Sánchez, la calle no te quiere
ACTUALIZADO: 30/04/2023 13:50
No habían pasado ni cinco meses de la sospechosa llegada de Pedro Sánchez a La Moncloa cuando un gentío le abroncó en el desfile del Día de la Hispanidad. El grito fue ensordecedor en el Paseo de La Castellana. Recordando el nivel sonoro de aquel 12 de octubre de 2018 hay que colegir que el odio público que suscita el personaje viene desde el inicio de los tiempos. «¡Sánchez, okupa, fuera de La Moncloa!», coreaba el gentío tras una monumental pitada que no ha decrecido con el paso de los años.
Juan Español y María Española tienen ojeriza al personaje desde el minuto uno por culpa de ese pecado original que es su pacto con quienes asesinaron a 856 compatriotas, es decir, Bildu, esto es, ETA, y con los que apenas ocho meses antes habían perpetrado el segundo golpe de Estado de la democracia, ERC. La ciudadanía le perdona muchísimo menos estos dos compañeros viaje que Podemos, por mucho que el partido de Pablo Iglesias represente lo que representa, que no es ni más ni menos que el comunismo bolivariano y la tiranía más aberrante.
Esto último es impresentable en términos democráticos, lo anterior imperdonable desde cualquier plano ético, moral, intelectual, político, humano y democrático. La población tiene claro, echando mano de ese sentido común que es más común de lo que asevera el adagio, que no todo vale ni para acceder ni para mantenerse en el poder.
Al asco general que provoca nuestro todavía presidente por sus actos hay que agregar el particular que suscita su personalidad chulesca, que Alfonso Guerra describió tan genial como deliciosamente cuando su presunto correligionario no llevaba ni nueve meses viviendo en Palacio y cogiendo el Falcon hasta para ir a la esquina:
—Jamás he conocido a nadie con unas ansias más grandes de vivir en Moncloa. ¡Ni en los presidentes del Partido Popular! Ese afán de protagonismo, esa afectación por su imagen, ese estudio de sus gestos y de sus poses, ese terrible vacío en todo cuanto dice, la insignificancia de su mensajes, las ansias por que no lo saquen de allí ni con agua hirviendo, aunque para ello tenga que asociarse con lo peor de cada casa. Hemos fracasado en este partido que hoy tenemos.
Y nada hace prever que las cosas puedan mejorar—, apuntó el vicepresidente más famoso de la democracia. Podría parecer que su descripción de «El Guapo», que es el alias que le adjudicaron en el PSOE cuando empezó a despuntar, es de ahora mismo y no de diciembre de 2018. Don Alfonso lo caló desde el minuto uno.
Al asco general que provoca nuestro todavía presidente por sus actos hay que agregar el particular que suscita su personalidad chulesca
Ciertamente, El Guapo va de sobrado por la vida. No hay más que ver con qué amaneramiento anda, los aires de perdonavidas que emplea cuando se dirige a sus oponentes, especialmente si son mujeres —Yolanda Díaz lo tildó de «machista» hace un par de semanas—. Al punto que cualquiera diría que el sublime salsero panameño Rubén Blades estaba pensando en él cuando escribió la canción Pedro Navaja allá por 1978:
—Por la esquina del viejo barrio lo vi pasar con el tumbao que tienen los guapos al caminarrrrr—.
Ese tumbao con el que se mueve nuestro presidente saca de quicio a unos conciudadanos que en general no van de nada porque es gente normal entre la cual hay de todo: guapos, feos y mediopensionistas. El común de los mortales detesta a todo aquel que se desenvuelve cual pavo real por la vida como es el caso de Pedro Sánchez. Si tienes la suerte de que la madre naturaleza te haya agraciado con un físico privilegiado, que al menos no se te note.
Más allá de todo eso, el españolito medio no le perdona que haya optado sistemáticamente por el mal para mantenerse en Moncloa, tampoco su gestión de la pandemia, que provocó más muertos de los debidos al autorizar esa bomba vírica que fue un 8-M que a punto estuvo de costarle un disgusto a su madre y a su vicepresidenta Calvo, menos aún los indultos a los tejeritos catalanes, la derogación de la sedición, la cuasilegalización de la malversación, los acercamientos de los más sangrientos etarras (Txapote y Henri Parot) y esa ley del sólo sí es sí que él se empeñó en mantener contra viento y marea y, sobre todo, contra las evidencias empíricas de que beneficiaba a violadores, pederastas y abusadores. Por no hablar de las subidas de 50 impuestos.
El común de los mortales detesta a todo aquel que se desenvuelve cual pavo real por la vida como es el caso de Pedro Sánchez
Lo que resulta una evidencia más allá de toda duda razonable es que Pedro Sánchez ya no puede salir a la calle sin que se lleve una bronca de padre y muy señor mío. Prácticamente todas sus últimas apariciones públicas se cuentan por abucheos. Es más, no recuerdo una no controlada en la que no se le haya llamado de todo menos precisamente guapo.
Donde quiera que hay españoles de a pie, no los pelotas de las élites, le cae un repaso. Recuerdo aquella del 4 de mayo de 2021 cuando fue a votar a su colegio electoral de Pozuelo con motivo de las autonómicas madrileñas.
La gente se abalanzaba sobre su coche blindado para intentar golpearlo, algo que no vi con el Felipe González de los GAL, los fondos reservados y el caso Roldán, ni con el Aznar de la no-guerra o con el Rajoy del caso Bárcenas y la financiación en negro del Partido Popular. Los madrileños no le perdonaban su ruin campaña de acoso y derribo contra una Isabel Díaz Ayuso que se lo comió entonces y se lo volverá a comer con patatas dentro de cuatro semanas.
Claro que ha habido otras memorables como ese elocuente «¡Pedro dimite, el pueblo no te admite!» en Don Benito o ese no menos genial a la par que descriptivo «Pedro, traidor, ponte a trabajar!» de la Madrid Fashion Week. Manda pelotas que un presidente se vaya a un pase de modelos.
Por no hablar de ese «¡que te vote Txapote!» coreado también en Extremadura el pasado mes de febrero. Lo de ir de la manita de Otegi, el jefe de los asesinos, es una mancha de la que se no podrá desprender jamás. Nunca se ganó el favor de Juan Español y María Española, suyos son los peores resultados electorales de la historia del PSOE, pero los acuerdos con ETA, ERC y los sicarios del narcodictador Maduro lo han rematado definitivamente.
Los únicos actos pacíficos para Sánchez son aquéllos que se cierran a los espontáneos y que se celebran con militantes amaestrados
Lo que ayer desveló Feijóo, la exigencia de mostrar el DNI para acceder a un mitin suyo en La Coruña, revela algo más que una verdad incontrovertible. Ni más ni menos que es ya, por méritos propios, el presidente menos querido de la democracia. De largo. Eso de requerir la documentación a los asistentes no lo he visto jamás en ningún acto político en España y me he chupado unos cuantos de toda suerte de partidos. Es un acto de intimidación impresentable, más propio de tiranías que de regímenes libres, para que a nadie se le ocurra soltar una palabra más alta que otra.
Felipe González supo que su baraka empezaba a declinar, que su permanencia en Moncloa entraba en tiempo de descuento, cuando los estudiantes le montaron aquel pollo monumental en el salón de actos de la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma en 1993. Con la diferencia de que al presidente más longevo en el cargo le aconteció cuando cumplía 11 años en el machito y a éste a los cuatro meses de llegar al cargo tras una sentencia cuasiprevaricadora en la que se coló una frase ad hoc que sirvió como pretexto para forzar la moción de censura a Mariano Rajoy.
Peor aún: desde aquel octubre de 2018 no ha podido ir a actos abiertos sin que se acordasen de sus muertos. Los únicos pacíficos son aquéllos que se cierran a los espontáneos y que se celebran con militantes amaestrados modelo los ancianitos de la petanca en Parla.
Pongo punto y final rememorando una frase de la canción del guapo Pedro Navaja que viene que ni pintada al caso y que, a mi juicio, retrata el final que le espera a nuestro protagonista:
—Pedro Navaja, matón de esquina, quien a hierro mata, a hierro termina
https://okdiario.com/opinion/sanchez-calle-no-te-quiere-10840301
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