“El escritor H. G. Wells construye su máquina del tiempo y viaja al pasado junto a Humphrey Bogart y Groucho Marx, conociendo en su recorrido a Mata Hari, Picasso, Al Capone y descubriendo los tesoros ocultos en la tumba de Tutankamón“. Esta es la historia ficticia de un soñador, el genial H. G. Wells, el primer escritor conocido que se atrevió a hablar de una máquina del tiempo, en su obra “La Máquina del Tiempo”, publicada en 1895, que, según Wells, podría aportar más beneficios a la Humanidad que ningún otro invento. Herbert George Wells nació en 1866 en Bromley, Kent (Inglaterra), y con el paso de los años
se convirtió en un popular autor y filósofo político, especialmente por sus novelas de ciencia-ficción que contienen descripciones proféticas de los triunfos de la tecnología, así como de los horrores de las guerras del siglo XX. En una entrevista, H. G. Wells explicaba los detalles técnicos que le llevaron a la construcción de esa pretendida máquina del tiempo. Su entusiasmo era ya contagioso y ni siquiera esperaba la confirmación de ser creído. “Si ha leído mi novela “La máquina del tiempo” –empezó a explicarse– sabrá que aunque hablo de la cuarta dimensión como un lugar del espacio-tiempo al cual se puede llegar con facilidad, no explico cómo se puede alcanzar, ni menciono detalles técnicos sobre la máquina del tiempo. Simplemente describo el invento como un vehículo dotado de una silla, un panel de mandos sumamente sencillo, una rueda que es el motor que nos mueve en el tiempo y un cristal extraño que se supone aporta la energía necesaria. Pero no explico ningún dato científico, puesto que es pura ficción el hecho de viajar al futuro“. “Entonces – preguntó el entrevistador -, ¿cuál es la diferencia con la máquina que ahora pretende haber construido?”. “Es que se trata de viajar al pasado – respondió Wells -, a un lugar que ya existió y cuya presencia física circula por algún lugar del universo.
El futuro no está escrito, eso es cierto, o posiblemente lo esté, pero el pasado está perfectamente descrito y sobre los acontecimientos acaecidos unos pocos años atrás disponemos de fotografías y grabaciones. Simplemente mirando una fotografía estamos ya realizando un viaje visual al pasado”. “Pero faltaría el elemento físico – volvió a preguntar el entrevistador -, aquel que nos permitiría llegar de nuevo a esa época“. “Piense por un momento en lo que es una fotografía – respondió Wells -: un instante del pasado que ha quedado detenido para siempre. Desde el momento en que se impresionó esa fotografía comenzó ya el futuro, pero ya hemos conseguido detener por un segundo ese instante, lo que ahora consideramos el pasado. Cuando empecé a pensar sobre cuál sería el modo de poder entrar a formar parte de ese elemento visual real se me ocurrió una idea descabellada, bueno, entonces la consideré así, pero que me llevaba a un paso ya del viaje en el tiempo“.
Según Nexus Magazine: “El doctor Nikola Tesla era considerado como una de las personas más conocidas de la Tierra. Hoy día ha desaparecido de nuestros libros científicos y de los libros de texto. ¿Qué es lo que descubrió, y por lo que cayó en el olvido?”. El Servicio de Información y Noticias Científicas (SINC), agencia pública especializada en información sobre ciencia, tecnología e innovación en español, explicó que fueron desclasificados unos archivos pertenecientes a Nikola Tesla. Fueron encontrados en la habitación 3327 del hotel New Yorker, después de la muerte de Nikola Tesla el 7 de enero de 1943. El contenido de este material ha sorprendido a los expertos. Asimismo ha sorprendido que parte de dicha información estuviese en una misteriosa cinta VHS, especialmente si tenemos en cuenta que las cintas VHS no se inventaron hasta la década de 1970, unos 30 años después de la muerte de Tesla. VHS, siglas de Video Home System fue un popular sistema doméstico de grabación y reproducción analógica de video en un sistema de cinta magnética, que fue el sistema más utilizado y popular desde su aparición hasta la década de 1990, a fines del siglo XX, en que fue sustituido por la aparición del DVD. Nikola Tesla fue uno de los más grandes genios de finales del XIX y la primera mitad del siglo XX. Gran parte de la tecnología que conocemos ha sido posible gracias a este increíble inventor. Según Margaret Cheney, en su libro Tesla Man Out of Time: “Hoy pocos recuerdan a Nikola Tesla, pero gracias a él escuchamos la radio y se enciende la bombilla cuando pulsamos un interruptor. Fue el inventor de la corriente alterna, y además el padre de tecnologías visionarias en su época como la robótica, la informática o las armas teledirigidas. Tesla trabajó para Edison, con el que acabó enfrentado en la “guerra de las corrientes” (alterna contra continua), y disfrutó del mecenazgo de prohombres como Westinghouse o J. P. Morgan, que crearon sus imperios gracias en parte a los descubrimientos de Tesla. Nikola Tesla es el paradigma del inventor genial, pero negado para la vida práctica, lleno de manías, compulsiones y fobias. Y su vida es la historia de un fogonazo de luz que sigue brillando, con el homenaje de quienes le reconocen como “el padre de la tecnología moderna”. En 1943, la Corte Suprema de los Estados Unidos lo acreditó como el inventor de la radio, aunque aún se atribuye a Marconi en multitud de libros y enciclopedias“.
Todas sus aserciones científicas contaban con el respaldo de experimentos que el mismo Tesla había realizado. Todos los artilugios que presentaba eran nuevos, diseñados por él y, por lo general, fabricados en su propio taller. Y muy pocas veces repetía un experimento en una charla. En cuanto a la inapropiada terminología científica de su tiempo, hay que aclarar que la leve descarga de electricidad en el interior de un tubo en el que se había hecho el vacío, lo que él describía como una pincelada, no era sino un haz de electrones y de moléculas de gas ionizadas. Jamás se le habría ocurrido decir algo como “y ahora paso a describirles el ciclotrón“, porque aún no se había acuñado el término. Pero, según los entendidos, a partir de las palabras y experimentos con que las acompañaba, bien podría pensarse que se refería a un antepasado del acelerador de partículas. Tampoco hablaba de “microscopios electrónicos, rayos cósmicos, radio de tubos de vacío o rayos X”. Cuando describía una de esas lámparas de vacío que en el futuro se considerarían como precursoras del audión, en lugar de radio, se hablaba de receptores de radiofonía, una técnica aún recién nacida. Cuando comentaba las embarulladas imágenes de placas fotográficas que había obtenido en el laboratorio, o se refería a la luz visible, o invisible, ni siquiera Roentgen sabía qué eran los rayos X y cuál habría de ser su utilidad. Y cuando Tesla consiguió una llama que, según sus propias palabras, “ardía sin combustible y no provocaba reacciones químicas“, probablemente estaba presentando un antecedente de lo que hoy conocemos como física del plasma. “Presento un nuevo enfoque para fenómenos que, hasta el momento, considerábamos como maravillosos y carentes de explicación“, aseguraría en el American Institute of American Engineers. Tesla hablaba de la misteriosa fascinación de la electricidad y el magnetismo, que “con su comportamiento en apariencia dual, único entre las fuerzas de la naturaleza con sus fenómenos de atracción, repulsión y rotación, parecen ignotas manifestaciones de agentes misteriosos“, que estimulan y avivan nuestras ansias de saber. Andrew Basiago, ex voluntario de un supuesto proyecto secreto de viajes por el tiempo, afirma haber viajado en más de una ocasión a Marte, que ya estaba habitado por seres humanos. Aunque a muchos les puede sonar a ciencia-ficción, Basiago relata que su padre fue un científico de la CIA, y como tal, tenía acceso a una serie de proyectos secretos del Ministerio de Defensa norteamericano. En 1967, a la temprana edad de seis años, fue conducido por su padre hasta el edificio 68 en el viejo complejo de la compañía aeronáutica Curtiss-Wright, en Woodbridge, Nueva Jersey.
Allí Basiago fue reclutado para realizar viajes a través del tiempo y el espacio en un proyecto llamado “Pegaso”. Según él, en dicha iniciativa se utilizaba niños psíquicos, básicamente porque eran mejores que los adultos para adaptarse a las consecuencias psicológicas de los viajes espacio-temporales. En los entrenamientos se utilizaban aparatos llamados “cronovisores” donde veían imágenes holográficas tanto del pasado como del futuro de distintas líneas de tiempo. Según este sorprendente relato, los hacían viajar a diferentes bases secretas subterráneas usando la teletransportación, cuya ciencia se basa en los estudios hechos por Nikola Tesla, quien habría confeccionado un aparato que extrae la energía radiante del continuo espacio-tiempo. La energía radiante, según afirmó Tesla, es la que predomina en el Universo. De acuerdo a Andrew Basiago, el fin de los viajes en el tiempo era recuperar objetos del pasado y del futuro que permitían utilizar importantes conocimientos. De los propios escritos de Tesla podemos observar que tenía una capacidad mental única, que pocos de sus congéneres humanos han podido alguna vez alcanzar. No es de extrañarse que cuando Tesla fue enfrentado con un acontecimiento tan estremecedor como la revelación que los humanos podrían no estar solos en el universo, él lo afrontó. La manera atípica en que enfrentaba y trataba con lo desconocido ha conducido a algunos a especular que su verdadero origen puede haberse originado más allá de este planeta. Esta sugerencia no es nueva. De hecho, Tesla una vez le confió a uno de sus asistentes personales que a menudo sentía como si fuese un extraño en este mundo. Formalmente, Tesla era de una familia de origen serbio. Nacido en la aldea de Smilian, Lika (Austria-Hungría), en lo que es ahora Croacia. El padre de Tesla era un sacerdote ortodoxo; su madre no era letrada pero altamente inteligente. Soñador y con un toque poético, al madurar, Tesla agregó a estas cualidades tempranas aquellas de la auto-disciplina y un afán por la precisión. Margaret Cheney, en su libro Tesla: Man out of time (1981), observó que Tesla, cuando niño, comenzó a hacer inventos originales. Cuando tenía cinco años construyó una pequeña rueda de agua, bastante diferentes de las que había visto en el campo. Era lisa, sin paletas, sin embargo giraba uniformemente en la corriente. Años más tarde habría de recordar este hecho cuando estaba diseñando su turbina. Algunos de sus otros experimentos fueron menos exitosos. Una vez estaba subido en el techo de la azotea, agarrando el paraguas de la familia e hiper ventilándose en la fresca brisa de la montaña, hasta que su cuerpo se sintió ligero, y el mareo en su cabeza lo convenció de que podía volar. Pero se cayó y quedo inconsciente. Más tarde Tesla escribiría que este incidente fue el catalizador para sus inusuales visiones.
Isaac Newton había imaginado un tiempo universal sobre el que todos los observadores estaban de acuerdo y por el cual el tictac de un reloj en movimiento era igual de rápido que el de uno estacionario. Imaginemos el jefe de un comando que reúne a todos los miembros del grupo y dice algo así como: «Sincronicemos nuestros relojes. En este momento son las 10:15». Todos ajustan sus relojes exactamente a las 10:15 y, a continuación, se separan, confiando en la idea newtoniana de que, aunque cada miembro del comando recorra un camino muy diferente y a una velocidad distinta, todos alcanzarán el objetivo al mismo tiempo. Sin embargo, si uno de ellos viajara en una nave espacial a una velocidad cercana a la de la luz, la misión peligraría. Los relojes de una nave que se mueva respecto a nosotros a gran velocidad no pueden ser sincronizados con los nuestros. Según Einstein, el tiempo universal no existe. El tiempo es distinto para cada observador. Este principio abre la puerta a los viajes en el tiempo. Uno de los primeros teoremas de Einstein derivados de sus dos postulados viene a decir que si un astronauta nos rebasara a gran velocidad, veríamos que sus relojes avanzan más despacio que los nuestros. El astronauta podría usar los latidos de su corazón como una especie de reloj. Sus espejos en paralelo, con un rayo de luz rebotando entre ellos, y su corazón son simplemente dos relojes en reposo el uno respecto al otro, por lo que existirá una relación fija entre sus respectivos ritmos. Cuando observamos que el astronauta se desplaza respecto a nosotros al 80% de la velocidad de la luz, no sólo vemos que su reloj de luz hace tres tics por cada cinco del nuestro, sino que su corazón late también más despacio en la misma proporción; razón por la cual envejecerá más lentamente que nosotros. Cuando hayamos envejecido cinco años, veremos que él sólo habrá envejecido tres. Los relojes biológicos y los relojes de luz necesariamente atrasan del mismo modo. En caso contrario, el astronauta podría deducir que es él quien se está moviendo, lo cual violaría el primer postulado antes mencionado. Estos efectos se hacen más espectaculares a medida que la velocidad del astronauta se aproxima a la de la luz. Si el astronauta pasa junto a nosotros al 99,995% de la velocidad de la luz, observaremos que su reloj marcha cien veces más despacio. Cuando hayan transcurrido mil años en la Tierra, quienes desde ella observen al astronauta verán que ¡sólo ha envejecido diez! El viaje al futuro es posible por el hecho de que los observadores que se mueven unos respecto a otros tienen percepciones distintas del tiempo. Estos observadores pueden disentir incluso sobre la simultaneidad de los sucesos; un fenómeno que desempeñará un importante papel a la hora de entender cómo podría materializarse un viaje al pasado.
Es fascinante la idea de que tal vez ya existan viajeros del tiempo moviéndose entre nosotros. Estos viajeros rehusarían manifestarse públicamente y actuarían como auténticos turistas temporales u observadores, sin, aparentemente, mayor injerencia en los asuntos de la humanidad actual. Pero esta hipótesis sería completamente indemostrable. Se ha alegado, también, que ciertos individuos podrían ser viajeros temporales más o menos ocultos, mencionándose entre ellos a notables inventores o literatos. No obstante ninguna de las pruebas aducidas resulta convincente. Según el supuesto viajero del tiempo, John Titor, “Rusia y Estados Unidos se enfrentarán en una nueva guerra mundial. China y la Unión Europea quedarán destruidas“. En el siglo XXI han aparecido dos personajes que dicen explícitamente proceder del futuro. Uno de ellos se autodenominó John Titor y dijo que era un soldado norteamericano de 38 años de edad con la misión de viajar al año 1975 desde el año 2036. El objetivo era recoger y llevarse al año 2036 una computadora IBM 5100. El artefacto era necesario, dijo, ya que ayudaría a solucionar un llamado Efecto 2038, un problema similar al conocido como Efecto 2000,problema informático debido al cambio de siglo. Una vez que consiguió una computadora IBM 5100, Titor realizó una parada temporal en el año 2000 por un motivo personal no especificado. No obstante todo este tema parece poco creíble. Entre sus predicciones, que van del año 2000 al 2037, citó una Guerra Civil en Estados Unidos en el 2004, durante las elecciones presidenciales, que terminarían por dividir el país en 5 territorios distintos. Al finalizar esta guerra interna, se desataría una Tercera Guerra Mundial entre Rusia y Estados Unidos con armamento nuclear, y que terminaría con el fin de la Unión Europea y China. Todo ello, en las fechas predichas, no se ha producido. John Titor es el nombre usado en varios foros de discusión temáticos en Internet durante los años 2000 y 2001 por un usuario que decía ser un viajero del tiempo del año 2036. En estos mensajes hizo numerosas predicciones, algunas vagas y otras muy detalladas, acerca de eventos en un futuro próximo. Pero, inexplicablemente, no pronosticó los atentados del 11 de septiembre de 2001. Sin embargo, pronosticó otros acontecimientos del año 2004. No obstante estos hechos parecen no haber tenido lugar, ya que describe un futuro con cambios drásticos en el que Estados Unidos se habría dividido en cinco regiones más pequeñas, en que el medio ambiente y las infraestructuras habrían sido devastadas por un ataque nuclear, y en que la mayoría de las otras potencias mundiales habrían sido destruidas.
John Richard Gott (1947) es profesor de astrofísica en la Universidad de Princeton. Se licenció en Matemáticas por la Universidad de Harvard y obtuvo el doctorado en Física por la de Princeton. Ha impartido cursos en el California Institute of Technology y en la Universidad de Cambridge. Ha recibido elPresident´s Award por su labor docente en Princeton, y ha publicado numerosos trabajos de investigación en revistas como Scientific American, New Scientist y American Scientist. Gott es un importante cosmólogo, conocido por sus trabajos respecto al Argumento del juicio final (Doomsday Argument), la naturaleza del tiempo y la posibilidad de viajar en él. Sobre este tema ha escrito el libroLos viajes en el tiempo y el universo de Einstein, que he utilizado como base para la parte científica del artículo. El físico y divulgador Paul Davies menciona a Gott en su libro Cómo construir una máquina del tiempo, por su propuesta de usar cuerdas cósmicas para crear una máquina del tiempo. La máquina de Gott dependería de la tensión antigravitacional en las hipotéticas cuerdas, tensión capaz de deformar el espacio-tiempo, sin atraer objetos cercanos. El viajero seguiría un rumbo muy preciso y rápido alrededor de ellas, encontrando al final que había vuelto atrás en el tiempo. Gott propone también un “espejo temporal“, un dispositivo para viajar en el tiempo basado en el principio de la demora. Al observar las estrellas en el cielo, vemos en realidad el pasado de las mismas. El dispositivo estaría situado en la proximidad de un agujero negro que se hallase ubicado a algunos cientos de años luz de la Tierra. Dicho dispositivo actuaría como un colector de luz que recogería y reflejaría los rayos de luz deformados y curvados por la poderosa atracción gravitacional del agujero negro. El colector mostraría entonces el pasado según apareciera en las imágenes antiguas de la Tierra captadas de esta forma. Dado que Gott opina que el viaje en el tiempo no puede ser excluido apoyándose en los principios de la Cosmología, ha propuesto la posibilidad de que el universo se haya creado a partir de sí mismo. El universo podría tener una geometría que le permitiera retroceder en el tiempo y crearse a sí mismo. El universo podría ser su propia madre. La parte científica del artículo probablemente parecerá algo compleja a muchos de los lectores. Pero tratar sobre un hipotético viaje en el tiempo no es cualquier cosa.
Esta controvertida idea fue publicada con su colaborador Li-Xin Lin, y descrita por Gott basándose en la hipótesis de “un universo inflacionario, el cual podría generar brotes de nuevos universos de manera similar a las ramas que surgen del tronco de un árbol“. Gott supone que, en este caso, una cualquiera de las ramas podría curvarse hacia atrás en un bucle, como la pescadilla que se muerde la cola, convirtiéndose en su propio origen. En su libro Los viajes en el tiempo y el universo de Einstein, Gott argumenta que viajar al pasado es perfectamente posible, aunque sólo a un momento posterior al de la construcción del artilugio, y sólo, igualmente, durante el periodo de existencia del mismo. El tránsito tampoco podría efectuarse comprometiendo la propia línea de universo del viajero temporal, dado que Gott invoca la interpretación cuántica de los universos paralelos, a fin de evitar que se plantee la paradoja del abuelo. El libro sostiene como más probable el viaje al futuro. Sin embargo, el autor no excluye que futuras investigaciones hagan verosímil igualmente el viaje al pasado. La primera idea de Gott sobre su “método de Copérnico” aplicado a procesos históricos, data de 1969, año en que, en un viaje a Alemania, hallándose frente al Muro de Berlín, se preguntó cuánto tiempo permanecería éste en pie. Poco familiarizado con los análisis de la futurología geopolítica, pensó que al caso le era aplicable el principio Copernicano también conocido como principio de mediocridad. De este modo, sostuvo que existía un 75% de probabilidades de que estuviese contemplando el muro después del primer cuarto de la existencia del mismo. Basado en la edad del Muro en dicha fecha (8 años, en 1969), Gott calculó, con el 50 % de fiabilidad, que el Muro no se sostendría en pie en 1993. Curiosamente es sabido que el Muro fue derribado en 1989. En 1993 Gott aplicó el principio Copernicano para estimar la probable duración de la raza humana. Su artículo en la revista Nature fue el primero en aplicar dicho principio a la supervivencia de la Humanidad. Su predicción original concede un 95% de probabilidades a que perdurará entre 5.100 y 7,8 millones de años. Gott ha defendido su principio de mediocridad contra distintas críticas de índole filosófica, y el debate, como el que sostiene acerca de la hipótesis de la curva cerrada de tipo tiempo, aún se mantiene. A fin de popularizar su principio copernicano, Gott realizó en la revista The New Yorker unas predicciones acerca del tiempo que permanecerían en cartel 44 producciones teatrales que se estaban representando en Nueva York en aquel momento. Resultó correcto en el 95% de sus previsiones. Gott ha recibido el President’s Award for Distinguished Teaching, en reconocimiento a su trabajo en la National Westinghouse and Intel Science Talent Search, una competición para estudiantes de ciencias de instituto. Gott es un promotor activo de la ciencia en esos niveles educativos. Por otra parte, los estudiantes de Princeton le han votado como el profesor más sobresaliente en varias ocasiones.
Supongamos que alguien, por ejemplo Juana Pérez, tiene una máquina del tiempo. La utiliza para viajar hasta el año 1934, y visita a su abuelo, que todavía era soltero. Juana le convence de que era, o sería, su nieta, contándole secretos de familia que él aún no había explicado a nadie. El hombre se queda asombrado. Pero lo peor vino después, cuando comentó a su pretendida, la futura abuela, que acababa de conocer a la nieta de ambos. A ella le pareció que no debía de estar en sus cabales. A raíz de esta conversación no se casaron y nunca tuvieron la hija que habría sido la madre de Juana. Pero entonces, ¿cómo es posible que Juana esté delante de su supuesto abuelo contándole su aventura. Si su madre no nació, ¿cómo pudo nacer ella? Lo que en realidad hay que preguntarse es, sí cuando Juana retrocede a 1934, ¿puede abortar el noviazgo de los abuelos o no? Se responda lo que se responda, habrá problemas de coherencia. Si Juana puede impedir su propio nacimiento, se da una contradicción. Si no, su incapacidad va contra el sentido común, pues ¿qué le obstaría hacer lo que quisiera? Se suele creer que semejantes situaciones, que es una versión incruenta de la clásica “paradoja del abuelo“, donde éste es asesinado por su nieto, que ha remontado el tiempo para hacerlo, descartarían que pueda haber viajes por el tiempo. Mas, por sorprendente que parezca, las leyes de la física no lo impiden. Otra paradoja bastante extendida es la analizada por Michael Dummett, destacado filósofo británico, de Oxford. Un crítico de arte viene del futuro para visitar a un pintor del siglo veinte, a quien en la época de aquél se tiene por artista reputado. Pero observa que la obra realizada hasta estas alturas del XX es mediocre y deduce que aún están por pintar los inspirados cuadros que impresionarán a las generaciones venideras. Le enseña un libro donde están reproducidos. El pintor se las apaña para guardárselo, y el crítico ha de partir. El pintor se dedica entonces a copiar las reproducciones en lienzo, con la fidelidad más escrupulosa. Y así: las reproducciones existen porque han sido sacadas de los cuadros, y los cuadros existen porque han sido sacados de las reproducciones. No hay detrás del relato contradicción alguna, pero sí un profundo error. Se nos pide que creamos que puede haber pinturas sin que alguien las crease. Estas objeciones han convencido a los físicos, quienes han venido formulando un principio cronológico que impediría los viajes a través del tiempo. El viaje unidireccional hacia el futuro no plantea problemas de esa índole.
La teoría especial de la relatividad predice que, con aceleración suficiente, unos astronautas podrían abandonar la Tierra y regresar pasados unos decenios, sin que hubiesen envejecido más que un año o dos. Hay que distinguir las predicciones de este tipo, que se limitan a provocar nuestra perplejidad, de los procesos que violen las leyes físicas o contradigan principios filosóficos. ¿Por qué los viajes al pasado no contradecirían ningún principio? Si el hombre puede ascender en un globo en contra de la gravedad, ¿por qué no esperar que sea capaz de detener o acelerar su viaje a través de la dimensión tiempo o, incluso, viajar en sentido contrario? Ninguna propuesta de la ciencia-ficción ha fascinado tanto al ser humano como la de los viajes en el tiempo. ¿Qué haríamos si dispusiéramos de una máquina del tiempo? Podríamos ir al futuro y hacer un recorrido turístico por el siglo XXX y volver al presente con un remedio para el cáncer. Podríamos regresar al pasado y rescatar a un ser querido, o asesinar a Hitler y evitar la segunda guerra mundial, o comprar un pasaje para el Titanic y advertir a tiempo al capitán sobre los icebergs. Pero ¿y si el capitán ignorase nuestro aviso, al igual que ignoró muchos otros, y el transatlántico se hundiera a pesar de todo? En otras palabras, ¿el viaje en el tiempo permite cambiar el pasado? La noción de viaje al pasado implica algunas paradojas. ¿Qué pasaría si en un viaje al pasado matáramos accidentalmente a nuestra abuela antes de que ésta diera a luz a nuestra madre? Aunque fuera imposible alterar el pasado, viajar hasta él seguiría resultando atractivo. Aunque no pudiéramos cambiar el curso conocido de la historia, podríamos participar en él. Por ejemplo, sería posible retroceder en el tiempo y ayudar a los aliados a ganar una batalla en la segunda guerra mundial. Incluso podría ocurrir que el curso de la batalla estuviera determinado por la presencia de esos turistas procedentes del futuro. De hecho, hay quien afirma que ciertos personajes históricos muy adelantados a su época, como Leonardo da Vinci, Julio Verne o Nikola Tesla han sido viajeros del tiempo. Si nos decidiéramos a viajar en el tiempo, sería posible coincidir con figuras de la talla de Enoc, Jesús o Napoleón. Podríamos asistir a la construcción de las Pirámides o a la época de los dinosaurios. Las posibilidades serían infinitas. Al parecer podemos movemos a voluntad en cualquier dirección del espacio. Pero en la dimensión tiempo somos como remeros indefensos a merced de una poderosa corriente que nos empuja hacia el futuro. A uno le gustaría a veces remar hacia delante e investigar las riberas del futuro o, quizá, dar media vuelta y bogar contracorriente para visitar el pasado. La esperanza de que algún día dispongamos de esa libertad se ve alentada por el hecho de que muchas cosas que antiguamente se consideraban imposibles son reales hoy día.
Cuando Wells escribió La máquina del tiempo, en 1895, mucha gente pensaba que no era posible que existieran artefactos voladores más pesados que el aire. Los hermanos Wright demostraron que muchos escépticos estaban equivocados. Luego otros dijeron que nunca se superaría la barrera del sonido. Y fue Chuck Yeager quien demostró de nuevo que lo que parecía imposible no lo era. Los viajes a la Luna pertenecían al reino de la fantasía, hasta que el programa Apolo los materializó. ¿Podría ocurrir algo similar con los viajes en el tiempo? Actualmente, el tema de los viajes en el tiempo ha saltado de las páginas de la ciencia-ficción a las de las revistas científicas, a medida que los físicos exploran si las leyes físicas los permitirían. E, incluso, si con los viajes en el tiempo se hallaría la clave de cuál fue el origen del cosmos. En el universo de Newton, el viaje a través del tiempo era inconcebible. Sin embargo, en el de Einstein se ha convertido en una posibilidad real. El viaje hacia el futuro se sabe ya que es posible y ahora los físicos investigan también el viaje al pasado. La idea del viaje en el tiempo cobró relevancia gracias a la maravillosa novela de Wells, cuyo aspecto más notable consiste en tratar al tiempo como una cuarta dimensión, por lo que se anticipó en diez años al concepto acuñado por Einstein. La novela comienza cuando el viajero del tiempo invita a sus amigos a examinar su nuevo invento: una máquina del tiempo. El viajero les explica la idea de esta manera: «Como todos ustedes saben, una línea matemática, una línea de grosor nulo, no tiene existencia real. Lo mismo ocurre con un plano matemático. Ambas cosas son meramente abstracciones. Del mismo modo, un cubo, que consta sólo de largo, ancho y alto, tampoco tiene existencia real. Es obvio que cualquier objeto real ha de extenderse en cuatro direcciones; debe tener longitud, altura, anchura y duración. Existen en realidad cuatro dimensiones: las tres espaciales y una cuarta, el tiempo. Tendemos a establecer una diferencia artificial entre las tres primeras y la última, debido a que nuestra consciencia se mueve, de forma intermitente, a lo largo de esa cuarta dimensión, desde el principio al fin de nuestras vidas». El viajero muestra entonces a sus amigos un modelo a escala de su invento. Se trata de una estructura metálica con piezas de cuarzo y marfil. Una palanca sirve pan impulsarla hacia el futuro y otra para invertir el sentido del viaje. Invita a uno de los presentes a empujar la palanca del futuro y el artefacto desaparece instantáneamente. ¿Adónde ha ido a parar? No se ha movido en el espacio, simplemente ha pasado a otro tiempo, según explica el viajero. Sus amigos no terminan de creerle.
A continuación, el viajero del tiempo lleva a sus amigos al laboratorio que tiene instalado en su casa y les presenta un modelo a tamaño real, casi acabado. Una semana más tarde, una vez terminada la máquina, sube a bordo de ella y emprende una singular expedición al futuro. Para empezar, empuja suavemente la palanca del futuro. Luego aprieta la que hace de freno y echa un vistazo al laboratorio. Todo está igual. Entonces observa el reloj: «Hace un momento, marcaba las diez y un minuto, más o menos, y ahora señala ¡las tres y media!». Vuelve a accionar la palanca otra vez y contempla a su ama de llaves moviéndose a toda velocidad a través de la habitación. Entonces, empuja más a fondo la palanca. «Se hizo de noche como si hubieran apagado la luz y un momento después ya era un nuevo día. Desde ese momento, los días y las noches se sucedieron como el batir de un ala oscura. Después, a medida que iba ganando velocidad, las noches y los días se fundieron en una continua penumbra. Vi entonces enormes edificios alzarse majestuosamente y luego desaparecer como si fueran un sueño». En un momento dado, el viajero detiene la máquina. El dial indica que ha llegado al lejanísimo año 802.701. ¿Qué es lo que encuentra? La especie humana se ha dividido en dos razas. Una, embrutecida y vil, que vive bajo tierra -los Morlocks-, y otra, infantil y apacible, que habita en la superficie -los Eloi-. Entre los últimos, el viajero encuentra una encantadora joven, llamada Weena, con la que entabla amistad. Así descubre, horrorizado, que los trogloditas de las profundidades crían y recogen las criaturas de arriba como si fueran ganado, para comérselas. Para empeorar las cosas, los Morlocks consiguen robarle la máquina del tiempo. Cuando la recupera, salta a bordo y, para escapar, acciona al máximo la palanca del futuro. Cuando finalmente consigue controlar la máquina, se encuentra en un futuro lejano. Los mamíferos se han extinguido y en la Tierra sólo quedan mariposas y una especie de cangrejos. Más adelante llega a explorar hasta treinta millones de años hacia el futuro, donde contempla un Sol rojo y moribundo y una vegetación del tipo de los líquenes. La única vida animal visible es una criatura con forma de globo dotada de tentáculos. El viajero regresa entonces a su época, junto a sus amigos. Como prueba de la aventura, muestra unas flores que Weena le había entregado, de una clase desconocida para quienes le rodean. Tras narrar sus peripecias, el viajero parte de nuevo en su máquina del tiempo y ya no retorna más. Uno de sus amigos se pregunta adónde habrá ido. ¿Regresaría al futuro o se hallaría, por el contrario, en alguna era prehistórica?
Cabe resaltar que durante la supuesta crisis nuclear, que acontecería antes del actual año 2015, según la mención de Titor, Estados Unidos estaría gobernado, según sus palabras, por un «presidente de color», que cuadraría con Barack Obama. Titor sugirió que los ovnis y los visitantes extraterrestres podían ser viajeros en el tiempo provenientes de un futuro distante, que poseían máquinas superiores a la que él tenía. Titor describió su máquina del tiempo en muchas ocasiones. En sus primeros mensajes la describe como «una unidad de desplazamiento temporal de masa estacionaria, movida por dos singularidades positivas giratorias», diciendo que contenía: “Unidad de desplazamiento temporal; dos contenedores magnéticos para las micro singularidades duales; un distribuidor de inyección de electrones para alterar la masa y la gravedad de las micro singularidades; un enfriador y un sistema de ventilación de rayos X; sensores de gravedad o un candado de gravedad variable; cuatro relojes principales de cesio; tres computadoras principales“. De acuerdo a sus mensajes, éste aparato fue instalado en la parte de atrás de un Chevrolet Corvette modelo 1977 y después fue movido a un vehículo de doble tracción modelo 1987. Más adelante dijo que «el modelo de Física-Cuántica de Everett-Wheeler» era el correcto. Este modelo, mejor conocido como el de la interpretación de muchos mundos, postula que cualquier posible resultado de una decisión cuántica realmente ocurre en un «universo separado». Titor también afirmó que es por eso que la paradoja del abuelo no debería de ocurrir. Siguiendo la lógica del argumento, Titor podría matar a un abuelo diferente en una línea de tiempo diferente a la de él: «… la paradoja del abuelo es imposible. De hecho, todas las paradojas son imposibles. La teoría de Everett-Wheeler-Graham de los múltiples mundos es la correcta. Todos los estados posibles del quanta, eventos, posibilidades y resultados son reales, eventuales y están ocurriendo. Las oportunidades de que todo ocurra en cualquier lugar en algún momento en el multiverso es del 100%». De acuerdo con John Titor, en el año 2015, el año en curso, empezaría la Tercera Guerra Mundial: «En el 2015 Rusia lanza un ataque nuclear contra las grandes ciudades de Estados Unidos, China y Europa. Los Estados Unidos contraatacaron. Las ciudades de Estados Unidos quedaron destruidas junto con el Imperio Americano. La Unión Europea y China fueron destruidas». Titor se refiere a esta guerra nuclear como el «Día N». Washington D.C. y Jacksonville, Florida, fueron específicamente mencionados como blancos. Después de la guerra, Omaha, en Nebraska, resultó ser la nueva capital.
Titor da vagas referencias acerca de las motivaciones exactas y las causas de la Tercera Guerra Mundial. En este punto él dice que fue caracterizada por «problemas fronterizos y de superpoblación», pero también apunta a los conflictos presentes entre los árabes y los judíos como los desencadenadores de la Tercera Guerra Mundial. Según Titor, basándose en la teoría de múltiples mundos paralelos que coexisten a la vez, un cambio en uno de ellos no afectará a los otros. Por ello, los pronósticos de Titor sucederían en otro mundo paralelo. Según Titor: “La verdadera disrupción de los eventos mundiales empezó con la desestabilización de Oriente como resultado de la degradación de la política externa consistentemente… La población judía de Israel no estaba preparada para una verdadera guerra ofensiva. Ellos estaban preparados para la última defensa. Al pedir ayuda a Occidente para Israel, fue lo que hizo que sus vecinos tuvieran confianza para atacar. El último recurso defensivo de Israel y sus ofensivos vecinos árabes fue el uso de armas de destrucción masiva. En el gran esquema de las cosas, la guerra del Medio Oriente es parte de lo que viene, no la causa. Después se crea una plaga en el año 2030 conocida como el nuevo sida que tiene resultados catastróficos matando a la mayoría de la población humana“. Sus mensajes fueron recibidos con escepticismo, pero fue imposible probar de antemano que no podrían pasar. Debido a que Titor disu supuesto viaje fue desde un universo paralelo y que las cosas podrían ocurrir de diferente manera a como las predijo, por lo que resulta imposible verificar su veracidad. Titor no predijo los atentados a las Torres Gemelas y al Pentágono el 11 de setiembre de 2001, tal vez porque no sucedieron en su mundo o porque en realidad no tenía ni idea del futuro. Algunos comentarios han apuntado a las sorprendentes similitudes entre la historia de Titor y la novela apocalíptica y de ciencia ficción de Pat Frank Alas, Babylon, publicada en 1959, en la que se basó la serie de televisión del mismo nombre. Tiene lugar en un pequeño pueblo de Florida justo antes y después de una guerra nuclear y describe la lucha por sobrevivir después de la hecatombe.
En su libro El Regreso de la Paloma, Margaret Strom afirma que Tesla no era un hombre terrestre. En la página 71 de su libro dice que un niño varón nació a bordo de una nave espacial que estaba en un vuelo desde Venus a la Tierra en julio de 1856. El pequeño fue llamado Nikola. La nave aterrizó a medianoche, entre el 9 y el 10 de julio, en una remota provincia en las montañas, en lo que es ahora Croacia. Allí el niño fue entregado al cuidado de un buen hombre y su esposa, el Reverendo Milutin y Djouka Tesla. Supuestamente esta información efue proporcionada a Arthur H. Matthews, en Quebec, Canadá, el año 1947. Arthur H. Matthews era un ingeniero eléctrico, quien desde su niñez estuvo muy próximo a Tesla. Matthews afirmó que Tesla le confió muchas tareas, incluyendo el dispositivo de Tesla para las comunicaciones interplanetarias, que creó en 1901, con el objetivo de comunicarse con el planeta Marte. Tesla ha sugerido que podía transmitir grandes cantidades de energía a distancias de miles de millas: “Puedo fácilmente tender un puente sobre el golfo que nos separa de Marte, y enviar un mensaje casi tan fácilmente como a Chicago”. En 1899, Nikola Tesla, con la ayuda de su soporte financiero, J.P. Morgan, instaló en Colorado Springs un laboratorio experimental conteniendo equipo de transmisión de radio de alto voltaje. El laboratorio tenía una torre de 200 pies para transmisión y recepción de ondas de radio y el mejor equipo de recepción disponible en ese tiempo. Una noche, cuando estaba solo en el laboratorio, Tesla observó señales eléctricas que definitivamente parecían ser señales inteligentes. Tesla lo comentó en un artículo titulado “Hablando con los Planetas“, en el periódico semanal Collier (marzo 1901): “Cuando estaba mejorando mis máquinas para la producción de fuerzas eléctricas intensas, también estaba perfeccionando los medios para observar fuerzas débiles. Uno de los resultados más interesantes, y también uno de gran importancia práctica, era el desarrollo de ciertas invenciones para indicar, a una distancia de muchos cientos de millas, una tormenta que se acercaba, su dirección, velocidad y distancia recorrida. Fue continuando este trabajo que por primera vez descubrí esos misteriosos efectos que han despertado tal inusual interés. Yo había perfeccionado el aparato referido, hasta tal punto que desde mi laboratorio en las montañas de Colorado podía sentir el pulso del globo, como era, notando cada cambio eléctrico que ocurría dentro de un radio de 1,100 millas“.
Y continuaba: “Nunca podré olvidar las primeras sensaciones que experimenté cuando supe que había observado algo de consecuencias posiblemente incalculables para la humanidad. Yo sentí como si hubiera estado presente en el nacimiento de un nuevo conocimiento o la revelación de una gran verdad… Mis primeras observaciones me aterraron positivamente, ya que en ellas estaba presente algo misterioso, por no decir sobrenatural, estando solo en mi laboratorio por la noche. Pero en ese momento, la idea de que estas perturbaciones eran señales controladas inteligentemente todavía no se me había presentado. Los cambios que noté estaban teniendo lugar periódicamente y con tan clara sucesión de números y de un orden que no eran imputables a ninguna causa conocida. Yo estaba familiarizado, por supuesto, con tales perturbaciones eléctricas, como las producidas por el sol, las auroras boreales y las corrientes terrestres, y estaba seguro que estas variaciones no se debían a ninguna de estas causas. La naturaleza de mis experimentos no llevaba a la conclusión de la posibilidad de cambios producidos por perturbaciones atmosféricas, como ha sido afirmado por algunos. Fue algún tiempo después, cuando me llegó el pensamiento, de que las anomalías que había observado podrían deberse a un control inteligente. Aunque en ese tiempo yo no podía descifrar su significado, era imposible pensar en ellos como siendo enteramente accidentales. La sensación crece constantemente en mi de que he sido el primero en escuchar los saludos de un planeta a otro. Un propósito estaba detrás de estas señales eléctricas“. Este incidente fue el primero de muchos en los cuales Tesla interceptó lo que él sentía, eran señales inteligentes del espacio. En su tiempo científicos prominentes creían que Marte sería un lugar adecuado para la vida inteligente en nuestro sistema solar. Inicialmente Tesla pensó que estas señales podrían haberse originando en el planeta rojo. Más tarde cambiaría su punto de vista. Cerca del final de su vida, Tesla había desarrollado varios inventos que supuestamente podían enviar poderosas cantidades de energía a otros planetas. En 1937, durante una conferencia de prensa en el día de su cumpleaños, Tesla anunció en el New York Times: “He dedicado mucho de mi tiempo sobre los años a perfeccionar un nuevo aparato, pequeño y compacto, por el cual pueda la energía, en cantidades considerables, ser enviada a través del espacio a cualquier distancia, sin la menor dispersión”.
Tesla nunca reveló públicamente los detalles técnicos de su transmisor mejorado, pero en su anuncio en 1937, reveló una nueva fórmula, mostrando que: “La energía cinética y potencial de un cuerpo es el resultado del movimiento y determinado por el producto de su masa y el cuadrado de su velocidad. Si reducimos la masa, la energía será reducida a la misma proporción. Si se redujera a cero, la energía sería igualmente cero para cualquier velocidad finita”. Según Dale Alfrey, en los diarios de Tesla observó que, alrededor de 1920, Tesla se veía capaz de encontrarle sentido a las extrañas difusiones de radio desde el espacio. No obstante, pronto después, Tesla comenzó a expresar gran preocupación acerca de seres de otros planetas que tenían planes desagradables para la Tierra. “Las señales son demasiado fuertes para haber viajado las grandes distancias entre Marte y la Tierra – escribió Tesla -. Así, estoy forzado a admitir a mi mismo que las fuentes deben venir de algún lugar en el espacio cercano o aun de la luna. Estoy seguro, sin embargo, que las criaturas que se comunican unas con otras cada noche no son de Marte o, posiblemente, de ningún planeta en nuestro sistema solar”. Varios años después de que Tesla anunciara la recepción de señales del espacio, Marconi también afirmó haber escuchado un transmisor de radio extraterrestre. Sin embargo, Marconi fue rápidamente desacreditado por sus contemporáneos, que afirmaban que había recibido interferencias de alguna otra estación radial en la Tierra. Hay una cierta confirmación sobre la validez de los diarios perdidos de Tesla y su creencia en extraterrestres, así como la importancia de comunicarse con ellos. Arthur H. Mathews afirmó que Tesla había desarrollado secretamente elTeslascopio con el propósito de comunicarse con extraterrestres. El Dr. Andrija Puharich entrevistó a Matthews para el Pyramid Guide, en 1978. Este entrevista reveló por primera vez las conexiones entre Matthews y Tesla. Arthur Matthews nació en Inglaterra, y su padre era asistente de laboratorio del famoso físico Lord Kelvin en 1890. Tesla fue a Inglaterra a encontrarse con Kelvin, a fin de convencerle que la corriente alterna era más eficiente que la corriente continua.. Kelvin, entonces, se oponía a la corriente alterna.
En 1902, la familia Matthews dejó Inglaterra, inmigrando a Canadá. Cuando Matthews tenía 16 años de edad, su padre lo introdujo como aprendiz de Tesla, con el que continuó vinculado hasta la muerte de Tesla en 1943. Según Matthews: “No es generalmente conocido, pero Tesla tenía realmente dos enormes transmisores, construidos en Canadá. Yo manejé uno de ellos. La gente sabía, más que nada, acerca de los transmisores en Colorado Springs, y el inconcluso en Long Island. Yo vi los dos transmisores canadienses. Toda la evidencia está allí”. Mathews afirmó que el Teslascopio era el dispositivo que inventó Tesla para comunicarse con seres de otros planetas. Hay un diagrama del Teslascopio en el libro de Matthews, The Wall of Light. “En principio, toma las señales de los rayos cósmicos – dijo Matthew -. Eventualmente las señales se han transferido a audio. Se habla en un extremo y la señal sale por el otro como un emisor de rayos cósmicos”. Matthews afirma que construyó un modelo del sistema de comunicaciones planetarias de Telsa en 1947 y que lo utilizó con éxito. Pero solo pudo contactar con naves espaciales operando cerca de la Tierra. Esperaba que algún día podría construir un sistema capaz de la comunicación directa con otros planetas. “Tesla me había dicho que seres de otros planetas ya estaban aquí – relata Matthews -. Él estaba muy asustado de que habían estado controlando al hombre durante miles de años, y que nosotros somos simplemente sujetos de prueba para un experimento de una extrema larga duración”. Matthews no compartía las convicciones de Tesla de que los extraterrestres pudieran no tener los mejores intereses en mente para la Tierra. Su opinión es que si los extraterrestres fueran tan avanzados como para ser capaces de viajar de un sistema solar al otro, entonces debería de ser socialmente avanzados y amantes de la paz. Las ansias de Matthews por continuar experimentando con elTeslascopio era indicativo de los primeros días de la llamada era moderna de ovnis. En los años cincuenta contactados como George Adamski y Howard Menger estaban escribiendo libros y dando conferencia a creyentes ansiosos, acerca de los hermanos espaciales que eran como dioses. Estos ocupantes de los ovnis afirmaban ser de diversos planetas del sistema solar, siendo Venus y Marte los principales. Los hermanos espaciales predicaban una forma de religión espacial de una nueva era, con descripciones utópicas de sus mundos y la denuncia de la beligerancia de la humanidad.
El libro de H.G. Wells fue verdaderamente profético por considerar el tiempo como una cuarta dimensión. Einstein utilizaría esta idea en su teoría especial de la relatividad de 1905, la cual describe cómo un observador estático y otro en movimiento miden el tiempo de forma diferente. La teoría de Einstein, desarrollada por su profesor de matemáticas Hermann Minkowski, demuestra que el tiempo, en efecto, puede ser tratado matemáticamente como una cuarta dimensión. Nuestro universo es, por lo tanto, tetradimensional. Decimos que la superficie de la Tierra es bidimensional porque todo punto perteneciente a ella puede ser especificado mediante dos coordenadas, longitud y latitud. Para localizar un suceso en el universo hacen falta cuatro coordenadas. Un ejemplo del físico ruso George Gamow ilustra mejor la idea. Si deseo invitar a alguien a una fiesta, le debo proporcionar cuatro coordenadas. Le diría, por ejemplo, que la fiesta será en la calle Valencia nº 26, esquina con la calle Cerdeña, en el piso 3º y el día 14 de junio. Las tres primeras coordenadas localizan la posición de la fiesta en el espacio. Pero también debo indicar el tiempo. Las dos primeras coordenadas informan a mi invitado a qué punto de la superficie terrestre debe acudir; la tercera, la altura que debe alcanzar sobre ese punto, y la cuarta, en qué momento llegar. Cuatro coordenadas, cuatro dimensiones. Podemos visualizar nuestro universo tetradimensional utilizando un modelo de tres dimensiones. Los ejes horizontales representan, como ejemplo, solo dos de las dimensiones del espacio, mientras que el eje vertical señala la dimensión temporal. Hacia arriba está el futuro y hacia abajo, el pasado. Los libros de texto presentan habitualmente un diagrama bidimensional del sistema solar. El Sol aparece como un disco circular y la Tierra, como un círculo más pequeño cerca de aquél. La órbita terrestre se representa como una circunferencia de puntos en la superficie plana del diagrama. Este modelo bidimensional capta sólo un instante en el tiempo. Pero supongamos que dispusiéramos de una película del sistema solar que mostrara el movimiento giratorio de la Tierra alrededor del Sol. Cada fotograma de la película sería una imagen bidimensional del sistema solar, una instantánea tomada en un momento particular. Si cortamos la película en fotogramas individuales y los apilamos unos sobre otros, obtendríamos una representación adecuada del espacio-tiempo. Los sucesivos fotogramas muestran sucesos cada vez más tardíos. El instante en el tiempo al que corresponde un fotograma concreto viene dado por su posición vertical en la pila. El Sol aparece en el centro de cada fotograma como un disco amarillo inmóvil.
Así pues, en la pila, el Sol se convierte en una barra vertical amarilla que se extiende de abajo arriba, representando el progreso del astro rey desde el pasado al futuro. En cada fotograma, la Tierra es un pequeño punto azul que, conforme ascendemos en la pila, se halla en un punto distinto de su órbita. Por ello, en la pila la Tierra se transforma en una hélice azul que envuelve la barra amarilla del centro. El radio de la hélice es el de la órbita terrestre, ciento cincuenta millones de kilómetros, o ocho minutos luz. La distancia temporal que la hélice tarda en completar una vuelta es, por supuesto, un año. Esa hélice es la línea de universo de la Tierra, su camino a través del espacio-tiempo. Si fuésemos capaces de pensar en cuatro dimensiones, veríamos que la Tierra no es simplemente una esfera, sino que en realidad es una hélice, un gigantesco espagueti girando en espiral, a lo largo del tiempo, alrededor de la línea de universo del Sol. Como decía el viajero del tiempo de Wells, todos los objetos reales tienen cuatro dimensiones: longitud, anchura, altura y duración. Los objetos reales tienen una extensión en el tiempo. Tal vez midamos ciento ochenta centímetros de altura, sesenta de ancho y treinta de espesor y nuestra duración sea de cincuenta años. También poseemos una línea de universo. Esa línea se inició con nuestro nacimiento, serpentea a través del espacio y el tiempo, ensartando todos los acontecimientos de nuestra vida, y terminará con nuestra muerte. Un viajero del tiempo que visite el pasado es simplemente alguien cuya línea de universo forma un bucle en el tiempo, cruzándose quizá con ella misma. Esto último permitiría que el viajero se estrechara la mano a sí mismo. La versión más vieja del viajero temporal encontraría a su yo más joven y le diría: «Hola! Soy tu futuro yo. He viajado al pasado para saludarte». El sorprendido joven replicaría: «¿De veras?», y continuaría su vida. Algún día, muchos años después, volvería a vivir el mismo suceso, se toparía con su yo más joven, le estrecharía la mano y le diría: «Hola! Soy tu futuro yo. He viajado al pasado para saludarte». Pero ¿qué ocurriría si el anciano viajero, en lugar de ser amigable con su yo más joven, le asesinara? El viaje al pasado implica este tipo de paradojas. Una pregunta frecuente es: “¿Qué pasaría si alguien viajara hacia atrás en el tiempo y asesinara a su propia abuela antes de que diera a luz a su madre?“. El problema es obvio. Alguien que mate a su abuela e impida que su madre nazca, no llegaría a nacer. En tal caso, ese individuo inexistente nunca podría viajar al pasado y asesinar a su propia abuela. Muchos ven en este acertijo, conocido como la «paradoja de la abuela», una razón suficiente como para descartar los viajes al pasado.
Un famoso ejemplo de historia de ciencia-ficción que ha explotado esta idea es la película de 1985Regreso al futuro. El protagonista, interpretado por Michael J. Fox, retrocede en el tiempo hasta 1955 e interfiere involuntariamente en el noviazgo de sus padres. Esta intromisión genera un conflicto. Si sus padres no se unen, él nunca nacerá, con lo cual su existencia está en peligro. Así pues, debe hacer lo posible para que sus futuros padres se enamoren. Las cosas no van muy bien al principio, ya que su madre empieza a enamorarse de él, el misterioso extranjero, en vez de hacerlo de su padre. Para unir a sus progenitores, trama un complicado plan. Observa que, cuando actúa erróneamente, las imágenes de sí mismo y de sus hermanos, plasmadas en una fotografía que lleva en la cartera, se desvanecen, Hay un momento concreto en el que se observa cómo su propia mano comienza a difuminarse, Puede ver a través de ella que está desapareciendo. Comienza a sentirse débil. Al haber interrumpido el romance de sus padres, su existencia se diluye. Más tarde, cuando finalmente su plan alcanza el éxito y sus padres se unen, se siente mucho mejor y su mano vuelve a la normalidad. Al mirar en su cartera, su propia imagen y la de sus hermanos han reaparecido. Una mano se puede desvanecer en una historia de ficción pero, en el mundo físico, los átomos no se desmaterializan de esa forma. Por otra parte, conforme a las premisas de la historia, el chico se va desmaterializando debido a que, como viajero del tiempo, ha impedido que sus padres se enamoren y, por lo tanto, ha obstaculizado su propio nacimiento. Pero si no ha nacido, su línea de universo, desde su venida al mundo hasta sus aventuras como viajero del tiempo, se esfumaría y no habría nadie que interfiriera en el noviazgo de sus padres, con lo cual su nacimiento tendría lugar, después de todo. Está claro que esta historia de ficción no resuelve tampoco la paradoja de la abuela. Existen soluciones físicamente posibles para ella, pero los científicos están divididos sobre cuál de las dos aproximaciones que se consideran es la correcta. Examinemos en primer lugar la alternativa más radical. Tiene que ver con la mecánica cuántica, esa rama de la física desarrollada a principios del siglo XX para explicar el comportamiento de los átomos y las moléculas. La mecánica cuántica señala que las partículas tienen naturaleza ondulatoria y que las ondas tienen naturaleza corpuscular. Su tópico más destacado es el principio de incertidumbre de Heisenberg, por el cual no podemos establecer simultáneamente la posición y la velocidad de una partícula arbitraria con precisión. Esta indeterminación, aunque despreciable en el mundo macroscópico, es trascendental a escala atómica.
La mecánica cuántica explica el modo en que los átomos emiten o absorben luz en ciertas longitudes de onda cuando los electrones saltan de un nivel de energía a otro. La naturaleza ondulatoria de las partículas da lugar a fenómenos inusuales, tales como el denominado efecto túnel cuántico, por el cual un núcleo de helio puede saltar de repente desde un núcleo de uranio y causar su desintegración radiactiva. La resolución de las ecuaciones cuánticas de onda permite establecer la probabilidad de encontrar una partícula en distintos lugares. En una de las interpretaciones, esta línea argumental conduce a la teoría de los universos múltiples de la mecánica cuántica, según la cual existe un mundo paralelo por cada uno de esos lugares en los que la partícula es detectada. Muchos físicos opinan que esta interpretación es un añadido innecesario a la teoría, pero algunos de los que trabajan en las fronteras de la teoría cuántica se toman en serio la idea de los universos múltiples y sus consecuencias. En este marco, el universo no contendría una única historia del mundo, sino muchas en paralelo. Experimentar una de esas historias, como en la práctica hacemos, es similar a viajar cuesta abajo en un tren que va del pasado al futuro. A modo de pasajeros, contemplamos la sucesión de los acontecimientos como si fueran estaciones situadas a lo largo de la vía, dejamos atrás el Imperio romano, la segunda guerra mundial o a unos hombres pisando la Luna. Pero el universo podría ser como un gigantesco patio de maniobras, con muchas vías entrelazadas. Junto a la nuestra hay una vía en la que la segunda guerra mundial nunca tuvo lugar. El tren está encontrando constantemente cambios de vía en los que puede tomar cualquiera de las bifurcaciones. Antes de la segunda guerra mundial pudo haber existido un momento en el que Hitler estuviera a punto de ser asesinado, lo que conduciría el tren a la vía en la que dicha guerra no ocurrió.
Según la teoría de los universos múltiples, cada vez que se registra una observación o se toma una decisión, se produce una bifurcación en la vía. No tiene por qué tratarse de una observación o decisión humana. Hasta un electrón en un átomo, al cambiar de un nivel de energía a otro, puede dar origen a una ramificación. Siempre en ese escenario, y según el físico David Deutsch, de la Universidad de Oxford, un viajero del tiempo podría volver al pasado y matar a su abuela cuando todavía era joven. Esto haría que el universo se desviara hacia una rama diferente, en la que habría un viajero del tiempo y una abuela muerta. El universo en el que la abuela vive y da a luz a una mujer que, a su vez, alumbra al viajero del tiempo, implicaría que el universo que recordamos aún existiría, ya que sería el universo de procedencia del viajero. Este simplemente se habría movido a un universo distinto, donde participaría en una historia diferente. Todas estas ideas se hallan muy bien ilustradas en la novela de ciencia-ficción de Gregory Benford Cronopaisaje, publicada en 1980. La historia sucede en el año 1998. Su protagonista emplea un haz de taquiones, una partícula hipotética cuya velocidad es superior a la de la luz, para enviar una señal a 1963 y advertir a los científicos sobre una catástrofe ecológica que hará que el mundo quede sumergido en 1998. El protagonista lee un artículo al respecto durante un viaje en avión en 1998 y encuentra en él la clave para la construcción de su transmisor de taquiones. En las palabras de Benford, el héroe «revolvió su maletín en busca del artículo de Richard Gott que Cathy le había conseguido. Ahí estaba: “Una cosmología de taquiones, de materia y antimateria, simétrica en el tiempo”. Todo un nuevo mundo por explorar. Y las soluciones de Gott se hallaban allí, iluminando la página». La alarma es recibida a finales de 1963 y los científicos comienzan a actuar conforme a ella. Conocen la teoría de los universos múltiples de la mecánica cuántica y, al exponer públicamente su advertencia sobre el futuro desastre ecológico, contribuyen a evitarlo haciendo que el universo transcurra por un camino alternativo. Incidentalmente, en ese universo paralelo el presidente Kennedy sólo resulta herido, en lugar de asesinado, en el atentado de Dallas. Por supuesto se trata sólo de una obra de ficción. Pero tal vez exista algún universo paralelo en el que todo sucede como describe el libro.
A pesar de todas sus contribuciones a la ciencia, el nombre de Tesla es poco recordado. De hecho, Thomas Edison es mencionado en los libros de texto como inventor de invenciones que fueron desarrolladas y patentadas por Tesla. Es conocido que Tesla tuvo problemas financieros a lo largo de su vida. Por ello Telsa tenía que mudarse a menudo de residencia, al no poder pagar los alquileres. El Hotel Waldorf Astoria en Nueva York fue la residencia de Tesla durante veinte años y tuvo que mudarse en 1920 al no poder pagarlo más. Al final murió en la habitación 3327 del hotel New Yorker. Forzado a mudarse de hotel en hotel, a menudo dejó baúles de documentos como garantía por sus deudas. Estos baúles fueron buscados después de la muerte de Tesla, ya que se habían vuelto la clave para descubrir el misterio de quien fue realmente Nikola Tesla, así como de sus increíbles inventos. Cuando Tesla murió a la edad de 86 años, representantes de laOficina de Propiedad de Extranjeros, a petición del FBI, visitaron los hoteles de Nueva York donde se había hospedado y se apoderaron de todas sus pertenencias. Si hay una información extraña en el VHS hallado en la habitación 3327 del Hotel New Yorker sin duda alguna es la referente al viaje en el tiempo. El desconcierto de los investigadores ante este tema ha sido muy grande, ya que implicaría que Nikola Tesla hubiese inventado una máquina del tiempo. Es cierto que las capacidades creadoras de Tesla han asombrado desde siempre a propios y extraños. Solo hace falta ver algunos de sus inventos, como la corriente alterna, los sistemas teledirigidos, el avión de despegue vertical, la radio, etc.. Pero inventar una máquina para viajar en el tiempo entra de lleno en el área de la ciencia-ficción. Pero tal vez los muchos interrogantes sobre Tesla se explicarían si hubiese sido capaz de viajar en el tiempo. Por ejemplo, tal vez existiría una relación entre la capacidad de viajar en el tiempo de Tesla y la aparición de una cinta VHS en 1943. También podríamos suponer que estos viajes en el tiempo podrían explicar sus prodigiosas capacidades visionarias.
A todo el que espere hallar algún día una máquina del tiempo que le permitiese volver al pasado y rescatar a un ser querido, lo más consolador que se le puede decir es que, hasta donde hoy sabemos, sólo sería posible si la teoría de los universos múltiples fuera correcta. En caso de ser así, entonces existe un universo paralelo en el que su ser querido se encuentra bien en la actualidad. Simplemente nosotros estamos en el universo equivocado. Pero hay una aproximación menos radical a la paradoja de la abuela. Consistiría en que los viajeros del tiempo no cambiarían el pasado porque !siempre fueron parte de él! El universo que observamos es tetradimensional, con las líneas de universo serpenteando a través de él. Alguna de ellas puede doblarse hacia atrás y atravesar el mismo suceso dos veces. El viajero del tiempo puede estrecharle la mano a una versión anterior de él mismo. Sin embargo, la solución ha de ser consistente. Este principio de consistencia ha sido propuesto por los físicos Igor Novikov, de la Universidad de Copenhague, M. Thorne, de Caltech, y sus colaboradores. En este caso, el viajero del tiempo puede tomar té con su abuela, cuando ésta era joven, pero no puede matarla, en cuyo caso no habría nacido, y ya sabemos que sí lo hizo. Si presenciamos un suceso del pasado, deberá desarrollarse como la primera vez. Pensemos que volvemos a ver la película Casablanca. Sabemos perfectamente cómo va a terminar. No importa cuántas veces la veamos, Ingrid Bergman siempre toma ese avión. La contemplación de una escena por parte del viajero del tiempo sería similar. Estudiando la historia, podría saber qué va a suceder, pero sería incapaz de alterarlo. Si regresara al pasado y viajara en el Titanic, no podría convencer al capitán de la peligrosidad de los icebergs. ¿Por qué? Porque ya sabemos lo que sucedió, y eso no se puede cambiar. Si hubo algún viajero del tiempo a bordo del famoso barco, desde luego no logró que el capitán evitara la catástrofe. Y el nombre de ese viajero estaría en la lista de pasajeros que hoy conocemos. La consistencia parece contraria a la noción habitual de libre albedrío. Aunque nos parezca que podemos hacer lo que deseemos, el viajero del tiempo parece estar limitado en este sentido. Pero consideremos que nunca somos libres de hacer algo que sea lógicamente imposible. Esta es una importante puntualización del filósofo David Lewis, de Princeton, en sus análisis sobre las paradojas de los viajes en el tiempo. Asesinar a la abuela cuando era joven durante un viaje al pasado, puede ser una tarea imposible.
Muchas novelas de ciencia-ficción sobre viajes en el tiempo han explorado el concepto de historia del mundo consistente. La película de 1989, Las alucinantes aventuras de BilI y Ted, habla de este tema. Bill y Ted son dos muchachos que intentan formar un grupo de rock. Desgraciadamente han suspendido la asignatura de historia y, si no aprueban, Ted será enviado a una academia militar en Alaska, con lo que el grupo quedará roto. Su única esperanza es obtener un sobresaliente en el próximo examen, pero no saben cómo hacerlo. Entonces llega un viajero del tiempo, interpretado por George Carlin, procedente del año 2688. Al parecer, la música y las canciones creadas por el grupo de rock de Bill y Ted son los cimientos de una gran civilización futura. Las canciones incluyen textos tales como «Sé un tío legal» y «Pasa de mí». El viajero del tiempo les ayuda en su trabajo de historia, de manera que el grupo de rock puede continuar. Les proporciona una máquina del tiempo con aspecto de cabina telefónica. Poco después de que el visitante del futuro aparezca, Bill y Ted se topan con las versiones ligeramente mayores de ellos mismos, que han regresado al presente. Es entonces cuando los Bill y Ted más jóvenes caen en la cuenta de que su trabajo de historia hará época y permitirá la continuidad de su grupo. Deciden viajar al pasado y reunir algunos personajes históricos para traerles a su examen y conseguir ser merecedores de un sobresaliente. Continuando con la aventura, contemplamos la misma escena representada de nuevo, esta vez por los Bill y Ted de mayor edad. La escena se desarrolla exactamente igual que antes. No hay paradoja temporal alguna. Bill y Ted usan la máquina del tiempo para reunir a Napoleón, Billy el Niño, Freud, Beethoven, Sócrates, Juana de Arco, Lincoln y Gengis Kan. Les traen a la California del siglo XX y sobreviene el caos. Los personajes crean un gran revuelo en la zona comercial de San Dimas. Beethoven reúne a su alrededor a una exaltada multitud cuando toca el órgano electrónico en una tienda de música. Juana de Arco es detenida tras asumir el mando en una clase de aeróbic, y Gengis Kan destroza una tienda de deportes tratando de probar como arma un bate de béisbol. Al final todos ellos acaban entre rejas. Mientras los acontecimientos se suceden, el tiempo corre para Bill y Ted, y sólo les quedan unos minutos para su examen de historia. Afortunadamente, Ted es el hijo del sheriff y recuerda que su padre tenía las llaves de la cárcel antes de extraviarlas, un par de días atrás. Bill sugiere emplear la máquina del tiempo y regresar a buscarlas, pero por desgracia no disponen del tiempo suficiente para llegar hasta la máquina antes de que comience el examen. Entonces Ted tiene una gran idea. ¿Por qué no regresar al pasado y robar las llaves después del examen? De este modo las esconderían en algún sitio cercano marcado con una señal. Bill busca entonces junto a la supuesta señal y ¡ahí están!
Cogen las llaves, liberan a Gengis Kan y a los demás, devuelven las llaves al sorprendido padre de Ted, y llegan al auditorio del instituto con los personajes históricos justo a tiempo de hacer su presentación ante el asombrado público. Por supuesto consiguen un sobresaliente y la emergencia en el futuro de una espléndida civilización basada en el rock queda asegurada. Los muchachos deben retroceder aún en el tiempo, encontrar las llaves y esconderlas en el punto señalado. Podemos preguntarnos si Bill y Ted ejercieron su libre albedrío. Así parece. Cuando, en el curso de sus aventuras, se encuentran con la versión más joven de ellos mismos, se preguntan por la conversación que tendrá lugar. No recuerdan lo que habían dicho, pero siguen adelante con la reunión, que se desarrolla exactamente igual que antes. Ellos siempre actúan libremente, pero sus actos parecen estar predestinados. Tras encontrar las llaves en el sitio señalado, tienen que volver al pasado, robarlas y dejarlas en ese lugar. Aunque en ocasiones resultan muy complicadas, las historias consistentes como ésta son posibles y existe un buen número de ellas. Según esta alternativa consistente, podemos visitar el pasado, pero no podemos alterarlo. Por más que hayan intentado generar paradojas, los físicos siempre han sido capaces de encontrar soluciones consistentes a partir de un supuesto inicial. Según Thorne y sus colegas, los partidarios de este enfoque piensan que, incluso en el marco de la teoría de los universos múltiples, se debería mantener el principio de consistencia, por lo que todas las bifurcaciones tendrían que ser consistentes. De este modo podrían existir en paralelo muchas alternativas consistentes de que se desarrollase un mismo suceso, algunas de las cuales involucrarían viajeros del tiempo. En cada universo paralelo sucederían cosas distintas. En alguno, por ejemplo, el viajero del tiempo toma el té con su joven abuela, mientras que, en otros, ambos beben limonada. Pero todas las vías serían consistentes y en ninguna de ellas el viajero asesinaría a su abuela. A todos les es imposible cambiar el pasado que recuerdan. En cualquier caso, hasta las historias basadas en el concepto de consistencia pueden presentar aspectos curiosos. Generalmente imaginamos la línea de universo de una persona o partícula serpenteando a través del tiempo, con un principio y un final. Pero en un viaje en el tiempo sería posible que una partícula tuviera una línea de universo parecida a un hula hoop, una circunferencia sin extremos. Igor Novikov denomina jinn a estas partículas. Como el genio de Aladino, parecen surgir por arte de magia. El reloj que aparece en el film de 1980 En algún lugar del tiempo, protagonizado por Christopher Reeve y Jane Seymour, es un ejemplo.
La historia arranca en el año 1972. Christopher Reeve es un joven dramaturgo que es felicitado en la noche de estreno de su obra. De entre los espectadores surge una anciana que se acerca y le entrega un reloj de oro. «Regresa a mí», dice enigmáticamente la mujer antes de alejarse. Ocho años más tarde, en 1980, el escritor pasa sus vacaciones en el Grand Hotel de Mackinac Island, Michigan. Allí ve una antigua fotografía de una bella joven y se enamora inmediatamente de ella. Pregunta al viejo recepcionista quién es la joven y éste le responde que se trata de Elise McKenna, una famosa actriz que actuó en el hotel en 1912. El escritor intenta saber más sobre la mujer. En una visita a la biblioteca encuentra un artículo de revista que contiene la última fotografía que se tomó de ella. Es la misteriosa anciana que le entregó el reloj la noche del estreno. El escritor queda totalmente confundido. Visita al autor de un libro sobre actrices famosas y averigua que Elise McKenna murió aquella misma noche. Asimismo, descubre que ella apreciaba especialmente un libro sobre viajes en el tiempo. El escritor busca entonces al científico que escribió el libro, cuya teoría sobre los viajes en el tiempo se basa en la auto hipnosis. Según su hipótesis, si, por ejemplo, alguien va a un viejo hotel, viste con ropas de época, hace un esfuerzo de imaginación y repite continuamente el tiempo que desea visitar, puede verse trasladado al pasado. El científico lo intentó una vez y se sintió transportado al pasado, pero la impresión duró sólo un momento y nunca pudo demostrarlo. Ansioso por ensayar la técnica, el escritor regresa al hotel y examina los viejos libros de registro para saber el día exacto del año 1912 en el que había llegado la joven Elise McKenna. Encuentra la página donde ella había firmado y, en el mismo libro, su propia firma. Animado por el descubrimiento, se viste con un traje de época y se pone el reloj de oro. Tras esconder en el armario todos los objetos modernos de la habitación que le podrían perturbar a la hora de concentrarse en el pasado, se tumba en la cama del hotel. Entonces comienza a murmurar una y otra vez el día de 1912 que quiere visitar, hasta que cae en un profundo sueño. Se despierta rodeado por la florida decoración de una habitación del hotel en el 1912. No importa cómo pudo suceder físicamente. El joven acude a la recepción para registrarse a la hora exacta, las 9:18, que había visto en el libro del hotel. Se esmera en firmar correctamente, porque teme que, de no hacerlo, se romperá el hechizo y despertará de nuevo en 1980. Quiere cumplir el pasado, no cambiarlo. Encuentra a Miss McKenna, que actúa en el hotel y, como era de esperar, ambos se enamoran. De hecho, él está presente cuando le hacen la famosa fotografía. Ella dirige su mirada hacia él justo en el momento en que disparan la cámara. Tras una noche de amor, planean su futuro juntos. Ella mira la hora en el reloj de oro y bromea sobre el traje que lleva el escritor, diciendo que tiene más de quince años. El protesta alegremente argumentando que tiene grandes bolsillos para guardar el dinero y, al hacerlo, mete la mano en ellos y saca un penique. Se da cuenta entonces de que la moneda lleva acuñada la fecha de 1979. ¡Ha cometido un error! De algún modo se ha deslizado una moneda moderna en el bolsillo. Al extender la mano hacia la joven, ella y toda la habitación se desvanecen rápidamente en la distancia, encontrándose de vuelta en el hotel en 1980. Trata entonces desesperadamente de repetir la fecha de 1912, una y otra vez, pero no funciona: ya no vuelve a regresar. El desgraciado joven languidece y pronto muere con el corazón roto, tras lo cual es recibido por una joven Miss McKenna y ambos se ven rodeados de una blanquísima luz.
Aunque este mecanismo de viaje en el tiempo es poco verosímil, la historia en sí trata de ser consistente. No hay paradojas. El personaje de Christopher Reeve no altera el pasado en absoluto, sino que, de hecho, lo cumplimenta. Participa en dicho pasado haciendo que Miss McKenna se enamore de él y le entrega el reloj que ella, más tarde y ya anciana, le devuelve. Pero ¿de dónde proviene el reloj? Se trata de un jinn. La anciana Miss McKenna se lo da al joven escritor, quien lo transporta al pasado, para entregarlo a la misma mujer cuando era joven. Ella lo guarda toda su vida hasta el momento en que se lo devuelve a él. Así pues ¿quién fabricó el reloj? Nadie. El reloj nunca pasó por una fábrica de relojes. Su línea de universo es circular. Novikov ha observado que, en el caso de un jinn macroscópico como éste, el mundo exterior siempre debe emplear energía para reparar cualquier desgaste, por entropía, que acumule, de modo que se halle exactamente en su condición original al completar el bucle. Aunque posibles en la teoría, los jinn macroscópicos son muy improbables. La historia podría haberse desarrollado en su totalidad sin el reloj. Este resulta, además, un tanto inverosímil porque parece marcar correctamente la hora. Sería más verosímil imaginar un reloj estropeado, o quizás un clip que pasara hacia atrás y hacia delante entre ambos protagonistas. Pero es un reloj que funciona. Según la mecánica cuántica, si se dispone de suficiente energía, es posible hacer que aparezca espontáneamente un objeto macroscópico, junto con las antipartículas asociadas, que tienen igual masa pero opuesta carga eléctrica, aunque es extremadamente improbable. Admitiendo la existencia de unjinn, sería menos probable toparse con un reloj que con un clip y más improbable todavía tropezar con éste que con un electrón. Cuanto más masivo y complejo sea el jinn macroscópico, más raro será. Novikov ha señalado que incluso la información que viaja a través de un bucle cerrado puede constituir un jinn, aunque no haya ninguna partícula real que tenga la línea de universo circular. Supongamos que viajo en el tiempo hasta 1905 y le cuento a Einstein todo sobre la relatividad especial. Einstein podría entonces publicarlo en su artículo de 1905. Pero yo conozco la relatividad especial gracias a haber leído este artículo de Einstein. Dicho escenario es posible, pero altamente improbable. En cualquier caso, losjinn siguen siendo enigmáticos.
Más intrigante es la novela Vosotros, los zombies (1959), del maestro de la ciencia-ficción Robert Heinlein, una de las mejores novelas sobre viajes en el tiempo jamás escritas. Un joven de veinticinco años se halla en un bar lamentando su suerte. El joven le cuenta al barman su historia. Su vida ha sido muy dura. Nació mujer y se crió en un orfanato. De joven tuvo relaciones sexuales con un hombre que la abandonó. Quedó embarazada y decidió tener el niño. Llegado el momento, fue necesario practicarle una cesárea y dio a luz a una niña. Durante la operación, el médico observó que en el interior de su cuerpo había órganos masculinos y femeninos, e intervino quirúrgicamente para transformarla, sin su consentimiento, en un varón. Ésta es la razón por la que el protagonista se refiere a sí mismo como «Madre Soltera», Por otra parte, el bebé fue secuestrado en el hospital por un desconocido. El barman interrumpe al joven: «La matrona de su orfanato era Mrs. Fetherbridge, ¿verdad?. Su nombre cuando era mujer era Jane, ¿no? Y usted no me había contado esto hasta ahora, ¿no es cierto?». El barman le pregunta entonces si quiere encontrar al padre de su hija. El desgraciado joven acepta y es conducido por el barman a la parte trasera del bar, donde hay una máquina del tiempo. Viajan siete años y nueve meses al pasado. El barman deja allí al joven y avanza nueve meses, justo a tiempo para raptar a un bebé llamado Jane. A continuación lleva a la niña dieciocho años atrás en el tiempo y la deja a la puerta de un orfanato. Después regresa junto al joven, que acaba de dejar embarazada a una muchacha llamada Jane. El barman conduce al joven al futuro para que estudie hostelería. Al final, mientras el barman reflexiona sobre la aventura, se mira una vieja cicatriz en el vientre y murmura: «Sé de dónde vengo yo. Pero ¿de dónde venís todos vosotros, los zombies?». El barman, que es realmente Jane, ha retrocedido en el tiempo para convertirse a la vez en su propia madre y en su propio padre. Su línea de universo es verdaderamente compleja. Comienza siendo el bebé Jane, es llevado al pasado por un barman, crece en un orfanato, tiene relaciones sexuales con un hombre, da a luz una niña llamada Jane, cambia de sexo, acude al bar a lamentarse de su sino, viaja al pasado con un barman, hace el amor con una mujer llamada Jane y es conducido al futuro por dicho barman, donde a su vez se convierte en barman que viaja al pasado para tramar la historia de nuevo. Se trata de un relato consistente, extraño y maravilloso a la vez.
La idea fue utilizada por Ben Bova en su novela Orión, en 1984, en la que un viaje en el tiempo permite a los humanos del futuro regresar al pasado y crear la raza humana. En la novela, pues, la especie humana se crea a sí misma. De una forma similar veremos más adelante cómo el viaje en el tiempo en la relatividad general puede permitir que el universo se origine a sí mismo. !Estamos en un universo realmente asombroso! En ocasiones la ciencia-ficción provoca una investigación científica. En 1985, Carl Sagan estaba escribiendo una novela de ciencia-ficción titulada Contacto. Sagan pretendía que su heroína cayera en un pequeño agujero negro ubicado en la Tierra y saliera despedida por otro agujero negro en un punto muy lejano del espacio. Para ello, pidió a su amigo el profesor Kip Thorne que comprobara si su hipótesis de ficción violaba alguna ley física. Thorne replicó que lo que Sagan quería realmente era un agujero de gusano, o un túnel espacio-temporal, que conectara dos lugares distantes. A raíz de ello, Thorne se interesó por la física de los agujeros de gusano y, junto con sus colegas, mostró cómo podrían ser usados para viajar al pasado. Sagan quería presentar, de un modo dramático, las profundas consecuencias del contacto con una civilización extraterrestre. En la película del mismo nombre, Jodie Foster interpreta el papel de una investigadora del equipo SETI, o búsqueda de inteligencia extraterrestre, que detecta una señal de radio mientras examinaba la estrella Vega. La protagonista comunica el hecho a un colega australiano, quien también detecta la señal en su radiotelescopio. Tras la confirmación, su ayudante pregunta: «¿Y ahora, a quién se lo decimos?». «A todo el mundo», replica Foster. En poco tiempo se hallan implicados desde la CNN hasta el presidente de Estados Unidos. La señal parece corresponder a una emisión de televisión, por lo que Foster la introduce en un monitor. Se trata de una secuencia en la que Hitler arenga a una concentración de nazis. ¿Nazis en la estrella Vega? No, los eventuales habitantes de la estrella se limitan a reenviar una señal de televisión recibida desde la Tierra, una transmisión realizada en 1936. Vega está a veintiséis años luz, con lo que la señal de televisión, que viaja a la velocidad de la luz, ha tardado ese tiempo en alcanzar dicha estrella. Cuando los de Vega recibieron la transmisión, dedujeron la presencia de vida inteligente en nuestro planeta. Imaginaron que reconoceríamos enseguida nuestra propia señal, lo que la hacía ideal para anunciarnos su propia presencia. Así pues, la reprodujeron y la enviaron de vuelta. La respuesta tardó otros veintiséis años en llegar a la Tierra, en 1988.
Entrelazadas con los fotogramas de la transmisión televisiva, se detecta una segunda serie de imágenes que resultan ser un conjunto de planos que, al parecer, describen la construcción de una especie de nave espacial, una esfera capaz de alojar en su interior a una persona. ¿Deben construir la nave espacial? La cuestión provoca un fuerte debate, ya que en lugar de una nave espacial podría tratarse de una bomba capaz de destruir nuestro planeta. Finalmente se supone que los extraterrestres tienen buenas intenciones y la nave es fabricada de acuerdo con los planos. Jodie Foster se convierte en la astronauta. Una vez en el interior, la puerta se cierra y se crea un agujero de gusano que conecta directamente con un lugar situado en las proximidades de Vega. La nave cae a través del agujero y emerge cerca de esa estrella. Foster contempla durante unos instantes el sistema estelar de Vega y, seguidamente, es catapultada a través de otro agujero de gusano para dirigirse al encuentro de un enviado de Vega que adopta la apariencia del padre de la astronauta. El regreso a la Tierra se produce por el camino inverso. Asombrada, Foster se da cuenta de que ha retornado exactamente al instante de partida. Cuando abandona la nave encuentra a sus colegas preguntándose qué es lo que había fallado. Según Foster, el viaje había durado dieciocho horas, mientras que para los demás la nave nunca había partido. Muchos expertos se niegan a creer su relato. No obstante, al final de la película el consejero de seguridad presidencial afirma haber observado algo. Aunque la videocámara que Foster llevaba acoplada no había registrado imagen alguna que pudiera corroborar su historia, sí había grabado exactamente dieciocho horas de señales extrañas. De este modo se da cuenta de que ella estuvo realmente en alguna parte. Sin embargo, decide mantener la evidencia en secreto. Con la trama básica de su novela en la mano, Sagan le preguntó a Kip Thorne si los agujeros de gusano permitirían realmente que la línea argumental fuera posible, aunque, por supuesto, se requiriera una tecnología enormemente avanzada. Los agujeros de gusano conectados a agujeros negros habían sido ya tema de discusión en la literatura científica. El problema consistía en que un agujero de gusano se evaporaba tan deprisa que nunca habría tiempo suficiente para que una nave espacial pudiera recorrerlo de un extremo a otro sin resultar aplastada. Thorne y sus colegas idearon entonces un modo físicamente lógico de mantener el agujero abierto mediante materia «exótica», o materia que pesa menos que la nada, para poder viajar a través de él sin perecer triturado. Fue así como hicieron un fascinante descubrimiento. Se trataba de una manera de manipular los dos extremos del agujero de gusano que permitía al personaje encarnado por Jodie Foster no sólo regresar al momento exacto de partida, sino incluso volver más atrás. Se trataba, pues, de una máquina del tiempo que permitía viajar al pasado. Thorne y sus colegas publicaron sus investigaciones en la importante revista Physical Review Letters, en 1988, y con ello despertaron un nuevo interés por los viajes en el tiempo.
Aunque nadie, con permiso de Nikola Tesla, se supone que ha construido todavía una máquina del tiempo como la de H.G. Wells, o como la de “Regreso al futuro”, sobre el papel existen los fundamentos teóricos para poder hacerlo. El culpable de esta rotunda afirmación es Albert Einstein. Curiosamente, Tesla repudiaba su teoría de la Relatividad, pero parece lógico sospechar que este rechazo escondía una tapadera de Tesla para ocultar su creación. Pero esto solo es una teoría. En cualquier caso, Einstein revolucionó nuestro concepto sobre el espacio y el tiempo con su teoría de la Relatividad. Estas dimensiones dejaron de ser el escenario absoluto e inmutable en el que acontecían nuestras vidas para convertirse en unos actores más, modificables según las circunstancias. En contra del sentido común, Einstein demostró que el tiempo transcurre mucho más lentamente para un observador que se esté desplazando a una velocidad cercana a la de la luz que para un observador en reposo, y el mismo efecto se produce si el observador está próximo a un intenso campo gravitatorio. Es un fenómeno conocido como dilatación temporal y ha sido demostrado experimentalmente hasta la saciedad empleando relojes atómicos muy precisos. Lo increíble es que esto abre la puerta para viajar al futuro. Imaginemos al personaje representado por Charlton Heston en el Planeta de los Simios y que en su viaje espacial han alcanzado una velocidad cercana a la de la luz, o que han pasado tiempo sometidos a la intensa gravedad de una estrella u otro cuerpo compacto. Debido a esto, sus segundos, sus minutos, sus años, han transcurrido, sin que lo percibieran, mucho más lentamente que los terrestres. Lo que para Charlton Heston han sido unos pocos años, para la sociedad en la Tierra han sido miles, los suficientes como para que, al regresar, se encuentren con que lo único que queda de esta es una sociedad de simios. Es decir, habría hecho un viaje al futuro de la Tierra. La vida terrestre habría pasado a cámara rápida. Y esto no es ciencia ficción. De hecho, cuando cogemos un avión, viajamos unos pocos nanosegundos en el futuro respecto a los que se quedan en tierra, una cantidad que es despreciable. Con más de 748 días girando alrededor de la Tierra, a veintisiete mil kilómetros por hora, el cosmonauta ruso Sergei Avdeyev viajó dos centésimas de segundo en el futuro.
Nikola Tesla ha sido el padre de la creación de mucha de la tecnología que hoy en día conocemos. Sin el genio de Tesla, no tendríamos radio, televisión, corriente alterna, la bobina de Tesla, iluminación fluorescente, las luces de neón, dispositivos de radio control, robótica, rayos-X, radar, micro ondas y docenas de otros asombrosos inventos. Debido a esto, no es de sorprenderse que Tesla también investigase en el mundo de la aviación y posiblemente de la antigravedad. Ello le podría haber llevado a su supuesta máquina del tiempo. De hecho, su última patente, registrada en 1928 con el número #1,655,114, era para una máquina voladora que se asemejaba tanto a un helicóptero como a un avión. Antes de morir, Tesla ideo, según parece, los planos para el motor de una nave espacial. El la llamóSpace Drive o impulsión del campo anti-electromagnético. William R. Lyne escribe en Occult Ether Physics, que en una conferencia que Tesla preparó para elInstituto para el Bienestar del Emigrante (12 de mayo de 1938), habló de esta Teoría Dinámica de la Gravedad. Tesla dijo en su conferencia que esto era: “Uno de dos descubrimientos de gran envergadura, que resolví en todos los detalles, durante los años 1893 y 1894”. Mientras estaba investigando las declaraciones de Tesla, Lyne descubrió que declaraciones más completas, referentes a esos descubrimientos, se podrían recoger de algunas pocas fuentes dispersas, porque los documentos de Tesla estaban guardados en cámaras acorazadas del gobierno, por razones de seguridad nacional. Cuando Lyne preguntó específicamente por estos documentos en el Centro de Investigaciones de Seguridad Nacional, en 1979, le fue denegado el acceso, porque estaban todavía clasificados. En esta conferencia de 1938, Tesla dijo que estaba progresando con el trabajo, y esperaba que muy pronto podría publicar la teoría. Uno de los dos grandes descubrimientos a los que Tesla se refería era La Teoría Dinámica de la Gravedad , la cual asume que un campo de fuerza es responsable de los movimientos de los cuerpos en el espacio. Otro era la Energía Ambiental, una nueva teoría física que indicaría que no hay energía en la materia más que la que aquella recibe del medio ambiente. Esta teoría contradice a Einstein en su famosa fórmula E=mc2. En su 79 cumpleaños (1935), Tesla hizo una breve referencia a la teoría diciendo que se aplica a las moléculas y átomos, así como a los cuerpos celestes más grandes, y también a ”toda la materia en el universo, en cualquier fase de su existencia, desde su misma formación hasta su última desintegración”. En un artículo titulado El mayor logro del Hombre, Tesla resumió su Teoría Dinámica de la Gravedad, diciendo que el luminiscente éter llena todo espacio.
Según Tesla, el éter actúa sobre la fuerza creativa, dadora de vida, y es arrojado en “remolinos infinitesimales”, o “micro-hélices”, cerca de la velocidad de la luz, convirtiéndose en materia ponderable. Cuando la fuerza disminuye y cesa el movimiento, la materia se revierte al éter, una forma de “descomposición atómica”. Tesla opinaba que la humanidad podía aprovechar estos procesos para: producir materia del éter; crear cualquier cosa que desee con la materia y energía derivadas; alterar el tamaño de la Tierra; controlar las estaciones de la tierra (control del clima); guiar el camino de la Tierra a través del Universo, como una nave espacial; causar las colisiones de planetas para producir nuevos soles y estrellas, calor, y luz; originar y desarrollar vida en infinitas formas. Como podemos ver, muchas de estas acciones corresponderían a lo que consideramos puede hacer Dios. Al lado de algunas de estas posibilidades, construir una máquina del tiempo parece un tema menor. Cuando Tesla tenía 82 años, aún era capaz de atacar la teoría de la Relatividad de Einstein con una sorprendente declaración: “He resuelto una teoría dinámica de la gravedad en todos sus detalles, y espero darle esto al mundo muy pronto. Explica las causas de esta fuerza y los movimientos de cuerpos celestes bajo su influencia, tan satisfactoriamente que podrá un fin a fútiles especulaciones y falsos conceptos, como aquel del espacio curvo. Según los relativistas, el espacio tiene una tendencia a curvarse debido a una inherente propiedad o presencia de cuerpos celestes. Concediendo una apariencia de realidad a esta fantástica idea, es todavía muy auto-contradictoria. Cada acción está acompañada por una equivalente reacción, y los efectos de esta última están en directa oposición a aquellos de la primera. Suponiendo que los cuerpos actuaran sobre el espacio circundante, causando la curvatura del mismo, le parece, a mi mente simple que los espacios curvos deben tener reacción en los cuerpos y, produciendo los efectos opuestos, enderezaría las curvas. Puesto que la acción y la reacción son coexistentes, sigue que la supuesta curvatura del espacio es enteramente imposible – No obstante, incluso si existiera, no explicaría los movimientos de los cuerpos según lo observado. Solamente la existencia de un campo de fuerza puede explicarlos, y esta suposición aplica con la curvatura del espacio. Toda la literatura sobre este tema es fútil y destinada al olvido”.
Es una lástima que Tesla nunca publicase esta teoría dinámica de la gravedad, que, o bien quedó en su cabeza, o estaba entre la numerosa documentación que fue requisada a su muerte. El pensamiento moderno acerca de la gravedad sugiere que cuando un objeto pesado se mueve emite ondas gravitacionales que irradian a la velocidad de la luz. Estas ondas de gravedad se comportan de maneras similares a muchos otros tipos de ondas. Las invenciones más grandes de Tesla estaban todas basadas en el estudio de ondas. Él siempre consideró que el sonido, la luz, el calor, los rayos-X y las ondas de radio son todos fenómenos relacionados y que podrían ser estudiados usando la misma clase de matemáticas. Sus diferencias con Einstein sugieren que Tesla extendió su pensamiento a la gravedad. En la década de 1980 se demostró que Tesla tenía razón. Un estudio de la pérdida de energía en una estrella pulsar doble de neutrones, llamada PSR 1913-16 probó que existen las ondas de gravedad. La idea de Tesla de que la gravedad es un efecto de campo es ahora tomada más en serio que lo que la tomó Einstein. Desafortunadamente Tesla nunca reveló que es lo que le había conducido a esta conclusión. Él nunca explicó su teoría de la gravitación. El ataque que hizo al trabajo de Einstein fue considerado indignante por el mundo científico de aquel tiempo, y solo ahora tenemos el suficiente conocimiento de la gravedad para saber que Tesla tenía razón. Tesla había descubierto que la emisión electroestática de la superficie de un conductor siempre se concentrará donde la superficie se curva, o incluso presenta un borde. Mientras más pronunciada sea la curva, o esquina, mayor será la concentración de emisión de electrones. Tesla también observó que una carga electroestática fluirá sobre la superficie de un conductor más bien de lo que lo penetrará. Esto es llamado el Efecto Faraday, descubierto por Michael Faraday hace muchos años. Esto también explica los principios de la Jaula Faraday, que es usada en laboratorios de investigación de alto voltaje, así como para proteger a los humanos y al equipo electro-sensible contra daños. Según reportes de testigos oculares sobre el interior de los ovnis, hay una columna circular en el centro del vehículo. Esto serviría como una superestructura para el resto del vehículo en forma de platillo, y también conllevaría un alto voltaje y la utilización de una bobina de alta frecuencia, similar a la bobina de Tesla, inventada por Tesla en 1891.
Mientras el viaje al futuro no presenta problemas conceptuales, si nos quedamos en el futuro, las leyes de la Física no se muestran tan complacientes a la hora de plantear un viaje al pasado o de regreso desde el futuro. En 1985, Carl Sagan pasaba por un apuro para finalizar su famosa novela. Necesitaba un medio de transporte que permitiera trasladar a la protagonista Jodie Foster de la Tierra a la estrella Vega en pocos segundos, y sin que fuera una barbaruidad desde el punto de vista científico. Sagan llamó a su amigo y experto en relatividad, Kip Thorne, que recogió con entusiasmo el envite. Thorne desarrolló una posible solución para las ecuaciones de Einstein. Se trataba de un agujero de gusano, una especie de túnel que podría, a modo de atajo, conectar diferentes puntos del espacio, y así sacar del atolladero a Sagan. Pero, además, Thorne se percató de que, en determinadas condiciones, un agujero de gusano serviría también de túnel del tiempo, tanto hacia el futuro como hacia el pasado, pero con dos importantes exigencias. La primera es que para mantener el agujero de gusano lo suficientemente estable para viajar a través de él necesitaríamos de una energía “negativa”, que contrarrestara el efecto de la gravedad. La segunda es que nunca podríamos viajar a un instante anterior a la construcción del agujero de gusano. Como vemos, la física actual no se opone, al menos en teoría, a la posibilidad de realizar viajes en el tiempo. Pero mientras los viajes hacia el futuro no ofrecen excesivos problemas conceptuales, la posibilidad de un hipotético viaje al pasado produce toda una suerte de paradojas que han llevado a más de un físico, y a algún que otro escritor de ciencia-ficción, a sufrir auténticos dolores de cabeza. El problema reside en que, para la física clásica, el tiempo es como en una película, una sucesión de fotogramas donde cada uno precede al posterior. El pasado precede al futuro y todo efecto tiene una causa anterior. Así pues, cambiar el pasado implica forzosamente, desde el punto de vista de la física clásica, cambiar el futuro. Pero, ¿qué ocurre cuando cambiar el pasado entra en conflicto directo con el presente? Ya hemos mencionado la paradoja del abuelo, que sostiene que si uno viaja al pasado y mata a su abuelo antes de que este se case con su abuela, nuestro viajero jamás habría nacido.
Pero, ¿se pueden evitar de alguna manera estas paradojas? Sea cual sea su naturaleza, todas ellas aparecen en el instante en el que el viajero del futuro interfiere en el pasado de tal manera que el futuro se ve comprometido. Por tanto, una opción para evitarlas sería que la naturaleza, de alguna manera, impidiera que un turista temporal actuara sobre lo que le rodea. Pero esto va en contra de algunos principios fundamentales de la física y, además, eliminaría nuestra idea de libre albedrío. Quizá los viajes al pasado plantean tales problemas que la propia naturaleza se opone a ellos. Pero hay una posibilidad de no ir en contra de la física, gracias a un genial científico llamado Hugh Everett III y a su interpretación de la física cuántica, la llamada interpretación de los “mundos paralelos”. Hugh Everett III (1930 – 1982) fue un físico estadounidense que propuso por primera vez la teoría de los universos paralelos en la física cuántica. Dejó la física después de acabar su doctorado, desalentado por la falta de respuestas hacia su teoría por parte de los demás físicos. Desarrolló el uso generalizado de los multiplicadores de Lagrange en investigación operativa y los aplicó comercialmente como consultor y analista. Everett nació en Maryland y creció en el área de Washington D.C.. Después de la Segunda Guerra Mundial, el padre de Everett se aposentó en la Alemania Occidental, Hugh visitó Leipzig en la Alemania Oriental en 1949. Se graduó por la Universidad Católica de América en 1953 en ingeniería química, y recibió una beca de investigación en la National Science Foundation, que le permitió acudir a la Universidad de Princeton. Empezó sus estudios en Princeton en el departamento de matemáticas trabajando en el nuevo campo de teoría de juegos, pero derivando lentamente hacia la física. En 1953 empezó a tomar sus primeras lecciones de física entre la que destaca la introducción a la física cuántica con Robert Dicke. Las paradojas temporales surgen de considerar el tiempo bajo la óptica de la física clásica. Pero sabemos que esta física, aunque permite volar a los aviones y explica por qué gira la Tierra alrededor del Sol, no es la mejor representación de la naturaleza, y menos de la parte microscópica de esta. En el reino de lo más pequeño gobierna la física cuántica, y lo hace con unas leyes aparentemente muy diferentes de las que rigen nuestra vida cotidiana. Por ejemplo, para la física cuántica toda partícula, como un electrón o un protón, se halla en una superposición de muchos estados posibles, cada uno con una probabilidad diferente. Es decir, la posición de la partícula en el espacio, su velocidad, su tiempo de desintegración, o cualquier otro parámetro observable puede, a priori, tener cualquier valor posible, cada uno acompañado de una probabilidad característica.
Aquí vale la pena mencionar a Ronald L. Mallett, profesor de física en la Universidad de Connecticut. Mallett nació en Roaring Spring, Pennsylvania, el 3 de marzo de 1945. Inspirado por una versión del libro de comics Classic Ilustrated de Herbert George Wells, titulado La Máquina del Tiempo, Mallett decidió viajar en el tiempo para salvar a su padre, que había fallecido, lo que se convirtió en el sueño de su vida. En 1975 solicitó un trabajo en la Universidad de Connecticut como profesor, donde continua trabajando hasta el día de hoy. Sus estudios e investigaciones incluyen relatividad general, gravedad cuántica y viajes por el tiempo. En 1980 fue promocionado a profesor asociado donde es profesor desde 1987. Ha recibido dos premios y muchas otras distinciones. En 2007 la historia de su vida buscando una máquina del tiempo fue contada en un episodio de This American Life. Es miembro de la Sociedad Americana de Física y la Sociedad Nacional de Físicos Negros. Durante algún tiempo, Ronald Mallet ha estado trabajando en los planos para una máquina del tiempo. Esta máquina usa un giroscopio láser de anillo, así como la teoría de la relatividad. Mallet argumentó que el anillo láser podría producir una cantidad limitada de arrastre, que podría ser medida experimentalmente: “En la teoría general de la relatividad de Einstein, materia y energía pueden crear un campo gravitacional. Mi actual investigación considera los campos gravitacionales fuertes y débiles producidos por una simple y continua circulación unidireccional de un haz de luz. En el campo gravitacional débil de un anillo láser unidireccional, se ha predicho que una partícula neutral giratoria, cuando es puesta en el anillo, es arrastrada por el campo gravitacional resultante”. En un escrito posterior, argumentó que con energía suficiente, el láser circulante podría producir no sólo arrastre sino curvas cerradas de tipo tiempo, permitiendo viajar al pasado: “Para el campo gravitacional fuerte de un cilindro de luz circulante, he encontrado nuevas soluciones exactas a las ecuaciones de campo de Einstein para campos gravitacionales interiores y exteriores del cilindro de luz. El campo gravitacional exterior muestra tener líneas cerradas de tiempo. La presencia de líneas de tiempo cerradas indica la posibilidad de viajar por el tiempo al pasado. Esto crea el fundamento de una máquina del tiempo basada en un cilindro de luz circulante“. También escribió un libro titulado “Viajero del Tiempo: Una misión personal de un científico para hacer del viaje en el tiempo una realidad”, co-escrita con el autor de los best-sellers del New York Times Bruce Henderson, que fue publicado el 28 de octubre de 2006. En una carta de Ken Olum y Allen Everett, estos científicos afirmaron haber encontrado problemas en los análisis de Mallet. Una de sus objeciones es que el espacio-tiempo que Mallet usó en sus análisis contiene una singularidad espacio-temporal incluso cuando el láser se encuentra apagado. Y no es el espacio-tiempo que podría esperarse que creciera naturalmente si el láser circulante se encendiera en el espacio vacío.
Para la física cuántica, el mundo microscópico es como una baraja de cartas, en que cada carta representa un estado posible. Pero no todas tienen igual probabilidad de salir. Cuando en un laboratorio se mide alguno de estos parámetros se obtiene un valor y solo uno de toda la plétora de valores posibles. Pero, ¿por qué uno y no otro? Parece que el observador, al medir, se quedara con una sola carta de la baraja y el resto se desvaneciera extrañamente. Esta cuestión atrajo multitud de interpretaciones de toda índole, pero la más revolucionara fue la que compuso la tesis doctoral de Hugh Everett. Everett se atrevió a lanzar una idea tachada por muchos de ciencia ficción. Siguiendo con la analogía de la baraja ¿y si cada carta de la baraja representara una realidad diferente de la del resto?, es más, ¿y si cada una de estas realidades tuviera su propia copia del observador? En este caso, dependiendo del universo o realidad en la que se encontrara cada observador a la hora de medir, solo obtendría el resultado propio de su universo, es decir, solo sacaría la carta de su realidad. Así pues, según esta interpretación, existen infinidad de universos muy similares o muy diferentes entre sí, con diferentes copias de los viajeros del tiempo, o incluso vacío de todos ellos. Una suerte de mundo donde cada universo se embarca en su propio futuro independientemente del resto. Bajo esta visión de la realidad, viajar en el tiempo, ya sea al pasado o al futuro, implica pasar a otro universo paralelo y cualquier paradoja se desvanece. Si en un viaje al pasado mato a mi propio abuelo, no corro peligro alguno porque en dicho universo nunca he nacido en el futuro. Tras una muy atacada tesis, Hugh Everett abandonó sus ideas y se embarco en lides mas bélicas, ya que pasó a formar parte del Pentágono en plena época nuclear. Lo curioso es que en 1971 construyó un prototipo de máquina bayesiana, una suerte de máquina que “aprendía” de la experiencia y que podía tomar decisiones, y que fue utilizada por el Pentágono para su desarrollo de misiles balísticos. A pesar de que terminó alcohólico y aquejado de una especie de autismo social, las ideas de Everett fueron creciendo hasta el punto de que hoy día son la base para disciplinas científicas como la computación cuántica. Quién sabe si estas mismas ideas nos permitirán viajar al pasado en el futuro. Quién sabe si esto no lo logró ya Nikola Tesla, como se presupone.
Otro ejemplo de ficción científica que estimula una investigación real proviene de Star Trek, serie que ha producido innumerables historias basadas en los viajes en el tiempo. Star Trek relata las aventuras de la tripulación de la nave Enterprise. Serie televisiva en su origen, dio lugar a varias películas de éxito y a algunos telefilmes derivados, por lo que se convirtió en todo un clásico. El creador de la serie, Gene Roddenberry, deseaba narrar una historia de viajes interestelares en los que el Enterprise visitaba un sistema estelar cada semana, para después regresar al Cuartel General de la Flota Estelar e informar de sus exploraciones, todo ello a lo largo de un periodo de cinco años. Para que la nave pudiera moverse a una velocidad muy superior a la de la luz, Gene utilizó el concepto de motor de distorsión. De algún modo, el espacio alrededor de la nave se curvaba o deformaba, lo cual le permitiría a ésta saltar de una estrella a otra fácilmente. En la época en que nació la serie, mediados de los sesenta, la mayoría de los físicos se hubiera burlado de la idea tachándola de mera fantasía. Hasta que Miguel Alcubierre, un físico mexicano, decidió comprobar si la cuestión podía funcionar conforme a las reglas de la teoría de la gravitación de Einstein. Podía, en efecto, pero requería la presencia de alguna clase de materia exótica, como en los agujeros de gusano de Thorne. La solución de Alcubierre, publicada en 1994, no implicaba los viajes al pasado, pero especulaba con la posibilidad de que se pudiera acceder a él mediante un motor de distorsión. Dos años después, un artículo del físico Allen E. Everett indicaba cómo lograrlo utilizando dos motores de distorsión en cascada. Es curioso el hecho de que los guionistas de Star Trek parecieran saber que el motor de distorsión podría ser empleado para viajar al pasado, y así incorporaron la idea a muchos de sus episodios. Una de las mejores historias de este tipo tiene lugar en el filme Star Trek IV Misión: salvar la Tierra. En el siglo XXIII se produce una crisis cuando una nave extraterrestre gigante amenaza con lanzar un potente rayo que destruirá la Tierra. La nave envía una señal, que es el sonido de un rorcual, un tipo de ballena con aleta. Los extraterrestres advierten a los humanos de que destruirán el planeta si no reciben la respuesta adecuada por parte de otro rorcual. Por desgracia, los rorcuales se han extinguido en el siglo XXIII y no queda ninguno que pueda responder a la señal. La solución es emplear un motor de distorsión para viajar hasta el siglo XX, época en la que estos cetáceos existían, capturar una pareja de ellos y transportarlos al siglo actual para que emitan la respuesta que los extraterrestres esperan, conjurando así el peligro.
Como vemos, la ciencia-ficción a menudo hace pensar a los científicos. Las paradojas asociadas a los viajes en el tiempo suponen todo un reto. A menudo, tales paradojas no son sino un indicio de que algo importante en la física está esperando a ser descubierto. Einstein resolvió algunas de las paradojas que existían en la época con su teoría especial de la relatividad. El físico Albert Michelson y el químico Edward Morley habían realizado un bello experimento en 1887 que demostraba que la velocidad de la luz era exactamente la misma, por distinta que fuese la dirección de propagación en el laboratorio, Pero este fenómeno sólo podía explicarse si la Tierra fuera estacionaria. Y todos los científicos sabían que nuestro planeta gira alrededor del Sol. Se trataba, pues, de una paradoja. Einstein la resolvió mediante su teoría especial de la relatividad, que derribó la concepción newtoniana del espacio y el tiempo. Desgraciadamente la bomba atómica demostró de forma elocuente que la teoría funciona, y confirmó la validez de su ecuación fundamental E = mc2, en el sentido de que una pequeña porción de masa puede ser transformada en una ingente cantidad de energía. La mecánica cuántica, un campo que despertaba dudas al propio Einstein, pero que hoy los físicos aceptan ampliamente, posee sus propias paradojas. Aun así, la mecánica cuántica funciona. Puede predecir las probabilidades de obtener distintos resultados en un experimento. A priori, parece obvio que si sumamos las probabilidades de obtener todos los resultados posibles de un experimento dado deberíamos obtener un total del 100%. Pero David Boulware, de la Universidad de Washington, trabajando sobre una solución relativa a viajes en el tiempo, demostró que las partículas jinn impiden que ese total alcance el 100%. Jonathan Simon resolvió esta paradoja afirmando que se puede simplemente multiplicar las probabilidades cuánticas por un factor de corrección, con lo que se obtiene de nuevo el 100%. La investigación condujo a Simon y a sus colegas a apoyar el concepto de las múltiples historias de Richard Feynman, ya que este enfoque de la mecánica cuántica proporciona respuestas únicas. Pero Stephen Hawking pensaba de otra manera. Si ciertos enfoques de la mecánica cuántica son lo suficientemente flexibles como para permitir trabajar incluso en las regiones asociadas a los viajes en el tiempo, deberían ser considerados como fundamentales. Esta es la razón por la que las investigaciones sobre los viajes en el tiempo son especialmente interesantes, ya que podrían conducirnos a una nueva física.
Richard Phillips Feynman (1918 – 1988) fue un físico estadounidense, considerado uno de los más importantes de su país en el siglo XX. Su trabajo en electrodinámica cuántica le valió el Premio Nobel de Física en 1965, compartido con Julian Schwinger y Sin-Ichiro Tomonaga. En ese trabajo desarrolló un método para estudiar las interacciones y propiedades de las partículas subatómicas utilizando los denominados diagramas de Feynman. En su juventud participó en el desarrollo de la bomba atómica en el proyecto Manhattan. Entre sus múltiples contribuciones a la física destacan también sus trabajos exploratorios sobre computación cuántica y los primeros desarrollos de nanotecnología. En cierta ocasión, Richard Feynman comentó que descubrir las leyes físicas es como tratar de aprender las reglas del ajedrez a base de observar partidas. En la investigación acerca de viajes en el tiempo exploramos situaciones extremas en las que el espacio y el tiempo se deforman de manera nada habitual. El que las posibles soluciones violen quizás el «sentido común» las hace aún más fascinantes. De la misma manera, la mecánica cuántica y la relatividad especial transgreden creencias del sentido común y, no obstante, sus predicciones han sido confirmadas por muchos experimentos. La mecánica cuántica contradice nuestras expectativas de la vida diaria porque estamos acostumbrados a tratar con objetos tan grandes y masivos que los efectos de la mecánica cuántica sobre éstos son mínimos. Jamás hemos visto a nuestro automóvil experimentar el «efecto túnel» y salir de un garaje cerrado. Nunca nos hemos encontrado el coche aparcado de pronto en el césped de fuera. Si alguien afirmara que este suceso podría ocurrir, con una probabilidad pequeña, pero finita, diríamos que las leyes de la física no permiten esos fenómenos. Sin embargo se ha demostrado que ello sí sucede a escala subatómica. Un núcleo de helio puede salir despedido de un núcleo de uranio precisamente mediante el efecto túnel, tal como observó George. Gamow. El efecto túnel cuántico parece extraño porque en nuestro mundo habitual de objetos masivos y grandes los efectos cuánticos son prácticamente inapreciables. Gamow escribió un conocido libro para subrayar esta idea titulado Mr Tompkins en el país de las maravillas. La obra describe cómo veríamos el mundo si la velocidad de la luz fuera de sólo dieciséis kilómetros por hora y si los efectos cuánticos fuesen importantes a escala cotidiana. Los cazadores tendrían que disparar a tigres borrosos que no podrían ser ubicados exactamente y siempre andaríamos extraviando el coche cuando se le ocurriera experimentar el efecto túnel y salir de nuestro garaje. Si estuviéramos acostumbrados a experimentar esta clase de situaciones, no nos parecerían extrañas.
El viaje en el tiempo parece raro porque supuestamente no estamos habituados a ver viajeros del tiempo, Pero si los contemplásemos todos los días, no nos sorprendería encontrar a un hombre que viniese del futuro. Confirmar si en principio tales viajes pueden tener lugar posiblemente nos dé nuevas pistas acerca de cómo funciona el universo. ¿A quién no le gustaría visitar la Tierra dentro de mil años? Aunque parezca mentira, Einstein nos enseñó cómo hacerlo. Sólo tenemos que subir a una nave espacial, viajar hasta una estrella que se halle a una distancia algo inferior a quinientos años luz y regresar a nuestro planeta, moviéndonos en ambos trayectos a una velocidad igual al 99,9% de la velocidad de la luz. Cuando estemos de vuelta, la Tierra será mil años más vieja, pero nosotros sólo habremos envejecido diez años. Tal velocidad es posible, ya que en nuestro acelerador de partículas más potente conseguimos que los protones viajen aún más deprisa. En el Fermilab, el récord actual está en el 99,999946% de la velocidad de la luz. Sabemos ya que los agoreros del pasado se equivocaron al referirse a las máquinas voladoras más pesadas que el aire y a la barrera del sonido. Deberían haber reflexionado un poco más. Como ya observó Leonardo da Vinci, los pájaros vuelan a pesar de ser más pesados que el aire, por lo que conseguir hacer volar una máquina de esas características debía ser, en principio, posible. Así pues si podemos acelerar protones hasta un 99,995% de la velocidad de la luz, algún día podremos hacer lo mismo con un astronauta. Es sólo una cuestión de tiempo y coste. Los protones pesan poco, por lo que acelerarlos hasta una velocidad elevada es relativamente barato. Pero como un ser humano pesa alrededor de cuarenta y siete mil cuatrillones de veces más, acelerar a una persona sería muchísimo más costoso, ya sólo en términos energéticos. Pero es obvio que el viaje a una velocidad cercana a la de la luz debería evitar someter al cuerpo humano a esfuerzos excesivos. Por ejemplo, si quisiéramos evitar aceleraciones extremas, cabría simplemente limitar la aceleración de la gravedad en la Tierra la aceleración que aplicáramos al astronauta. De esta manera, a medida que el cohete ganara velocidad, el viajero quedaría presionado contra el suelo de tal modo que su cuerpo sentiría el mismo peso que en la Tierra, con lo que el viaje resultaría factible.
El astronauta envejecería seis años y tres semanas durante el proceso de aceleración hasta el 99,9992% de la velocidad de la luz, momento en el que se hallaría a doscientos cincuenta años luz de la Tierra. Entonces, haría girar 180 grados el cohete para que el empuje lo frenara. Tras otros seis años y tres semanas, el cohete habría reducido su velocidad a cero y viajado doscientos cincuenta años luz más. El astronauta habría llegado hasta la estrella situada a quinientos años luz y envejecido un total de doce años y seis semanas, Repitiendo el proceso para regresar se encontraría con una Tierra mil años más vieja, mientras que él habría envejecido apenas veinticinco años. !Habríamos viajado al futuro de la Tierra! Richard Gott, profesor de astrofísica en la Universidad de Princeton, propone una solución para una nave espacial de estas características. Una cápsula tripulada podría pesar, por ejemplo, cincuenta toneladas, y su cohete de varias etapas, cargado con el combustible de materia-antimateria más eficiente posible, tendría un peso superior a cuatro mil veces el de un cohete actual. Por cada partícula de materia (protón, neutrón o electrón) existe una partícula equivalente de antimateria (antiprotón, antineutrón o positrón). Si juntamos una partícula de materia con la correspondiente de antimateria, ambas se aniquilan mutuamente produciendo energía pura, por lo general en la forma de fotones de rayos gamma. En la parte trasera del cohete habría un enorme espejo, una especie de vela de luz. Para lanzar la cápsula desde la Tierra, un láser gigante ubicado en nuestro sistema solar dispararía su haz sobre el espejo, que aceleraría la nave hacia el exterior de nuestro sistema durante la primera cuarta parte del viaje. A continuación, el cohete alejaría la nave de la Tierra hasta alcanzar el 99,9992% de la velocidad de la luz, momento en el que el astronauta invertiría su orientación para que los rayos gamma, generados de la mutua aniquilación entre materia y antimateria, frenaran la nave tras otros doscientos cincuenta años luz. Acto seguido, el motor de materia y antimateria volvería a acelerarla en el viaje de vuelta. Finalmente, el astronauta desplegaría otro espejo y el láser situado en nuestro sistema solar apuntaría hacia él y frenaría la nave a su llegada de forma eficaz. El proyecto requeriría láseres situados en el espacio mucho más potentes que cualquiera de los existentes en la actualidad. Por otra parte, hoy día sólo podemos crear antimateria de átomo en átomo; por lo que deberíamos ser capaces de fabricarla y almacenarla masivamente de un modo seguro. También deberíamos desarrollar tecnologías para refrigerar los motores y evitar que se fundieran. La nave necesitaría un blindaje contra los átomos interestelares y el impacto de las radiaciones. Nos enfrentaríamos a importantes problemas de ingeniería. No sería fácil, pero científicamente es posible que una persona visite el futuro.
La predicción de Einstein de que los objetos en movimiento envejecen más despacio ha sido confirmada por experimentos en múltiples ocasiones. Una de las primeras demostraciones estuvo relacionada con la desintegración de los muones rápidos. Descubiertos en 1937, los muones son partículas elementales con una masa aproximadamente igual a la décima parte de la de un protón. Los muones son inestables y se desintegran en partículas elementales más ligeras. Si observamos un puñado de muones en el laboratorio, comprobamos que sólo queda la mitad al cabo de unas dos millonésimas de segundo. Sin embargo, los muones originados por los rayos cósmicos que inciden sobre la alta atmósfera, y que viajan cercanos a la velocidad de la luz, no se desintegran tan rápido en su trayectoria hacia la superficie terrestre como los originados en el laboratorio, lo que concuerda con las predicciones de Einstein. En 1971, los físicos Joe Hafele y Richard Keating demostraron la existencia del retardo de Einstein en los objetos en movimiento, mediante relojes atómicos muy precisos que introdujeron en un avión que dio la vuelta al mundo en sentido Este, un trayecto en el que se suma la velocidad del avión a la de rotación de la Tierra. Hafele y Keating, al concluir el viaje, constataron que los relojes en el avión se habían retrasado ligeramente, exactamente 59 nanosegundos, con respecto a los que habían quedado en tierra. Era una observación totalmente acorde con las predicciones de Einstein. Debido a la rotación de la Tierra, el suelo también se mueve, pero no tan deprisa, por lo que los relojes del suelo se retrasan menos que los del avión. Einstein comenzó a pensar sobre la naturaleza del tiempo y su relación con la velocidad de la luz cuando todavía era un adolescente. Se imaginaba a sí mismo alejándose a la velocidad de la luz del reloj de la torre de su ciudad. El reloj le parecía parado porque viajaba junto a la luz que reflejaba su esfera mostrando las doce en punto. La pregunta es: ¿se detiene, realmente, el tiempo para alguien que se mueva a la velocidad de la luz? Einstein concebía el rayo de luz como una especie de onda estacionaria de energía electromagnética, ya que no había movimiento relativo entre ambos. Pero una onda de este tipo violaba la teoría del electromagnetismo que Maxwell había establecido. Algo no encajaba. Einstein hizo estas reflexiones en 1896, cuando sólo tenía diecisiete años. Transcurrirían nueve más hasta que diera con la solución, una solución que supuso una auténtica revolución en la física y en nuestra concepción del espacio y el tiempo.
Fuentes:
Richard Gott – Los Viajes en el Tiempo
Margaret Cheney – Tesla Man out of Time
David Deutsch – Física Cuántica de los Viajes a través del Tiempo
Tim Swartz – Los Diarios Perdidos de Nikola Tesla
John Titor – John Titor, un Viajero en el Tiempo
Adolfo Perez Agusti – H.G. Wells y la Máquina del Tiempo
Daniel Verón y Alberto Seoane (Contacto con la Creación) – John Titor y Andrew Carlssin, ¿viajeros del tiempo?
Fuente: Old Civilizations