Camelot fue la capital del reino del rey Arturo, el héroe británico que reinó en el seno de una brillante corte. Allí vivía el rey rodeado de sus Caballeros de la Tabla Redonda: Gawain, Perceval, Lanzarote, Galahad y otros.
Es mencionada por primera vez como sede de la corte de Arturo por el poeta Chrétien de Troyes en la segunda mitad del siglo XII.
Adquirió gran importancia durante el XIII en el romancero francés, y desde entonces fue el lugar donde se situó la famosa Tabla Redonda.
La Camelot de los poetas se encuentra en una tierra inmemorial de bosques encantados y castillos misteriosos, pródigos en maravillas y magia. Allí, Arturo, junto a su compañera, Ginebra, reina a la cabeza de una orden de caballería basada en la de la Francia de principios de la Edad Media. Mientras tanto, los caballeros del rey Arturo parten en pos del Grial, pelean contra monstruos, rescatan a damiselas de las garras de malvados hechiceros, o caen en las redes de encantadoras damas que resultan ser hadas. Se enfrentan a peligros físicos y sobrenaturales, y como principio y fin de todas sus aventuras se erige Camelot, el centro de su universo.
Camelot está en todas partes y en ninguna, no es tanto un lugar histórico como una ciudad idealizada. A partir de la Edad Media se convirtió en símbolo del orden en medio del caos, del estado ideal frente a la anarquía, de la civilización frente a la barbarie. Surgió y desapareció con Arturo: nadie reinó allí antes que él, y algunos autores medievales dicen que tras su muerte, el rey Marcos de Cornualles la destruyó. Pero, al igual que el propio Arturo, es imperecedera.
En el siglo XII, el escritor Geoffrey de Monmouth ofrece la primera descripción real de la corte de Arturo y la sitúa, no en Camelot, sino en Caerleon, al sur de Gales. Caerleon fue sede de una importante fortaleza de legionarios romanos y se enorgullece de poseer el anfiteatro romano tal vez más bello de Gran Bretaña.
En tiempos de Geoffrey aún podían verse las ruinas de las termas y de los sistemas de calefacción central; probablemente eligió esa ciudad como sede de la corte de Arturo simplemente porque la conocía bien y parecía haber sido en otros tiempos lo suficientemente esplendorosa como para ser la ciudad de Arturo.
Geoffrey relata cómo Arturo celebró Pentecostés en Caerleon, en un festejo que duró cuatro días, durante el cual lucía su corona y era asistido por reyes, nobles y obispos súbditos suyos, como un rey normando de tiempos de Geoffrey. Entre los caballeros asistentes se encontraban Bedivere y Kay, y los cuatro días transcurrieron entre torneos y otros entretenimientos.
Caerleon estaba situada sobre el río Usk, que corría a un costado de la ciudad, y que los reyes y princesas que llegasen de allende el mar podían remontar con una flota de navíos. En la orilla opuesta, flanqueada de praderas y frondosos bosques, habían embellecido con regios palacios la ciudad, que con los aguilones de sus tejados, pintados de oro, podía equipararse a Roma. Su relato sobre Caerleon se convirtió en la base de las descripciones de Camelot, siendo que hoy se lo conoce esencialmente a través de ilustradores y cineastas, aunque actualmente se muestre como un castillo con pináculos y estandartes ondeantes como los de la alta Edad Media.
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