Se acaban de cumplir cuatro años de la polémica escapada del expresidente de la Generalitat a Bruselas, en un movimiento que recuerda a lo ocurrido con el consejero de Gobernación durante la Segunda República, tras la fracasada proclamación del Estado catalán en 1934
Israel VianaMADRID
Actualizado:16/11/2021 02:16h
Se acaban de cumplir cuatro años de la huida de
Carles Puigdemont, en un movimiento tan inesperado que podría ser el guion de una película de acción sin un final a la vista. Todo comenzó el lunes 30 de octubre de 2017, tres días después de la fallida declaración de independencia unilateral de Cataluña. El expresidente de la Generalitat
se refugió en Bruselas con el cartel de víctima, como exiliado y perseguido, después de la querella presentada por la Fiscalía General del Estado.
Llegó a la capital belga junto a cinco de sus consejeros también cesados por la aplicación del artículo 155 de la Constitución: Meritxell Borràs y Joaquim Forn, del Partido Demócrata Europeo Catalán (PDeCAT), y Antoni Comín, Dolors Bassa y Meritxell Serret, de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC).
En esta escapada resultaron clave dos agentes de la escolta de Puigdemont, otros dos mossos que son pareja, la esposa del expresident y un todoterreno que primero cruzó la frontera con Francia hacia Marsella sin papeles en la guantera.
Esta polémica huida puso patas arriba a todo el Gobierno español y a los medios de comunicación, de la misma forma que ya ocurrió en 1934 con el golpista catalán Josep Dencàs. El episodio del que fuera consejero de Gobernación durante la Segunda República es, incluso, más sorprendente que el de Carles Puigdemont, y eso que a este último no le faltaron los ingredientes de un buen ‘thriller’, como los trampantojos incluidos para despistar a las autoridades.
De Puigdemont a Dencàs
El 30 de octubre, por ejemplo, Puigdemont colgó en Instagram una foto desde la sede de la Generalitat en la Ciudad Condal. Con la imagen quiso sugerir que el presidente había ido a trabajar a pesar de haber sido destituido dos días antes desde Madrid. Sin embargo, la mentira duró poco, porque rápidamente saltó la noticia de que Puigdemont se había desplazado a Bruselas agazapado en los asientos traseros en uno de sus coches, consiguiendo pasar inadvertido a los ojos de los Mossos d'Esquadra que custodiaban su casa.
Tras burlar los primeros controles, él y su esposa cambiaron a otro vehículo en el que les espera un mosso de confianza. En ese coche, sin papeles, huyen a Francia. Se cree que, incluso,
escondido en el maletero, puesto que en las cámaras de la frontera no localizan su rostro.
El 31, comparece ante los medios en una rueda de prensa en la explica que su viaje a Bruselas tiene un único objetivo: «Poner de manifiesto el problema catalán en el corazón institucional de Europa y denunciar la politización de la Justicia española». Desde entonces, no ha regresado a España a pesar de las peticiones de extradición, mientras Oriol Junqueras y otros ocho exconsejeros han pasado una temporada entre rejas.
Esta sucesión de escenas casi cinematográficas llenaron numerosas portadas en los principales periódicos del mundo, de la misma forma que le ocurrió en 1934 a Josep Dencàs, líder de las Juventudes de Esquerra Republicana de Cataluña-Estado Catalán (Jerec).
Se trataba de una organización política creada tres años antes que operó como rama juvenil de ERC y, según han defendido algunos historiadores, copió voluntariamente algunos aspectos del fascismo italiano y siguió los postulados violentos de Mussolini, por el que varios de sus dirigentes declararon su admiración.
La violencia de los ‘escamots’
Había sido fundado por Dencás y
Miquel Badía, que decidieron tomar prestada la estética de las camisas negras con las que el ‘Duce’ asaltó el poder en 1922, aunque en el caso de los catalanes eligieron el color verde oliva.
Aún así, celebraron los mismos desfiles de carácter paramilitar que los italianos y crearon milicias parecidas para boicotear las huelgas convocadas por su principal enemigo, la CNT, y acosar a sus adversarios políticos, a los que sometieron a un acoso continuo.
Miquel Badía, durante la Segunda República
La prensa se refería a ellos como los ‘escamots del Estat Catalá’, que actuaron también como cuerpos de seguridad en los mítines de las formaciones nacionalistas e independentistas.
Eran tan violentos que, durante la República, sus acciones eran comparadas con las de los seguidores de Mussolini, pero ellos siempre respondían a las críticas con el pretexto de que sus guerrillas solo actuaban en defensa propia. Sin embargo, era habitual verlos reventando mítines hasta de los rivales más moderados de los catalanistas.
Su radical postura parecía la única vía que entendían para lograr sus objetivos políticos, hasta el punto de que muchos historiadores han planteado que Dencás y sus seguidores representaban algo así como un fascismo dentro del independentismo catalán.
El ministro de Trabajo, Sanidad y Previsión Social durante la Segunda República, Juan Lluhí, los describió durante uno de sus discursos en el Parlamento catalán como «una organización de tipo fascista». El debate se reavivó con el nombramiento de Quim Torra como presidente de la Generalitat en mayo de 2018, cuando se declaró admirador de Jerec.
Dencás, el ideólogo
Aunque Badía fue el líder oficial de la organización y llegó a participar en el atentado frustrado contra Alfonso XIII de 1925, Dencás fue el ideólogo principal. Desde su posición, siempre se mostró partidario de la independencia y fue uno de los principales promotores de la autoproclamación del Estado catalán en 1934.
«Ya tenemos fascismo, y su primera heroicidad se ha perpetrado contra la libertad de pensamiento. ¿Permitirán los españoles y los catalanes que arraigue este movimiento?», podía leerse en el diario ‘La Tierra’, después de que las Jerec hubieran destrozado la redacción de un semanario satírico por haberse burlado de ellos.
Poco antes, en el primer número del periódico que editó esta organización, ‘Somos!’, incluyeron una lista de pretensiones en la que estaba una república federal española con plena autonomía para Cataluña.
En aquel momento, Dencás gozaba de gran respeto en el ámbito político de la región y las acusaciones de fascista no hicieron mella en él, siendo nombrado consejero de Sanidad y Asistencia Social de la Generalitat en enero de 1934 y, en octubre, director de la Policía catalana. En ese cargo estaba cuando se produjo el famoso pronunciamiento de Lluís Companys.
El final de Dencás y Badía se produjo el 6 de octubre de 1934, cuando Companys se asomó al balcón de la plaza de Sant Jaume y gritó: «En esta hora solemne, en nombre del pueblo y del parlamento, el Gobierno que presido asume todas las facultades del poder en Cataluña (...). Proclamo el Estado catalán en la República federal española». Cuando el presidente de la Generalitat fue detenido y encarcelado, ambos no hicieron nada por evitarlo.
La prensa
Tras el fracaso de la nueva república, que sólo duró diez horas, Dencás optó por exiliarse y lo logró por los pelos. Primero él y Badía fueron cercados en la Consejería del Interior por las tropas republicanas y se vieron obligados a huir por las alcantarillas.
Así lo contaba el diario
‘La Nación’ el día 8: «El director general de Seguridad, señor Valdivia, al recibir ayer a los periodistas, les dijo que Azaña, Menéndez, Dencás y Pérez Ferrás, al ir a rendirse la Generalidad, huyeron por un subterráneo, en el que no pudieron entrar los soldados en el primer momento, porque allí habían sido emplazadas unas ametralladoras».
El mismo día en ‘El Siglo Futuro’, daban en principio una información un poco más confusa bajo el titular de ‘Dencás y los demás’: «Las noticias de Barcelona daban ayer cuenta ayer de que Companys se encontraba detenido con todos los consejeros de la Generalitat, pero nada se sabía de Azaña, Casares, Maura y, particularmente, Dencás, el consejero de Gobernación.
Parece que los del bienio catalán estaban en el Palacio de la Generalitat y se hallaban alojados en el hotel Colón. También se decía que Dencás había huido de Barcelona y que se encontraba en Gerona».
Pocos párrafos después el priódico se hacía eco del rumor de la estrafalaria huida, en
un artículo sarcástico donde se refería a los protagonistas con seudónimos en una conversación ficticia: «Los conocidos sujetos Manolo ‘el Verrugas’, Santiago ‘el Bilioso’ y Menéndez ‘el Casas Viejas’ entraron en la Generalitat por la puerta grande y salieron por la alcantarilla.
—Sería para evitar apoteósicas ovaciones, ¿no?
—Ni que decir tiene. ¡Son tan modestos estos chicos!».
Al día siguiente, el mismo diario confirmaba la noticia con el siguiente titular:
‘Cómo huyeron Menéndez, Badía y Dencás’. «La Consejería de Gobernación, edificio que, según parece, tenía el director de Seguridad la obligación de defender, ofreció muy poca resistencia.
Durante algún tiempo estuvieron disparando contra los soldados desde la terraza del edificio con fusiles y ametralladoras, pero al ver que las tropas del Gobierno conseguían entrar en el edificio, los tres cabecillas que lo ocupaban huyeron por un paso secreto que hace tiempo tenían preparado y que daba al alcantarillado. Sin duda, después salieron por alguna boca de alcantarilla lejana».
‘Héroes de alcantarilla’
‘La Nación’ el día 12 se refería a ellos como
‘Héroes de alcantarilla’ en una amplio reportaje escrito por José María Albiñana que decía así:
«Ya dije textualmente en una conferencia reciente que si el Gobierno español se decidía a actuar en Cataluña, en cuanto los ‘guerreros’ de Companys vieran entrar en Barcelona dos municipales a caballo, correrían a esconderse en una alcantarilla.
Y miren ustedes por donde, el general en jefe de los ejércitos "escamóticos’, el señor Dencás; su lugarteniente Badía y todos los bizarros caudillos del separatismo heroico, han tenido que librarse de la detención escapando por una hermosa alcantarilla con alumbrado eléctrico que habían construído para escapar bravamente del peligro.
Es de suponer la indignación que las ratas del alcantarillado habrán sentido al verse disputar sus dominios por los otros roedores de la Esquerra, que fugitivos y embadurnados de materias fecales, ofrecían a la Historia una eterna carcajada. ¡Héroes de alcantarilla! Yo os saludo en vuestro alojamiento subterráneo y os ofrezco una mujer para reponer vuestros calzones humedecidos por el terror».
Tuvo suerte a medias, pues a pesar de ser el jefe de la Policía logró escapar junto al propio Dencás y -en palabras de ABC- a Pérez Ferrero, Pérez Salas y el ex director de Seguridad Menéndez. «Huido a Francia tras la derrota del levantamiento, pasó por América, Alemania, Bélgica y, finalmente, se afincó en Andorra», añade, en este caso, el autor de la Real Academia de la Historia.
Después de aquello, Dencás se convirtió en el chivo expiatorio de la izquierda, y su su forma de huir fue
objeto de risas y burlas durante meses. Dencás sería acusado de fracasar completamente a la hora de cumplir con sus responsabilidades e incluso de ser un agente provocador.
En mayo de 1936, las Jerec experimentaron una fuga de miembros al nuevo grupo juvenil Joventut d'Estat Català. La organización fue perdiendo importancia hasta que, en 1937, con la Guerra Civil ya iniciada, se unió con otros movimientos catalanistas en el llamado Front de la Joventut.
‘¿Dónde está Dencás?’ se preguntaba la revista ‘Ellas’ a finales de octubre de 1934. «El tiranuelo de Esquerra, el gran cobarde que desde su puesto oficial preparó y realizó la brutal agresión a los tradicionalistas de Olesa, paseados por las calles de Barcelona con un sacerdote al frente, amarrados como criminales, insultados, vejados y escarnecidos por una multitud en un largo calvario hasta llegar a la Comisaría, huyó, como se sabe, por la alcantarilla del Palacio de la Generalidad en cuanto sonó el primer tiro de las tropas leales, sin esperar siquiera a oír las solemnes palabras con que el tristemente célebre Companys declaraba vencida su invencibilidad.
¿Dónde está Dencás? ¿Dónde está el 20 por 100 de los sueldos de los guardias de Asalto de la Generalitat?».
https://www.abc.es/historia/abci-insolita-huida-alcantarillas-barcelona-dencas-golpista-catalan-precedio-puigdemont-202111160216_noticia.html