Miles de años de historia nos dicen que la sequía no es nada nuevo.
A veces prevalecemos. A menudo no lo hacemos.
Crédito: Olivier Mesnage.
Una mirada sombría hacia el futuro nos dice que aún no hemos visto nada, con una combinación de climas cambiantes, prácticas deficientes de gestión del agua, y densidades de población crecientes que prometen una «pandemia» de sequías catastróficas.
El Reporte Especial de la ONU sobre la sequía 2021 detalla los riesgos que enfrentamos en los próximos años como resultado de la reducción de las precipitaciones en lugares clave de todo el mundo, explorando los factores detrás de la sequía y la variedad de medidas que todos tomamos para hacer frente a la escasez de agua.
El hecho de que el calentamiento global esté redistribuyendo nuestra agua ya es una triste realidad con la que muchos en todo el mundo se ven obligados a lidiar.
Portada del Reporte de la ONU (descargable al final de esta noticia).
«Con el cambio climático inducido por el hombre, la frecuencia y la gravedad de las sequías ya han aumentado en algunas regiones del mundo, a menudo con escasez de agua», escriben los autores en el informe.
«A medida que el mundo avanza aparente e inexorablemente hacia temperaturas promedio globales 2 °C más cálidas que los niveles preindustriales, los impactos de la sequía se están intensificando y se prevé que empeoren en muchas regiones, particularmente en escenarios propensos a este fenómeno».
Al menos 1.500 millones de personas en todo el mundo se han visto afectadas por la sequía en las últimas dos décadas, lo que ha costado a las economías más de 124.000 millones de dólares.
Como señalan los autores, generalmente existe una brecha entre las pérdidas reportadas y los impactos reales, lo que significa que cifras como estas deben tomarse como conservadoras en el mejor de los casos. Sin mencionar el hecho de que las estimaciones ni siquiera tienen en cuenta las economías de los países en desarrollo.
Peligros próximos
Irónicamente, son las naciones en desarrollo y las regiones remotas las que primero nos vienen a la mente cuando pensamos en una sequía severa. Sin embargo, casi una quinta parte de la población mundial vive en un área potencialmente en riesgo de escasez de agua.
Para fines de siglo, podemos esperar que la mayoría de los países se vean afectados por la sequía de alguna manera.
Los informes que predicen el alcance de los crecientes riesgos de escasez de agua en un futuro devastado por una crisis climática, se han convertido en algo común.
Entonces, y dado que sabemos todo esto —lo devastadora que puede ser la sequía y que muchos de nosotros la enfrentaremos en un futuro—, ¿por qué no lo manejamos mejor?
Representación esquemática de interconexiones potenciales entre diferentes sectores afectados por sequías.
En un intento por encontrar una respuesta, el informe de la ONU reunió una serie de estudios de casos que detallan las «experiencias vividas» de sequía para resaltar quiénes en la comunidad se verán más afectados por los frecuentes períodos de estrés hídrico.
Empoderar a los involucrados en la agricultura es un primer paso obvio.
Pero cualquier persona que necesite un medio ambiente acuático saludable, ya sea que opere en el sector del turismo, el transporte, la hidroelectricidad o la pesca, tiene interés en la gestión eficiente del agua.
Mala memoria
Con base en las experiencias recopiladas en estos casos, está claro que la política sobre el agua no es tanto un problema de poca conciencia, sino un problema de mala memoria.
«Los actuales mecanismos y enfoques de gestión de riesgos y gobernanza que abordan la sequía están siendo abrumados por la naturaleza cada vez más sistémica del riesgo de sequía», afirma el reporte.
«Los estudios de caso describen la acción en el desarrollo, revisión y reestructuración de políticas cuando las sequías son severas y la inacción cuando las sequías ya no son evidentes».
Según afirman los investigadores del Centro Común de Investigación de la Comisión Europea (JRC), el cambio climático y las alteraciones en el ritmo de crecimiento de la población, podrán detonar situaciones de escasez de agua para consumo humano.
Nadie quiere pensar en la próxima sequía cuando lleguen las lluvias, por lo que no es de extrañar que la mayoría de los enfoques políticos sean reactivos, en lugar de proactivos.
La representante especial del secretario general de la ONU para la reducción del riesgo de desastres, Mami Mizutori, se apresura a comparar la escasez de agua en el futuro con un desastre global que no necesitamos imaginar.