Las escaleras de peces de la represa de Bonneville permiten a los salmones rosados migrar libremente. Crédito: Jason E. Kaplan/IPS.
PORTLAND, Estados Unidos, 20 mar 2014 (IPS) - Construido en 1909, el criadero de peces de Bonneville es uno de los más antiguos y más grandes de la cuenca del río Columbia, en la costa noroccidental de Estados Unidos, sobre el océano Pacífico.
Anualmente produce alrededor de 11 millones de ejemplares jóvenes de salmón rosado, tres millones de huevos de la variedad coho y 500.000, también jóvenes, de la trucha arcoíris, para varios ríos de la Cuenca. La actividad es parte de un acuerdo amparado en la Ley Mitchell, de 1938.
La norma fue diseñada para mitigar los daños al ecosistema que produjeron numerosos proyectos hidroeléctricos construidos en los años 30 a lo largo de la cuenca del Columbia, para brindar energía barata y ayudar a su navegabilidad.
Ese desarrollo tuvo un alto costo para la antes prolífica pesca de salmón silvestre y de trucha arcoíris, que sumaba 16 millones de unidades anuales y que sostenía a las tribus estadounidenses nativas cuando los peces volvían del océano.
Las cosas parecen mejorar, tras un siglo de constante reducción de las migraciones, con 13 especies en amenaza de extinción de salmones y truchas y con retornos promedio de 600.000.
Se estima que 1,2 millones de especies de salmón rosado cruzaron las escaleras de peces de la represa de Bonneville durante la migración del otoño boreal de 2013.
Caroline Looney-Hunt, del pueblo yakama, lleva 40 años como pescadora de su tribu, desde que empezó a los 12.
“Yo era la única niña que pescaba con mis tres hermanos menores, mi primo y mi padrastro, que era medio indígena”, relató a IPS.
Cuando falleció su padre, a los 35 años, su madre y 10 hermanos sobrevivieron gracias a la pesca en el Columbia. Un tratado con el gobierno de Estados Unidos confiere a las tribus yakama, warm springs, nez perce y umatilla derechos especiales de pesca en ese río.
Las poblaciones originarias han sido fundamentales en el restablecimiento de las migraciones de salmones, según la Comisión de Pesca Intertribal del Río Columbia (CRITFC, por sus siglas en inglés).
Las cuatro tribus, instaladas en los estados de Washington, Idaho y Oregón, han implementado, con la ayuda de biólogos contratados, exitosos programas de cría que restablecieron los bancos de salmones y truchas arcoíris antes desaparecidos.
Stuart Ellis, biólogo de CRITFC, dijo que la Ley Mitchell contempla tres tipos de criaderos.
Los dedicados a la producción tienden a ser los más grandes, como el de Bonneville, y están diseñados para mitigar la pérdida de salmón para la pesca comercial y deportiva y para las tribus.
Por el contrario, los criaderos de restauración buscan rehabilitar las poblaciones extintas y amenazadas de salmón silvestre.
El tercer método combina la restauración con la producción, que es lo que las tribus prefieren.
Sin embargo, algunos critican que los criaderos representan otra amenaza para el salmón silvestre.
Se han presentado demandas contra criaderos instalados sobre el río Elwha de Washington, donde en los últimos tiempos se desmantelaron represas, y contra otros en el río Mckenzie, en Oregon, y el Sandy, en la cuenca del Columbia.
Las demandas citan la Ley de Especies Amenazadas para pedir a los tribunales que cambien el modo como se utilizan los criaderos.
En 2007, el centenario proyecto hidroeléctrico de Bull Run, de 22 megavatios, fue desmantelado para apoyar la restauración del río Sandy, pero la Sociedad de Peces Nativos dice que la cría de salmón en el río Sandy, que suministra Bonneville, deja fuera de competencia a los peces silvestres.
Bill Bakke, director de ciencia y conservación en esa Sociedad, dijo a IPS que las pesquerías gubernamentales de la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica “no tienen una misión de conservación. Producen una enorme cantidad de peces”.
Un fallo del 14 de este mes determinó que las liberaciones de criaderos en el Sandy se redujeran de un millón a casi 500.000 peces, lo que los demandantes consideraron como una victoria parcial.
Mike Matylewich, gerente de pesca en el CRITFC, dijo a IPS que “ese proyecto es de mitigación de pesquerías”, y que “a la Sociedad de Peces Nativos le gustaría ver que los peces desoven en el río… (y la) solución sería clausurar el programa”.
“Los indígenas también quisieran que los peces desovaran en el río. Ellos promueven programas integrados de cría que utilizan peces silvestres como población reproductora para que las características de los animales de criadero sean lo más similares posibles a las de los silvestres”, añadió.
Sara Thompson, encargada de información pública en el CRITC, dijo a IPS que “la tribu nez perce ha tenido mucho éxito con su programa de salmones rosados en el río Snake”, afluente del Columbia.
“Se trata de un programa de complemento diseñado para colocar peces que están en su etapa reproductiva en los sitios de desove. Lograron que 56.000 ejemplares adultos pasaran por encima de la represa de granito”, señaló.
Aunque son caros, estos programas han demostrado tener éxito en la restauración.
“Estos son casos de emergencia y necesarios”, explicó Bakke, sobre los criaderos de restauración de poblaciones extintas de salmones.
“Será menos exitoso en materia de reproducción, pero no tiene opción”, dijo, y contrastó esto con los criaderos más grandes de proyectos administrados por el Estado: “¿Cuáles son sus réditos financieros?”, inquirió.
Por ejemplo, el criadero estatal Entiat, en Washington, es famoso porque una cosecha de salmones rosados cuesta 68.000 dólares por unidad, según una auditoría realizada en 2002.
En 1990 solo se cosechó un salmón rosado de primavera, con lo que el costo de esa variedad alcanzó 800.000 dólares, equivalente al costo anual del programa. Terminó eliminándose, debido a los bajos retornos y a los riesgos para las poblaciones silvestres.
Según Ellis y Matylewich, las cosas han mejorado desde ese informe. Hanford Reach, excentral nuclear convertida en reserva de biodiversidad, se transformó en el mayor sitio de desove del salmón rosado silvestre de otoño en toda la cuenca, y algunos peces de criadero también se han reproducido exitosamente allí.
Ubicada al este de Bonneville, la reserva tiene el segmento más largo del hábitat sin represas a lo largo del Columbia.
“Es sorprendente. Tenemos una población saludable de peces silvestres y ‘de origen natural’”, dijo Paul Hoffarth, del Departamento de Pesca y Biodiversidad de Washington, que maneja el área, en diálogo con IPS.
Mientras, en la reserva de Yakama, Looney-Hunt dijo que la pesca es su único sustento. Aunque ha experimentado muchas penurias, “los últimos tres años fueron bastante bueno”, señaló la mujer, que llegó a procesar 40 cajones de pescado en un solo día.