miércoles, 20 de enero de 2016

¿Qué sabemos realmente del Santo Grial y la Lanza Sagrada? (I)

La leyenda del Grial ha sido, desde la Edad Media, fuente de inspiración para poetas, escritores y músicos. El primero en mencionarla fue Chrétien de Troyes, a comienzos del siglo XII, en un largo poema titulado Parsifal o el cuento del Grial, cuya acción transcurre en la corte del legendario rey Arturo. ¿Se basa esta leyenda en hechos históricos? En realidad no se sabe si estaleyenda tuvo sus orígenes en Europa, en Arabia o en Asia. Pero aún es mayor la incógnita sobre lo que realmente era el Grial. Se cree que tal vez fue la copa de que se sirvió Jesucristo en la cena de Jueves Santo, o quizás el vaso en el que fue recogida la sangre de Jesús crucificado. Pero incluso se ha especulado con que pudiese ser una piedra filosofal de origen celeste. También se interpreta que sería la fuente de la suprema sabiduría, que habría de dar el dominio sobre todo la Tierra a quien lograse alcanzarla. Esta última hipótesis se basa en las misteriosas tradiciones surgidas en torno del orden del Temple. También entre los misteriosos cátaros se hallan alusiones al Grial. La religión de los cátaros, o albigenses, llegó a Europa occidental desde Europa oriental a través de las rutas comerciales, de la mano de religiones maniqueas desalojadas por Bizancio. Estas religiones se asentaron en Occidente y se propagaron por distintos países, principalmente en el Languedoc, situado en el Sur de Francia. Por ello, los albigenses recibían también el nombre de búlgaros (bougres) y mantenían vínculos con losbogomilos de Tracia, con cuyas creencias tenían muchos puntos en común y aún más con la de sus predecesores, los paulicianos. Sin embargo, es difícil formarse una idea exacta de sus doctrinas, ya que existen pocos textos cátaros. Los pocos que aún existen, como el Rituel cathare de Lyon y el Nouveau Testament, en lengua provenzal, contienen escasa información acerca de sus creencias y prácticas. Pero se sabe que los cátaros contaban con la protección de algunos señores feudales vasallos de la corona de Aragón, especialmente el conde de Tolosa, Raimundo VI. Tal como hemos indicado, una de las versiones más extendidas sobre el Santo Grial es la que supone que fue la copa usado por Jesucristo en la Última Cena. La relación entre el Grial, el Cáliz y José de Arimatea procede de la obra de Robert de Boron, Joseph d’Arimathie, publicada en el siglo XII. Según este relato, Jesús, ya resucitado, se aparece a José para entregarle el Grial y ordenarle que lo lleve a la isla de Britania.

Siguiendo esta tradición, autores posteriores cuentan que el mismo José usó el cáliz para recoger la sangre y el agua emanadas de la herida abierta por la lanza del centurión en el costado de Cristo y que, más tarde, en Britania, estableció una dinastía de guardianes para mantenerlo a salvo y escondido. Robert de Boron fue un poeta francés de los siglos XII y XIII, nacido en la aldea de Boron, en la vecindad de Montbéliard. Sobreviven dos poemas que Boron escribió en versos octosílabos. Se trata de Joseph d’Arimathe (José de Arimatea) y Merlin. De este último, se conservan solamente algunos fragmentos, e interpretaciones posteriores en prosa. Se cree que los poemas eran parte de una obra de tres o cuatro trabajos, que reseñaban las aventuras del rey Arturo y su relación con el Santo Grial. Posiblemente el tercero era un poema dedicado a Percival, y el cuarto a la muerte del rey Arturo, con el título Mort Artu. Robert de Boron fue el primer autor en dar al mito del Grial una dimensión explícitamente cristiana. De acuerdo a Boron, José de Arimatea usó la copa de la última cena para recoger las gotas de sangre que Jesús de Nazaret derramó en la cruz, y llevó la copa a Ávalon, identificado con Glastonbury, en Inglaterra, donde el Grial estuvo oculto hasta la llegada del rey Arturo y su caballero Percival (o Perceval). Lo que se sabe de la vida de Boron se ha deducido a través de sus escritos. En José de Arimatea, Boron se refiere a sí mismo algunas veces como caballero (messires), y menciona que estaba al servicio de Gautier de Mont Belyal. Pierre Le Gentil, medievalista e hispanista francés, cree que este personaje era Gautier de Montbéliard, quien en 1202 participó en la Cuarta Cruzada, y murió en Palestina en 1212. La búsqueda del Santo Grial es un importante elemento en las historias relacionadas con el Rey Arturo, tales como el Ciclo Artúrico o Materia de Bretaña, donde se combinan la tradición cristiana con antiguos mitos celtas referidos a un caldero divino. Otras leyendas acerca del Grial se entrecruzan con las relativas a las distintas copas antiguas que se consideran el Santo Cáliz. De todas las leyendas que animan aún nuestros sueños, la del Grial permanece como una de las más vivas en la mente de una gran mayoría. No son sólo los relatos de Wagner en su opera «Parsifal», sino también aquellos a quienes obsesiona la larga búsqueda de un caballero pleno de esperanzas.

El Grial pertenece ciertamente al patrimonio intelectual de Europa. Pero sus encantos parecen haber embriagado a los poetas árabes que, a su vez, habían recogido las tradiciones de la lejana Asia. Parsifal es una ópera en tres actos con música y libreto en alemán de Richard Wagner. El compositor lo calificó de «Festival Escénico Sacro». Esta ópera se basa en el poema épico medieval del siglo XIII Parzival (Perceval), de Wolfram von Eschenbach, sobre la vida de este caballero de la corte del Rey Arturo y su búsqueda del Santo Grial. Wagner concibió la obra en abril de 1857, pero sólo la completó 25 años después, estrenándose en el Festival de Bayreuth el 26 de julio de 1882. Al estreno asistirían, entre otros, Vincent d’Indy, destacado compositor y profesor de música francés, y Ernest Chausson, compositor romántico francés. Wagner leyó por primera vez el poema de Wolfram von Eschenbach en Marienbad en 1845. Influenciado por la concepción filosófica del mundo contenida en los trabajos de Arthur Schopenhauer en 1854, Wagner se mostró interesado en las filosofías orientales, particularmente el budismo. Tras leer la obra de Eugène Burnof, Introduction à l’historie du buddhisme indien, en 1855, escribió Die Sieger (Los victoriosos, 1856), un boceto de una ópera basada en una historia de la vida de Buda. Son temas que luego serían explorados en Parsifal al tratar sobre la reencarnación, la compasión, la renuncia a uno mismo e incluso los grupos sociales, como castas. Todos estos temas fueron introducidos en Die Sieger. De acuerdo con su propio relato, recogido en su autobiografía Mein Leben, Wagner concibió Parsifal en la mañana del Viernes Santo de 1857, en la residencia que Otto von Wesendonck, rico comerciante de sedas y generoso patrón, había dispuesto para Wagner. Parece probable que el que Wagner dijera que se había inspirado en un Viernes Santo para componer la ópera no sea más que una licencia poética. Sea como sea, se acepta que el trabajo comenzó en la residencia que le había cedido Otto von Wesendonck durante la última semana de abril de 1857. Tras este primer boceto, Wagner no volvió a trabajar en Parsifal durante ocho años, durante los cuales completó Tristán e Isolda y empezó Los maestros cantores de Núremberg. Entre el 27 y el 30 de agosto de 1865, Wagner retomóParsifal y completó un pequeño boceto de la obra. Este boceto contenía un breve resumen del argumento y detallados comentarios sobre los personajes y temas del drama. Una vez más, el trabajo fue abandonado durante otros once años y medio. Durante este tiempo, Wagner dedicó la mayor parte de sus energías al ciclo del El anillo del nibelungo, el cual completó en 1874. Sólo cuando su gran obra fue estrenada, Wagner encontró tiempo para dedicarse a Parsifal.

El 23 de febrero de 1877 terminó un segundo y más extenso boceto de la obra, que el 19 de abril del mismo año había transformado en un libreto en verso, o «poema», como Wagner prefería llamar a sus libretos. En septiembre de 1877 empezó la música componiendo dos bocetos de la partitura desde el comienzo hasta el final. El primero de estos borradores, conocido en alemán como Gesamtentwurf, fue hecho a lápiz en tres pentagramas, uno para la voz y dos para los instrumentos. El segundo borrador (Orchesterskizze) fue realizado en tinta y con tres a cinco pentagramas según la parte. Este boceto estaba mucho más detallado que el primero y contenía un grado considerable de elaboración de la parte instrumental. El segundo borrador lo inició el 25 de septiembre de 1877, solo pocos días después del primero. En ese momento de su carrera, a Wagner le gustaba trabajar en los dos borradores a la vez, cambiando entre uno y otro. Una vez acabados los borradores, Wagner terminaba la partitura final (Partiturerstschrift). Wagner compuso los actos de Parsifal de uno en uno, y hasta que no terminaba completamente uno no pasaba al siguiente. La opera Parsifal se inicia en un bosque, cerca del castillo de Monsalvat, sede del Grial y sus caballeros. Este es el castillo Munsalväsche o Montsalvat, Monte de la Salvación, al que se ha querido identificar con la última fortaleza de los Cataros, Montsegur. Pero a Montsalvat solo puede llegar a él aquél que ha sido elegido. En la opera Lohengrin, de Wagner, el héroe en el relato del Grial dice: “en país lejano, inaccesible para vuestro paso, hay un castillo“. Gurnemanz, el mayor de los caballeros del Grial, despierta a sus jóvenes escuderos y los guía en la oración. Ve a Amfortas, rey de los caballeros del grial, y su séquito que se acercan. Amfortas ha sido herido por su propia lanza, que no es sino la Lanza Sagrada con que Longinos abrió la llaga del costado de Cristo, y la cual debía custodiar. Y la herida no se cura. Gurnemanz pide a su caballero principal noticias de la salud del rey, y le dice que el rey ha sufrido durante la noche y que se irá temprano a bañarse en el lago sagrado. Los escuderos piden a Gurnemanz que les explique cómo puede sanarse la herida del rey, pero él elude la cuestión. Entonces entra una mujer enloquecida, llamada Kundry. Ella entrega a Gurnemanz un bálsamo, traído de Arabia, para aliviar el dolor del rey, y luego se derrumba, agotada. Llega Amfortas, tumbado en una camilla que sostienen caballeros del Grial.


Entonces llama a Gawain, cuyo intento de aliviar el dolor del rey había fracasado. Pero le dicen que Gawain se ha vuelto a marchar, en busca de un remedio mejor. Alzándose un poco, el rey dice que marcharse sin permiso es el tipo de impulsividad que le llevó a él al reino de Klingsor y causó su caída. Acepta la poción de Gurnemanz e intenta agradecérselo a Kundry, pero ella contesta apresuradamente que las gracias no ayudarán, y le insta a que vaya a bañarse al lago sagrado. Entonces se marchan en procesión hacia el lago sagrado. Los escuderos sospechan de Kundry y le hacen preguntas. Después de una breve réplica, ella se calla. Gurnemanz les dice que Kundry ha ayudado muchas veces a los caballeros del Grial, pero que ella va y viene de manera impredecible. Cuando él le pregunta directamente por qué ella no se queda para ayudar, responde «¡Nunca ayudo!». Los escuderos creen que ella es una bruja y desdeñosamente comentan que si ella puede hacer tanto, por qué no encuentra la Lanza Sagrada para ellos. Gurnemanz revela que esta hazaña está destinada a otra persona. Dice que a Amfortas se le confió ser guardián de la Lanza Sagrada, pero la perdió cuando fue seducido por una mujer irresistiblemente atractiva. Klingsor es un personaje de la ópera Parsifal del compositor alemán Richard Wagner (1813-1883). Era un caballero de la Orden del rey Amfortas. Incapaz de controlar su propia libido se castró a sí mismo y fue expulsado de la Orden con desprecio. Exiliado al desierto, por arte de magia Klingsor construyó allí una tierra de placeres, repleta de flores diabólicas, y desde entonces intenta atrapar allí a los caballeros para conseguir su reino. Cuando Titutel, ya anciano, entregó la insignia del soberano a su hijo Amfortas, éste, en el ardor de la juventud, intentó combatir al diablo de Klingsor, a cuyo reino se dirigió llevando la Lanza Sagrada con él. Pero, seducido por una mujer, se convirtió en una flor del infierno y la lanza cayó en poder de Klingsor, quién se la clavó a Amfortas en el costado, provocándole una herida que sólo la propia lanza puede curar. Todos aquellos que intentaron recuperarla de manos del brujo, también han sucumbido. Sin embargo, el Grial ha profetizado que un día llegará un hombre puro y gran conocedor de la pena.

Volviendo al relato de Parsifal, los escuderos regresan del baño del rey en el lago sagrado y le dicen a Gurnemanz que el bálsamo ha aliviado su sufrimiento. Los propios escuderos de Gurnemanz le preguntan cómo es que conoce a Klingsor. Solemnemente les dice que tanto laLanza Sagrada, como el Santo Grial, en el que se recogió la sangre que fluía, habían llegado a Monsalvat para ser guardados por los caballeros del Grial bajo el dominio de Titurel, el padre de Amfortas. Klingsor anhelaba pertenecer a la congregación de los caballeros, pero, tal como hemos indicado antes, fue expulsado de la orden. Klingsor entonces se volvió enemigo del reino del Grial, aprendiendo artes oscuras. Estableció sus dominios en un valle cercano a Monsalvat y lo ha llenó de bellas doncellas-flores que trataban de seducir y embelesar a los caballeros del Grial para hacerlos perecer. Allí fue donde Amfortas perdió la Lanza Sagrada, conservada por Klingsor, que trama entonces conseguir también el Santo Grial. Gurnemanz les explica que más tarde Amfortas tuvo una visión en que se le comunicó que esperara a un «casto inocente, iluminado por la compasión», quien finalmente curará su herida. Justo en este momento se oyen gritos de los caballeros, que dicen «¡Dolor! ¡Dolor!»). Un cisne en vuelo ha sido alcanzado por una flecha y ha caído abatido a tierra. Traen a un joven, que en realidad es Parsifal, con un arco en su mano y un carcaj con flechas, que son iguales a la que alcanzó al cisne. Gurnemanz habla severamente al muchacho diciéndole que aquel es un lugar santo. Le pregunta directamente si disparó contra el cisne, y el muchacho presume de que él puede acertarle al vuelo. Gurnemanz le pregunta qué daño le había hecho el cisne, y muestra al joven el cuerpo sin vida de esta ave benefactora. Con remordimientos, el joven rompe su arco, arrojándolo a un lado. Gurnemanz le pregunta por qué está aquí, quién es su padre, cómo encontró este lugar y, finalmente, su nombre. A cada pregunta el muchacho responde «No lo sé». El caballero aleja a sus escuderos para que vayan a ayudar al rey y ahora pregunta al muchacho qué es lo que él sí sabe. El joven dice que tiene una madre, Herzeleide, y que el arco lo hizo él mismo. Kundry había estado escuchando y ahora les dice que el padre del muchacho fue Gamuret, un caballero muerto en batalla. También dice que la madre del muchacho ha prohibido a su hijo usar una espada, temiendo que tenga el mismo destino que su padre. Ahora el joven recuerda haber visto caballeros pasar por delante de su bosque, por lo que él dejó su casa y su madre para seguirlos. Kundry se ríe y le dice al joven que, mientras ella cabalgaba, vio a Herzeleide morir de pena. Al oír esto, el muchacho se lanza contra Kundry, pero entonces cae conmovido por la pena. La propia Kundry le ofrece agua para reconfortarlo y ahora Kundry, cansada, sólo desea dormir y desaparece entre la maleza.

Gurnemanz sabe que el Grial sólo dirige a las personas que son pías a Monsalvat e invita al muchacho a observar el ritual del Grial. El joven no sabe lo que es el Grial, pero señala que mientras ellos caminan, él apenas parece moverse, y aun así parece que viaja lejos. Gurnemanz dice que en este reino, el tiempo se convierte en espacio. Curiosa observación, como si este reino estuviese en la cuarta dimensión, en que el tiempo se convirtiese en una dimensión equivalente a nuestro espacio. Llegan al salón del Grial, donde los caballeros se están reuniendo para recibir la Eucaristía, en «esta última cena santa». Se oye la voz de Titurel, diciendo a su hijo Amfortas que descubra el Grial. Pero Amfortas está atormentado por la vergüenza y el sufrimiento. Es el guardián de estas sagradas reliquias pero, aun así, ha sucumbido a la tentación y ha perdido la lanza. Declara que él no es merecedor de su cargo. Grita pidiendo perdón, pero sólo oye la promesa de la redención futura a través de un inocente. Al oír el grito de Amfortas, el joven parece sufrir con él. Los caballeros y Titurel urgen a Amfortas a poner de manifiesto el Grial, lo que él finalmente hace. El oscuro salón queda ahora bañado de la luz del Grial al tiempo que los caballeros comen. Gurnemanz empuja al joven para que participe, pero el muchacho parece en trance y no sigue. Amfortas no comulga y, al finalizar la ceremonia, cae transido de dolor y lo sacan. Lentamente se va vaciando el salón dejando sólo al muchacho y a Gurnemanz, quien le pregunta si ha comprendido lo que ha visto. Cuando el muchacho es incapaz de responder, Gurnemanz lo despide considerándolo tonto y le envía una advertencia, permitiéndole cazar gansos, si fuese necesario, pero ha de dejar en paz a los cisnes. Una voz desde lo alto repite la promesa, «El casto inocente, iluminado por la compasión». El segundo acto se abre en el castillo mágico de Klingsor, quien conjura a Kundry, despertándola de su sueño. La llama por muchos nombres: Primera Hechicera, la Rosa del Infierno, Herodías, Gundryggia y, finalmente, Kundry. Ella se resiste a obedecerle y se burla de la castración de Klingsor, preguntando sarcásticamente si él es casto. Pero ella no puede resistir su poder. Klingsor observa que Parsifal se acerca, y llama a sus caballeros encantados para que luchen contra el muchacho. Klingsor ve cómo Parsifal derrota a los caballeros, que emprenden la huida. Klingsor ve al joven dirigirse al jardín de doncellas-flores y llama a Kundry para que busque al joven y lo seduzca. Pero cuando él se gira ve que Kundry ya ha salido a cumplir su misión.


El triunfante joven se encuentra en un jardín encantado, rodeado por bellas y seductoras doncellas-flores. Lo llaman y le rodean, mientras le riñen por haber herido a sus caballeros amantes. Pronto las doncellas-flores luchan entre sí para ganarse la devoción exclusiva del joven, hasta el punto de que él intenta escaparse, pero una voz lo llama, “Parsifal!“. Recuerda entonces que es éste el nombre que su madre usa cuando se le aparece en sueños. Las doncellas-flores retroceden y le llaman tonto mientras lo abandonan y lo dejan a solas con Kundry, que aparece bellísima y seductora. Él se pregunta si este jardín es un sueño y pregunta cómo es que Kundry sabe su nombre. Kundry le dice que lo aprendió de su madre. Su madre lo había amado e intentado proteger del destino de su padre, que la había abandonado, y ella, Herzeleide, había muerto de pena. Tras estas revelaciones de Kundry, el joven queda dominado por el remordimiento, culpándose a sí mismo por la muerte de su madre. Comprende cuán estúpido ha sido olvidándola. Kundry dice que darse cuenta de esto es un primer signo de comprensión y que, con un beso, ella le puede ayudar a comprender el amor de su madre. En ese instante, Parsifal toma conciencia del dolor de Amfortas, y grita su nombre como si lo llamase. Siente el dolor del rey herido ardiendo en su propio costado, y ahora entiende el sufrimiento físico y moral de Amfortas durante la ceremonia del Grial. Lleno de compasión, Parsifal rechaza las proposiciones de Kundry. Furiosa al ver que sus intentos fracasan, Kundry le dice a Parsifal que si puede sentir compasión por Amfortas, debería entonces ser capaz de sentir compasión por ella también. Ella ha sido maldita durante siglos, incapaz de descansar, porque vio al Salvador portando la Cruz camino del Calvario y se rió de su dolor. Ahora ella nunca puede llorar, sólo reírse, y está también esclavizada por Klingsor. Parsifal la rechaza de nuevo y le pide que lo guíe hasta Amfortas. Kundry le ruega que se quede con ella aunque sólo sea por una hora, y luego lo llevará ante Amfortas. La vuelve a rechazar, y entonces Kundry lo maldice a vagar sin encontrar jamás el Reino del Grial. Finalmente ella llama a su maestro para que la ayude. Klingsor aparece y arroja la Lanza Sagrada a Parsifal, pero se detiene en mitad del aire, por encima de su cabeza. Parsifal la coge y hace el signo de la Cruz. El castillo se desmorona y mientras él emprende su marcha, le dice a Kundry que ya sabe dónde podrá encontrarlo de nuevo.

Tras un nuevo preludio orquestal, que simboliza el retorno de Parsifal, el tercer acto se abre como el primero, en el dominio del Grial, pero muchos años después. Gurnemanz aparece envejecido. Oye lamentos cerca de su cabaña de ermitaño y descubre a Kundry inconsciente en la maleza, como había ocurrido años atrás. La revive usando agua del Santo Manantial, pero ella sólo pronuncia la palabra «servir». Gurnemanz presiente que hay algún significado en su reaparición en este día. Mirando al bosque, ve que se acerca un personaje, recubierto de armadura negra y el rostro cubierto por el yelmo. Trae consigo una lanza, pero no puede saber quién es. Gurnemanz se lo pregunta, sin obtener respuesta. Finalmente el recién llegado, desprovisto del yelmo, es reconocido por el anciano Gurnemanz como el muchacho que disparó al cisne, y observa con alegría que trae consigo la Lanza Sagrada. Parsifal habla de su deseo de encontrar a Amfortas. Entonces relata su largo viaje, vagando durante años, incapaz de encontrar un camino de vuelta al Grial. A menudo se ha visto obligado a luchar, pero nunca rindió la LanzaSagrada en batalla. Dice a Gurnemanz que la maldición que le impedía encontrar el camino correcto ya no surte efecto. Gurnemanz reconoce empero que, en su ausencia, Amfortas nunca ha vuelto a oficiar para los caballeros del Grial, y que Titurel ha muerto. Parsifal se encuentra sobrecogido por el remordimiento, culpándose a sí mismo de esta situación. Gurnemanz le dice que hoy es el día de los funerales por Titurel y que tiene que cumplir un gran deber. Kundry lava los pies de Parsifal y Gurnemanz lo unge con agua del Santo Manantial, reconociéndolo como el casto inocente, ahora iluminado por la compasión, y que será el nuevo rey de los caballeros del Grial. A su vez Parsifal bautiza a Kundry, que permanece en un silencio respetuoso. Parsifal mira alrededor y comenta la belleza de la naturaleza primaveral. Gurnemanz le explica que es Viernes Santo, cuando toda la creación se renueva por la muerte del Salvador. Son los «encantamientos del Viernes Santo». Se oyen a lo lejos las campanas del templo de Monsalvat y Gurnemanz anuncia: «Mediodía, ha llegado la hora. ¡Mi señor, permite que tu siervo te guíe!». Y los tres emprenden el camino hacia el castillo del Grial. Entonces empieza la solemne reunión de los caballeros. Los caballeros traen a Amfortas ante el santuario del Grial, y el féretro donde reposa su padre Titurel, a quien invoca para ofrecerle descanso de sus sufrimientos, y desea unirse a él en la muerte. Los caballeros del Grial urgen apasionadamente a Amfortas que descubra de nuevo el Grial. Pero Amfortas, iracundo, dice que nunca más realizará el oficio ante la sagrada Copa, ordenando a los caballeros que lo maten si así lo desean y acaben de una vez por todas con su sufrimiento y con la vergüenza que les ha aportado. En ese momento, Parsifal se adelanta y dice que sólo un arma puede sanar la herida. Con la Lanza Sagrada toca el costado de Amfortas, que queda curado y absuelto de su culpa. El mismo Parsifal ordena que se descubra el Grial, reemplazando a Amfortas como celebrante. Mientras todos los presentes se arrodillan, Kundry, liberada de su maldición y redimida, cae sin vida al suelo, al tiempo que una paloma blanca desciende sobre el Grial y sobre Parsifal. La opera termina con un canto de acción de gracias.

La Lanza Sagrada, o Lanza de Longinos, constituye uno de esos misterios que ha perdurado a lo largo del tiempo. La historia de la Lanza Sagrada se origina en el Evangelio de San Juan: “Pero llegando a Jesús, como lo vieron ya muerto, no le rompieron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó con su lanza el costado, y al instante salió sangre y agua. El que lo vio da testimonio, y este es verdadero; él sabe que dice la verdad para que vosotros creáis, porque esto sucedió para que se cumpliese la Escritura: ‘No romperéis ni uno de sus huesos‘”. Este pasaje se refiere a la costumbre romana de romper las piernas a los crucificados, que era un método doloroso para acelerar la muerte durante la crucifixión. Momentos antes de que los soldados lo llevasen a cabo, vieron que Jesús ya había muerto, y por ello pensaron que no había ninguna razón para romperle las piernas. Sin embargo, para cerciorarse de su muerte, un soldado clavó su lanza en un costado. Ese soldado fue Cayo Casio Longino, o Longinus. Según San Mateo y San Marcos, la divina naturaleza de Cristo fue revelada en ese momento al soldado: “Viendo el centurión que estaba frente a Él de qué manera expiraba, dijo: Verdaderamente este hombre era hijo de Dios”. La tradición dice que José de Arimatea, un personaje adinerado cercano a Jesús, obtuvo el permiso de Poncio Pilatos para llevarse su cuerpo. Lo colocó en una tumba de su propiedad durante la noche del Viernes Santo. José de Arimatea además, conservó la cruz, los clavos, la corona de espinas y el sudario que cubría a Jesús cuando resucitó al tercer día. También conservó la copa de la última cena, y la lanza citada en el evangelio, que fueron llamados respectivamente, el Santo Grial y la Lanza Sagrada. Las historias posteriores sobre José de Arimatea con el Santo Grial y la Lanza Sagrada fueron tema de leyendas y relatos fantásticos en casi toda Europa. Los escritores medioevales vincularon estas sagradas reliquias con las aventuras del Rey Arturo y los Caballeros de la Tabla Redonda, predominando la idea de que la lanza había sobrevivido, y quien la poseía adquiría un poder especial. Este poder podía ser usado tanto para el bien como para el mal. A principio del siglo XX, existían por lo menos cuatro Lanzas Sagradas en Europa. Una de ellas se conservaba en el Vaticano, aunque las autoridades eclesiásticas nunca le atribuyeron poderes especiales. Otra era la llamada Lanza de los Habsburgo. Es ésta posiblemente la que esté rodeada de más misterio. Las tradiciones germánicas afirman que Carlomagno llevó la Lanza de los Habsburgo en el siglo IX, durante 47 campañas victoriosas. Carlos I, llamado «el Grande» y más conocido como Carlomagno (748 – 814) fue rey nominal de los lombardos (764-814), rey de los francos (768-814) y emperador de Occidente (800-814).


Hijo del rey Pipino y de Bertrada de Laon, Carlomagno sucedió a su padre y correinó con su hermano, Carlomán I. Aunque las relaciones entre ambos se tornaron tensas, la repentina muerte de Carlomán evitó que estallara la guerra. Reforzó las amistosas relaciones que su padre había mantenido con el papado y se convirtió en su protector tras derrotar a los lombardos en Italia. Combatió a los musulmanes, que amenazaban sus posesiones en la península ibérica, y trató de apoderarse del territorio, aunque tuvo que batirse en retirada, y a causa de un ataque de los vascones perdió a toda su retaguardia, así como a Roldán, en el desfiladero de Roncesvalles. También luchó contra los pueblos eslavos. Tras una larga campaña logró someter a los sajones, obligándolos a convertirse al cristianismo e integrándolos en su reino. De este modo allanó el camino para el establecimiento del Sacro Imperio Romano Germánico bajo la dinastía sajona. Carlomagno expandió los distintos reinos francos hasta transformarlos en un imperio, al que incorporó gran parte de Europa Occidental y Central. Conquistó Italia y fue coronado Imperator Augustus por el papa León III el 25 de diciembre de 800 en Roma, gracias a la oportunidad ofrecida por la deposición de Constantino VI, por lo que se consideraba la vacancia del trono imperial, ocupado por una mujer, Irene. Estos hechos provocaron la indignación de la corte imperial, que se negó a reconocer su pretendido título. Tras unos frustrados planes de boda entre Carlomagno e Irene, estalló la guerra. Finalmente, en 812 Miguel I Rangabé reconoció a Carlomagno como emperador. Comúnmente se ha asociado su reinado con el Renacimiento carolingio, un resurgimiento de la cultura y las artes latinas a través del Imperio carolingio, dirigido por la Iglesia católica, que estableció una identidad europea común. Por medio de sus conquistas en el extranjero y sus reformas internas, Carlomagno sentó las bases de lo que sería Europa Occidental en la Edad Media. Hoy día es considerado no sólo como el fundador de las monarquías francesa y alemana, que le nombran como Carlos I, sino también como «el padre de Europa». Pierre Riché, historiador francés especialista en la Edad Media, escribe: “Disfrutó de un destino excepcional, y por la dirección de su reinado, por sus conquistas, legislación y legendaria estatura, marcó profundamente la historia de Europa Occidental“. La tradición también decía que a Carlomagno se le habían conferido poderes de clarividencia. Se afirma que Carlomagno murió cuando dejó caer la Lanza Sagrada accidentalmente. La lanza pasó a manos de varios monarcas sajones, que fueron grandes conquistadores, entre ellos el célebre Federico I de Hohenstaufen, conocido como Barbarroja por el color de su barba, quien al partir hacia Jerusalén durante la Tercera Cruzada, cuando se disponía a vadear un río en la actual Turquía, cometió el error de dejar caer la Lanza. Poco después cayó al río y se ahogó.

La Lanza Sagrada o Lanza del Destino pasó por diversas manos hasta llegar a las manos de Adolf Hitler. En 1973, el escritor británico Trevor Ravenscroft (1921-1989) publico su libro La lanza del destino. En dicho libro, Ravenscroft declara que Adolf Hitler comenzó la segunda Guerra Mundial, especialmente su anexión de Austria, para apoderarse de la Lanza de los Habsburgo. Lo que realmente atrajo a Adolf Hitler fue precisamente la leyenda que acompañaba a la reliquia, la cual afirmaba que «quien la sostenga en sus manos, sostendrá, para bien o para mal, el destino del mundo». Sin duda, la posibilidad de poder tener a sus pies a toda la humanidad gracias aLanza del Destino no pasó desapercibida para el líder nazi. Hitler, había leído las leyendas conocidas sobre la lanza, la mayoría de las cuales atribuían un inconmensurable poder a su poseedor. Sin embargo, y según cuentan otras versiones, la lanza también implicaba una terrible maldición, pues el que se separaba de ella solía sufrir la más amarga de las derrotas en combate e incluso la muerte. La tradición afirma que en el año 732 el general Carlos Martel la sostuvo cuando derrotó a los árabes en la batalla de Poitiers. Los nazis no dejarían escapar el poder que les podría otorgar esta reliquia que finalmente, y gracias al destino, acabó en Viena. Más adelante se vuelve a cumplir la leyenda de que la pérdida de la Lanza del Destino significaba la derrota y muerte del poseedor, en este caso Hitler. Ravenscroft mantuvo que la lanza entró en territorio estadounidense el 30 de abril de 1945. Específicamente bajo el control del Tercer Ejército conducido por el general George S. Patton, que quedó fascinado por la lanza e hizo verificar su autenticidad. Pero no pudo utilizar la lanza, pues tenía órdenes del general Dwight Eisenhower de que los tesoros de los Habsburgo, incluyendo la Lanza de Longinos, debían ser devuelta al palacio vienés de Hofburg. Es interesante observar que George Patton, en su poema «A través de un cristal oscuro», se postula como Longinos en el transcurso de alguna vida anterior. Ravenscroft procuró en varias ocasiones definir las “energías misteriosas” que la leyenda dice que provee la lanza. Dedujo que la poseía algún espíritu hostil y malvado, al que se refirió como el Anticristo. Volviendo al Grila, se dice que habita en los espíritus de una Edad Media constructora de catedrales. Se habla con una especie de terror sagrado del Grial, que en la noche del Jueves Santo sirvió a Cristo para proclamar el misterio de la Redención. Sería el vaso que contuvo el pan y el vino, llamados a convertirse en la carne y la sangre del que iba a morir en el Gólgota. Se dice, también, que es en el Grial donde José de Arimatea habría recogido la sangre que había brotado del costado de Jesús, desgarrado por la lanza del centurión Longinos.

Por oscuros caminos y conservado por manos prudentes y piadosas, el Grial habría llegado a los genoveses que, en el año 1101, después de la toma de Cesarea, en Judea, lo expusieron en su ciudad. Se dirá que el Grial era una piedra celeste, mientras que otros afirmarán que se trata del perdido Evangelio de San Juan. Poco a poco todo se mezclará en la tradición cristiana, tanto el naciente humanismo germánico como los mitos orientales traídos a Europa por los Cruzados. Muchos poetas han agregado sus propias ideas a las obras primitivas. La literatura de la leyenda del Grial se cree que es una metáfora, ya que los rosacruces en realidad veneraban una piedra negra. Según Manly Palmer Hall (1901 – 1990), autor canadiense versado en ocultismo, mitología y religiones: “Al igual que el zafiro Schethiyâ, el Lapis Exilis, joya de la corona del arcángel Lucifer, cayó del cielo. Miguel, arcángel del sol y el oculto Dios de Israel, a la cabeza de las huestes angélicas se abalanzó sobre Lucifer y sus legiones de espíritus rebeldes. Durante el conflicto, Miguel con su espada de fuego golpeó las Lapis Exilis de la corona de su adversario, y la piedra verde cayó a través de todos los anillos celestes en la oscuridad e inconmensurable abismo. A partir de la gema radiante de Lucifer fue formado el Sangreal, o Santo Grial, del que se dice que Cristo bebió en la última cena“. La Kaaba, principal santuario del islam en la mezquita de la Meca, tiene forma cúbica y en su pared oriental interna está la Piedra Negra que besan los peregrinos. Nos dice la tradición que el patriarca hebreo Abraham, nacido en Ur, Caldea, hacia el 2000 a.C., junto con su hijo Ismael, nacido de la esclava Agar, recibió la orden de Dios de levantar un templo. Y no sabiendo dónde ni cómo erigirlo se lo preguntó al Señor. Este mandó una nube negra que se posó en el aire. En ese punto geográfico y con las mismas dimensiones y color de la nube, el padre y el hijo hicieron su obra. Vino entonces el arcángel Gabriel, que trajo la piedra negra. En cualquier caso este relato islámico se parece al relato del Grial. Pero nunca se ha dado alguna interpretación adecuada a los misterios del Grial. Algunos creen que los caballeros del Santo Grial fueron una poderosa organización de místicos cristianos para perpetuar la sabiduría antigua. La búsqueda del Santo Grial es la eterna búsqueda de la verdad, y Albert Gallatin Mackey (1807 –1881), escritor norteamericano conocido por sus libros sobre la masonería, ve en ella una variante de la leyenda masónica de la Palabra Perdida, tanto tiempo buscada por los hermanos de las órdenes masónicas.


René Guénon, en su obra Estudios sobre la Masonería y el Compañerazgo, nos habla de la búsqueda de la palabra perdida. Casi todas las tradiciones aluden a algo perdido que, sean cuales sean las formas con las que se lo simboliza, tiene en el fondo siempre el mismo significado. Es ante todo la pérdida del estado primordial o “Paraíso terrenal“, y también la pérdida de la tradición correspondiente, pues dicha tradición no era sino el propio conocimiento. Lo que en un principio se había perdido fue sustituido por algo que, en la medida de lo posible, debía tomar su lugar, lo cual a su vez se perdió, creando la necesidad de nuevas sustituciones. Según diversas tradiciones, lo que está perdido no está representado solamente por una copa sagrada, es decir, por el Grial o por alguno de sus equivalentes, sino también por su contenido, que no es en el fondo sino la “bebida de la inmortalidad“, cuya posesión constituye esencialmente uno de los privilegios del estado primordial. Por eso se dice que el soma védico, a partir de cierta época, vino a desconocerse, lo que obligó a su reemplazo por otra bebida, que era tan sólo una imagen del mismo. Entre los persas, en cambio, para quienes el haoma es el equivalente del soma hindú, la segunda pérdida es mencionada expresamente. Se dice que el haoma blanco podía únicamente recogerse sobre el Alborj, es decir, sobre la montaña polar, que representa la sede primordial. Después fue reemplazado por el haoma amarillo, del mismo modo que, en la región donde se asentaron los antepasados de los persas, hubo otro Alborj, que era sólo una imagen del primero. Más tarde, este haoma amarillo se perdió a su vez, y no quedó de él más que el recuerdo. En otras tradiciones el vino es también un sustitutivo de la “bebida de la inmortalidad“, y es considerado generalmente como un símbolo de la doctrina escondida, es decir, del conocimiento esotérico e iniciático. Toda tradición tiene normalmente como medio de expresión una determinada lengua, que por tal motivo adquiere el carácter de lengua sagrada. Si esta tradición desaparece, es natural que al mismo tiempo se pierda la lengua correspondiente. En ciertos casos, en lugar de la pérdida de una lengua se habla solamente de la pérdida de una palabra, por ejemplo, de un nombre divino, que caracteriza a una determinada tradición y que de alguna manera la representa. La sustitución por un nuevo nombre señalaría entonces el paso de una tradición a otra. Tenemos el caso de la tradición hebrea, en la que se dan, precisamente, los dos casos indicados. Tras la cautividad de Babilonia, la antigua escritura perdida debió ser sustituida por una readaptación. Por otra parte, durante la destrucción del Templo de Jerusalén y la dispersión del pueblo judío, se perdió la pronunciación verdadera del nombre tetragramático YHWH.

Si bien fue sustituido por otro nombre, el de Adonaï, éste nunca fue considerado como el equivalente real de aquel que ya no se sabía pronunciar. En efecto, la transmisión regular de la pronunciación del principal nombre divino estaba vinculada esencialmente a la continuidad del sacerdocio, cuyas funciones sólo podían ser ejercidas en el Templo de Jerusalén. Desaparecido el Templo, la tradición hebrea quedó inevitablemente incompleta. Pero aunque el Templo está destruido, la cripta permanece intacta. Para remediar esta pérdida y la consecuente búsqueda de lo que se ha perdido, la demanda de iniciación en sus primeros estadios tiene como finalidad esencial la restauración del estado primordial. Al igual que la pérdida se produjo gradualmente, así también la búsqueda deberá desarrollarse gradualmente. A estas etapas podrán naturalmente corresponder otros tantos grados de iniciación en los “pequeños misterios“. Es por otra parte evidente que todo aquello que puede comunicarse exteriormente no podría ser con toda seguridad la “palabra perdida“, sino nada más que un símbolo de la misma. En las iniciaciones occidentales hay por lo menos dos ejemplos muy conocidos de la búsqueda. Una es la “demanda del Grial” en las iniciaciones caballerescas de la Edad Media y otra es la “búsqueda de la palabra perdida” en la iniciación masónica. Y ambas pueden ser consideradas como casos típicos de formas de simbolismo. La misma “Tabla Redonda” no es más que un sustituto, puesto que, aunque su destino sea recibir el Grial, éste nunca llega a manifestarse efectivamente. La historia del Grial es una elaboración de un mito temprano de Naturaleza pagana, que se conserva en razón de la manera en que fue insertado en el culto del cristianismo. Desde este punto de vista particular, el Santo Grial es, sin duda, un tipo de la arca o recipiente en el que se conserva la vida del mundo. Su color verde se relaciona con Venus y con el misterio de la generación. También se relaciona con la fe islámica, cuyo sagrado color es verde y cuya sábado es viernes, día de Venus. Un poeta de las tierras francesas de Champagne fue el primero en relatar la leyenda del Grial. Se llamaba Chrétien de Troyes y escribió su Poema o cuento del Grial probablemente entre 1180 y 1183. La obra fue creada a petición de su protector Felipe I de Flandes. Felipe I, llamado Felipe de Alsacia (1143 – 1191), hijo de Teobaldo de Alsacia, conde de Flandes, y de Sibila de Anjou, fue Conde de Flandes, desde 1157 a 1191, y, por matrimonio, conde de Vermandois a título vitalicio. Su reinado correspondió a la época del apogeo y principio del declive de la pujanza flamenca. Apoyó y luchó con Felipe Augusto en sus aspiraciones sobre Flandes, Artois y Picardía. Su sucesión fue el problema que marcó su política en sus últimos años. Empezó como conde asociado en 1157, a partir del momento en que su padre se fue a las cruzadas.

Felipe I consiguió detener la piratería de las costas flamencas derrotando al conde Floris III de Holanda (1163). Por herencia, recuperó el país de Waes, al norte de Gante, y también el de Quatre-Métiers, en el Flandes Imperial. Su matrimonio con Isabel de Vermandois propició el poderío flamenco que alcanzó su cota más alta. Gobernó sabiamente con la ayuda de Robert d’Aire, primer ministro, y puso en marcha un sistema administrativo sumamente eficaz, asegurando una política internacionalmente reconocida, como lo fueron la mediación entre Luis VII de Francia y Enrique II de Inglaterra, entre Enrique II y Tomás Becket, y el matrimonio de su hermana Margarita de Alsacia con Balduino V de Henao. La esterilidad de su matrimonio, así como la muerte de Robert d’Aire y la de sus hermanos, Mathieu y Pierre de Alsacia, condes de Bolonia, sin descendientes, señalan el principio de una política muy imprudente. Designó a su hermana Margarita y a su cuñado Balduino V como herederos (1177), antes de hacerse cruzado. Cuando volvió de Palestina, declinando la regencia del reino de Jerusalén, el rey Luis VII de Francia le nombró tutor de su hijo, el futuro Felipe Augusto, coronado el 1 de noviembre de 1179. Para granjearse la amistad del nuevo soberano, el conde le dio en matrimonio a su sobrina Isabel de Henao con una dote desproporcionada. Se trataba de Artois, región del Norte de Francia. Tras el fallecimiento de Luis VII de Francia, Felipe Augusto ya dio muestras de su independencia. La muerte de su esposa Isabel (1182) complicó mucho más la situación, debido a que Eleonor de Vermandois, hermana de Isabel, que testó a favor del rey, reclamaba su herencia. La lucha contra Francia empezó en 1180, devastando Picardía y el Norte de la Isla de Francia. El conflicto iba decantándose a favor del rey, que rechazaba sistemáticamente el combate, pero maniobraba políticamente. Su cuñado Balduino V de Henao, en principio aliado de Felipe Augusto, se decantó por los intereses de su hija Isabel, reina de Francia a punto de ser repudiada. La desavenencia entre los dos condes fue hábilmente organizada por el rey de Francia, que nombró, sin que lo supieran, al conde de Henao como su representante frente al conde de Flandes. Felipe de Alsacia se volvió a casar en 1185 con Matilde de Portugal, con una dote suntuosa, con el deseo de una primogenitura que no llegó a hacerse realidad. Temiendo verse enredado en la querella entre el dominio real y Henao, firmó la paz en Amiens el 10 de marzo de 1186. El conde reconoció la cesión al rey del Vermandois, pero lo conservó a título vitalicio.


Felipe de Alsacia fue el representante de un mundo feudal que terminaba en provecho de una nueva forma de soberanía puesta en marcha por Felipe Augusto. Por primera vez, un rey de Francia tenía poder sobre un conde de Flandes. Pese a una guerra costosa, Flandes continuaba su expansión económica y el país conoció una prosperidad sin precedentes cuando finalizaba el reinado de Felipe de Alsacia. En 1190, Felipe de Alsacia se hizo cruzado y se reunió con la tercera cruzada en Palestina, cuyos contingentes flamencos le habían precedido. Cuando llegó a San Juan de Acre fue atacado por la epidemia de la peste y murió el 1 de junio de 1191. Su cuerpo fue repatriado por Matilde de Portugal a la que había sido confiado el gobierno de Flandes, y fue enterrado en la abadía de Claraval. Humildemente, Chrétien de Troyes afirma que la idea original que preside su relato no le pertenece, sino que la ha encontrado en un libro prestado por Felipe de Flandes. La obra del poeta de la Champagne cuenta diez mil sesenta y un versos. Conocerá tal éxito, su resonancia será tan considerable, que tendrá catorce continuadores, de modo que al final serán más de sesenta mil versos, donde se contendrán los triunfos e infortunios de Perceval. En su juventud, Perceval vivió prácticamente en estado salvaje. Su madre, viuda, que había perdido a sus dos primeros hijos, quiere preservar al último que le queda de los peligros que representa la Caballería, cuyos miembros no sueñan sino con batallas y expediciones lejanas, mortales casi siempre. Perceval había crecido en la ignorancia de todos y de todo en lo más profundo del bosque. Pero he aquí que un día de primavera aparece un cortejo deslumbrante, todo cubierto de oro, de azur y de plata. Ávidamente el joven interroga a los caballeros. Su decisión está tomada, les seguirá. Su madre, no pudiendo impedir esta brusca vocación, multiplica los consejos a Perceval. Nada pasa por alto, ni la conducta a seguir respecto de las mujeres, ni las oraciones que debe hacer en las iglesias. Ya está el joven lanzado en las rutas de la aventura, sin una mirada para su madre que morirá a causa de esta separación. Las cosas se inician mal. Hace rudamente la corte a la primera mujer que encuentra y se apodera de la sortija que adorna su dedo. Confunde una tienda de campaña de soldados con una capilla, en la cual se conduce con desenvoltura. Veámosle en el castillo del rey Arturo. Perceval obra como un palurdo. Penetra a caballo en la sala real donde se encuentra el soberano en su trono. El rey está mudo de dolor, pues ha sido groseramente ofendido por el caballero Vermeil. Aunque no amado aún caballero y no teniendo, por tanto, derecho a desafiar a Vermeil, Perceval se bate contra quien ha humillado a Arturo lanzándole una copa de vino al rostro y matándole con un venablo.

Un anciano caballero, Gomemant, se encarga de la educación de Perceval. Le enseña, no sólo a batirse, sino también las reglas elementales de la cortesía. No tardarán éstas en ser puestas en práctica. Armado caballero, Perceval, acude en socorro de la juiciosa Blancaflor, sitiada en un castillo por el malvado Anguingueron. Liberada, la muchacha no rehusará su corazón a su salvador. Hasta aquí el poema de Chrétien de Troyes no presenta ninguna originalidad esencial. En la pequeña corte de María de Champagne se debían burlar de los jóvenes un poco rústicos y groseros a quienes era preciso refinar. En suma, el debut de Perceval no es sino el relato de la iniciación de «un joven salvaje» a las reglas de la caballería y del amor. Pero he aquí que bruscamente la obra toma un giro muy diferente. Cabalgando en busca de aventuras, natural destino de los caballeros, Perceval llega una noche al borde de un río tan ancho y profundo que no lo puede vadear. Divisa una barca ocupada por dos hombres, uno de los cuales está pescando y le ofrece hospitalidad para aquella noche. Apenas llegado al castillo del Rey Pescador, que éste es el nombre de su huésped, Perceval es revestido de un manto escarlata. Se dice que al extinguirse la raza principal de Irlanda, representada por Portholan, solo quedó un superviviente, que llevaba por nombre Tuan, el cual fue transformándose sucesivamente en diferentes animales simbólicos. Llegados los tiempos de los Tuatha Dé Danann, quinto grupo de habitantes de Irlanda, Tuan adquirió el aspecto de un águila o de un gavilán, pero posteriormente se hizo un pez al ocupar el poder la raza de Milhead. Y durante este tiempo fue pescado y comido por una bella princesa, y entonces recuperó la forma humana en el vientre de ésta. Esta leyenda antigua del Pez de la Sabiduría crea ya una relación con el famoso “Rey Pescador” de La Leyenda de Camelot. Y así comienza a aparecer el famoso Grial, ya que, en cierta manera, el Rey Pescador fue conocido como el “Guardián del Grial“. Se cuenta que el Rey Pescador pescó un buen día un gran pez, y cuando se lo estaban preparando para la comida, en su interior surgió un maravilloso y extraño anillo con un gran diamante, del que nadie sabía su procedencia. Cuando el Rey preguntó a sus sabios por la procedencia de este anillo, uno de ellos, después de analizarlo largo rato, llegó a la conclusión de que era un anillo que muchos siglos antes había perdido el gran Rey Salomón. Y continua la leyenda diciendo que el Rey Pescador se interesó mucho por la historia de aquel anillo, y que el sabio le contó que el motivo de haberlo encontrado él era que Salomón había perdido el anillo dos veces. El anillo dotaba al poseedor de un gran poder y, a partir de aquel momento, lo convertía en el Señor de las cosas visibles e invisibles, así como el poseedor del dominio del bien y del mal en su reino.

Además, la grandeza de Jesucristo le había concedido aquel maravilloso don para que lo usara con firmeza, dignidad y bondad. Por eso aquel anillo ofrecía las propiedades del Fuego que puede invadir el cielo y la tierra. Y eso lo convertía en una maravillosa joya, equivalente al Santo Grial. Y sigue contando la leyenda que el Rey Pescador utilizó con bondad, justicia y honradez los dones del preciado anillo, y que, al mismo tiempo, continuó pescando con un anzuelo de oro, protegiendo lo más deseado por los hombres a lo largo de todos los tiempos: “El Santo Grial“. Aquella copa de la que bebió Jesus seguía dando una idea clara de lo que Jesús había dicho a sus discípulos: “Deseo haceros pescadores de hombres“. La verdadera causa de la afición del Rey por pescar era que debía permanecer sentado la mayor parte del día, al estar recuperándose de sus heridas, para, en el futuro, volver a reinar con la gloria merecida y abandonar la Isla de Avalon, la isla excelsa en la que los frutos surgen en los arboles y las simientes en los surcos, sin haber sido ni plantados ni labrados. En la obra de Chrétien de Troyes, el Rey Pescador está tendido en un lecho. Se excusa por no poder levantarse, ya que, según dice, está enfermo y, entonces, se desarrolla una escena capital en la obra de Chrétien de Troyes. Un caballero portador de una lanza de una blancura deslumbrante aparece en la sala. Una gota de sangre corre a lo largo del astil hasta la mano del criado. Tras él, dos jóvenes de notable belleza llevan cada uno un candelabro de oro con velas encendidas. Detrás viene una joven ricamente vestida, de noble porte, y rostro angelical. Tiene entre sus manos una vasija o cáliz, el Grial, del cual emana una deslumbrante claridad. Otra muchacha le sigue llevando una patena de plata. Perceval se siente deslumbrado por el Grial enriquecido de piedras preciosas «de un tal esplendor que no le encontraríamos semejante en ninguna otra cosa». Una serie de preguntas acuden al espíritu del joven caballero, pero no se atreve a exponerlas. En seguida es convidado a un suntuoso festín; y cada vez que le sirven un plato, el Grial atraviesa de nuevo la sala. A la mañana siguiente, Perceval se decide, por fin, a plantear las preguntas que le queman los labios, pero no encuentra interlocutor. El castillo parece desierto, separado del mundo. Se sabe en seguida que el silencio en el cual se ha encerrado Perceval, al aparecer el Grial, tendrá las más terribles consecuencias. Hubiera debido hacer dos preguntas: una sobre la lanza que sangraba, y otra sobre el Grial. Hablando, hubiera curado al Rey, que ha recibido una herida tal que no será jamás un hombre.


Además, el reino del rey Arturo habría sido liberado de los males que le abruman. Después de largas tribulaciones, un Viernes Santo Perceval encuentra a dos caballeros que le recuerdan las palabras del Credo. Trastornado, el joven corre a postrarse a los pies de un ermitaño, que resulta ser su tío. El religioso exhorta a su sobrino a llevar una vida santa. Perceval comulgará el domingo de Pascua, no sin haber recogido de boca del ermitaño algunas informaciones sobre el Grial. Si Perceval no pudo hacer preguntas fue porque se encontraba en pecado, lo cual le hacía incapaz de hacer un gesto y pronunciar una palabra. En cambio, Chrétien de Troyes no propone ninguna explicación sobre la lanza sangrante. Es un enigma. Pro aún hay otros enigmas, como el hecho de que sea una mujer la que lleva el Grial, lo cual es contrario a toda la liturgia de la época. Es a otro poeta a quien se deben algunas aclaraciones sobre la naturaleza del Grial. Unos veinte años después de la muerte de Chrétien de Troyes, otro escritor, perteneciente al Franco Condado, publica tres mil quinientos catorce versos a los cuales da como título La novela de la historia del Grial. En esa historia, Robert de Boron acentúa el fondo cristiano de la leyenda. Para él, en efecto, el Grial habría sido utilizado en la última Cena de Jesús con sus discípulos en la noche del Jueves Santo. Lleno de remordimientos y después de haberse lavado las manos de «la sangre de este justo», Poncio Pilatos dio aquella vasija a José de Arimatea, que pudo así recoger la sangre de Cristo después del descendimiento de la Cruz. En la prisión, privado de alimentos, José de Arimatea deberá la vida a la sola contemplación del Grial. Más imaginativo que Chrétien de Troyes, Robert de Boron cuenta después una serie de aventuras fabulosas. El poeta atribuye una hermana a José de Arimatea, Enygeus, que casada con Hebrón tendrá de él doce hijos, uno de los cuales lleva un nombre celta, Alain. En cuanto a José, acompañado de un puñado de cristianos, se internó en el más lejano Oriente. Pero el pecado cae sobre la pequeña comunidad. Dios ordena a José de Arimatea que prepare una mesa semejante en todo a la de la última Cena. En medio de la mesa resplandece el «vaissel», es decir, el Grial. A su lado se encuentra un pez pescado por Hebrón. En torno a la mesa sólo queda vacío un sitio. Es el del nuevo Judas, responsable de la aparición del pecado en la comunidad. Un miembro de la misma, Moyset, ocupa la silla, hasta entonces vacía, y es inmediatamente tragado por la tierra. Y cada día se hará de nuevo la evocación de la Cena. Ello será lo que Robert de Boron llamará «el servicio del Grial».

El primero en dotar al Grial de poderes sobrenaturales fue Robert de Boron, cuando se refiere a José de Arimatea, porque es el poseedor del Grial y a él solo a quien Dios revela sus secretos. Y mientras José de Arimatea morirá en Oriente, Hebrón que toma el sobrenombre del Rico-Pescador, va al Occidente. Un día su nieto le sucederá como dueño del Grial. En cuanto al personaje de Perceval, Robert de Boron le evoca en un texto en prosa como Didot-Perceval. En esta versión encontramos, como en Chrétien de Troyes, la escena que se desarrolla en el castillo del Rey Pescador. Pero si Chrétien de Troyes no había colocado esta escena en un ambiente de religiosidad, no ocurre igual con Robert de Boron. La lanza que aparece a la cabeza del cortejo es la que sirvió al centurión Longinos para desgarrar el costado de Cristo. De acuerdo con la leyenda, la Lanza Sagrada es el nombre que se dio a la lanza con la que un soldado romano, llamado Longinos según un texto bíblico apócrifo, atravesó el cuerpo de Jesús cuando estaba en la cruz. El Rey Pescador y su corte manifiestan el más profundo recogimiento cuando aparece el Grial, que trae un criado y no una joven como en el poema de Chrétien de Troyes. Es Perceval quien quiere sentarse en el «asiento peligroso», análogo al que se encontraba a la Mesa Santa en casa de José de Arimatea. El suelo se abre bajo los pies de Perceval y la tierra se cubre de tinieblas. Y es entonces cuando el Rey Pescador cae enfermo y no curará hasta que un caballero haya descubierto el Grial. Tales son las dos obras capitales que florecen a comienzos del siglo XIII, una de las épocas notables de la cristiandad. Y es a partir de los poemas de Chrétien de Troyes y Robert Boron cuando aparecerá una literatura que aún interesa actualmente. Cualquiera que sea el toque personal que Chrétien de Troyes y Robert de Boron hayan dado a sus obras respectivas, ambos se han inspirado en las mismas fuentes, las leyendas célticas. Estas leyendas han nacido de acontecimientos históricos precisos, como la gloria y la decadencia de los Celtas en Gran Bretaña. Los romanos, después de la conquista de la isla por Julio César, mantuvieron durante cuatro siglos la paz, respondiendo duramente a todas las tentativas de invasión, vinieran de los pictos o de los escotos, en el Norte, o de los sajones, al Sur.

Los pictos eran una confederación de tribus que habitaban el norte y centro de Escocia desde, al menos, los tiempos del Imperio romano hasta el siglo X. Eran descendientes de los caledonios y otras tribus que los historiadores romanos ya nombraron o que aparecían en el mapa de Ptolomeo. Pictia se convirtió en el reino de Alba (Escocia) durante el siglo X, con lo que los pictos se convirtieron a su vez en Albannach o escoceses. Su idioma era el idioma picto. El nombre por el que los pictos se llamaban a sí mismos es desconocido. La palabra equivalente griega aparece por primera vez en un panegírico escrito por Eumenio en el 297 a. C. y que significa ‘los tatuados’. Sin embargo, podría deberse a una etimología popular anterior, quizá del celta Pehta (luchador). Los escotos y los dalriada de Irlanda los llamaron Cruithne. También hay Cruithne en el Ulster, especialmente los reyes de Dál nAraidi. Los britanos, antepasados de los galeses, en el sur los conocían por un dialecto celta como Prydyn. Los términos «Bretaña» y «britano» provienen de la misma raíz. La forma en gaélico escocés moderno Pecht procede del inglés antiguo. La arqueología da algunas aproximaciones sobre la sociedad de los pictos. A pesar de que ha sobrevivido muy poco de su forma de escritura, la historia de este pueblo, a partir del siglo IV en adelante, es conocida por una gran variedad de fuentes, incluyendo hagiografías como la de San Columba de Iona, así como varios anales irlandeses. Aunque la impresión popular de los pictos puede ser la de un pueblo oscuro y misterioso, no fue así en absoluto. La historia y la sociedad pictas están en consonancia con la de los pueblos de Europa Central, Septentrional u Oriental en la Antigüedad o en la Alta Edad Media, cuando se les compara con ellos. Escoto se refiere al nombre que dieron originalmente los antiguos romanos a una tribu de colonos celtas que provenían de Irlanda y arrasaron el norte de la Britania romana. Instalados en las «Tierras Altas Occidentales» de Escocia y, posteriormente, al extenderse por Escocia durante los siglos IV y V, dieron su nombre a dicho país. Su nombre fue después sustituido por el término «Gael», del celta Gaedheal, que hoy da nombre a su lengua celta, el gaélico escocés. Las belicosas tribus de los escotos, junto con los pictos y los misteriososatticotti, causaron amplios problemas a la administración romana de la provincia de Britannia, con redadas e incursiones violentas. Al evacuar la isla los romanos y dejarla en un estado de anarquía y guerra endémica, muchos escotos tuvieron el control de las partes oeste de Gran Bretaña, tras haber emigrado y colonizado las costas de Gales y Escocia.


Los sajones fueron una confederación de antiguas tribus germánicas vinculados, en el plano etnolingüístico, a la rama occidental. Sus modernos descendientes en la Baja Sajonia y Westfalia y otros Estados alemanes son considerados étnicamente germanos. Los anglosajones participaron en el asentamiento germánico de Britania durante y después del siglo V. No se sabe cuántos emigraron desde el continente a Britania, aunque se hacen estimaciones de un número total de colonos germánicos de entre 10.000 y 200.000. Desde el siglo XVIII, muchos sajones continentales se han asentado en otras partes del mundo, especialmente en Norteamérica, Australia, Sudáfrica y en territorios de la anterior Unión Soviética, donde algunas comunidades aún mantienen partes de su herencia cultural y lingüística, a menudo bajo la denominación común de “alemán“, “flamenco” y “holandés“. Debido a las rutas comerciales hanseáticas y las emigraciones durante la Edad Media, los sajones se mezclaron con otros pueblos y culturas, y también los influyeron, tanto en los pueblos escandinavos y los bálticos, como en los pueblos eslavos occidentales. Son mencionados por primera vez por el astrónomo y geógrafo griego Claudio Ptolomeo en el siglo II de nuestra era, quien sitúa sus tierras en Jutlandia, entre el río Elba y el mar del Norte, entre lo que hoy es el noroeste de Alemania y el este de los Países Bajos. Esta región corresponde aproximadamente a Schleswig-Holstein, desde donde parece que se extendieron hacia el sur y el oeste. En el siglo V, los sajones formaron parte del pueblo que invadió la provincia romano-británica de Britania. Una de las otras tribus fueron los anglos germánicos, cuyo nombre, tomado junto con el de los sajones, llevó a la formación del término moderno anglosajones. Se cree que la palabra «sajón» deriva de seax, que es una especie de espada o cuchillo de piedra que usaban y por la que eran conocidos. Las tribus germánicas tomaban sus nombres de las armas que utilizaban. El seax ha tenido un impacto simbólico perdurable en los condados ingleses de Essex y Middlesex, pues ambos tienen tres seaxes en su emblema ceremonial. La Geographia de Ptolomeo, escrita en el siglo II, menciona a una tribu llamada saxones en el territorio al norte del río Elba inferior. Sin embargo, otras copias llaman a la misma tribu axones y se cree que es un error a la hora de escribir sobre la tribu a la que Tácito denomina aviones en su Germania. La referencia de Ptolomeo deriva de un texto anterior, romano y griego, que usa antiguas derivaciones del nombre sajón como Sachsen y Sacae.

Plinio el Joven usó ambos términos, Sacae y Sacasena (Sachsen), para referirse a los sajones en su migración a través de una región de Armenia conocida por el historiador griego, Estrabón, como Sacasene o ‘Sajonia‘. Plinio también señala que el nombre de algunos de los sajones cambiaron al sármata y al germano, proporcionando algunas claves sobre cuándo «germano» y «sajón» emergieron como términos separados. Heródoto se refiere a los sajones como Sacae(Saka), pero considera que el término tiene origen persa. Heródoto también considera que los sajones vestían pantalones y que llevaban en la cabeza altas gorras rígidas y que portaban arcos y dagas. El término «Saka» (Sacae) se ha descubierto en la roca de Behistún, con una antigua inscripción de la época del imperio aqueménida, mandada erigir por Darío I de Persia, y que se encuentra en la provincia de Kermanshah, al oeste de Irán. También lo encontramos en la tumba de Darío I de Persia. Sin embargo, Julius Oppert, historiador, lingüista y filólogo de origen alemán, ha argüido que los persas tomaron prestada la expresión meda «Saka», que se encuentra en Behistún, más que la denominación asiria de los gimirri (cimerios) que se halla en idioma babilonio sobre la misma roca. La expresión «Saka» equivalía a «cimerio», pues ambos se refieren al mismo pueblo en dos idiomas diferentes. La primera mención del nombre sajón en su forma moderna data del año 356, cuando Juliano, más tarde emperador romano, los menciona en un discurso como aliados de Magnencio, un emperador rival en la Galia. Todas las menciones a los sajones durante el siglo IV y principios del V se refieren a piratas y señores de la guerra en la Galia y Britania, más que a una tribu específica o a los habitantes de un territorio determinado. Para defenderse de los ataques sajones, los romanos crearon un distrito militar llamado Litus Saxonicum («Costa sajona») a ambos lados del Canal de la Mancha. En el año 441 se menciona por vez primera a los sajones como habitantes de Britania, cuando un historiador galo anónimo escribió: «Britania cae bajo el dominio de los sajones». Tras lo que sería la salida definitiva de las últimas legiones romanas de Britania en el año 407 d.C., los celtas romanizados (britanos) se vieron acosados por las tribus del norte, principalmente los pictos. Dichas tribus iniciaron un avance hacia el sur al que los britanos sólo podían oponer una desesperada e inefectiva resistencia, agudizada por el hecho de que el campesinado y las clases más bajas de la sociedad volvían rápidamente a una cultura totalmente celta que jamás habían abandonado, con poca identificación de los valores culturales que los romanizados representaban. Ante la desesperada situación, los britanos trataron de buscar ayuda en el general romano Aecio, que no pudo hacer nada debido a la muy delicada situación del imperio en el continente.

Un gran contingente de sajones, así como de anglos, jutos, frisones y posiblemente francos, invadieron o emigraron a la isla de Gran Bretaña (Britania) a comienzos de la Edad Media, en la misma época en que la autoridad romana decaía en Occidente. Los sajones habían estado acosando las costas oriental y meridional de Britania durante siglos, lo que llevó a la construcción de una serie de fuertes costeros, y muchos sajones y otros pueblos pudieron asentarse en estas zonas como granjeros mucho antes del fin del dominio romano en Britania. Según la tradición inglesa, sin embargo, los sajones y otras tribus entraron por vez primera en Britania en masa como parte de un acuerdo para proteger a los britones de las incursiones de los pictos, población autóctona sin influencia romana, los irlandeses y otros. Según fuentes, como laHistoria Brittonum, los sajones habrían sido dirigidos por dos hermanos, Hengest y Horsa, a quienes el rey británico Vortigern les autorizó hacia el año 450 a asentarse con su pueblo en la isla de Thanet, a cambio de sus servicios como mercenarios para defender la isla de Gran Bretaña contra los pictos. Hengist manipuló a Vortigern para que le concediera más tierras y permitiera que llegasen más colonos, lo que abrió el camino al asentamiento germánico en la isla de Gran Bretaña. Algunos autores dudan de la existencia de Hengist y Horsa, puesto que sus nombres significan «Semental» y «Caballo», por lo que pudieran tener reminiscencias más mitológicas que históricas. En lo que se refiere a la arqueología, hay testimonios de la presencia de mercenarios germánicos en los alrededores de Londres desde los primeros años del siglo V. Los historiadores se encuentran divididos sobre lo que ocurrió entonces. Algunos arguyen que el dominio del sur de Gran Bretaña por los anglosajones fue pacífico. Se conserva, no obstante, el relato de un britano nativo que vivió en esta época (Gildas), y su descripción es de una toma violenta: “Pues el fuego se extendió de costa a costa, avivado por las manos de nuestros enemigos en el Este, y no cesó, hasta que destruyó todas las ciudades y tierras cercanas, alcanzó el otro lado de la isla y hundió su lengua roja y salvaje en el océano occidental. En estos asaltos todas las columnas cayeron por los golpes del ariete, todos los granjeros se pusieron en fuga, junto con sus obispos, sacerdotes y el pueblo, mientras la espada relucía y las llamas ardían en torno a ellos por todos lados. Era lamentable contemplar, en el medio de las calles yacían lo alto de las torres, abatidas hasta el suelo, piedras de altos muros, altares sagrados, fragmentos de cuerpos humanos, cubiertos con ropas lívidas de sangre coagulada, que parecían haber sido apretados todos juntos en una prensa; y sin ninguna posibilidad de ser enterrados, excepto en las ruinas de las casas, o en los estómagos hambrientos de las bestias salvajes y las aves; con reverencia ha de hablarse de sus almas santas, sí, de hecho, hubo muchos que fueron llevados entonces al santo cielo por los santos ángeles. Algunos, por lo tanto, de los miserables que quedaron, llevados a las montañas, fueron asesinados en gran número; otros, constreñidos por el hambre, se entregaron a la esclavitud para siempre en manos de sus enemigos, corriendo el riesgo de que los mataran inmediatamente, lo que de verdad era un gran favor que podía hacérseles: otros marcharon más allá de los mares con altas lamentaciones en lugar de la voz de la exhortación… Otros, comprometiendo la salvaguarda de sus vidas, que estaban en continuo riesgo, aún permanecieron en su país, marchando a las montañas, precipicios, los bosques densos y a las rocas del mar, aunque con corazones temblorosos“.


En todo caso, la llegada de los sajones y los problemas políticos relativos al desmembramiento de la Bretaña romana en numerosos reinos, confluyeron en un período sombrío, que la historiografía inglesa registró bajo el nombre de Dark Age (“Era Oscura“). Un despoblamiento masivo, ligado a las calamidades de la guerra y a las epidemias, parece haber favorecido igualmente la germanización de la antigua provincia romana en el siglo V. Fue sin duda desde el siglo VI que los sajones conformaron cuatro reinos al sur de la isla. Los sajones mostraron una resistencia muy fuerte al cristianismo que ganaba el reino de Kent a comienzos del siglo VII, bajo la influencia del misionero Paulino. Durante el período de los reinados que van desde Egberto (770 – 839) hasta Alfredo el Grande (849 – 899), los reyes de Wessex emergieron como bretwaldas, esto es, una especie de «reyes superiores», unificando el país y uniéndolo a inicios del siglo X, para hacer de él el reino de Inglaterra que se enfrentó a las invasiones vikingas. La lengua de los sajones dio origen al sajón antiguo, y todavía sobrevive actualmente en el bajo-sajón y en el inglés, mezcla de éste con el francés medieval. Es bajo la sombra de la espada de Roma como pudo el cristianismo desarrollarse en Gran Bretaña. Pero todo cambia a comienzos del siglo V. Los romanos se retiran abandonando a los bretones a su suerte. Entonces los pictos vuelven con mayor fuerza sembrando el terror y la muerte. El fin de la «pax romana» tuvo otra consecuencia. El cristianismo retrocede cediendo el paso, de nuevo, al paganismo. A este nuevo estado de cosas se agrega una terrible corrupción de las costumbres, cayendo la Bretaña en la anarquía y la miseria. Asaltados por todas partes, los bretones usan a los sajones como mercenarios para combatir a los pictos. Pero esta alianza dura poco, ya que los sajones hacen causa común con los pictos y emprenden la conquista del país. Los bretones están perdidos. Los sajones se hacen fuertes en la desembocadura del Támesis y rechazan a los bretones hacia el Oeste. Desde finales del siglo, los conquistadores poseen sólidamente las regiones de Sussex y, aumentando sus ventajas, crean los dos nuevos reinos de Wessex y Essex. Es, entonces, cuando aparece un jefe prestigioso que pasará a la leyenda bajo el nombre del rey Arturo. Bajo su mando, los bretones logran aplastantes éxitos. Pero tienen contra ellos el número y la tenacidad. Muerto Arturo, los sajones prosiguen su marcha adelante. En 577 se instalan en el estuario del Severn, separando así el país de Gales de Cornualles. A principios del siglo VII otros reinos sajones se instalan al borde del mar de Irlanda aislando a los galeses del resto del país bretón.

Los celtas puede decirse que están condenados a refugiarse en las montañas ásperas del oeste o a pasar el mar para instalarse en la Armórica, región costera del noroeste francés que comprendía la actual Bretaña, el noroeste del país del Loira y la totalidad del litoral de Normandía. Pueblo acorralado, los celtas están además diezmados por los sajones y los pictos. La Bretaña céltica, floreciente doscientos años antes, se reduce ahora a algunas pobres comunidades que intentan vivir en el país de Gales, en Cornualles en el Westmoreland, el Cumberland y cerca de la desembocadura del Clyde. Vencido, el pueblo bretón va a intentar y justificar sus desgracias. Su valor y la capacidad de sus jefes no podían ser puestos en duda. Es preciso, pues, encontrar una causa sobrenatural para esta decadencia. Es porque el pueblo bretón ha vivido en estado de pecado y ha ofendido a Dios por lo que la maldición se ha abatido sobre él. Sin embargo, es preciso vivir con la esperanza de que un día, una vez corregidos sus yerros, volverá la antigua gloria. ¿Cuál ha sido el pecado irremisible cometido por la Bretaña? Tiene una causa. Se trata de la herejía pelagiana. Pelagio es un cristiano de origen bretón, predicador ardiente y cuyas opiniones tienen gran acogida por todos. Pelagio proclama que el hombre dispone totalmente de su libre arbitrio y que la salvación es un asunto personal. Se opone así directamente a lo que enseña en la misma época San Agustín, de que el hombre no puede salvarse si la gracia no le ilumina y le fortifica. Según esto, el pecado original priva de la gracia divina a todos aquellos que nacen y que se encuentran así condenados a la ignorancia, al dolor y a la muerte. Pelagio afirma lo contrario. La falta de Adán fue una falta «personal» y no afectó para nada a su descendencia; así que cada uno puede elegir libremente entre el bien y el mal. Entonces, la gracia sería simplemente el conjunto de facultades que Dios nos ha dado y la posibilidad de vivir según las enseñanzas de Cristo. A comienzos del siglo V la herejía pelagiana ha progresado tanto en Bretaña que uno de los mejores predicadores de aquel tiempo, San Germán de Auxerre es enviado a toda prisa por el Papa. A fuerza de controversias apasionadas logra yugular la herejía. Su éxito es tan completo que los bretones hacen de él el verdadero Santo de la isla. La nueva forma de ver el «pecado bretón» es haber sucumbido a los atractivos de la herejía, por cuya causa el reino del rey Arturo ha sido despedazado. Pero la vuelta a la verdadera doctrina le permitirá revivir. Este retorno, sin embargo, no se hará sin mal. El espíritu celta es demasiado imaginativo para no continuar mezclando las exigencias de la fe cristiana y la leyenda pagana. Esta mezcla se encuentra, para empezar, en lo que se refiere a la personalidad del rey Arturo. Aparece en la leyenda celta bajo el nombre de Hería.

La historia de Hería indica que fue herido en combate y fue encerrado durante tres siglos bajo una montaña, de donde viene el sobrenombre de rey de la montaña. Su país quedó completamente arruinado. Un día ve llegar a su prisión subterránea un extranjero que le interroga largamente. Ahora bien, este extranjero posee el poder, si quiere, de pronunciar las palabras que permitirían a Hería volver a poseer su reino. Pero las palabras salvadoras no son pronunciadas y el rey continúa en su prisión. Dos temas se encuentran aquí mezclados. Uno es el de la redención, las palabras que salvan. El otro tema es el de la leyenda del el rey prisionero en una prisión subterránea. Más impresionante es lo tomado de las leyendas célticas en la obra de Chrétien de Troyes y de Robert de Boron, especialmente en lo que concierne al episodio del cortejo del Grial. Ese cortejo es extraño, ya que no se sabe en ese momento del poema lo que es el Grial. Tampoco se comprende porque en el poema es una muchacha la que lo lleva. No se tienen datos precisos sobre la lanza deslumbrante y de la cual surge una gota de sangre. Este episodio revela hasta qué punto Chrétien de Troyes se veía en la alternativa de acomodar al gusto francés una vieja leyenda celta o su voluntad de cristianizar la historia. Verdad es que en su vida cotidiana en la corte de María de Champagne el poeta conocía una especie de enfrentamiento entre paganismo y cristianismo. Sabemos que fue Felipe de Flandes quien habría encargado al poeta el cuento del Grial. Ahora bien, el padre de Felipe, Thierry, había tomado parte importante en las Cruzadas, de las cuales se supone que había traído una ampolla conteniendo la sangre de Cristo, ampolla que hoy se conserva en Brujas, Bélgica. Impresionado por los relatos fabulosos aportados por los cruzados, Felipe de Flandes, que morirá en Palestina, ejerció una influencia esencial sobre Chrétien de Troyes. Pero María de Champagne, que parece era prometida de Felipe, poseía, al igual que su madre, Leonor de Aquitania, un gusto vivísimo por las leyendas celtas. El poeta, en medio de la confluencia de esas dos corrientes, debía intentar reunirías. Así es como una amplia parte de la famosa escena del cortejo de Grial no es otra cosa sino un recuerdo de los ritos de iniciación y de investidura de la realeza, tal cual los describe la mitología céltica. He aquí, como ejemplo, lo que está escrito en uno de los más viejos cuentos célticos: “Conn ha sido designado por la piedra de Lia Fail (los candidatos al poder supremo debían marchar sobre esta piedra y ésta designaba al vencedor dando un grito) como rey supremo de Irlanda“. La Piedra de Tara o Lia Fáil, que en irlandés significa Piedra del Destino, es un menhir situado en la colina de Tara, en el condado de Meath, en Irlanda, que sirvió como piedra de coronación para los grandes reyes de Irlanda, hasta Muirchertach mac Muiredaig, hacia el año 500 d. C.


Según la mitología celta, en la antigüedad la piedra Lia Fáil fue traída a Irlanda por la raza divina de los Tuatha Dé Danann, dioses de los celtas irlandeses, que viajaron a través de Escocia desde las “Islas Nórdicas“, que según Geoffrey Keating se refiere a Noruega, aunque más probablemente se refiera a las Órcadas, donde aprendieron habilidades mágicas en las ciudades de Fáilias, Gorias, Murias y Finias, llevando consigo un gran tesoro de cada ciudad. Se trataba de los legendarios cuatro tesoros de Irlanda. El nombre de los Tuatha Dé Danann se traduce como “dioses de Danu“, en que Danu es la mítica madre de los dioses. Los relatos sobre los Tuatha Dé Danann son fascinantes. El Otro Mundo, fue el nombre dado a la residencia de los dioses irlandeses. Algunas citas resultan enigmáticas y en consonancia con la moderna física: “Estaban ocultos a los ojos mortales por la fuerte magia del Otro Mundo…. La regla normal no aplica en el Otro Mundo. Un año puede parecer que ha pasado en el otro mundo, pero en el mundo real pueden haber pasado siglos. El tiempo parece detenerse. Tampoco las personas que viven allí envejecen como los mortales. Parecían permanecer siempre jóvenes…. Otro Mundo, que habría aparecido por la noche para los mortales, pero probablemente desaparecerá en la mañana“. La piedra Lia Fáil es de hecho uno de estos cuatro tesoros, originario de Fáilias, de donde nace su nombre. Posteriormente, la piedra fue denominada “Piedra del Destino” (en latín, Saxum fatale). También de acuerdo con la mitología, esta Piedra de Tara tiene poderes paranormales. La leyenda dice que cuando el legítimo Gran Rey de Irlanda pone su pie sobre ella, la piedra ruge satisfecha. También se dice que la piedra tiene el poder de rejuvenecer al rey y otorgarle un mandato prolongado. El Ciclo de Ulster cuenta que el héroe Cúchulainn la partió en dos con su espada cuando la piedra no rugió bajo el pie de su protegido, Lugaid Riab nDerg, y desde entonces sólo rugió ante Conn Cétchathach y Brian Boru. A partir del nombre de esta piedra, losTuatha Dé Danann denominaron a Irlanda Inis Fáil (en gaélico irlandés inis significa “isla“), por lo que Fáil se convirtió en un segundo nombre para Irlanda. De ahí que Lia Fáil también pueda traducirse como Piedra de Irlanda, y que Inis Fáil aparezca como sinónimo de Erin en la poesía romántica y nacionalista irlandesa del siglo XIX y comienzos del XX. La expresión Fianna Fáil(“guerreros de Irlanda“, o “guerreros del destino“) también aparece como denominación de losVoluntarios Irlandeses, en el primer verso del himno de Irlanda, y en el nombre del partido político Fianna Fáil.

Volviendo al relato, Conn encuentra a un misterioso caballero que no es otro que el dios Lug. Éste invita a Conn a su palacio. Allí, sentada sobre un trono de cristal, una joven, con la cabeza ceñida con una triple cotona de oro, tiene cerca de ella tres ampollas llenas de un brebaje divino. Esa joven mujer encarna la soberanía de Irlanda, Antes de invitar a Conn a beber, pregunta a Lug: ¿A quién debo dar la copa? Lug designa a Conn y después designa los nombres de todos los descendientes que serán reyes de Irlanda. Al fin, Lug y la joven desaparecen, y Conn queda solo con la copa que le ha sido ofrecida, que es el símbolo de su poder. Se ve claramente la transposición hecha por Chrétien de Troyes. Lug se convierte en el Rey Pescador, la joven será la portadora del Grial y, en cuanto a Conn, quedará identificado con Perceval. Lug no es el dios supremo, sino un dios que tiene todas las funciones. En efecto, es Samildanach o el múltiple artesano de la mitología celta, no solamente porque está en la cima de la jerarquía, sino también porque es pancéltico. Es una de esas raras divinidades que, por lo que sabemos de los pueblos celtas, podemos encontrar en todos los panteones. También algunos estudiosos señalan que es homologo al dios nordico Loki, por el parecido entre los nombres y hechos como la muerte de Balder equivalente al abuelo Balar de Lug, entre otras cosas. La importancia de Lugus en galo es especialmente atestiguada por cantidad de topónimos, del cual el más conocido es Lugdunum(fortaleza de Lugus), la actual ciudad de Lyon. Su equivalente en el país de Gales se denominaLlew Llawgyffes («el de la mano diestra»), que aparece en la literatura en los relatos de los «Mabinogion». Es en las fuentes irlandesas donde Lug ha sido tratado con mayor vastedad, en particular en el «Cath Maighe Tuireadh» (la «Batalla de Mag Tured»). En nuestros días, Lug está presente en la fiesta del 1 de agosto: Lugnasad. Existen muchos topónimos respecto a Lug en la zona norte de España, derivados del dios celta Lug. Según las fuentes irlandesas, la sociedad divina está estructurada de la misma manera que la sociedad humana, y la organización de losTuatha Dé Danann está jerarquizada en tres clases funcionales: La función sacerdotal, encarnado por Dagda, el dios-druida; la función guerrera, encargada especialmente de la soberanía y que está representada por Ogma, el dios guerrero y Nuada, el dios-rey; la función artesanal, que se produce por el conjunto de la comunidad, representada por Goibniu, Credne y Luchta.

Este esquema retoma la ideología tripartita de los indoeuropeos, como ha sido estudiado por Georges Dumézil, filólogo e historiador francés. Lug puede asumir todas las funciones. Uno de sus sobrenombres es Samildanach, en el sentido que domina todas las artes y todas las ciencias. Tal como hemos indicado, los Tuatha Dé Danann llevaron cuatro tesoros mágicos a Irlanda: la caldera del Dagda, la lanza de Lug, la piedra de Fal y la espada de Nuada, rey de los Tuatha Dé Danann por siete años antes de llegar a Irlanda. La lanza, como casi cualquier instrumento de guerra, es un símbolo fálico y de gran poder. Simboliza la fortaleza debido a que es recia y no debe vencerse, ni atemorizarse ante el enemigo. La lanza de Lug, también llamada “Lanza de Assal” es llevada a Irlanda por los Tuatha Dé Danann, según los antiguos relatos en lengua gaélica. Esta lanza tiene la particularidad de ser flamígera y solo pierde su fuego, sorprendentemente, si es mojada en sangre humana. Lug es el hijo de Cian y Eithne. También está emparentado con los Fomoré, los dioses-gigantes de la muerte, del mal y de la noche, a través de su abuelo materno Balor, a quien mata con su honda, de conformidad con una profecía. Al presentarse en la residencia del rey Nuada, con ocasión de una fiesta, el guarda de la puerta le niega la entrada. Lug afirma que él puede ser útil, a lo que le responden con una negativa. De este modo se propone servirles para finalmente ser aceptado, por lo que será sucesivamente carpintero, herrero, guerrero y mago. Es aceptado en su calidad de jugador dehnefatafl, antiguo juego de mesa germánico. Disputa una partida con el rey, a quien vencerá. Esta partida es puramente simbólica, ya que se trata de una justa intelectual a través de la cual Lug toma el poder del mundo. En posteriores relatos lo reencontraremos combatiendo al lado de su hijo Cúchulainn, en la invasión del Ulster por la reina Medb, reina de Connacht. Según la historia, Medb fue entregada por su padre para ser la esposa de Conchobar mac nesa, rey de Ulster. Le dio un hijo pero terminó abandonándolo, así que su padre le pasó al rey otra de sus hijas. Estando ésta embarazada, Medb la mató y su hijo nació por una cesárea póstuma. Su padre entonces le otorgó un reino, Connacht, tomando el título de rey a Tinni mac Conri quien, al final, se convertiría en amante de Medb. En una asamblea en Tara, Medb es violada por su primer esposo y eso genera una guerra entre el rey, su padre, y Ulster. Su amante y su primer esposo se baten a duelo y el primero pierde. Medb se termina quedando con otro hombre como esposo y rey. Nunca le es fiel, ya que lo engaña con uno de sus caballeros, por lo que vuelve a haber un duelo. Su nuevo esposo pierde y ella cambia de esposo y de rey.


Según algunos investigadores, la historia de San Lorenzo sirvió para la cristianización del dios Lug. San Lorenzo fue uno de los siete diáconos regionarios de Roma, ciudad donde fue martirizado en una parrilla el 10 de agosto del año 258, cuatro días después del martirio del papa Sixto II. La leyenda dice que entre los tesoros de la Iglesia confiados a Lorenzo se encontraba el Santo Grial, y que consiguió enviarlo a Huesca, España, junto a una carta y un inventario, donde fue escondido y olvidado durante siglos. Los padres de Lorenzo, santos Orencio y Paciencia, serían de Huesca y habrían llegado a la ciudad de Valencia por motivo de las persecuciones. Según la Vida y martirio de San Lorenzo, texto apócrifo del siglo XVII supuestamente basado en la obra del monje Donato (siglo VI), el papa Sixto II le entregó el Santo Grial junto a otras reliquias, para que las pusiera a salvo. En la cueva romana de Hepociana, Lorenzo acudió a una reunión de cristianos presidida por el presbítero Justino. En Carpetania halló a un condiscípulo y compatriota hispano, llamado Precelio, originario de Hippo, la moderna Toledo, a quien entregó varias reliquias, entre ellas el Santo Grial, con el encargo de que las llevara a la familia que le quedaba en Huesca. Precelio llevó las reliquias a los tíos y primos de Lorenzo en Huesca que las escondieron, perdiéndose la pista, aunque algunas tradiciones afirman que el Santo Grial fue depositado en la iglesia de San Pedro de la localidad, de donde sería puesto a salvo por el obispo Acilso cuando huyó en 711 ante el avance de los musulmanes, para esconderse en los Pirineos. El festival pagano se realizaba a principios del mes de agosto, por lo que lughnasa es el nombre del mes de agosto en Irlanda. En Lyon (Francia) se celebraba una gran fiesta de tres noches para Lug, que fue reemplazada por el festival de Saint Laurent, también de tres días. Pero, ¿cuál es la aportación cristiana? Parece ser la de una herejía distinta de la pelagiana, la nestoriana, que admitía una doble naturaleza de Cristo, corporal y espiritual, que tuvo cierto éxito en Bretaña. En ciertas comunidades cristianas las mujeres estaban autorizadas a distribuir la comunión. Y ello es lo que explicaría por qué en la obra del poeta Chrétien de Troyes es una mujer la que lleva el Grial. Menos asombrosa es la aparente indiferencia con la cual se ve pasar el Grial y su cortejo. En 1180, fecha de la leyenda del Grial, la doctrina de la Iglesia respecto de la Eucaristía no estaba aún fijada, ya que no lo será hasta treinta años más tarde, en el Concilio de Letrán. En cada misa los fieles comulgantes consumían todo el pan y todo el vino que habían sido consagrados. Así se recordaba fielmente la última Cena. No había, pues, tabernáculo para conservar las hostias.

Pero fue preciso esperar al siglo XII para admitir, después de duras controversias entre teólogos, que Cristo estaba realmente presente en el pan y en el vino. La imagen que Crétien de Troyes da del Grial parece traducir fielmente la evolución que está en camino de operarse en su época, pues estamos a algunos años del Concilio de Letrán y va abriéndose paso la nueva concepción de la Eucaristía. Tanto, que la deslumbradora claridad que parece desprenderse del vaso aportado por la muchacha prefigura esas brillantes custodias que se encontrarán bien pronto en los altares. Cuando Robert de Boron escribe a su vez sobre el Santo Grial, la revolución litúrgica está prácticamente realizada. Por ello el cortejo religioso, tal como lo describe, está impregnado de fervor religioso y recogimiento. Finalmente, es a la herejía pelagiana a la que ataca Chrétien de Troyes. Cuando, después de haber encontrado el camino de Dios, Perceval se dirige al ermitaño, éste le declara: «El pecado te imposibilitó la lengua cuando viste pasar ante ti el hierro que jamás secó (en alusión a la lanza del cortejo del Grial) y cuya razón no intentaste buscar». En resumen, el joven caballero sufre una especie de incapacidad moral. No puede mandar a su voluntad porque está sometido al peso de una falta. Incapaz de formular una palabra o de cumplir un gesto demostrativo del interés que siente por el Grial, símbolo de la fe cristiana, Perceval representa la impotencia del hombre privado del socorro de Dios. Para curar al rey «mutilado», para salvar el reino del rey Arturo, en suma para provocar un milagro, se le pedía poco a Perceval. Una simple prueba de buena voluntad. Pero precisamente él no podía dar esa prueba por estar en estado de pecado. Para salvarse, y salvar a los demás, no basta el libre arbitrio, como pretendía la herejía pelagiana. Y sobre este punto es la estricta ortodoxia cristiana la que ilustran tanto Chrétien de Troyes como Robert de Boron. Este último tuvo una clara ventaja sobre su predecesor, ya que había vivido en la Bretaña y muy probablemente en la célebre abadía de Glastonbury. Esta abadía es, en la Edad Media, uno de los más notables centros culturales de Occidente. San Dunstan había introducido allí la regla benedictina desde el siglo X. Los Cruzados habían proporcionado a los monjes textos traídos de Palestina. La huella de la abadía sobre el alma celta se había extendido igualmente con la invasión de Inglaterra por Guillermo el Conquistador, quien puso como jefes de los monjes de Glastonbury a dos normandos, Thurstin primero y después Herlewin. Esta abadía contribuyó poderosamente al folklore bretón a fin de integrarlo en la naciente historia de Inglaterra. Verdad es que algunas razones políticas impulsaron a los monjes a obrar así.

El rey de Inglaterra Enrique II Plantagenet es, en lo que respecta a sus tierras en Francia, vasallo «del rey de París» quien, además gozaba de un prestigio sin igual. Es para dar a Inglaterra un lustre, que aún no posee, por lo que los abades de Glastonbury entran en el juego de su rey. Gracias a ellos se forjan las leyendas que darán a los habitantes una especie de orgullo nacional. Así es como los monjes descubren la tumba del rey Arturo y de su mujer Ginebra. La leyenda celta pretendía que el soberano había sido llevado a una isla misteriosa, Avalón, donde vivía en espera de su retorno triunfal a la cabeza de su reino. Ahora bien, los investigadores encuentran un día la tumba, precisamente en Glastonbury. Para Enrique II este descubrimiento representa un doble beneficio. Los celtas no podrán acariciar su sueño de revancha sobre sus vencedores, pues queda probado que su rey no era un rey de leyenda sino que murió como cualquier mortal. En segundo lugar, si es en Glastonbury donde se ha descubierto la tumba, se puede pensar que la abadía es el faro de la verdadera fe, y el puesto más avanzado de la vigilancia contra las supersticiones y las herejías. Los monjes, por otra parte, no iban a detenerse aquí. Quedaba por demostrar que Inglaterra, al igual que Francia, había sido creada por la mano de Dios. Por ello es en Glastonbury donde nace la leyenda según la cual, después de la muerte de Cristo, José de Arimatea, portador del vaso sagrado conteniendo la sangre de Jesús, vino a refugiarse allí. También ahora se presenta una nueva doble ventaja. El Grial de los celtas es adoptado por el cristianismo. Así como Francia poseía la Santa Ampolla, Inglaterra ahora posee el vaso sagrado de José de Arimatea. Robert de Boron encuentra así el guión de su obra. Sin embargo, esa presencia de José de Arimatea en Gran Bretaña no se explica si no se esfuerza uno en tender un puente entre el Occidente cristiano y la Tierra Santa. Y no cabe duda de que ese enlace existe a través de las Cruzadas. Exaltados por su aventura, fascinados por la liberación del sepulcro de Cristo, los Cruzados, al menos los de esta época, vuelven llenos de relatos extraordinarios, girando todos en torno a episodios de la vida de Jesús. Y el más importante de todos se refiere a la Comunión, del que Chrétien de Troyes y Robert de Boron han dado una versión muy original. Será labor de otro escritor sobre el Grial el ir más lejos e introducir las primeras influencias árabes en la literatura occidental.


En 1210 aparece en Alemania un poema titulado «Parzival» debido al más grande de los poetas de la época, Wolfram von Eschenbach. El poema es, en cuanto a la forma, de de una belleza deslumbradoras. Parzival es probablemente una de las obras cumbres de esa civilización cortesana y caballeresca que ha conocido Occidente. Esa civilización es la que encarna el héroe de Wolfram von Eschenbach. Su historia es la de una lenta y penosa marcha hacia un florecimiento total de la fe cristiana, de acuerdo con los ideales de una caballería enteramente dedicada al culto de la belleza y del honor. Elegido del Señor, Parzival es calificado así por Kundry, mensajera del Grial: «Tú has conquistado la paz del alma y has esperado la paz del cuerpo en un fiel deseo». Porque Parzival ha vivido siempre bajo la ley de una doble fidelidad: a Dios y a su mujer Kundwiramus. El poema alemán se acaba con la exaltación del fin conseguido: «Quien termina su vida de manera que Dios no pierda, por las faltas del cuerpo, su derecho sobre el alma y quien pese a ello, llegue a guardar el favor del mundo y de sus pares: he aquí quien está colmado de los frutos de un ardiente esfuerzo». Pero para lograr tal triunfo es preciso el concurso de la gracia divina. Y es por el Grial por quien es dispensada a quien es digno de ella. Para el poeta alemán, el Grial es una piedra dotada de las virtudes más extraordinarias. Dispensa a sus guardianes alimento y bebida, dándoles belleza y juventud. Sólo quienes conocen la pureza moral pueden levantarla y llevarla. Todos los años el poder del Grial está como renovado: Ese día, una paloma viene a depositar sobre él una hostia de una claridad maravillosa. Sólo los elegidos de Dios se benefician de los favores maravillosos que distribuye el Grial. El rey del Grial es elegido por Dios mismo y nadie puede pretender el nombramiento si no está en paz con el Rey de los Cielos y de la Tierra. Parzival no escapa a esa regla y no alcanzará el Grial sino después de haber comprendido lo que le dice el ermitaño Trevrizent: «Es por los hombres por quien Cristo murió en Cruz». Entonces, trastornado por este acto de amor, Parzival se abandona a Dios, poniendo un término irrevocable a un largo periodo de error y de pecado. Entre la concepción del Grial de Chrétien de Troyes y la de Wolfram von Eschenbach existen diferencias profundas. Para Chrétien de Troyes el Grial resplandece de piedras preciosas, y está guardado por ángeles que no han tomado partido cuando la rebelión de Lucifer contra Dios. El Grial se promete a aquellos que se inclinan ante la voluntad de Dios sabiendo que todo procede de Él, pero sin renunciar a afirmar su propia personalidad.

El Perceval de Chrétien de Troyes no tiene nada de humilde. En cambio es la humildad lo que destaca en el poeta alemán. En su obra, el Grial no es sino una piedra blanda, humilde, siendo ésta lo que se exige a los que pretenden conseguirla. Llegado a rey del Grial, Perzival es saludado en estos términos por Trevrizent: «Habéis conquistado el Bien supremo; ahora, volveos hacia la humildad». La obra del poeta alemán no sería, al fin y al cabo, sino una adaptación, salpicada de sentimientos cristianos, de una leyenda ya bien conocida, si no presentara un verdadero enigma. Se trata de cómo Wolfram von Eschenbach pudo tomar contacto con la filosofía árabe. El poeta, en efecto, no pretende haber logrado una obra original. He aquí lo que dice: «Kyot, un maestro bien conocido, encontró en Toledo, entre los manuscritos abandonados, la materia de esta aventura anotada en escritura árabe. Fue preciso, para empezar, que descifrase los caracteres, pero no intentó iniciarse en la magia negra. Fue para él una gran ventaja estar bautizado, porque de otro modo esta historia hubiera permanecido desconocida. No hay, en efecto, pagano suficientemente sabio para revelarnos la naturaleza del Grial y sus virtudes secretas. Un pagano árabe, Flegetanis, había adquirido un alto renombre por su saber. Él fue quien escribió la aventura del Grial. El pagano Flegetanis sabía predecir el declinar de cada estrella y el momento de su retomo. Descubrió, examinando las constelaciones, profundos misterios de los cuales sólo hablaba temblando. Se trataba de un objeto que se llamaba el Grial. Había leído claramente su nombre en las estrellas. Un tropel de ángeles lo había depositado en la tierra y después habían vuelto volando más allá de los astros. Desde entonces serían hombres cristianos, por el bautismo, tan puros como los ángeles, los que debían cuidar de él». El poeta alemán concluye así: «Así se expresó Flegetanis. Kyot, el sabio maestro, buscó en los libros latinos dónde podría haber vivido un pueblo bastante puro y suficientemente inclinado a una vida de renunciamiento para convertirse en el guardián del Grial. Leyó las crónicas del reino de Francia, de Bretaña y de Irlanda y de otros muchos países más, hasta que encontró en Anjou lo que buscaba». ¿Quién era Kyot, el sabio maestro? No se ha encontrado en toda la Provenza francesa ningún escritor ni trovador de este nombre. Seguramente se trata de un pseudónimo escogido por uno de esos poetas ambulantes que florecían en la época, que recogían y arreglaban las leyendas y los acontecimientos de los cuales eran testigos o que les contaban. Poco importa que Kyot haya existido o no. Lo esencial es saber si, en Provenza, existía una historia del Grial sensiblemente distinta de aquella otra que circulaba en el norte de Europa.

La Provenza del siglo XII se extendía hasta Toulouse, cubriendo así una región que estuvo largo tiempo bajo el dominio de la España árabe y que estuvo fuertemente impregnada por la civilización de los conquistadores árabes. Esta civilización ha estado considerada durante largo tiempo como superior a la de Occidente. Por otra parte, estaban muy de moda los sufis, pequeños cuentecillos que narraban aventuras fabulosas. Incluso después de ser expulsados de Provenza continuaron manifestando su influencia cultural, una influencia que pasaba por los maestros judíos, ya instalados en el país, y que viajaban con frecuencia a España para consultar a los pensadores y sabios musulmanes. Los árabes tenían, también, una especie de leyenda del Grial, uno de cuyos héroes, Flegetanis, toledano y astrólogo, es citado por Wolfram von Eschenbach, que nos dice al respecto: “Un pagano llamado Flegetanis alcanzó gran fama por su saber. Este físico procedía de Salomón y era de la estirpe israelita, muy noble desde tiempos muy antiguos, hasta que el bautismo nos libró de los fuegos del infierno. Él escribió la historia del Grial. Por parte de padre era pagano (…). Flegetanis supo exponernos la ida y el regreso de las estrellas y las dimensiones de sus órbitas, hasta que vuelven a sus puntos de origen (…). Como pagano, Flegetanis vio con sus propios ojos en las estrellas misterios ocultos y habló de ellos con gran timidez. Nos dijo que había una cosa que se llamaba el Grial. Este nombre lo leyó claramente en las estrellas“. Pero, en realidad, parece que Flegetanis es la traducción de un libro árabe titulado Felex-Taani (La segunda esfera). En esta obra, como en la tan célebre de Mohyddin Ibn Arabí, Las piedras de la sabiduría, se trata de siete piedras que representan las siete formas posibles de la Sabiduría. Esas piedras pueden «descender» entre los hombres para resonar como una apelación. La Piedra Suprema, la de la santidad universal, se encarna en lo que el Islam considera como el «sello de la santidad de los enviados y los profetas», es decir, Cristo. Esta piedra, después de la muerte de Jesús, ha sido confiada a una supuesta caballería celestial. He aquí el material de que va a servirse el poeta alemán para escribir su Parzival. Bien entendido, se apropiará muchos rasgos de la leyenda celta e impregnará su obra de doctrina cristiana. Pero el punto de partida es la obra atribuida a Kyot, especialmente su carácter esotérico.


Para comprender lo que Parzival debe al Islam es preciso evocar los símbolos esenciales empleados por Wolfram von Eschenbach. Para empezar, el castillo, en el cual es guardado el Grial por caballeros «tan puros como ángeles». Se trata del Montsalvage. Esta idea de castillo casi irreal pertenece al fondo común a todas las leyendas. Lo encontramos en la Tule hiperbórea o en el monte Meru hindú. Tule es un término usado en las fuentes clásicas para referirse a un lugar, generalmente una isla, en el norte lejano. A menudo se cree que pueden haber sido diversos lugares, como Escandinavia. Otros creen que se localiza en Saaremaa en el mar Báltico. «Última Tule» en la geografía romana y medieval puede también denotar cualquier lugar distante situado más allá de las «fronteras del mundo conocido». Fue mencionada por primera vez por el geógrafo y explorador griego Piteas de Massalia en el siglo IV a.C. Piteas dijo que Tule era el país más septentrional, seis días al norte de la isla de Gran Bretaña, y que el sol de pleno verano nunca se ponía allí. En la mitología griega Tule era la capital de Hiperbórea, reino de los Dioses. Para Procopio de Cesarea, Tule era una isla grande en el Norte, habitada por 25 tribus. Se trata con toda probabilidad de Escandinavia, pues varias tribus son fácilmente identificables, tal como los gautas y los saami. Procopio de Cesarea escribió también que al volver los hérulos, pasaron con los varni y los daneses, cruzando el mar, a Tule, donde se asentaron junto con los gautas. A veces se ha especulado con la conexión entre Tule y el mítico continente perdido de la Atlántida. En la Edad media, el nombre se utilizó a veces para denotar a Islandia, por ejemplo en la Gesta Hammaburgensis ecclesiae pontificum, de Adán de Bremen, por los obispos de la Iglesia de Hamburgo, donde se citan probablemente escritos más antiguos acerca de Tule. Místicos nazis buscaron por todo el mundo la Tule histórica, que ellos creyeron era la patria primigenia de la «raza aria». La organización esotérica alemana que más influenció al nazismo se llamaba laSociedad Thule. El monte Meru es una montaña mítica, que es considerada sagrada en varias culturas. Para algunos hindúes, el monte Meru está compuesto de 109 picos, entre los cuales el más alto es el monte Kailás, donde se encuentra la morada del dios Shivá. Según el texto épico Mahā Bhārata, el Harivilās y el Rig-veda, el monte Kailás se encuentra físicamente en los montes Himalaya. En el resto de los picos del monte Meru viven además 33 millones de dioses, entre los que se destacan Visnú y Brahmá.

En cambio, para el hinduismo tradicional, el monte Meru tiene 450.000 kilómetros de altura, tiene forma de cono truncado muy alargado, consta de un solo pico, y se encuentra en el centro de Eurasia, quizá en la meseta del Pamir. El astrónomo Varaja Mijira (505 – 587), en su libroPancha siddhāntikā, ubica al monte Meru en el Polo Norte, aunque en la actualidad se sabe que allí no hay ninguna montaña física. En cambio el texto Suria siddhānta menciona un monte Meru en medio del planeta Tierra, y otros dos montes, el Sumeru (buen Meru) y el Kumeru (mal Meru), en ambos polos. Bajo el monte Meru se encuentra el continente Yambu Duipa, formado por cuatro países con siete cordilleras montañosas. Este continente está rodeado por siete continentes concéntricos, separados unos de otros por océanos, también concéntricos, de distintas sustancias. El océano más interno, el único que conocemos los seres humanos, es de agua salada, el siguiente de caña de azúcar, otro de vino, de ghi (mantequilla clarificada), de cuajada, de leche, y finalmente de agua dulce. Más allá de este último océano concéntrico hay cuatro puertas, una por cada punto cardinal. Por ejemplo en el Este se encuentra la puerta del dios Indra, rey de los dioses, dios del cielo y del rayo, con su elefante Airavata de tres cabezas. Más allá de estas cuatro entradas está el inmenso océano primordial. En una ocasión el monte Meru fue trasladado de su lugar y apropiadamente dispuesto sobre el caparazón del dios Kurma, la encarnación tortuga de Vishnú, y utilizado por los dioses y los demonios para batir el océano de leche, el sexto océano concéntrico, con el fin de obtener el néctar de la inmortalidad que se encontraba en una isla secreta en ese océano. En el mundo islámico es la montaña Qaf, situada en una isla que no puede alcanzarse «ni por mar ni por tierra». El simbolismo de esta imagen es evidente. Qaf es el lugar intermedio entre el mundo material y el mundo espiritual, una especie de frontera entre lo visible y lo invisible. Mohydin Ibn Arabí pretende que esta isla habrá sido hecha con el resto de la arcilla utilizada para modelar a Adán. De hecho, el Paraíso Terrenal es testigo de la caída del hombre y, sin embargo, permanece como un lugar a reconquistar. Lo mismo que el musulmán espera la llegada del día en las laderas del Qaf, de igual modo el occidental puede soñar en que, intensificando su ascesis y sabiduría, será invitado a penetrar en el castillo en el cual, en su esplendor inmortal, le espera el Grial. Montsalvage recuerda en muchos aspectos al Qaf. Pero el castillo no es la única transposición que se encuentra en el poeta alemán. En una ocasión en que Trevrizent se dirige a Parzival y le habla de un ave maravillosa, el ave Fénix, le dice: «Es por la virtud de esta piedra (el Grial) que el Fénix se consume y se convierte en cenizas; pero de estas mismas piedras renace la vida; gracias a esta piedra el Fénix cumple su mutación para reaparecer en todo su esplendor tan bello como nunca». Ahora bien, el Fénix pertenece a la mitología árabe.

El Fénix, correspondiente al Bennu egipcio, es un ave mitológica del tamaño de un águila, de plumaje rojo, anaranjado y amarillo incandescente, con pico y garras fuertes. Se trataba de un ave fabulosa que se consumía por acción del fuego cada 500 años, para luego resurgir de sus cenizas. Según algunos mitos, vivía en una región que comprendía la zona del Oriente Medio y la India, llegando hasta Egipto, en el norte de África. Está muy presente en la poesía árabe. El mito del ave Fénix alimentó varias doctrinas y concepciones religiosas de supervivencia en el Más Allá, pues el Fénix muere para renacer con toda su gloria. Según el mito, poseía varios dones extraños, como la virtud de que sus lágrimas fueran curativas, fuerza descomunal, control sobre el fuego y gran resistencia física. En el Antiguo Egipto se le denominaba Bennu y fue asociado a las crecidas del Nilo, a la resurrección y al Sol. El Fénix ha sido un símbolo del cuerpo físico y espiritual, del poder del fuego, de la purificación, y la inmortalidad. Para Heródoto, Plinio el Viejo y Epifanio de Salamina, esta sagrada ave viajaba a Egipto cada quinientos años, y aparecía en la ciudad de Heliópolis, llevando sobre sus hombros el cadáver de su padre, a donde este iba a morir, para depositarlo en la puerta del templo del Sol. Probablemente la leyenda del Fénix pasó de la tradición egipcia a la grecorromana a través del historiador Heródoto (484 – 425 a.C.), quien cuenta en sus historias que viajó a Egipto y también conoció a los sacerdotes egipcios de Heliópolis. Según dice Heródoto: “Otra ave sagrada hay allí que sólo he visto en pintura, cuyo nombre es el de fénix. Raras son, en efecto, las veces que se deja ver, y tan de tarde en tarde, que según los de Heliópolis sólo viene al Egipto cada quinientos años a saber cuándo fallece su padre. Si en su tamaño y conformación es tal como la describen, su mote y figura son muy parecidas a las del águila, y sus plumas en parte doradas, en parte de color de carmesí. Tales son los prodigios que de ella nos cuentan, que aunque para mi poco dignos de fe, no omitiré el referirlos. Para trasladar el cadáver de su padre desde la Arabia al templo del Sol, se vale de la siguiente maniobra: forma ante todo un huevo sólido de mirra, tan grande cuanto sus fuerzas alcancen para llevarlo, probando su peso después de formado para experimentar si es con ellas compatible; va después vaciándolo hasta abrir un hueco donde pueda encerrar el cadáver de su padre; el cual ajusta con otra porción de mirra y atesta de ella la concavidad, hasta que el peso del huevo preñado con el cadáver iguale al que cuando sólido tenía; cierra después la abertura, carga con su huevo, y lo lleva al templo del Sol en Egipto. He aquí, sea lo que fuere, lo que de aquel pájaro refieren“.


En adelante, el mito aparece en obras de autores clásicos diversos, como el naturalista Plinio el Viejo, el escritor Luciano, el retórico Séneca, y los poetas Ovidio y Claudio Claudiano, o los cristianos Pablo de Tarso, el Papa Clemente de Roma, Epifanio o San Ambrosio. Según la leyenda cristianizada, el ave Fénix vivía en el Jardín del Paraíso, y anidaba en un rosal. Cuando Adán y Eva fueron expulsados, de la espada del ángel que los desterró surgió una chispa que prendió el nido del Fénix, haciendo que ardieran éste y su inquilino. Por ser la única bestia que se había negado a probar la fruta del paraíso, se le concedieron varios dones, como el poder del fuego y la luz, siendo el más destacado la inmortalidad a través de la capacidad de renacer de sus cenizas. Cuando le llegaba la hora de morir, hacía un nido de especias y hierbas aromáticas, ponía un único huevo, que empollaba durante tres días, y al tercer día ardía. El Fénix se quemaba por completo y, al reducirse a cenizas, resurgía del huevo la misma ave Fénix, siempre única y eterna. Esto ocurría cada quinientos años. Según Clemente de Roma, en la Epístola a los Corintios: “Hay un ave, llamada fénix. Esta es la única de su especie, vive quinientos años; y cuando ha alcanzado la hora de su disolución y ha de morir, se hace un ataúd de incienso y mirra y otras especias, en el cual entra en la plenitud de su tiempo, y muere. Pero cuando la carne se descompone, es engendrada cierta larva, que se nutre de la humedad de la criatura muerta y le salen alas. Entonces, cuando ha crecido bastante, esta larva toma consigo el ataúd en que se hallan los huesos de su progenitor, y los lleva desde el país de Arabia al de Egipto, a un lugar llamado la Ciudad del Sol; y en pleno día, y a la vista de todos, volando hasta el altar del Sol, los deposita allí; y una vez hecho esto, emprende el regreso. Entonces los sacerdotes examinan los registros de los tiempos, y encuentran que ha venido cuando se han cumplido los quinientos años“. Para San Ambrosio, el ave Fénix muere consumida por el Sol, convertida en cenizas de las que renace, después de arder su cuerpo, como un pequeño animal sin miembros, un gusano muy blanco que crece y se aloja dentro de un huevo redondo, como si fuera una oruga que se vuelve mariposa, hasta que dejando de ser implume se transforma en un águila celeste que surca el firmamento estrellado. Durante el reinado del emperador Claudio, un supuesto Fénix fue capturado en Egipto y trasladado a Roma, donde éste mandó exponerlo. Nadie se lo tomó en serio. Claudio Claudiano (siglo IV), considerado el último de los grandes poetas romanos, comentaba: “El Fénix es un ave igual a los dioses celestes, que compite con las estrellas en su forma de vida y en la duración de su existencia, y vence el curso del tiempo con el renacer de sus miembros. No calma su hambre comiendo ni apaga su sed con fuente alguna“. En la mitología china, el Fenghuang, aunque no tiene similitudes con el Fénix, ha sido denominado el «Fénix chino» por algunos occidentales, siendo una criatura con cuello de serpiente, cuerpo de un pez y la parte trasera de tortuga. Simboliza la unión del yin y el yang.

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