Mauricio Montes
"Tengo las manos manchadas de sangre". Con esas palabras decidieron titular los principales portales de noticias, a raíz de que hiciera pública las confesiones de Sophie Zhang, una excientífica de datos que trabajó para Facebook.
Las denuncias de Zhang se pueden resumir de la siguiente forma: Facebook conocía que se estaba usando la plataforma para manipular elecciones o intervenir en la dinámica interna de diversos países del mundo y simplemente optó por ignorar dichos datos.
Las declaraciones de Zhang llegaron poco tiempo después de que Facebook, con la misma lentitud con que lo hizo The New York Times y otros medios de difusión, declarara que se habían usado las plataformas digitales para manipular la opinión pública boliviana para favorecer los factores políticos que dieron un golpe de Estado a Evo Morales.
¿Complejo de culpa?
La empresa fundada por Mark Zuckerberg, develó en un informe que la empresa CLS Strategies, de claras y públicas vinculaciones con la USAID y la OEA, a través de sus fundadores y directivos, entre ellos Mark Feierstein y Roger Noriega, estaba detrás de 46 cuentas de esa red social emitiendo información falsa.
Entre los objetivos más recientes de CLS Strategies estaría limpiar la imagen del Gobierno de Jeanine Áñez en Bolivia, tras haber promovido el derrocamiento de Evo Morales.
Sin embargo, la iniciativa no se quedaba solo en el altiplano. La empresa, también servía para promover en Venezuela a los líderes de oposición como Juan Guaidó y Henrique Capriles.
El activista Julián Macías, creador de Pandemia Digital, destapó el escándalo. En especial, las conexiones de CLS Strategies con otras organizaciones como Atlantic Council y Atlas Network, operadoras también de la USAID y la OEA, en Latinoamérica y que poseen estrechos vínculos con empresas como Exxon.
El derrocamiento de Fernando Lugo en Paraguay y Manuel Zelaya en Honduras, en 2008 y 2009, el apoyo a la figura de Enrique Peña Nieto tras unas elecciones fraudulentas en 2012 y la posterior campaña contra Pemex, el golpe de Estado a Evo Morales en Bolivia en 2019 y las campañas sistemáticas de desprestigio contra el Gobierno de Nicolás Maduro, son algunas de sus operaciones encubiertas tras la fachada de relaciones públicas de CLS Strategies.
"Lo más curioso de esta empresa, es que muchos de sus miembros han participado en organismos de cierta relevancia en la política exterior de Estados Unidos, algunos son organismos públicos como la USAID en la cual estuvo el propio director de la USAID en la etapa de Obama, Mark Feierstein, que también estuvo trabajando de vicesecretario de Estado para América Latina y también fue con Clinton funcionario de la OEA. (…)
Y no es el único, también está Roger Noriega que también trabajó para CLS y los mismos cargos que ocupó Mark Feierstein con los demócratas, él los ocupó con el Gobierno republicano, también estuvo en la USAID, en la OEA. Y luego, aparte, incluso su fundador Peter Schechter en la actualidad es director del organismo para América Latina del Atlantic Council. (…) Hay un lobby geopolítico que trabaja sinérgicamente con esta empresa", detalla Macías.
Para Macías, el entramado con el cual opera CLS Strategies se desarrolla en cuatro dimensiones. Una de ellas, dirigida a reclutar y comprar la voluntad de medios de difusión y periodistas. La segunda arista, implica la gestión de redes sociales usando cuentas falsas, que utilizan para difundir bulos, rumores y mensajes de odio.
"Un tercer vértice es el cabildeo, es decir, gestionar reuniones con organizaciones que están apoyadas por financiación de Estados Unidos a través de la NED o del NDI. (…) Por ejemplo se sabe que una de las cosas que hizo el contrato de esa empresa con el Gobierno de Áñez fue concertar reuniones con directivos de la OEA, senadores de Estados Unidos, diferentes organismos públicos por un lado y por otra parte también desde USAID, financiar fundaciones asociaciones medios de comunicación", puntualiza el activista.
Venezuela, en la mira
Las elecciones legislativas en Venezuela, serían un nuevo escenario de confrontación política dentro y fuera del país, y por lo tanto, desde este andamiaje de control mediático, acciones de desinformación tendrán lugar para tomar el control de la opinión pública en la nación bolivariana.
Para la analista venezolana y experta en redes sociales digitales, Larissa Costas, es necesario "esperar cualquier cosa", conforme nos acerquemos a la cita electoral.
"En primer lugar porque estas empresas no actúan bajo parámetros éticos y actúan como mercenarios de la información. Están disponibles para el mejor postor. Hay un informe de TrendMicro titulado Fake News Machine: cómo los propagandistas abusan de internet y manipulan al público, en el que identifican tres elementos esenciales de la noticia falsa y las operaciones de desinformación. En primer lugar, que el propagandista conoce que está mintiendo, en un acto consciente.
En segundo lugar, el uso de las herramientas para amplificar el mensaje y, por último, las redes sociales. Venezuela tiene por adversario al imperio más sofisticado desde el punto de vista tecnológico, que está tremendamente motivado ante la posibilidad de hacerse con los recursos de la nación. Por último, las redes sociales cobrarán seguramente un mayor protagonismo por el contexto de las elecciones en tiempos de pandemia", señala.
Para Costas en lo que respecta al ataque contra Venezuela, la magnitud e importancia de las operaciones de manipulación de información en redes sociales que se ponen en marcha, son teledirigidas desde el propio Departamento de Estado.
"La campaña de desinformación, manipulación y fake news desplegadas contra Venezuela parece presentar diferentes fases o niveles para el despliegue de los datos. Por ejemplo, un nivel estaría representado por las acciones de propaganda de CLS en Facebook. Pero en el año 2019, con la marca de la política exterior estadounidense (Departamento de Estado), se desplegó la campaña #EstamosUnidosVE que cumplía con los parámetros establecidos por Facebook como descriptores de una campaña de Fake News", apunta.
Larissa Costas hace un recuento que vale la pena destacar porque ilumina a través de los datos, el esfuerzo impreso en modificar la opinión pública en la nación venezolana, a partir de que Juan Guaidó se autoproclamara como presidente interino del país.
En 2019, en Facebook, el Departamento de Estado distribuyó publicidad para impactar a venezolanos y venezolanas entre 18 y 45 años, en la que se hacía acusaciones contra el Gobierno de Venezuela alusivas a corrupción, robo, asociación para delinquir e incluso se acompañaban con imágenes muy escandalosas en las que se maldecía al presidente venezolano.
Esta campaña también se ejecutó en Twitter: del 1 de enero al 9 de abril del año pasado recabamos 757 tuits y retuits de la cuenta oficial del Departamento de Estado en español.
En el mes de enero del 2019, casi el 75% de los tuits emitidos desde esa cuenta, en concreto 88 tuits fueron hostiles contra Venezuela, mientras que apenas el 25,4% hablaba de la relación con otros Estados (30 tuits). En febrero, la conversación sobre relaciones con otros Estados, se incrementó ligeramente en casi un 10%, y en marzo establecieron una conversación del 50%, es decir, la mitad de la voz del Departamento de Estado, gritaba contra Venezuela.
A juicio de Costas, este entramado de manipulación está comenzando a ser un verdadero problema de alcance global.
"Se trata del desarrollo de herramientas prácticamente imperceptibles pero muy persuasivas para manipular la opinión y el pensamiento de las personas. Vamos rumbo a convertirnos en una realidad distópica, si es que no lo somos ya", señala.
Ante este escenario donde las naciones parecen estar desvalidas en su defensa contra las campañas de manipulación propiciada por las plataformas digitales, tanto Larissa Costas, como Julián Macías, coinciden en que la "pedagogía del individuo" es el arma más poderosa. Entender cómo funcionan los mecanismos de modelaje masivo, para así estar más alertas cuando sean activados es la principal defensa.
Sin embargo, Macías también resalta que esta clase de estrategias han avanzado porque no existen aparatajes jurídicos e institucionales que garanticen una lucha eficiente contra la amenaza.
Desde su perspectiva, la impunidad es el terreno que favorece que estas prácticas se extiendan.
"Lo que tienen que hacer los gobiernos, las instituciones y los grupos políticos es defender los derechos de la ciudadanía que para eso le eligieron. Muchas veces cuando alguien ataca un medio por decir una mentira, en realidad se dice que se vulnera la libertad de expresión, creo que esta libertad de expresión siempre tiene que defenderse, pero también existen otros derechos como el derecho a la veracidad de la información que es muy importante, porque aparte creo que esta permisividad en dar noticias falsas al final lo que hace es socavar la democracia", concluye.
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