El rechazo al magnate ha despertado un movimiento ciudadano que se organiza y presiona a modo de 'lobby'.
Protestas contra Trump frente a la Casa Blanca la semana pasada. Yuri Gripas Reuters
JOSÉ GALLEGO ESPINA @josegallego81 Washington DC27.02.2017 01:44 h.
El Russell Senate Office Building es uno de los edificios situados junto al Capitolio, en el distrito político de Washington DC, donde se ubican las oficinas de los congresistas. En el despacho del senador republicano por Ohio Rob Portman, el teléfono lleva semanas sonando sin cesar. Dar con una persona que atienda al otro lado de la línea empieza a ser misión imposible, aunque siempre queda el buzón de voz: “Hola, mi nombre es Michael, soy un residente de Ohio y le llamo para pedirle que vote no aBetsy DeVos como secretaria de Educación. Por favor, le doy mis datos para que me localice si lo necesita. Gracias”.
Este mensaje lo dejó en el contestador de Portman hace algo más de una semana un ciudadano natural de su estado, después varios intentos de hablar directamente con el político o su equipo. “No había forma de contactar con ellos directamente. Ahora comprobarán mis datos y mirarán el prefijo de mi teléfono para saber desde dónde llamé, porque siempre hacen estadísticas sobre la opinión de su electorado”, explica Michael a EL ESPAÑOL.
Este tipo de acciones no son inusuales en este país. “Llamar a tus congresistas, ya sea de tu estado o de tu distrito, es algo normal. Lo hacían mis padres y mis abuelos, aunque entonces se les escribía. De hecho, cuando alguien se queja de algo, hay un dicho: ‘Escribe a tu congresista’. Ahora es por teléfono o 'email”.
Esta implicación ciudadana en lo público ha estado siempre asentada en la democracia estadounidense, aunque desde las elecciones la población ha vuelto a tomar conciencia de su poder sobre los diputados, sobre todo porque en este país, a diferencia de España, los senadores y representantes no responden ante el partido, sino ante sus votantes.
Desde la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, esta tradición ha dado un paso más. Un día después de la inauguración presidencial, la Marcha de las Mujeres dio el pistoletazo de salida a un movimiento autodenominado “la resistencia”, que ha prendido en las clases urbanas y que ha vuelto a implicar en la política a muchos que antes miraban la actualidad desde una cierta distancia. Este movimiento, que guarda alguna semejanza con el 15-M español aunque sin concentraciones públicas permanentes, se organiza a modo de ‘lobby’ para influir sobre el poder legislativo aprovechando la representatividad directa del sistema americano.
Dina Potter tiene 42 años y reside en Virginia. “Yo no era muy fanática deHillary Clinton, pero iba a votar por ella para que no saliera Trump, así que una amiga me agregó a un grupo de apoyo en Facebook. Cuando perdió, nadie se lo esperaba. La gente empezó a decir que había que hacer algo. El grupo empezó a dividirse por estados y ciudades, y a organizarse”.
Imagen de Dina Potter. Cedida
Estas redes sociales fueron clave para movilizar a los asistentes a la citada Marcha de las Mujeres. “Fue genial. Vinieron amigas de Santa Fe y de Nueva York, y se quedaron en mi apartamento de un dormitorio. Aquel día, en la manifestación de Washington, el cineasta Michael Moore ofreció un discurso reclamando que la protesta no se terminara allí. Me tomé en serio lo que dijo. Habló de crear un equipo de respuesta rápida anti-Trump y entonces empecé a trabajar en un grupo de Facebook y en un Podcast en español e inglés sobre la resistencia, somoschangemakers.org. Cada día proponemos una acción distinta para luchar”.
Mientras Dinna atiende a EL ESPAÑOL, se prepara para acudir esa misma tarde a una concentración frente a la Casa Blanca en defensa del Obamacare. “Las convocatorias nos las pasamos de unos a otros. Los grupos en las redes son secretos o cerrados, pero la información está fluyendo”.
ABOGADOS POR LA RESISTENCIA
Precisamente a pocos metros de la Casa Blanca viven Jeremy y Melissa, un matrimonio de abogados treintañeros. “Fue muy desalentador que millones de personas votaran por alguien machista, xenófobo y racista. El día después de la inauguración fue la Marcha de las Mujeres, que demostró el poder de una acción grupal concertada. Nos dimos cuenta de que había muchos problemas que abordar y que nadie podía hacerlo solo, así que pensamos que sería una buena idea tener algún nivel de coordinación con nuestros amigos y colegas”.
Es una manera de gritar, reír o llorar por todas las cosas terribles que están sucediendo actualmente
Esta pareja decidió iniciar una cadena a través del correo electrónico con sus conocidos, “para compartir estrategias y programar reuniones donde pudiéramos discutir acciones”. Además, confiesan en declaraciones a EL ESPAÑOL, también era “una manera de gritar, reír o llorar por todas las cosas terribles que están sucediendo actualmente”.
Convocaron a decenas de conocidos del área de D.C. a una reunión un sábado por la noche, la mayoría compañeros de la facultad de Derecho y sus parejas. “Muchos son abogados, y varios trabajan o trabajaban para miembros del Congreso”, remarca Melissa.
En total, acudieron a la cita ocho de ellos, otros dos estuvieron presentes por teléfono, y el resto de los convocados siguió implicado de alguna manera por correo. “También iniciamos otra cadena similar con familiares donde compartimos noticias y propuestas de acción política”, añade Jeremy.
CÓMO LIDIAR CON FAMILIARES PRO-TRUMP
Aquella noche planearon cómo contactar y presionar a los representantes del Congreso, localizaron sus teléfonos y direcciones de correo, hicieron guiones para los mensajes que iban a dejarles, buscaron las manifestaciones a las que podían asistir y analizaron qué logística necesitaban. “Aquella primera reunión fue inmediatamente después del veto migratorio, por lo que discutimos también sobre cómo ayudar, como abogados, para combatir aquella orden”, relatan Melissa y Jeremy, para quienes aquel encuentro, además de productivo, fue “muy catártico”.
“Algunas personas tenían familiares que apoyan a Trump y hablamos sobre cómo manejar esas relaciones personales ahora. Desde la inauguración, todo han sido noticias terribles, y es importante mantener su cordura. Las reuniones con amigos ayudan”, asevera la pareja.
Dina Potter comparte esta opinión. Ahora está preparando un acto para recaudar fondos para una candidata hispana a la Cámara de Virginia. “Sería la primera latina”, subraya. Es una de las acciones que cualquiera puede emprender, además de protestar en las calles, que sirve “para quitarte el enfado y que la prensa ponga el foco en el problema, pero lo más impactante es poner la presión sobre los cargos electos llamándoles. Algunos han tenido que desenchufar los teléfonos, así que mandamos faxes. Los cuentan, especialmente ahora que en 2018 vienen unas elecciones a la Cámara de Representantes”.
REVOLUCIÓN EN LOS ‘TOWN HALL’
Una de las imágenes que más se repite estos días es la de congresistas republicanos acudiendo a sus distritos a reunirse con sus votantes, una tradición en el sistema norteamericano, y encontrarse con una protesta. “Esas reuniones se llaman ‘town hall’ y son parte de las obligaciones de los políticos. Hay un grupo que está informando de cuándo y dónde estarán esos representantes para que la gente pueda ir a decirles qué piensan. Muchos acaban huyendo de la sala”, comenta Dina.
Trump ha inspirado a millones de personas a involucrarse de nuevo en la política, pero va a ser un camino largo y difícil
Parece claro que Trump ha conseguido despertar todo un movimiento de rechazo en poco más de un mes en el cargo. La duda ahora es si esta resistencia durará cuatro años. “Si el gobierno sigue tomando acciones totalitarias, sí. Lo último de vetar a medios de comunicación es antidemocrático y antiamericano. Por ese camino la resistencia seguirá viva”, confía esta activista de Virginia.
Jeremy y Melissa tampoco parecen dispuestos a rendirse. “Trump ha inspirado a millones de personas a involucrarse de nuevo en la política, pero va a ser un camino largo y difícil, por lo que necesitamos apoyarnos unos a otros. Es peligroso normalizar las cosas que suceden en la Casa Blanca, como el racismo institucional, la falta de respeto a nuestros aliados, las quejas de ‘noticias falsas’ o la difusión de mentiras y la prohibición de la prensa. Nunca debemos dejar que estas cosas parezcan aceptables”.
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