Luis Cardona no pudo tener la jubilación que soñaba. Ahora no pasa más de dos meses en la misma ciudad. Por seguridad, no tiene un número de teléfono móvil a su nombre. Luis es periodista, mexicano y amenazado por los narcos. Una combinación de alto riesgo.
Comenzó a trabajar cuando tenía 16 años en Ciudad Juárez, en el estado de Chihuahua. Al terminar la carrera, puso en marcha la sede del Diario Juárez en Nuevo Casas Grandes, un pueblo de 60.000 habitantes en la frontera entre Chihuahua y Sonora.
Después, fundó y dirigió otros periódicos en otros estados de México y recibió muchos toques de atención de los narcos por sus informaciones. Tras cumplir los 50, empezó a pensar en la jubilación y volvió a Nuevo Casas Grandes para escribir en el diario que había fundado.
Luis informó en su periódico 15 secuestros. Hace dos años, el suyo se convirtió en el número 16. No se trataba de raptos de personas adineradas sino de jóvenes que se resistían a trabajar en los campos de marihuana entre Sonora y Chihuahua. “Me pareció muy grave, no podía dejar de lado la situación. Pero no mencioné cárteles o nombres por seguridad. De cualquier forma, me secuestraron. Me decían: ‘Estás calentando la plaza, le tiras al Gobierno y al crimen organizado, ¿no te das cuenta que somos los mismos? Me quedó claro”, explica a EL ESPAÑOL.
Su cautiverio duró menos de una semana y sus secuestradores lo liberaron sin explicarle por qué. Suficiente para cambiarle la vida. Ahora, Luis Cardona dirige Diario19.com, una web nacida para permitirle a él y a otros amenazados seguir escribiendo. Tiene 55 años y lleva siempre consigo un botón de pánico; al apretar la tecla SOS, desde la central del Gobierno a la que está conectado saben dónde está y pueden escuchar todo lo que ocurre a su alrededor. Si se encuentra en peligro, envían soldados a por él.
Luis forma parte de un colectivo muy grande. Cientos de informadores mexicanos son amenazados por sus publicaciones. No todos tienen la suerte de sobrevivir.
Desde el año 2000, 104 periodistas han sido asesinados en México, según los datos de la Procuraduría General del Estado. El periodo más sangriento se vivió durante el mandato de Felipe Calderón, entre el 2007 y 2012, que declaró la guerra al narcotráfico. Durante estos años, 60 reporteros perdieron su vida por informar sobre temas que incomodaban a los poderes del país latinoamericano.
El asesinato de Rubén Espinosa, el 1 de agosto en el Distrito Federal, la capital del país, es el último de una larga lista. Pero su muerte a balazos junto a cuatro mujeres ha reavivado el miedo, el coraje y la impotencia de sus compañeros.
“Sabemos quién fue”
“Sabemos quién fue”, escriben en sus pancartas al manifestarse. En las concentraciones que han seguido al asesinato, los compañeros de Rubén han quitado el verde y el rojo a la bandera mexicana. La pintan de negro y la alzan en sus protestas. Juntan sus cámaras para formar un altar. Y gritan: “No se mata la verdad matando periodistas”. Apuntan directamente al Gobierno de Veracruz, que encabeza Javier Duarte.
Rubén Espinosa salió de Veracruz el pasado 9 de junio, estado en el que vivía y trabajaba. “Tuve que salir por intimidaciones, no por una agresión directa como tal. Por sentido común”, dijo Rubén en una entrevista con Rompeviento, una televisión online. Según explicó, unos días antes de autoexiliarse en el D. F., un par de hombres lo siguieron por las calles de Xalapa, en Veracruz. En la misma entrevista explicó que no presentó una denuncia porque no confiaba en ninguna institución del Estado. Al parecer, los que le seguían no cesaron su búsqueda hasta el D.F. Ahí es donde lo asesinaron.
Rubén no dejó de trabajar a pesar del riesgo de su profesión. Según la revista mexicana Proceso, de la cual era colaborador, se había convertido en un informador incómodo para el Gobierno de Veracruz. Estaba especializado en la cobertura de protestas sociales como la que se refleja en la foto con la que empieza este reportaje, subida por el fotoperiodista a las redes sociales hace menos de un año.
Políticos, redes financieras y narcos
El narco en México es un triunvirato: son políticos, redes financieras y narcotraficantes. Todo estaba controlado por el poder político, desde los años 80 hasta que Vicente Fox llega a la presidencia con el Partido Acción Nacional (PAN), en el año 2000, acabando con más de 70 años de Gobiernos del Partido Revolucionario Institucional (PRI).
“Cuando Fox toma el control, los cárteles dejan de funcionar de manera compacta y empiezan a hacerlo aisladamente. El cártel deja de estar tan regido por el poder político. Toman el mando los grupos criminales. Entonces el narco en México se desbarata”, relata Lolita Bosch, periodista y novelista nacida en Barcelona pero mexicana de adopción. Es ahí cuando el número de muertes comienza su escalada.
En 2006, un nuevo presidente, Felipe Calderón, toma las riendas del Gobierno. Su mandato es también el inicio de la conocida como guerra al narcotráfico. “Calderón quería controlar la situación, pero no supo”, explica Lolita. El número de muertes se dispara hasta que en 2012 México elige a un nuevo presidente, de nuevo del PRI: Enrique Peña Nieto. “Llegó con la falsa promesa de poner riendas al narco. Esta era la ilusión que teníamos. Pensábamos que si lo habían hecho en los 80 lo sabrían hacer ahora. Pero no, porque el narco ya era otro”, sentencia. Lolita fundó una web junto con 90 personas: periodistas, activistas y académicos para responder a la situación después de la guerra declarada por Calderón. Entre sus proyectos está contar la historia de los asesinatos a periodistas en todo México a través de un libro online.
En la última década, el narco ha tomado el poder del crimen organizado y eso hace que sea más fácil investigarlo, pero también que afloren las relaciones entre las redes financieras y políticas. Se ve de qué manera están tan vinculados los tres poderes fácticos. Cuando eso ocurre, empiezan las matanzas de periodistas. “La investigación pone en riesgo al poder político.
Ese es el verdadero poder de la guerra: poner en evidencia la manera de funcionar con estos tres poderes”, dice la periodista y escritora. El problema de la guerra es el descontrol. Según los periodistas, fue sólo una estrategia de Calderón para reivindicarse como líder, pero no lo logró. El PAN no supo controlar el desorden del poder y de ahí viene el incremento en los asesinatos de periodistas.
Las zonas de la guerra
Chihuahua y Veracruz son los estados de México con más asesinados. Después se encuentran Tamaulipas y Guerrero. Veracruz y Tamaulipas son los estados del Golfo de México. “Lo que ocurre con los periodistas del golfo se explica porque es una entrada más grande de droga. Es, además, un conglomerado de crimen organizado. Trafican con mujeres, con niños, con armas…”, detalla Lolita Bosch.
En el siguiente mapa se muestran las muertes de periodistas desde el año 2000 en el estado en el que se produjeron.
Los medios han organizado redes de protección entre ellos. Los periódicos de Ciudad Juárez (Chihuahua) fueron los primeros en sufrir la delincuencia y compartieron sus técnicas con los diarios de Veracruz, que ahora ayudan a los de estados del sur de México.
“Hoy estar informado en México no es sólo un derecho, es un motivo para salvar tu vida. Las personas necesitan saber quién opera en su ciudad, porque es distinto cómo opera el cártel de Jalisco y su nueva generación a cómo lo hacen los zetas en el Caribe o el cártel de Sinaloa y el de Juárez. Todos necesitan saber qué está pasando en su comunidad para seguir vivos”, explica Lolita. “Pero a los periodistas no nos da tanto miedo el narco como el poder político”, agrega.
“Nosotros hacemos como si el Gobierno no sirviese”
Casi todos los periodistas que han hablado sobre el triunvirato han sido amenazados. Algunos cuentan su historia como estrategia para defenderse. Piensan que haciendo público su caso el que amenaza tomará más precauciones. Otros deciden no decir nada a nadie, ni siquiera denunciar, pues nunca saben de dónde viene esa amenaza. La denuncia puede ser contraproducente.
“A pesar de que mi periodismo no es bueno para el Gobierno, el mismo Estado es el que tiene el deber de proveer seguridad”, cuenta Luis Cardona. “Por eso formo parte del mecanismo de protección federal. No puede cuidarnos una asociación no gubernamental porque no tiene esa capacidad. Ellos tienen bastante dinero, pero lo gastan en libros y en estadísticas. Cada muerto es una estadística para ellos. Sólo el Estado puede protegernos, aunque el mismo Estado es también agresor”, agrega.
Según Lolita Bosch, trabajar por el bien común es trabajar contra el Gobierno. “Si decimos que estamos a favor de la paz, al Gobierno le parece una afrenta”, subraya.
Ahora los periodistas ya no tienen en donde resguardarse. “Antes íbamos al D. F., pero con el asesinato de Rubén nos han dicho no. Ya no tienen en donde colocarse. Ese es el mensaje que le han dado al periodismo independiente”, relata Lolita. El miedo, después del asesinato de Rubén y las cuatro mujeres, es saber quién sigue. “En cualquier momento van a ir por cualquiera de nosotros. Tenemos que ser muy inocentes para decir que no nos va a pasar. Nos puede pasar a cualquiera. Así funciona esta guerra”, lamenta.
CAROLINA VILLEGAS 08/08/2015
http://www.elespanol.com/actualidad/asi-viven-y-mueren-en-mexico-los-periodistas-amenazados/