Reptiliano es un término que ha pasado a formar parte de nuestro vocabulario popular. Alude a un ser alienígena, inteligente, avanzado y poderoso que habitaría nuestro planeta desde hace milenios, aunque actúa demasiado sigilosamente para ser detectado. Sin embargo, hace pocos años, semejante criatura era una completa desconocida.
¿Por qué se ha hecho tan famosa?
Esta es la crónica moderna de cómo los reptilianos llegaron a la Tierra, la invadieron y se instalaron en nuestra imaginación.
Alienígenas invasores reptilianos repartidos en bases subterráneas por medio planeta; vampiros succionadores de sangre; agentes gubernamentales pedófilos al servicio de líderes mundiales totalitarios; híbridos transdimensionales que imponen su imperialismo cósmico desde hace milenios y, luego, nosotros, los seres humanos.
Las frágiles comparsas de este inmenso teatro oculto. Así es el mundo real que defienden muchos divulgadores e investigadores actuales. Unos hilos invisibles que gobiernan la Tierra y explicarían las crisis económicas, los conflictos armados y hasta las modas musicales. Porque todo está conectado y todo permanece escondido a nuestros ojos, salvo para algunos privilegiados, los teóricos de la conspiración, que han sido capaces de desvelar y difundir, a riesgo de sus vidas, ese terrible complot universal.
Podemos juzgar alocados tales planteamientos. Quitarles importancia y mirar para otro lado, esbozando incluso media sonrisa, pero lo cierto es que estas ideas acumulan más partidarios de lo que parece. Solo los datos de uno de los principales teóricos de esta gran conspiración, el exfutbolista David Icke, resultan espectaculares. Su web está en el ranking de las 10.000 primeras páginas más visitadas de todo el mundo. Ha publicado 20 libros, editados en, al menos, 25 países. El año 2012, Icke habló durante 10 horas en el Wembley Arena ante una audiencia de unas 6.000 personas, aproximadamente, y muchos más online porque su charla fue retransmitida por Internet.
Él es el creador de la tesis reptiliana más completa[1]. Según la cual unos híbridos extraterrestres, mitad humanos y mitad reptiles, conviven entre nosotros y gobiernan la Tierra haciendo que los que solo somos humanos, seamos simplemente unos convidados de piedra de lo que pasa en el mundo. Nos utilizan para alimentarse de nuestra sangre y de nuestra energía emocional y, todo esto, con el pleno conocimiento y complicidad de las autoridades, organismos internacionales y grandes corporaciones mercantiles y financieras.
El abogado Michael Salla, otro de los principales teóricos de este movimiento, estableció en su libro “Exopolitics: Political Implications of the Extraterrestrial Presence” de 2004, la existencia de varias razas alienígenas invasoras entre las que predominarían los grises, a continuación los reptilianos-annunaki y, luego, los nórdicos y el resto de estirpes cósmicas que pueden sumar varias docenas de tipos diferentes.
Por su parte, el también abogado Alfred Weber, uno de los acuñadores del término “Exopolítica” para calificar este gran entramado cósmico de poder, comentó en una conferencia impartida en Barcelona el año 2009 cómo los gobiernos nos engañaban, ocultando la información OVNI y cómo “la mayoría de los vecinos estelares se conocen y el conjunto de todo ello lo he denominado Sociedad del Universo”, porque “la historia que se ha contado a los seres humanos de la Tierra y del espacio es errónea. Debido al comportamiento de la Tierra, la política del Universo ha puesto a la Tierra en cuarentena. La Exopolítica no acaba en el borde de la Tierra, sino que es un proceso de alcance universal”[2].
¿Dónde estaban metidos los reptilianos?
Si algo aceptan todos los partidarios de esta Exopolítica es que las susodichas criaturas escamosas que nos controlan son de origen extraterrestre y llevan pululando por nuestro planeta muchos años. Por lo tanto, nuestra primera reacción sería acudir al registro de casos OVNI y contabilizar el número de encuentros entre testigos humanos y reptiles, supuestamente llegados de otros mundos, que se han producido. Pero, justo al realizar dicha consulta es cuando asistimos a la primera sorpresa: Hasta los años 90 del siglo pasado, la presencia reptiloide en la casuística ufológica era extremadamente anecdótica.
Como ya subrayara el investigador Martin S. Kottmeyer en su artículo “Reptoid Fever”: “Es cierto que se conoce un cierto número de encuentros con hombres-lagarto a lo largo de los años, sin conexión evidente con los ovnis. También se conocen bastantes casos donde la entidad descrita incorpora algún rasgo aislado que podría calificarse de reptiliano, pero que por lo demás parece pertenecer a una categoría diferente, sean los grises, los mongoloides o a las mezclas exóticas. Se puede ofrecer un listado de apenas treinta casos de encuentros ovni y abducciones, debidamente referenciados, que representaría el mínimo, estrictamente hablando”[3].
Kottmeyer fundamenta su opinión sobre una serie de datos precisos. Por ejemplo, Thomas E. Bullard publicó en 1987 dos gruesos volúmenes en los cuales recopilaba unos 270 casos de abducciones acaecidas hasta 1985[4]. Fue un estudio ejemplar, sistemático y que marcó un hito en la investigación de esta disciplina. Pues bien, entre sus más de 600 páginas solo había una abducción que contara con la presencia de un ser reptiliano.
La vivió, en 1978, el italiano Pier Fortunato Zanfretta, pero Bullard la consideraba poco fiable porque el alienígena se parecía demasiado sospechosamente a la criatura protagonista de la película La mujer y el monstruo (Creature of the Black Lagoon) de 1964.
Otro indicio mencionado por Kottmeyer trascurrió el año 1992, durante una reunión celebrada en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) para abordar el fenómeno de las abducciones. Allí también se puso la cuestión reptiliana encima de la mesa. A uno de los expertos convocados, John Carpenter, se le preguntó por el porcentaje de alienígenas con morfología reptiloide que había recogido en su trabajo de campo. Carpenter respondió que la proporción rondaba el 10%.
Instantes después, el propio Carpenter quiso comprobar el grado de popularidad que tenían este tipo de extraterrestres, así que inquirió al público acerca de cuántos de los presentes habían oído hablar de los reptilianos y levantaron la mano, aproximadamente, la mitad de los que conocían a los alienígenas con fisionomía nórdica[5]. Con toda seguridad, hoy día, 20 años más tarde, se invertirían claramente estos porcentajes.
A su vez, Bullard, durante esa misma reunión en el MIT comentó que, tras consultar a 9 investigadores sobre esta materia, tres de ellos le manifestaron que no tenían archivado ningún caso con intervención de reptilianos o insectoides. En cambio, cinco de los ufólogos estimaban la presencia de dichos seres entre un 1% y un 10% de sus pesquisas, mientras que únicamente un investigador elevaba la cantidad hasta el 25%[6].
Por consiguiente, de una manera o de otra, a comienzos de los años 90, la cuota de reptiles en el imaginario alienígena era muy reducida y el conocimiento popular de su presunta existencia se situaba, asimismo, a la par. Entonces, ¿Qué cúmulo de circunstancias ha convertido a los reptilianos en la especie extraterrestre más famosa y dominante en nuestro planeta?
Stringfield y sus humanoides con piel de reptil
Los años ochenta del siglo pasado fueron el período clave para la eclosión reptiliana. Durante esta década discurrieron en paralelo una serie de informaciones de corte ufológico y conspirativo, combinadas con determinados éxitos mediáticos de la ciencia-ficción. Ambos fenómenos se fueron retroalimentando e interactuando entre sí, lo que generó una predisposición de ánimo y una receptividad popular hacia estas criaturas verdes como nunca antes se había tenido.
Pero este proceso, al principio, trascurrió relativamente despacio. Por ejemplo, ni siquiera el reptiliano era un tipo habitual entre los restos de extraterrestres que se decía que estaban en manos del gobierno estadounidense. Por ejemplo, el ufólogo Leonard Stringfield, especializado en presuntos OVNIs estrellados, afirmó manejar fuentes militares reservadas, conforme a las cuales, el ejército norteamericano había recuperado diferentes cadáveres de tripulantes de platillos volantes. Durante toda la década, Stringfield se dedicó a publicar informaciones sobre autopsias realizadas en secreto a los cuerpos de dichas víctimas accidentadas.
El balance de sus pesquisas describía unos humanoides todavía muy influidos por la morfología del alien de tipo Gris. Por ejemplo, un caso que este ufólogo denominó como A-6/A-7, dentro de su clasificación personal, le permitió ponerse en contacto durante 1978 y 1979 con personal médico oficial que había examinado meticulosamente los restos de dos alienígenas recuperados de su nave estrellada en Nuevo México el año 1962[7].
Como rasgos destacados, Stringfield señaló que medían entre 3 y 5 pies de alto, dependiendo de la fuente consultada; unas 40 libras de peso; con dos ojos rasgados de tipo “oriental” o “mongoloide” sin pupilas; la cabeza más grande en proporción al cuerpo y sin cabello de ningún tipo; sin lóbulos en las orejas; la nariz apenas sobresalía; una boca pequeña sin labios ni dientes; brazos alargados y terminados en unas manos de cuatro dedos sin pulgar; piernas cortas y finas; sin aparentes órganos reproductores…
Pero al llegar a la descripción de la piel es donde asoman los primeros rasgos reptilianos: “La piel no es verde. Algunos afirman que es amarillenta, bronceada, marrón, gris marrón o gris rosácea y uno dijo que parecía casi “gris azulada” bajo las luces del congelador.
En dos casos, los cuerpos estaban carbonizados hacia un marrón oscuro. La textura es descrita como con escamas o reptiliana, y extensible, elástica o móvil sobre músculos lisos o tejido esquelético. Ningún músculo estaba estriado. No había transpiración, ni desprendía olor corporal. […]
En noviembre de 1979, un dato adicional fue remitido por la autoridad médica acerca de la naturaleza de la piel alienígena. Bajo el microscopio, me dijeron que la estructura del tejido tenía forma de malla, o como la red de una cuadrícula de líneas horizontales y perpendiculares. Esto aclara una referencia anterior que describe la piel de la entidad como de “reptil”, porque esta nueva información sugiere que la textura de la piel es granular como la del lagarto, la iguana o el camaleón, al menos para un tipo de humanoide alienígena”.
Stringfield aseguró tener información de 49 OVNIs estrellados para el período comprendido entre la prehistoria y 1979[8]. Siendo los años 50, con 19 incidentes, el intervalo con mayor número de sucesos de este tipo. En conjunto, los testigos habían llegado a contabilizar una veintena de cadáveres extraterrestres. Sin embargo, los rasgos reptilianos no resultaban demasiado evidentes para ninguno de ellos, salvo al describir la textura de su piel en algún caso y si se le prestaba mucha atención.
Tiempo después, hacia 1983, Stringfield hizo público un presunto incidente acaecido en las instalaciones militares de Fort Dix, Nueva Jersey[9]. Durante el amanecer del 18 de enero de 1978, una patrulla de policía militar disparó a un ser pequeño que se puso delante del vehículo. Al iluminarlo con los faros, pudieron observar que tenía la cabeza gruesa, brazos largos, gris o marrón, cuerpo delgado, de unos cuatro pies de altura y “piel de serpiente”. El alienígena huyó malherido y, poco después, su cuerpo fue recogido y convenientemente ocultado por el ejército de la base.
Como vemos, tampoco en estos supuestos cadáveres de extraterrestres custodiados e investigados en bases secretas americanas asomaban rasgos demasiado reptilianos, salgo alguna característica leve como la piel. Pero el resto de su morfología física respondía al patrón del Gris. Sin embargo, ese rasgo fue suficiente para servir de precedente, ganar fuerza y comentarios.
La Dulce “movida” reptiliana de los 80
Por aquel entonces, se incorporaron a esta corriente conspirativa las informaciones sobre presuntos enclaves subterráneos norteamericanos cedidos a los extraterrestres como Dulce en Nuevo México u otros donde se guardaba y experimentaba con tecnología alienígena como el Área 51[10].
Así, el empresario e ingeniero electrónico Paul Frederic Bennewitz interceptó unas supuestas comunicaciones entre una nave espacial extraterrestre y un centro secreto en los alrededores de Alburquerque. Desde 1982, Bennewitz comenzó a difundir sus averiguaciones y, en 1988, escribió un informe titulado “Proyecto Beta”, donde acabó consolidando la creencia de que, en el subsuelo de Dulce, había al menos siete niveles o plantas donde convivían humanos y hasta 2000 aliens en perfecta armonía, desarrollando proyectos variados que incluían manipulación genética, abducciones, implantes para controlar la mente y la mutilación de ganado con fines experimentales.
Bennewitz acabó paranoico y hospitalizado varias veces por crisis psiquiátricas. Murió en 2003 y pasó sus últimos años retirado de la actividad pública, pero conviene no dejarnos cegar por su diagnóstico médico y preguntarnos si simplemente estamos ante un desequilibrado o había algo más.
En marzo de 2014, el periodista Alejandro Rojas, amparándose en la FOIA, la Ley para la Libertad de Información de la Fuerza Aérea, solicitó documentación gubernamental desclasificada y referida al caso Bennewitz[11]. Rojas pudo comprobar que Bennewitz actuó responsablemente.
Enseguida, puso todo el material de sus indagaciones a disposición de varios senadores, además, de algunos científicos y oficiales de la cercana Base Aérea de Kirtland en Albuquerque. Tras revisar los documentos desclasificados y analizar otras líneas de trabajo, Rojas tuvo la impresión, compartida por otros investigadores del caso como Greg Bishop, de que, en efecto, Bennewitz detectó algo extraño[12]. En concreto, pruebas militares aéreas de alto secreto y, quizás, test de guerra bacteriológica sobre el ganado ranchero, pero que no tenían nada que ver con operaciones alienígenas.
Las Fuerzas Armadas reaccionaron al ver que podían quedar al descubierto, ante lo cual, optaron por desprestigiar a Bennewitz y hacer que, él mismo, se desacreditara públicamente. Para lograr tal objetivo, mandos gubernamentales diseñaron una campaña de desinformación, basada en suministrar a Bennewitz una serie de dossiers y escuchas falsas que le hicieran creer en la invasión extraterrestre de la Tierra. El encargado de acometer este operativo de distracción fue Richard Doty, un agente especial, que siguió de cerca los trabajos de Bennewitz y colaboró con él en diferentes ocasiones. Rojas ahora reclama de la Fuerza Aérea un pronunciamiento claro al respecto que confirme o desmienta su papel institucional y absoluta falta de escrúpulos en este montaje.
Precisamente, Richard Doty también aparece mezclado en el controvertido asunto del Majestic 12, el cual, asimismo, salió a relucir, por generación espontánea, durante aquella década[13]. El año 1984, un productor de televisión, Jamie Shandera, afirmó haber recibido por correo un rollo de película con documentos históricos clasificados. Su lectura ponía de manifiesto la fundación de un comité secreto compuesto por un total de 12 científicos, líderes militares y funcionarios de gobierno, constituido en 1947 e ideado mediante decisión ejecutiva del presidente estadounidense Harry S. Truman. ¿Su cometido?
Facilitar la recuperación e investigación de naves extraterrestres como la estrellada en Roswell aquel mismo año. La documentación fue analizada por el FBI, pensando que podía existir un agujero de seguridad que propiciara posteriores filtraciones, pero sus expertos determinaron que se trataba de una falsificación. Este dictamen hoy día es compartido por la mayoría de los ufólogos más cualificados. Sin embargo, Majestic 12 ha contribuido a alimentar el mito de un gobierno oculto del mundo, formado por líderes terrestres y extraterrestres.
De hecho, consecuencia directa de Majestic 12 ha sido la exitosa saga de libros The Matrix que empezó a publicar el año 1989, John Grace, también conocido como Val Germann y Val (o Valdamar) Valerian. El primero de estos voluminosos textos se distribuyó mediante autoedición fotocopiada y, en su tenor, la conspiración alcanza cotas desorbitadas involucrando a la mafia, la Gestapo, los principales gobiernos del planeta, las religiones, el mundo académico, los alienígenas que mutilan ganado, violan a abducidas para crear seres híbridos, secuestran ciudadanos con la total connivencia de las autoridades y un largo etcétera.
Cuando Grace resumió en Matrix I las autopsias realizadas a cadáveres alienígenas, destacó que “la descripción de su piel NO es verde”, pero “la textura es descrita como escamosa o reptiliana”, haciéndose eco de las aseveraciones difundidas por Leonard Stringfield años atrás.
La mejor expresión de toda esta alianza transplanetaria serían las bases subterráneas como Dulce, aunque nunca haya podido ser confirmada su existencia, más allá de fotos trucadas y testimonios orales, en su mayoría, o bien anónimos (algunos procedentes de contactados que hablan con visitantes de dormitorio), o bien imposibles de confirmar más allá de la propia palabra del divulgador. Uno de los sucesos más insólitos y truculentos tuvo lugar la base de Dulce.
Allí, según relata Michael Wolf en su trilogía “The Catchers Of Heaven”, publicada en 1996, ocurrió una suerte de enfrentamiento civil entre las diferentes especies alien que residían en el subterráneo. Wolf, que se presenta como coronel de las Fuerzas Aéreas norteamericanas, oficial de la CIA y exmembro del Majestic-12 para asesorar al presidente de EE.UU, relata que el gobierno está en tratos con los grises desde los años 50 intercambiando conocimientos tecnológicos como cierto reactor de antimateria y un combustible nuevo basado en el elemento 115 de la tabla periódica.
El año 1975, durante una de las exhibiciones de esos avances tecnológicos, tuvo lugar una malentendido entre los humanos y los grises que acabó en un tiroteo con la muerte de varios militares y alienígenas. No es este el único incidente cruento sucedido en la base. Según otro informador superviviente, en 1979, tuvo lugar una autentica guerra para ocupar la base, en cuyo asalto murieron varias decenas de soldados, agentes del FBI y la CIA. Todo lo cual aparece recogido con gran profusión de detalles en la obra escrita por Branton y titulada “The Dulce wars: underground alien bases & the battle for planet Earth”, de 1999.
Pero las dudas sobre la existencia de esta base y sus extraterrestres inquilinos continúa por más que se rellenen páginas y páginas de papel o de internet sobre el tema. Y es que Mike Rothschil ha resumido perfectamente las principales incertidumbres diciendo “¿qué es la Base de Dulce? Lo más probable es que sea tierra estéril en el desierto. No hay imágenes reales de la misma. No hay evidencia física de carreteras, conductos de ventilación o puertas, ni nada por el estilo.
A pesar de que decenas de miles de personas deberían haber estado involucradas en la construcción, la dotación de personal y la vigilancia de la base, nadie con total credibilidad parece haber trabajado allí o un familiar suyo o amigo haber sido asesinado en un tiroteo o experimentaron con él. […] Incluso las luces misteriosas que Paul Bennewitz vio, son fácilmente atribuibles a la cercana Base Aérea de Kirtland. Lo que nos deja con, literalmente, nada”[14].
Nada o casi nada, porque la elección de Dulce como lugar para confeccionar un, más que probable, mito ufológico no surgió al azar. Hacía tiempo a este rincón de Nuevo México lo cubría cierto halo de misterio. Había sido escenario de algunas pruebas experimentales atómicas y, durante años, su acceso se mantuvo cerrado. A finales de 1960, el gobierno de Estados Unidos estaba ansioso por darle alguna salida pacífica a sus excedentes de armamento nuclear. Desde la industria del petróleo sugirieron fracturar formaciones rocosas de gas natural para facilitar su extracción. Sería un procedimiento mucho más rápido y barato que la tradicional perforación.
El 10 de diciembre de 1967 se detonó a 34 km al suroeste de la población de Dulce una bomba de 29 kilotones a 1.200 metros de profundidad. El proyecto fue denominado “Gas Buggy” y, la fractura geológica obtenida, todo un éxito. Sin embargo, el gas resultante salió demasiado radiactivo para ser útil. El proyecto se abandonó y el suelo quedó tan contaminado que hubo de ser limpiado en superficie durante una década. Finalmente, en 1978 se colocó una placa conmemorativa del experimento, y se dejó abierto el paso al público, aunque se mantiene la prohibición de excavar sin el debido permiso por riesgo de radiación[15].
Estos test nucleares, accesos restringidos y experimentos científicos en el subsuelo de Dulce debieron de disparar la imaginación popular, las suspicacias propias de la plena Guerra Fría y enriquecer un caldo de cultivo para nutrir las teorías más conspirativas. La dimensión ufológica del asunto podríamos entenderla como una derivación casi natural sobre un entorno desértico y enrarecido por los rumores e interrogantes tecnológicos.
De todos modos, la falta de pruebas sólidas acerca de la enigmática base de Dulce nunca ha impedido el desarrollo de la creencia de que allí residían reptiles inteligentes y muy avanzados. El año 1988, William F. Hamilton y Jason Bishop visitaron la población de Dulce y escribieron extensamente sobre la supuesta base militar. Se hicieron eco de los trabajos de Bennewitz y otros rumores especulativos, aunque tendiendo a darle más protagonismo a las criaturas reptilianas frente a los grises.
Por ejemplo, Hamilton en su obra Cosmic Top Secret de 1991 describió esos aliens como “pequeños seres humanoides [que] pueden pertenecer a la clase que conocemos como Reptiles en lugar de Mamíferos”. Además, señaló que “el gris y las especies reptoides son muy analíticas y de orientación tecnológica. Ellos han tenido antiguamente conflictos con los humanos nórdicos procedentes de otras sociedades del espacio, y pueden estar aquí preparándose para un futuro conflicto”. Por su parte, Bishop en su artículo de 1988, “Recollections and impressions of visit to Dulce” calificó a las criaturas residentes en Dulce como unos “extraterrestres que se consideran a sí mismos como ‘nativos terráqueos’.
Serían una antigua raza (descendiente de la especie de reptiles humanoides que se cruzaron con la raza de seres humanos Sapiens)”. Finalmente, un supuesto guardia de seguridad de la base, llamado Thomas Edwin Costello, cuya existencia real no ha podido ser acreditada, dijo haberse tropezado en Dulce con “reptiles humanoides”, aunque la mayoría del contingente alienígena sería del tipo Gris.
Puede parecer sorprendente, pero la teoría de que parte de nuestro desarrollo científico es un mérito que no corresponde a la especie humana, sino que se lo debemos a extraterrestres instructores tiene más antigüedad de lo que creemos. Ya, en 1705, el autor británico Daniel DeFoe escribió una novela acerca de los habitantes de la Luna.
La tituló El Consolidador o memorias de diversas transacciones del mundo en la Luna y, en ella, atribuía los mayores avances en la Ciencia y la Cultura a la interacción entre China y los alienígenas. DeFoe apuntó que el gran escritor chino Mira-cho-cho-lasmo “no era un nativo de este mundo sino que había nacido en la Luna y vino aquí para hacer descubrimientos”. Añadió que “no nos debe extrañar que los chinos superaran tanto al resto del mundo, porque sin aquel conocimiento que les llega desde la Luna, serían como todos los demás”.
Por lo tanto, que se especule ahora con esta clase de transferencias de conocimiento entre Estados Unidos y una raza extraterrestre, quizás, sea una manera de digerir la deslumbrante evolución tecnológica que tuvo lugar en el siglo XX. Recordemos que, en apenas 60 años, se pasó de poner la primera máquina en vuelo por los hermanos Wright a pisar la Luna.
Aquella vertiginosa transformación, seguramente, a muchos les debió parecer, si no incomprensible, al menos pura brujería. O, en su defecto y más acorde con los tiempos modernos, obra de extraterrestres, cuya ingeniería o bien copiamos, o bien nos entregaron a cambio de algo que necesitaran. Ciertamente, la Historia de la Ciencia explica y documenta, paso por paso, ese progreso tan acelerado de la Humanidad y no necesita de ningún alienígena para llegar a buen puerto. Pero otros prefieren la facilidad de soltar hipótesis gratuitas al esfuerzo de la información contrastada.
El Dinosaurido de Dale Russell
Un aspecto llamativo de la conspiración reptiliana es que, buena parte de su auge, procede, paradójicamente, de quien más la ha refutado: La Ciencia.
Entre el registro fósil de los dinosaurios hacía tiempo que los paleontólogos pusieron su atenta mirada en el Troodon o Stenonychosaurus. A diferencia del resto de su congéneres de especie, el Troodon medía unos dos metros de largo, tenía el torax como un ave y miembros delgados que insinuaban una rápida movilidad.
Pero lo más característico de su anatomía estaba en que era bípedo y con acentuada posición erecta; los ojos disfrutaban de una visión binocular y casi del todo frontal, lo que les habría permitido percibir profundidad. Además, su cerebro resultaba proporcionalmente más grande y complejo que el de los otros saurios.
De hecho, tenía abundantes circunvoluciones encefálicas, presunto signo de inteligencia superior, conciencia y quizás capacidad de comunicación.
De hecho, tenía abundantes circunvoluciones encefálicas, presunto signo de inteligencia superior, conciencia y quizás capacidad de comunicación.
Todo este cúmulo de rasgos morfológicos tan prometedores llevó a interrogarse acerca de cuál habría sido la evolución del Troodon de no haberse extinguido súbitamente hace 65 millones de años con los demás dinosaurios. El biólogo Dale Russell aceptó el reto de esta especulación y diseñó, en 1982, el Dinosaurido que pudo haber sido y no fue.
Su recreación fisiológica se asemejaba a un humanoide escamoso, calvo, sin orejas ni cola, porque ya no la necesitaría para equilibrarse. También el cuello se acortaría a dimensiones humanas para distribuir mejor el peso y bajo este aspecto fue esculpido por Ron Séguin.
La escultura de Russell y Séguin alcanzó una fama espectacular[16]. Terminó reproducida inmediatamente en diferentes medios de comunicación y con variaciones curiosas: parcialmente vestido, con una lanza en la mano o leyendo el periódico. Había calado en la opinión pública como una criatura con evidente potencial civilizador. Una especie que, de haber sobrevivido, habría competido con el hombre en el dominio de la Tierra desde la inteligencia.
De poco valió que Russell insistiera, una y otra vez, que su predicción biológica no era más que un puro entretenimiento. La trayectoria real del Troodon podía haber seguido una suerte evolutiva imprevisible y muchas de las particularidades atribuidas fueron absolutamente arbitrarias.
Sin embargo, en el contexto y proliferación extraterrestre de los años 80, aquella figura, sugerida nada menos que por la Ciencia, daba visos de realidad a una especie reptiliana en nuestro planeta o en cualquier otro. Una estirpe de humanoides-lagarto capaces de generar cultura y tecnología.
Teniendo en cuenta que, con respecto al ser humano, nos llevarían una ventaja de varias decenas de millones de años ¿acaso no podrían haber alcanzado una civilización superior a la nuestra con tanto tiempo a su disposición? Esta posibilidad, sin ningún fundamento científico ni evidencia empírica de base, fue aprovechada por numerosos teóricos de la conspiración alienígena para dar mayor credibilidad a sus planteamientos y justificar los abundantes testimonios orales a los cuales daban pábulo en sus escritos sin verificar las fuentes.
Reptiles y Ciencia-Ficción
Por último, llegó la ciencia-ficción e hizo el resto. La década de los ochenta fue la época de las historias protagonizadas por reptiles cósmicos como la famosa serie de televisión “V” de 1983 o la película Enemigo Mío de 1985. En cuanto al cómic, El Manual Oficial del Universo Marvel menciona diecinueve razas reptilianas. El segundo tipo, solo por debajo de las 91 razas de humanoides y semi-humanoides que son las predominantes. Al final de esta década, los reptiles habían invadido la mentalidad e imaginación popular.
Lo cierto es que la presencia de lagartos y otras criaturas parecidas había estado muy presente en la literatura fantástica casi de todos los tiempos. Podemos enumerar una larga lista de obras donde civilizaciones terrestres o extraterrestres de seres reptilianos pueblan las páginas del género al menos desde el siglo XVII. Ya el astrónomo Johannes Kepler en su “Sueños astronómico” de 1634 situó a su personaje Duracotus en la Luna, donde trató con los endimionidas, unos selenitas con “figura de serpiente” que habían levantado los cráteres lunares para protegerse del Sol.
Edgard Fawcett redactó “The Ghost of Guy Thyrle” en 1895 y cita los reptiles intelectualmente muy superiores que habitaban un planeta de la estrella Mirach. Luego, el francés Charles Derennes escribió “El pueblo del Polo”, el año 1907, donde unos exploradores del Polo Norte tropiezan con una civilización de pacíficos e inteligentes reptilianos que viven en comunidad y lo único que aprenderán del contacto con el hombre moderno es la nefasta violencia. En cambio, frente a la idílica imagen anterior de estas criaturas, Edmond Hamilton en “The Abysmal Invaders” de 1929, se empeñó en que una raza de hombres-lagarto fuera la que aniquilara a la humanidad. Ese mismo año, el creador de Conan el Bárbaro, el famoso Robert E. Howard, incluyó a los “hombres-serpiente” en su relato “The Shadow Kingdom”, publicado en Weird Tales dentro del número de Agosto.
Pero la mención de reptilianos no solo discurrió en el terreno de la fantasía. Hubo algunos autores que dieron cierta verosimilitud a la idea. Por ejemplo, la fundadora de la teosofía Helena Blavatsky en su voluminosa obra “La Doctrina Secreta” aludió a los “hombres-dragón” como la probable civilización que habitó en el continente perdido de Lemuria. Y el periódico Los Angeles Times, en su edición del 29 de Enero de 1934 divulgó la noticia de que se habían encontrado una ciudad subterránea habitada por reptilianos que confirmaba ciertas leyendas de los indios Hopi al respecto de la existencia de inmensos tesoros en su interior.
La topografía de dicha urbe en el subsuelo fue trazada por G. Warren Shufelt, un geofísico que aseguraba utilizar una técnica de rayos X para explorar el terreno, pero que atendiendo al detalle y fotografías de la información, más bien se trataba de un dispositivo con un péndulo y plomada propios de un zahorí. Nada de lo que prometía dicha noticia, con gran despliegue de columnas e imágenes, se pudo confirmar posteriormente.
Aunque la atención otorgada viene a reflejar cómo la sociedad de la época estaba familiarizándose con el concepto de lo reptiliano, unido a la auténtica dinomanía que los últimos descubrimientos paleontológicos de ese mismo período estaban suscitando entre la población. Recordemos que la célebre novela “El mundo perdido” de A. Conan Doyle había sido publicada en 1912, pero fue llevada al cine en la década de los 30. Por primera, vez el público pudo contemplar a dinosaurios en movimiento conviviendo con humanos y la idea de que miembros de esta especie pudieron haber sobrevivido hasta nuestros días caló en la opinión pública.
De todos modos, conviene precisar algunos detalles. La eclosión del fenómeno reptiliano como especie extraterrestre ligada a teorías de la conspiración es un acontecimiento que toma forma en los años 80. Los textos enumerados como precedentes, algunos con décadas de antigüedad, son únicamente eso: precedentes literarios, noticias y ensayos que suministraron una cierta familiarización con la idea. Sin embargo, el crisol que dio un nuevo estatus cultural y contracultural a estas criaturas, dentro y fuera de la ficción, vino mucho después como hemos visto al calor de la ufología, el final de Guerra Fría y la Ciencia Ficción hollywoodiense y televisiva.
David Icke y el Nuevo Orden Mundial
Si los años 80 conformaron una etapa, en la cual, la conspiración reptiliana había ido macerando sobre la base de informaciones militares y ufológicas de dudosa o ninguna credibilidad; especulaciones científicas más o menos lúdicas y una ciencia-ficción distópica, protagonizada por criaturas escamosas inteligentes; los años 90 conocerán el triunfo de una idea que maridaba todo lo anterior junto a las esperanzas frustradas de la Nueva Era; la inevitable y, para muchos inquietante, globalización cibernética y la crisis geopolítica que propiciarán, ya en el 2001, los atentados del 11 de Septiembre. El término acuñado desde el mundo de la conspiración para hilvanar tal caótica variedad de elementos será el de Nuevo Orden Mundial. Un concepto que volverá, definitivamente, famosos a los reptilianos y a su principal profeta: David Icke.
David Icke tiene una trayectoria errática muy curiosa. Nació en 1952, fue portero de fútbol 21 años hasta que se retiró por enfermedad en 1973. Luego, ejerció como reportero y cronista deportivo para la BBC y militó en el partido Verde en 1988.
Sin embargo, todo cambió cuando disfrutó de varias experiencias místicas y la compañía de una presencia extraña e invisible. Icke contactó con una psíquica llamada Betty Shine para que le facilitara la comunicación con dicha presencia y lo consiguió. De la conversación, extrajo una serie de profecías sobre terremotos, el anuncio de que escribiría tres libros en tres años y el consejo de que dejara la política porque él era excesivamente espiritual. Por último, la entidad invisible aseguró a David que nunca podría cambiar el mundo, pero lograría transmitir un mensaje que lo transformará.
Aceptada su misión en la Tierra, Icke se dedicó a viajar a Perú donde visitó los santuarios ancestrales; siguió escuchando voces y manejó las energías espirituales hasta el punto de que llegó a sentirse un “hijo de Dios”, lo que sirvió a algunos periódicos para titular que David se creía Jesucristo.
En 1994, comenzó a publicar sus ideas acerca de cómo los Illuminati controlaban a la raza humana. Para justificar la existencia de esta sociedad secreta combinó una referencia equivocada a la Orden Bávara de los Illuminati, fundada en 1798, con los absolutamente falsos Protocolos de los Sabios de Sión, que él renombró “Protocolos de los Iluminati”. Y culminó este cúmulo de asociaciones erróneas con el gobierno oculto del mundo y el fenómeno OVNI. En 1999, presentó a los Illuminati como unos seres provenientes de otra dimensión del Universo, los cuales coexisten con nosotros, pero se desenvuelven en una frecuencia o plano de energía menos densa.
Además, son de naturaleza reptiliana y su único objetivo es mantener a la humanidad bajo un estado de permanente miedo y ansiedad emocional. Ellos se nutren de nuestra sangre y de la energía de nuestras emociones. Unos alimentos que explicarían por qué tanta gente en el mundo moderno se siente frustrada, decaída, triste o agobiada sin motivo aparente. En este punto, enlaza con las teorías, no menos especulativas, de Zecharia Sitchin sobre los annunakis y Mesopotamia. También, con ciertas mitologías africanas y americanas sobre los Hombres-Reptil y el culto a las serpientes, porque Icke prolonga la existencia de estos seres alienígenas desde la más remota antigüedad hasta el siglo XXI.
Las estructuras políticas, sociales y religiosas del mundo son el resultado de las maquinaciones de una élite reptil extraterrestre, cuyo linaje emparenta entre sí a las grandes familias políticas, económicas y monárquicas del planeta, las cuales retienen el poder, hace milenios, para mantener a las masas ignorantes de toda la información que pudiera desvelar su existencia.
Toda esta amalgama de ideas extravagantes hubieran pasado casi desapercibidas en el mar de tantas otras similares ya vistas durante los años 80, de no ser por un acontecimiento histórico real: los ataques terroristas del 11 de Septiembre de 2001. Estos insólitos atentados le permitieron a David Icke defender la idea de un autogolpe realizado por el gobierno reptiliano de los Estados Unidos para restringir las libertades de la población y hacer una guerra en Oriente Medio. Icke difundió su tesis con rapidez desde su blog y adquirió un prestigio inmediato como fino analista político. En esencia, coincidía con lo que sospechaban muchos ciudadanos críticos como Michael Moore en su documental Fahrenheit 9/11, aunque este no incluyera a los reptilianos en el razonamiento.
Por último, David Icke redondeó sus planteamientos introduciendo el concepto de Matrix. Gracias a ciertas experiencias obtenidas tras consumir ayahuasca, Icke comprendió que la realidad no era sino una espejismo distorsionado y manipulado por los reptilianos que nos dominan. Y, en este punto, introducía un componente emancipador de la Humanidad, porque no estaba todo perdido. No debíamos someternos pasivamente a esa esclavitud mental. El hombre podía romper sus cadenas con un cambio de conciencia. Solo entonces, triunfará la Nueva Era, dejaremos de ser un rebaño ciego, una granja al servicio de los poderosos y se derrumbará la prisión de Matrix.
Según Icke, para salir de esa docilidad y anestesia generalizada, deberemos ver el trasfondo de los eventos anómalos, conectarlos entre sí y comprender que la vida es sólo una apariencia. Una vez haya un número suficiente de personas conscientes de su encarcelamiento psíquico, se obtendrá la liberación y todos pasaremos a un estado superior de existencia. Pero hace falta una gran masa crítica para provocar dicho cambio.
¿Liberación o nuevas cadenas?
Ciertamente, la emancipación propuesta por Icke no resultará nada fácil porque necesitamos buena información para adquirir la plena conciencia y, según él mismo denuncia en Hijos de Matrix, “todos los medios de comunicación son propiedad de los linajes reptilianos”. Así, “los medios de comunicación son la Matrix y el rebaño periodístico mundial es su máquina de propaganda sumamente desconocedora”. E, inevitablemente, “Internet es una creación de los Illuminati y solamente existe por la tecnología militar. Se ha vendido como un medio que permite el libre flujo de información mundial, pero solamente es una tapadera. La verdadera razón es que permite vigilar más fácilmente las comunicaciones personales a través de correos electrónicos, y las páginas webs que visita cada persona dan a las autoridades la oportunidad de construir un perfil de personalidad y conocimiento de cada uno”[17].
Lo llamativo de esta interpretación radica en que si David Icke hoy día es lo que es, se lo debe en muy alto porcentaje a Internet. Su textos, páginas web, conferencias online, vídeos, etc. se divulgan y enlazan a nivel mundial por toda la red de redes. Además, él mismo cita en sus obras, continuamente, artículos y contenidos web de referencia como base para apoyar sus consideraciones. Todo ello, alojado dentro de esa malévola Internet que considera una tapadera de los Illuminati y está concebida para desinformar a la población. ¿Formará David Icke parte de ese perverso tinglado cibernético que tanto ha incrementado e incrementa su fama?
Algo chirría estrepitosamente en los argumentos de este teórico de la conspiración. Pero tampoco debemos sorprendernos porque es lo habitual en la Exopolítica: Unas conspiraciones contradicen a otras, sin el menor rubor de quienes las divulgan. Todo vale y si no se comprende la incoherencia, tampoco importa, porque responderá a un propósito reptiliano que se nos escapa o no estamos preparados para comprender. De este modo, siempre hay una puerta de atrás retórica para mantener a salvo la teoría de la conspiración y no poder cuestionarla o derribarla nunca.
El problema, por tanto, de las tesis de Icke es que, bajo el aparente propósito de revelarnos una genuina realidad, nos expulsa de ella para sumergirnos y encadenarnos a una fantasía. En el mejor de los casos, nos estaría cambiando unas cadenas por otras. Según el profesor David G. Robertson de la Universidad de Edimburgo el éxito de este tipo de teorías ha venido dado por la crisis de la Nueva Era durante los años 90[18]. Los ansiados poderes paranormales del ser humano no llegaron. Tampoco culminó el anunciado contacto extraterrestre que, décadas atrás, parecía tan inminente. En cambio, aparecieron los informes desclasificados de las maniobras y experimentos confidenciales realizados por los grandes gobiernos, así
como la evidencia de que las agencias de inteligencia habían usado el fenómeno OVNI como pantalla para despistarnos de sus propias operaciones secretas. Todo lo cual, condujo al pesimismo de que “otra humanidad” resultaba ya imposible y hubo que reformular las premisas de la Nueva Era.
Fue así como, en opinión de Robertson, se pasó de la idea de que los extraterrestres llevaban visitando el planeta esporádicamente desde hacía siglos, a la teoría de que nunca se habían ido de aquí y nos seguían dominando porque somos sus criaturas. Esa hegemonía reptiliana explicaba por qué se acumulaban los retrasos de la Nueva Era: Los alienígenas lo estaban impidiendo a pesar de nuestro potencial para conquistarla. De este modo, piensa Robertson, muchos recondujeron su frustración, consiguieron así consolarse y explicar la ausencia de ese amanecer idílico que tanto se resistía a llegar contra todo pronóstico.
Pero, también caben otras lecturas[19]. Por ejemplo, Daniel Jolley y Karen Douglas, el año 2013, publicaron en el British Journal of Psychology, un estudio acerca de cómo afecta socialmente la creencia en conspiraciones radicales[20]. El resultado al que llegaron fue que sus simpatizantes tienden a participar mucho menos en las actividades políticas y democráticas del país. Es decir, su gran desconfianza hacia el orden establecido, los desmotiva y desmoviliza ante las tomas de decisión institucional.
Dejan de involucrarse en política y, como advierte Umberto Eco, al ocuparse de los peligros imaginarios, mantienen su atención distraída de las amenazas verdaderas[21]. Por lo tanto, el principal beneficiario de la divulgación de estas teorías extravagantes de la conspiración, serían, curiosamente, las élites y poderes que aparecen denunciados dentro de ellas.
Y es que los seguidores de David Icke y del resto de teóricos afines, se conforman con creer que conocen la auténtica realidad, antes que transformarla. Mientras que, por el camino, aumenta el inmovilismo y la pasividad social que tanto agrada a unos pocos. Aquellos que mandan y no desean que nada ni nadie les perturbe. Al final, resultaría que esta clase extrema de teorías conspirativas, pudieran estar al servicio de una suerte de “conspiración” mayor. Lo cual, no dejaría de ser algo paradójico y muy… escamante.
Juan José Sánchez-Oro
NOTAS
[1] T. Lewis y R. Khan, “The Reptoid Hypothesis: Utopian and Dystopian Representational Motifs in David Icke’s Alien Conspiracy Theory”, Utopian Studies 16.1 (2005) pp. 45-74
[2] Mª C. P. Sumalla, “Exopolítica”, Espacio Compartido. The Ufo Report and Research Magazine, 45 (2009) pp. 9-13
[3] M. Kottmeyer, (2003) “Reptoid Fever”, The REALL News, Vol. 11, Nº 1/Enero (2003) pp. 1,3 y 5
[4] T. E. Bullard, UFO Abductions: The Measure of a Mistery. FUFOR, 1987.
[5] A. Pritchard, et.al. Alien Discussions North Cambridge, 1994, pp. 91-5, 579
[6] C.D.B. Close Encounters of the 4th Kind, Arkana, 1996, p. 30
[7] L. H. Stringfield, The UFO Crash/Retrieval Syndrome: Status report II: New Sources, New Data. Part I (1980).
[8] L. H. Stringfield, The UFO Crash/Retrieval Syndrome: Status report II: New Sources, New Data. Part III: Statistical Analysis of UFO Crash/Retrieval Events (1980).
[9] L. H. Stringfield, The Fatal Encounter at Ft. Dix–Mcguire: A Case Study; Status Report IV (1985)
[10] D. Benito, Área 51, Madrid, 2011
[11] A. Rojas, “Ex-Air Force Law Enforcement Agent Says He Hoaxed Major UFO Mythologies”, 05/13/2014 http://www.huffingtonpost.com/alejandro-rojas/exair-force-law-enforceme_b_5312650.html
[12] G. Bishop, Project Beta: The Story of Paul Bennewitz, National Security, and the Creation of a Modern UFO Myth, New York, 2005.
[13] A. Rojas “Majestic 12: Is This Legendary UFO Conspiracy U.S. Air Force Disinformation?” 05/06/2014 http://www.huffingtonpost.com/alejandro-rojas/majestic-12-is-this-legen_b_5447618.html; Philip J. Klass, “In 1983, Bill Moore Reportedly Discussed Possible Use Of Bogus MJ-12 Type Documents To Encourage New Roswell Witnesses To Speak Out”, The Skeptics UFO Newsletter, Vol. 44, March 1, 1997.
[14] Mike Rothschil ,“Is Dulce Base the New Area 51?” 10/6/2013 https://skeptoid.com/blog/2013/06/10/is-dulce-base-the-new-area-51/
[15] Informe del Departamento de Energía de los EE.UU. http://www.lm.doe.gov/Gasbuggy/gasbuggy-factsheet.pdf
[16] Russell, D. A. y Séguin, R. “Reconstruction of the small Cretaceous theropod Stenonychosaurus inequalis and a hypothetical dinosauroid”, Syllogeus, 37 (1982) pp. 1-43
[17] D. Icke, Hijos de Matrix, Barcelona, 2011, pag. 595.
[18] D. G. Robertson, “David Icke’s Reptilian Thesis and the Development of New Age Theodicy”, International Journal for the Study of New Religions, 4.1 (2013) pp. 27–47
[19] M. Barkun, A Culture of Conspiracy. Apocalyptic Visions in Contemporary America, Universidad de California, 2003, cap. 6.
[20] D. Jolley y K. M. Douglas, “Thesocial consequences of conspiracism: Exposure to conspiracy theories decreases intentions to engage in politics and to reduce one’s carbon footprint”, British Journal of Psychology, Vol. 105, Issue 1/February (2014) pp. 35–56,
[21] U. Eco, “Apuntes para una teoría de las conspiraciones”, 11 octubre 2014 http://www.elespectador.com/opinion/apuntes-una-teoria-de-conspiraciones-columna-521770
Publicado en EOC nº 78
http://elojocritico.info/la-increible-conspiracion-de-los-reptilianos-origen-y-explicacion-de-la-exopolitica/