Ocho perfiles laborales del sector servicios ven imposible ajustarse al Pacto de Estado planteado por la ministra de Empleo para salir del trabajo a las 18.00 horas
Antonio, al frente del Bar Postas y a medio camino entre la Plaza Mayor y la Puerta del Sol. (A.G.)
Patricia mira el reloj con el rabillo del ojo mientras la última clienta se pone el abrigo. Son las ocho y media y ya va camino de cumplir 12 horas de trabajo en su peluquería del centro de Madrid. Es su negocio, así que no ha tenido con quién compartir la jornada, tan amplia como irregular. “Yo no tengo horario”, dice, y sonríe resignada: “Entro a las nueve de la mañana y mientras haya clientas sigo trabajando, pueden ser las ocho como las diez de la noche. No me podría permitir el lujo de salir a las seis”.
Esta autónoma, que está separada y es madre de dos hijos de 17 y 19 años, no ve otra forma de conciliar trabajo y familia que no pase por levantarse a las 6.30 de la mañana y sacrificar tiempo de descanso. Pertenece al grupo de españoles del sector servicios que no puede siquiera soñar con la idea de salir del trabajo a las 18.00 horas, como plantea lapropuesta de pacto de Estado que ha presentado esta semana la ministra de Empleo y Seguridad Social, Fátima Báñez.
Un plan que la ministra ha tildado de “valiente” aunque muchos trabajadores no se den por aludidos. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), el 76,3% de la población activa en el tercer trimestre de 2016 pertenece al sector servicios, al que se dedican aproximadamente el 80% de las empresas del país.
Patricia posa en su peluquería Own Style de Madrid. (A.G.)
"Si hay 18 millones de empleos (en España), no más de un 20% están en este debate. Hay regiones y sectores enteros que no entran", puntualiza en declaraciones a El Confidencial
Roberto Martínez, director general de la Fundación Más Familia. Este experto, que en los últimos doce años ha certificado las buenas prácticas de 540 empresas españolas y de América Latina, afirma que "salir a las 18.00 horas no es la solución" porque hay tantas respuestas como personas.
Antonio, gerente del Bar Postas, ha hecho el ejercicio de imaginar qué pasaría si el horario de salida fuese igual para todos los trabajadores, una distopía en la que el país perdería la identidad. "Si cerrásemos todos a las seis, España se paraliza, se muere, se hunde", dice. Acostumbrado al ir y venir de miles de turistas al otro lado de su escaparate, Antonio no concibe dejar de despachar bocadillos de calamares hasta pasada la medianoche. Y mucho menos dejar de trabajar los fines de semana, así que la discusión sobre la conciliación no va con él. “Cuando mi hija era pequeña la tenía que despertar a las 6.30 y salir corriendo al bar. La dejaba durmiendo un par de horas en el coche, yo la vigilaba desde la ventana, y a las 9 la acercaba rápido al colegio", recuerda.
“Esto de salir a las seis de la tarde, ¿para quién es? ¿Para qué es?Obviamente nos deja fuera a la hostelería, los trabajadores del metro… Vamos, cuatro gatos”, se queja con ironía.
Turnos (envenenados)
David lleva casi doce años en el sector de la conserjería. Ahora trabaja en un edificio de empresas que necesita vigilancia las 24 horas del día los 365 días del año. Lo que en principio se concibió como tres turnos de ocho horas se ha convertido, con la crisis, en dos turnos de doce. Pueden ser desde las seis de la mañana hasta las seis de la tarde o viceversa.
Son un equipo de seis personas, entre conserjes y vigilantes de seguridad: nadie quiere trabajar los fines de semana, pero alguien tiene que hacerlo. “Nos organizamos a través de un grupo de Whatsapp. Si uno no puede un día, otro le cubre, es un mecanismo de solidaridad que funciona perfectamente”, considera. Sus jefes, que poco o nada pueden hacer por la conciliación, aceptan los cambios de cuadrante sin poner pegas.
David todavía no tiene hijos, pero se plantea tenerlos en el futuro. “¿Que si podría criarlos con estos horarios? Sin ayuda, no. Tengo compañeros que lo hacen gracias a los abuelos"
David tiene que trabajar a veces toda la noche y, a los dos días, cambiar sus biorritmos para acoplarse al horario diurno. Se trata de un ejercicio devastador, no apto para cualquier trabajador. Todavía no tiene hijos, pero se plantea tenerlos en el futuro. “¿Que si podría criarlos con estos horarios? Sin ayuda, no. Tengo compañeros que consiguen hacerlo, pero con la ayuda de los abuelos. Si trabajo de seis de la mañana a seis de la tarde no puedo ni llevarlos al colegio ni ir a buscarlos”, lamenta. “De todos modos es algo que nos afecta a casi todos… ¿O es que los periodistas llegáis pronto a casa?”.
Javier, que tiene una carnicería en el barrio madrileño de Aluche, agradece por lo menos poder dividir el trabajo entre cuatro personas y en dos turnos. Después de haber "sufrido mucho" con "contratos basura" en el pasado, ahora como empresario asegura que la única manera de que en el sector de la alimentación se pueda tener un horario racional es que el trabajo se divida equilibradamente. "En las grandes tiendas de alimentación de Vallecas y Usera la gente trabaja de sol a sol, de nueve a nueve", comenta. "Esto de los horarios está bien pero es un parche; no es un arreglo. Lo que debería hacer el Gobierno es una reforma de la reforma laboral", espeta.
Racionalización vs. servicios 24 horas
Esta medida de racionalización propuesta por el Gobierno contrasta con laliberalización de horarios que ya existe en varias ciudades y que avanza hacia una oferta ininterrumpida de servicios durante las 24 horas del día. Ya el pasado lunes surgió esta inquietud en el Congreso de los Diputados, cuando el portavoz de Esquerra Republicana (ERC), Jordi Salvador, preguntó a la ministra cómo encaja esa tendencia con la conciliación de los comerciantes y cómo se puede prevenir una situación de "competencia desleal" entre pymes y grandes superficies. En este punto, Báñez derivó la respuesta a la "responsabilidad de las comunidades autónomas".
En la calle, los pequeños comerciantes están efectivamente preocupados por este asunto. Miguel Ángel regenta un negocio familiar, Tejidos Otero, en el barrio de Aluche. Divide su jornada en dos turnos y le parece que es "un lujo poder cerrar los sábados por la tarde, los domingos y al mediodía", que es lo que él hace porque está solo. "El comercio lo tiene todo perdido con eso de cerrar a las seis de la tarde, es imposible", dice y aduce una experiencia personal que le ha llevado a "gastar un dineral en guarderías, tirar de abuelos y hasta llevar a los niños a jugar a la tienda". Da por perdida la batalla porque para su sector la propuesta de Báñez "no es real" pero reconoce que es "un avance para los que trabajan en oficinas, en la administración o en la industria".
Y no solo el comercio es víctima del trabajo 24-7. Marta, que es empleada del hogar lo sabe bien. Llegó a España hace seis años y optó por lo más conservador: servir como interna en un domicilio.
“Acepté el trabajo porque no tenía papeles. Es la mejor forma para resguardarse de la Policía y, además, ahorrar un poco de dinero, ya que no tienes que pagar un piso”, dice. Su jornada de trabajo comienza el lunes a las siete de la mañana y acaba el sábado al mediodía; al vivir en la casa siempre se le puede encomendar alguna tarea.
“La propuesta de Báñez no afecta a las empleadas del hogar, porque nuestros jefes van a salir igual de cansados y van a necesitar una mano por la noche”
Marta pasó cuatro años juntando dinero para traerse a uno de sus hijos a estudiar desde Colombia. “Vino para prepararse la Selectividad pero apenas le vi. Tuve que alquilarle un piso, él vivía solo. Mis jefes me dejaban traerlo a casa de cuando en cuando, pero no era suficiente”, explica Arboleda. Así, cuando decidió traer a su otro hijo se vio obligada a tomar la decisión: dejar el régimen interno.
Después de casi siete años, el sábado dejará la casa en la que siempre ha trabajado y vivido en España. “Les propuse recortar mi horario hasta las siete, pero no aceptaron. Van a tener un nuevo hijo y necesitan ayuda con las cenas y las duchas de última hora de la tarde, lo comprendo perfectamente”, agrega. “La propuesta de Báñez no afecta a las empleadas del hogar, porque nuestros jefes van a salir igual de cansados y van a necesitar una mano por la noche, eso no va a cambiar”, concluye.
El experto en buenas prácticas empresariales incide precisamente en este punto: la relación entre las partes. "Conciliar no es solo trabajar de nueve a seis, sino que va más por otorgar grados de flexibilidad entre empleado y empleador. No hay muchas máximas sobre esto, pero una es dar grados de libertad, no crear recetas universales". Martínez menciona opciones como permitir entrar más pronto o más tarde, el teletrabajo, permitir la media jornada en casa y la otra en la oficina, así como la posibilidad de que si llueve y hay atasco, no haya que desplazarse al lugar de trabajo.
"La clave es la flexibilidad, que en el trabajo se premie la consecución de objetivos y no la presencialidad. Si yo tengo horarios estancos no puedo hacer nada hasta que salga, pero si tengo unos objetivos que cumplir puedo organizar mi tiempo para también ver a mi familia”, dice Laura Baena, la fundadora del Club Malas Madres, un portal activista en favor de los derechos de la mujer.
El pasado año su asociación fue premiada en el Congreso Nacional de Familias Numerosas, donde tuvo oportunidad de debatir con la ministra Báñez: “Tanto el Gobierno como el resto de partidos políticos nos han atendido e incluso nos han escuchado, por eso no comprendo esta propuesta de conciliación que solo beneficia a las administraciones públicas o a las grandes empresas. Me alegro de que se intente avanzar en estos temas, pero la conciliación es un tema muy importante en nuestra sociedad y necesita que, además del Gobierno, participen las empresas y los trabajadores”, relata Baena.
Baena abandonó un trabajo por cuenta ajena para asentarse como autónoma y ahora reivindica la necesidad de acordarse de este colectivo: “Cambié de actividad porque no me resigno: quiero que mi carrera profesional siga adelante al tiempo que disfruto de mis hijos. No me vale que las empresas del Ibex apliquen medidas de conciliación, porque no son representativas: ellos tienen recursos económicos y humanos para hacer lo que quieran… ¿Y qué pasa con los autónomos y las pymes, que representan el 80% del tejido empresarial del país?”, pregunta al aire la activista.
Menos mal que los curtidos autónomos españoles saben cómo pescar en río revuelto. José tiene una tienda de ropa y calzado deportivo y tiene muy claro que no podrá "jamás salir a las seis" porque a esa hora es imposible haber hecho una buena caja. "Esta medida puede ser buena para las oficinas..., y también para nosotros porque si hay gente en la calle, en las tiendas nos beneficiamos".
Y además, opina como Antonio, que hay que promover que haya movimiento en el sector servicios "para que las ciudades españolas no sean los sitios tristes en los que algunos las quieren convertir"
http://www.elconfidencial.com/empresas/2016-12-17/los-que-no-pueden-conciliar-sector-servicios-salir-a-las-seis_1305462/