conciertos es la concreción de las teorías de Adorno. Muchas veces nos hemos sobrecogido al ver en alguno de estos eventos, entre la neblina, centenares de manos en alto balanceándose de un lado y a otro, repitiendo la canción a petición del cantante que dirige desde el escenario. La escena es como un ritual de socialización, de algún modo, comparable a la adicción.
Este tipo de música tiene un efecto cuasi hipnótico. Los “40 principales”, aunque nos suene extraño, tampoco fue creado como algo inocente. Según apunta Paul Hirsch en un informe de la Universidad de Michigan, después de la Segunda Guerra Mundial, las emisoras de radio se lanzaron a repetir 24 horas al día las cuarenta canciones de mayor éxito, con el fin de crear una subcultura, sobre todo, entre los jóvenes. ¡Y lo consiguieron!
¿La música atonal, los Beatles, los 40 principales? ¿Pero qué tiene que ver todo esto con el virus y la pandemia? Visto de manera superficial, nada. Pero si tenemos en cuenta las pinceladas sobre el funcionamiento del cerebro que hemos ido expresando, podemos constatar que la sociedad mayoritariamente ha “abrazado” la nueva normalidad, es decir, este nuevo sistema social de creencias, normas y restricciones, por los mismos mecanismos que intervienen en la formación de la opinión pública cualquiera que sea su fin.
El programa de control mental al que los seres humanos hemos sido sometidos durante décadas es la explicación a las preguntas que llevamos haciéndonos en todo este tiempo de pandemia: ¿Por qué los ciudadanos creen ciegamente las mentiras de médicos y políticos? ¿Por qué todo el mundo aplaudía a las siete? ¿Por qué se siguen inoculando esa cosa extraña que llaman vacuna? ¿Cómo es posible que se dejen engañar si, a la vista está, que todo es un gran montaje político y no una cuestión sanitaria?
Edward Bernays
Aparte de lo dicho, la respuesta es clara: la sociedad es como una gran secta con sus características de gregarismo y obediencia al líder. El ser humano está programado para pensar y actuar como un autómata, es decir, que piense y actúe según se espera de él, de acuerdo a la propaganda inculcada. Como bien argumentó Edward Bernays en 1928, “el ciudadano medio es el censor más eficaz del mundo. Su propia mente es la mayor barrera que lo separa de los hechos.
Sus propios ‘compartimentos estancos lógicos’ y su propio absolutismo son los obstáculos que le impiden ver en términos de experiencia y pensamiento, en lugar de en términos de reacción grupal. […] Para el animal gregario, la soledad física es un miedo real y esa asociación con el rebaño le provoca sensación de seguridad. En el ser humano, este miedo a la soledad crea un deseo de identificación con la masa en cuestiones de opinión”.
Por eso es tan fácil manipular a la sociedad, pensar por ella y hacerle creer que tiene ideas propias. Así, cuando se presentan argumentos desmontando una trama, la mente del ciudadano normal entra en lo que se llama en psicología “disonancia cognitiva”, una alteración o estado de confusión mental que impide un análisis racional.
Urge una desprogramación social y nos toca hacerla a los que, en una u otra medida, estamos fuera del rebaño, con nuestros escasos medios de información, pero con toda la buena voluntad y todo el amor que somos capaces de sentir y dar por nuestros hermanos. Difícil tarea, pero es lo que toca.
*Psicóloga, periodista y escritora
https://www.alertadigital.com/2022/12/20/psicologos-y-expertos-conductistas-trabajaron-al-servicio-del-poder-para-convertir-a-la-humanidad-en-rebano/
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