Carlos García Revenga, durante el juicio por el caso 'Noos' (Gtres)
Me lo dijeron hace meses: “Revenga quiere hablar”. Dicho y hecho. El secretario de las infantas Elena y Cristina de Borbón, estalla y sentencia: “La Casa (del Rey) ha pasado por mí, pero parece que yo no he pasado por la Casa”. Se queja de su situación. Despedido por Zarzuela, con 60 años, se le ha acabado el paro y nadie da un duro por él. “¿Tú crees que la infanta Cristina es la más adecuada para ayudarme?”, exclama Carlos García Revenga al otro lado del teléfono, respondiendo cuando le pregunto por las señoras. Lo que él no sabe, o quizá me equivoco y lo tiene meridiano, es que quién está detrás de su abandono vive en Zarzuela.
Les cuento: Entiendo muy bien que no piense precisamente en doña Cristina, la que más apartada está de la Familia. Además, aunque finalmente haya sido absuelta en el caso Nóos, tiene a su marido
con un pie en la cárcel y su futuro en volandas, pendiente de decidir qué hace con su vida si llega el momento de que Iñaki ingrese en prisión. Está claro que no reúne las mejores condiciones como para consolarle ni para apoyarle en la búsqueda de un nuevo trabajo.
Carlos García Revenga, durante el juicio por el caso ‘Noos’ (Gtres)
Pero, ¿Y la Infanta Elena? Sé que él sí esperaba que “se moviera” para, por ejemplo, echarle una manita en Mapfre, donde trabaja desde el año 2008 como directora de Proyectos Sociales y Culturales. Revenga adora a las infantas, a quienes conoce desde chiquillas, e intenta contenerse y opta por justificar que “todo el mundo tiene su vida y es complicado”, aunque en el fondo arda en deseos de gritarlo a los cuatro vientos. Quiere hablar, denunciar su situación. De hecho, lo hace conmigo durante un rato.
Resulta un tipo muy simpático. Gran conversador que tira de ironía para decir algo que le abrasa en la boca. Cree que no se merece el trato que está recibiendo y que nunca pensó verse así “tirado y enfrentado a la Casa”. La verdad es que desde que estallara el caso Nóos estaba claro que este hombre, al servicio de la Infantas de España, caería de un modo u otro. No puedes aparecer en un folleto publicitario del ya histórico negocio de Urdangarin, como asesor de la Casa de S.M. el Rey, ocupar el cargo de tesorero e incluso intercambiarte correos electrónicos con el ex duque “em- palma-do” y salir indemne, querido Carlos. Tras citarle como investigado, el juez Castro lo desimputó en junio de 2014 pero Felipe VI prescindió de él seis meses después. Lo que no imaginaba es que alguien más le cortaría definitivamente las alas. Les sigo contando.
Carlos García Revenga y la infanta Cristina, en una imagen de archivo (Gtres)
Está “dolido” y “expectante”. Me lo cuenta a mí y a todo aquel que se preocupe por su situación y paradero. Desde que reclamara judicialmente una indemnización laboral tras su despido el 31 de diciembre de 2014, está defenestrado. Dos años antes de su salida preparaban una posible incorporación a Bankia como responsable de Relaciones Internacionales. No lo entiende y a la vez intenta quitar hierro al asunto, pero sabe que no han movido un dedo por él. Cuentan los suyos que don Juan Carlos le dijo que le ayudaría a encontrar un empleo, pero la realidad es que no ha vuelto a trabajar. Ha cumplido 60 años y los 921 euros de paro ya se le han acabado. Ha llegado a reconocer que ha tenido que pedir dinero a su madre porque se le ha acabado “el colchón” de que disponía y hace poco vendió su moto.
Su salida de la Casa del Rey comenzó con la reestructuración lógica tras la abdicación de don Juan Carlos. Llegaba una nueva Familia Real formada por “el Rey de España, su Augusta Consorte, sus ascendentes de primer grado, sus descendientes y el Príncipe heredero de la Corona”. Las infantas Elena y Cristina quedaban fuera de ese primer círculo. Se acabaron los actos en representación de la Corona, las obligaciones y también las asignaciones. Estaba claro que no necesitarían ya a su fiel secretario. No le cogió por sorpresa, pero sí no llegar a una salida amistosa y de caballeros. “Intenté llegar a un acuerdo, quise defender mis derechos y como me parecía de justicia defenderlos, pues así lo hice. Si me pasa trabajando de panadero hubiera actuado igual”.
Carlos García Revenga y la infanta Elena, en una imagen de archivo (Gtres)
Lo que no calculó bien García Revenga, a quien muchos han calificado como “tonto útil” en el caso Nóos, es que servir a la Corona significa, entre otros principios, entrega, capacidad de trabajo y lealtad. Ni la infanta Elena, ni Cristina pueden hacer nada por él. El secretario no calculó cuando, en pleno enfado tras su despido -incluso antes- decía lo que verdaderamente pensaba sobre Letizia. Escaso de discreción, metió la pata y habló con muchos y más de la cuenta. La Reina Letizia no le gustaba, según me aseguran. Ni como le trataba ni la relación que tenía con las infantas, especialmente el rechazo a la atribulada Cristina. Y como el mejor secreto es el que no se cuenta, sus comentarios llegaron raudos a los actuales oídos regios. A la Augusta Consorte tampoco le gusta Carlos García Revenga. Fin de la historia.Nadie moverá un dedo por él.
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