La Teoría Reptiliana de David Icke: aproximación cultural.
Aunque hoy en día
David Icke es conocido por ser una celebridad de las teorías de la conspiración, su viaje parte de los movimientos ecologistas y las tendencias espiritualistas típicas de los años 70 y 80.
Según Michael Barkun, profesor de Ciencias Políticas y autor del libro
A culture of Conspiracy, su trayectoria es similar a la de muchos miembros de la contracultura de la época que se reconvirtieron a la conspiranoia como método de escape al sentimiento de frustración surgido tras las promesas de transformación espiritual en que se vivía y que, al contrario de lo esperado,
degeneraron en una espiritualidad hedonista al servicio de los promotores del consumismo. Esto haría crecer el número de quienes pensaban que los poderes en la sombra estaban impidiendo el cambio de conciencia por todos los medios posibles.
En 1994, su libro The Robot´s Rebellion todavía describe un pensamiento similar al de cualquier otro predicador contemporáneo comprometido con la liberación espiritual de la humanidad, haciendo uso de los tópicos de la tradición de raíces teosóficas –lo que se ha dado en llamar New Age—que habían ido evolucionado a lo largo del siglo XX para explicar la historia de la humanidad desde los tiempos de Lemuria, primero, y Atlantis, después, con el añadido de las aportaciones como el cinturón de fotones y cosmogonías similares sobre transformaciones energéticas.
En este libro, aún se adscribe a la teoría de los antiguos astronautas tal y como se venía concibiendo desde los años 70: extraterrestes creadores del homo sapiens e iniciadores de un sistema de control que ha llegado a nuestros días y que se articula en la habitualmente denominada “Hermandad”.
En este sentido, y sin que sirva de precedente, Icke concede facilitar la fuente de donde extrae su discurso –además de las canalizaciones, claro—: Los dioses del Edén de William Bramley, cuya historia de dioses-reyes alienígenas que han estado al frente de todas las civilizaciones terrestres sigue al pie de la letra, mostrándose partidario de la interpretación simbólica de la “serpiente”:
I feel that the snake or serpent has been used as a symbol for many things. The Mesopotamian culture had a serpent-god called Ningishzida represented by two intertwining snakes. These are possibly symbolic of the two opposing forces, positive-negative, male-female, in balance within the kundalini energy as it rises through the central channel to connect and empower the chakras on the physical level. Appropriately, though somewhat ironically, the symbol of the medical profession to this day is the two intertwining snakes known as the caduceus. The symbol of modern medicine represents knowledge of the physical body and the human energy field known thousands of years ago, but now rejected by the very profession which has that knowledge in its symbol! Serpents and similar symbols have also been used throughout ancient cultures to represent the Goddess or female polarity of Creation.
(The Robot´s Rebellion)
Esta aceptación del simbolismo cambia radicalmente en su libro de 1999 y gran éxito internacional, El mayor secreto, donde adopta otro tipo de narrativa más belicosa, la cual comienza por la renuncia al citado simbolismo en todos sus aspectos, hasta el extremo de hacer propia y considerar real una de las denominadas “leyendas urbanas” típicas de los fanzines americanos:
Una leyenda india Hopi dice que un complejo de túneles muy antiguo existe bajo Los Ángeles y este, dicen, fue habitado por una raza de “lagartos” hace aproximadamente 5.000 años. En 1933 G. Warren Shufelt, un ingeniero de minas de LA, afirmó haberlo encontrado. Hoy, se dice, algunos rituales Masónicos malévolos son celebrados en este complejo de túneles. Ha habido un masivo encubrimiento por las autoridades de la existencia de estas razas subterráneas y donde viven.
(El mayor secreto)
La raza de lagartos a que se refiere entra en la leyenda popular tras llevar al extremo la analogía semántica. Según dicen, la versión reptiloide aparece en un número de la revista Amazing Stories del año 1947:
CALIFORNIA, LOS ANGELES – A legendary underground city, now flooded, is said to lie below the Los Angeles Public Library and surrounding areas. Patterned after the shape of a lizard, the city is said to be connected to Mt. Shasta, and was built by an ancient race that revered reptiles. Although filled with gold, parts of the ancient city has become flooded. source: QUEST FOR THE LOST CITY, article by Sanford M. Cleveland in AMAZING STORIES magazine, July 1947; see also THE LIZARD PEOPLE UNDER LOS ANGELES
La noticia original está
transcrita por John Rhodes, otro de los grandes divulgadores de la agenda reptiliana desde los años 90, donde el tal Shufelt habla de la leyenda de la tribu de los lagartos, “The Lizard People”. Y quien busque
la leyenda hopi, sabrá que habla del viaje del clan de los lagartos, como suele ser costumbre de los pueblos con tradición totémica el identificarse con algún animal sagrado.
Las asociaciones mentales dependen siempre de la narrativa interior con que cada uno evoluciona en la vida, y este caso de asociar la tradición totémica con una transfiguración real –del “clan del lagarto” a la “raza de lagartos”— es lo que le abre a un discurso que conecta, más allá de la tendencia new age, con el público “fanzinero” y al esplendor conspiranoico de los años 90:
Este grupo controlador vino aquí desde la constelación de Draco y otros lugares, y este es el origen de términos como draconiano, una palabra que resume sus actitudes y Programa. Adoran consumir sangre humana y son los demonios chupa-sangre de la leyenda. Las historias de vampiros son simbólicas de esto y ¿cuál es el nombre del vampiro más famoso?. ¡Conde Drácula!.
El ”Conde” simboliza los aristocráticos linajes entrecruzados reptil – humano que los reptiles poseen desde la cuarta dimensión inferior y Drácula es una referencia obvia otra vez a Draco. Los informes recientes del Chupacabra chupasangre en Puerto Rico, México, Florida y Pacífico Noroeste concuerdan con la descripción reptil. Han sido vistos chupando la sangre de ganado doméstico como cabras y su nombre significa chupa-cabra. Los reptiles operan un movimiento de pinzas sobre la raza humana. Su expresión física vive bajo el suelo e interactúa en las bases subterráneas con científicos y jefes militares humanos y cruzados humano – reptil.
También emergen para participar en algunas abducciones de humanos. Pero el control principal viene por la posesión completa. El Programa de entrecruzado (vía relaciones sexuales y probeta) es descrito en las Tablillas Sumerias y el Antiguo Testamento (los hijos de Dios que se cruzaron con las hijas de hombres). Estas líneas híbridas de cruzados humano – reptil llevan el código genético reptil y por lo tanto pueden ser por lejos más fácilmente poseídos por los reptiles desde la cuarta dimensión inferior.
Como veremos, estos linajes se volvieron la aristocracia británica y europea, y las familias reales y, gracias al “Gran” Imperio Británico, fueron exportados alrededor del mundo para gobernar América, África, Asia, Australia, Nueva Zelanda, etcétera. Estas líneas genéticas son manipuladas hasta los puestos de poder político, militar, de los medios, la banca y los negocios y por lo tanto, estos puestos son retenidos por reptiles de la cuarta dimensión inferior escondiéndose detrás de una forma humana o por marionetas mentalmente controladas por éstas mismas criaturas. Operan a través de todas las razas, pero predominantemente la blanca.
La Hermandad de la Serpiente de que hablaba Bramley se transforma, por arte de la analogía, en un grupo literalmente formado por saurópsidos antropoformes. Pero nada de lo expuesto en el libro es nuevo. El lector, en realidad, se está sumergiendo en el fascinante mundo bizarro de la subcultura estadounidense, porque las investigaciones y/o canalizaciones contenidas en El mayor secreto eran vox populi desde muchísimo tiempo atrás entre los aficionados al fanzine.
Así, Revelations Awareness, un revista “casera” surgida en la década de los 70, publicaba desde 1990 todo lo que había que saber sobre reptilianos, reptoides y/o draconianos.
En su archivo online, la etiqueta “reptilian” ofrece información capaz de saciar al más inquieto, desde las relaciones con los gobiernos terrícolas y el “Nuevo Orden Mundial” hasta los elementos más “íntimos” , como un monográfico sobre sus hábitos, estilo de vida y las más vulgares costumbres diarias como, por ejemplo, si preferían comerse a los humanos “sangrantes” o “muy hechos”.
Por las mismas fechas, un tal
Val Valerian, famoso en el mundillo por una larguísima compilación de textos que, bajo el título Matrix, ofrecían información sobre lo humano y lo divino, incluía alusiones al ambiente reptiliano en el volumen II de su obra.
Unos pocos años antes del boom reptil de los 90, hacia 1987, se daban a conocer los llamados “
documentos de Dulce“. De acuerdo a las historias surgidas a comienzos de los 80, la base militar de Dulce es una instalación secreta subterránea en los límites que separan Colorado y Nuevo México donde extraterrestes y humanos trabajaban conjuntamente. Barkun cuenta en su libro que el primero en hablar de Dulce fue Paul Bennewitz, un hombre de negocios de Albuquerque que en 1979 dijo haber interceptado la señal de comunicaciones de las naves alienígenas que entraban en la base.
Durante los años siguientes, la comunidad ufológica estadounidense tomó cartas en el asunto y, a finales de 1987, se “confirmaron” los rumores sobre experimentos horribles con seres humanos. Luego vendrían historias sobre un asalto de la Delta Force para acabar con las malas artes de los alienígenas, que debían estar liándola parda allí abajo, pero eso no nos incumbe aquí. A lo que viene esta historia es a que los malos de Dulce eran reptiloides.
Si nos vamos un poco más atrás, a 1983, nos encontramos con la aplicación televisiva de la agenda reptiliana: V. En España, sólo nombrar la serie daba miedo… claro que eran otros tiempos.
Extraterrestres humanoides (de apariencia prácticamente humana) llegan a la Tierra desde el cuarto planeta de la estrella Sirio en una flota de 50 enormes platillos voladores que se posan sobre las principales ciudades del mundo. Parecen ser amigables y buscan la ayuda de los seres humanos para obtener ciertos productos químicos que necesitan en su propio planeta. A cambio, prometen compartir su avanzada tecnología con éstos. Los gobiernos del mundo aceptan y los extraterrestres ganan una gran influencia en las más altas esferas de poder del mundo. Sin embargo, rápidamente empiezan a pasar cosas raras.
[...]
El periodista Michael Donovan (Singer) se escabulle dentro de una nave nodriza de los Visitantes y descubre que debajo de su disfraz humanoide, los extraterrestres son reptiles de preferencias carnívoras, con gusto marcado por roedores, aves y, en ocasiones, tarántulas. Cuando Donovan trata de denunciar esta situación, la transmisión es bloqueada y Donovan se convierte en un fugitivo requerido tanto por la policía como por los Visitantes.
Conforme la serie avanza, se revelan las verdaderas intenciones de los Visitantes: robar toda el agua de la Tierra y cosechar a la humanidad como fuente de alimento, dejando sólo unos pocos como esclavos y soldados/”carne de cañón” para las guerras que los visitantes tienen con otras razas extraterrestres.
La estética neonazi de los reptiles no era casualidad:
En el DVD de la miniserie, Johnson revela que Invasión Extraterrestre originalmente fue concebida como un programa acerca de situaciones de la política, relacionado con el ascenso al poder de un movimiento estilo Nazi en los Estados Unidos. NBC no estuvo interesada pero sí buscaba hacer una miniserie de ciencia ficción para aprovechar la explosión publicitaria de la reciente trilogía de la Guerra de las Galaxias, por lo que se le pidió a Johnson que arreglara su guion para incluir extraterrestres.
La historia permaneció como una alegoría al tema nazi, llegando al extremo de que el emblema de los visitantes era sumamente similar a una esvástica, de color rojo en este caso. En el transcurso de la historia, el canal de televisión de la Resistencia emite informes de personas que, superando enemistades, se unen para repeler la ocupación “extranjera”, tal como sucedió con blancos y negros en Sudáfrica (que para las fechas de producción de la serie, todavía estaba bajo el apartheid). Además, se usan referencias directas a ciertos personajes de la historia: Diana, por ejemplo, puede asociarse con el Dr. Josef Mengele.
Y si la pista de los humanoides con forma de reptil y actitudes poco benignas empeñados en someter al homo sapiens es rastreable a través de los oscuros pasadizos de las series B hasta la década de 1940, en 1933 nos topamos con La guerra de las salamandras, del checo
Karel Capek, a quien se atribuye el uso moderno del término “robot”. La novela es una sátira de ciencia ficción que relata el descubrimiento en el océano Pacífico de una una colonia de salamandras inteligentes. Al principio, son esclavizadas, pero pronto los bichos superan el conocimiento humano, se rebelan y organizan una revuelta que termina en una guerra global por el control del mundo.
Nada de lo que aparece en Icke es estrictamente nuevo, pero su éxito quizás radique en haber sabido unir tendencias dispares, previamente consolidadas en sus respectivos ambientes, en una misma línea argumental donde la conspiranoia sociopolítica se abraza a la espiritualidad de corte new age dentro de un marco atractivo que incluya a los amantes del misterio y la ufología:
Ufología: una raza superior “transdimensional” que se alimenta de las energías negativas del ser humano y que necesita, por tanto, someter a la humanidad a un estado permanente de terror.
Conspiración: los objetivos reptilianos son materializados por sus títeres “illuminati”, híbridos humano-reptoides que actúan por medio de sociedades secretas responsables de ejecutar una agenda de guerras y males diversos que se suceden en la Tierra desde hace milenios.
Espiritualidad: Para combatir a este imperio reptil, el amor es la única respuesta, pues es la fuerza unificadora del Cosmos. Es necesario adoptar un estado de ánimo positivo, meditar, buscar la trascendencia del estado actual y fomentar el espíritu del cambio de conciencia que nos impulse hacia la nueva era de Acuario, libres por fin de esa esclavitud milenaria.
La identificación del mal con ciertas formas antropomorfas de animales, especialmente insectos y reptiles, responde a la necesidad de exteriorizar los miedos atávicos de la especie humana. Ese Otro sobre el que tomamos distancia para representar todo lo maligno de la existencia y dejar claro que forma parte de una naturaleza ajena, como si quisiéramos evitar cualquier parecido que nos pudiera hacer pensar que también nosotros podríamos llegar a representar ese mal absoluto, se reconoce como tal por su identificación con aquellos animales que alguna vez supusieron un peligro mortal para el homo sapiens y que hoy siguen causando fobia en multitud de personas.
Los reptilianos representan a una raza con una conciencia espiritual poco evolucionada, y no faltan en la obra de Icke las alusiones al funcionamiento primitivo del cerebro reptil humano para dejar clara cuál es la situación de esas criaturas en el proceso de evolución.
De esta forma, su comportamiento es fácilmente asociado por la audiencia con tendencias fascitas y tiránicas, por un lado, y con el pensamiento tecnocrático y excesivamente racional, por otro. Las primeras son el objetivo a destruir por parte de las teóricos de una conspiración que somete a la humanidad; las segundas, el aspecto a superar para cumplir los requisitos del cambio anunciado por la Nueva Era.
Y aunque parezca contradictorio, el marco de referencia ideológico, por otra parte, también permite atraer a corrientes de la ultraderecha que llevan al extremo la conspiración y la atribuyen a un complot de la raza judía para gobernar el mundo, algo que le ha valido a Icke ser acusado de antisemita, al considerarse que usa el término “reptil” en alusión exclusiva a los judíos.
Sea como sea, se trata de un discurso capaz de reunir a los grupos más dispares gracias a que cada cual encuentra en él lo que quiere o necesita escuchar.
A día de hoy, Icke se ha forjado una “superconspiración” sobre la que sustentar sus discursos, de manera que es completamente autorreferente, pues las fuentes originales se han ido desvaneciendo con el tiempo y apenas cita a otros en su narrativa, en lo que muchos recién llegados acabarán considerando, irremediablemente, un universo propio surgido de cierta voz interior que, según afirma el británico, fue la que le inició y le guió.
Esta superconspiración constituye, en palabras de
Richard Kahn, un mapa cognitivo que sirve de guía a la cultura pop contemporánea siempre y cuando no se tome literalmente. Bajo esta idea, Icke ha extendido el rostro arquetípico del mal y proporcionado a un público popular ciertas herramientas de la narrativa mítica para explicar los procesos sociales, políticos y económicos de la globalización, volcando “viejas leyendas de Sumeria” sobre la sociedad capitalista postmoderna.
En este sentido, Kahn contempla que la hipótesis reptiliana tiene muchos ingredientes de la tradición satírica al estilo de Jonathan Swift, al representar el escenario político y económico mundial como una reunión de lagartos que organizan rituales donde se practica la pedofilia y se realizan sacrificios sangrientos de humanos.
Desde la perspectiva cognitiva, si tales rasgos se toman únicamente como imágenes y no de forma literal, lo cual nos situaría en un marco de paranoia clínica, resultan en una “paranoia benigna” que ejerce de filtro crítico sobre la situación del mundo, y provocan en el individuo un ejercicio reflexivo ante la realidad que le puede alejar de la apatía creativa propia de estos tiempos.
Sin embargo, las intenciones simbólicas y procesos psicoanáliticos no parecen estar entre las prioridades del espectáculo masivo de las conferencias de Icke…
Tras varios años de ataque feroz al sistema y de destape de las fuerzas demoniacas que lo controlan, Icke ha regresado a su punto de partida espiritual, centrándose nuevamente en la divulgación del “amor multidimensional”. Este amor es, por otra parte, una “habilidad” propia del ser humano, pero resulta ajeno a la conciencia reptiliana, como se ha dicho antes. Y aunque son muchas las contradicciones respecto a este asunto y no forma parte de mi intención entrar en ellas, el mensaje más sencillo y que por tanto más se extiende es que deja claro quiénes son “los buenos” y quiénes “los malos”.
Deshumanizar a los líderes globales y situar el mal en criaturas ajenas es un recurso útil en los mitos y leyendas iniciáticas, pero al presentarse como una realidad rotunda y completamente externa pierde su contenido transformativo, dejando poco lugar para la autocrítica y para emprender el necesario ejercicio de reconocimiento de las sombras internas en el espejo que es ese Otro.
Reflexión que permite acabar citando a Carl Sagan quien, en Los dragones del Edén, libro por el que ganó el Pulitzer en 1978, se preguntaba:
¿Es una mera coincidencia que los sonidos onomatopéyicos que el hombre emite para reclamar silencio o llamar la atención tengan extraño parecido con el silbido de los reptiles? ¿Puede pensarse que los dragones llegasen a constituir un gravísimo peligro para nuestros antecesores protohumanos de hace unos cuantos millones de años, y que el terror que suscitaban, junto con las muertes que causaban, impulsaran la evolución del intelecto humano? ¿O debemos considerar, quizá, que la alegoría de la serpiente constituye una referencia a la utilización del componente reptílico agresivo y ritualista de nuestro cerebro en la posterior evolución del neocórtex? Salvo una excepción, el relato del Génesis acerca de la serpiente que tienta al hombre en el jardín del Paraíso es el único caso expuesto en la Biblia en que el ser humano acierta a comprender el lenguaje de los animales. ¿No es posible que el temor a los dragones fuera en realidad temor a una parte de nosotros mismos?
Parte de nosotros mismos… o realidad exterior…
Quién sabe.
Los
primeros planetas pudieron haberse formado hace 8.000 millones de años cuando menos o, extendiendo el margen a su límite, incluso hace 12.000 millones de años.
Cuántas civilizaciones avanzadas nos llevarían miles de millones de años de ventaja…