Cuando Bernard Madoff fue detenido por el FBI lo primero que se le vino a la cabeza fue lo primero que soltó: “Todo es una gran mentira”. Madoff sabía que no podía poner ninguna resistencia ya que había cometido un pecado capital: robar y estafar a los ricos. Por tal afrenta fue detenido, juzgado y encarcelado todo en el mismo pack, si hubiera timado, engañado y robado a la clase media todavía andaría danzando por ahí.
A los que el aficionado Madoff robó son una clase de tahúres de las finanzas que no perdonan, son profesionales y siempre juegan con las cartas marcadas, no dan puntada sin hilo ya que actúan a la vista del publico y siempre, sin excepción, difunden su verborrea anestesiante para que los pardillos se atonten más de lo que ya estaban.
En estas circunstancias es coser y cantar y el pensamiento dominante en los establishments financieros, políticos y mediáticos santifican la verdad absoluta. Algunas veces se extralimitan y cuentan el cuento de que las vacas vuelan, en otras ocasiones, el cuento aterriza a un argumento manido pero efectivo: el hundimiento de las finanzas españolas se debe al excesivo gasto público realizado en el país durante los años de bonanza en los que se despilfarró el dinero público. Sobre esta realidad incuestionable se citan casos como el del AVE, miles de millones invertidos en líneas de alta velocidad que apenas tienen pasajeros, o en aeropuertos que no tienen ni aviones ni pasajeros, carreteras que no circulan automóviles y no llevan a ningún sitio.
Las obras faraónicas tan sólo han servido para que las constructoras dependientes de los bancos se forren con obra presupuestada, como mínimo, dos veces más que su coste, que los políticos de turno se merienden el diferencial y así, de una obra a otra sin importar si circulan coches, si aterrizan aviones o que los trenes trasladen pasajeros.
Lo que unos ganan otros lo pierden, no hace falta señalar quien es quien ya que la impunidad esta cómodamente instalada y la corrupción extendida por lo que el derroche de dinero público esta a la orden del día. Si el verbo esta en pasado se debe a que fundieron el dinero sino todavía estaríamos en lo mismo.
El “mercado” financiero, los acreedores de la descomunal deuda, ya tienen en el argumento del despilfarro la base de su exigencia de cobro. Disponen de un altavoz que llaman prima de riesgo que mide el grado de insolvencia del Estado español y especulan con él a su gusto y capricho. Los distintos gobiernos que hemos tenido sólo tienen una obsesión: recuperar la “confianza de los mercados”, por lo que se someten a sus designios que son explícitos: “yo primero” en cobrar la deuda y el populacho vendrá después si les queda algo. De ahí la imperiosa necesidad de recortar gasto público a fin de disminuir el déficit y la deuda pública. Aparentemente parece cierto, el despilfarro ha sido evidente pero ¿Es esta la única razón del extraordinario endeudamiento de España?
El crecimiento de la deuda pública ha sido vertiginoso, como ya se ha dicho, hemos pasado de un país sin deuda pública a un país incapaz de poder pagarla, la estructura de Estado ciertamente con 17 Parlamentos es un lujo, pero así y todo, la supuesta exuberancia del gasto público no lo es tanto si la confrontamos con los países de la Unión Europea.
Por mucho que se diga, el gasto y empleo público español son los más bajos, tan solo un 10% de la población adulta trabaja en el sector público. En Suecia, llega al 25% y subsisten sin tanta crítica. No hablemos de las pensiones que no son nada del otro mundo, ni tampoco del gasto sanitario ni de otros servicios estatales que son comparables con Europa y siempre a la baja.
Por lo tanto no estamos en el paraíso terrenal que la señora Merkel nos sitúa como un sector público que ahoga la economía española, es simple y llanamente una de las falsedades más notorias que se transmiten desde el pedestal de la “verdad absoluta” empecinada en castigar al pueblo español por las gamberradas, robos descarados y una desastrosa toma de decisiones de nuestros gobiernos.
En anteriores post ya se ha dado noticia de la gran estafa: los bancos alemanes y franceses se van a la ruina si los bancos españoles no les devuelven la morterada de millones que alegremente les prestaron.
¿Quién tiene que pagar esta deuda si los bancos están en quiebra? Pues, aquí no queda nadie más que el populacho. Para hacer una instantánea de la “verdad absoluta”, influenciada por los lobbys de la banca, donde se discute y critica la concepción actual dominante que ya no considera a los países como entes soberanos, sino más bien como empresas, es decir, sujetas a la quiebra y al embargo. La pregunta del millón ¿Quién les ha dado la facultad de embargo?
Los países no son empresas y si España ha perdido la facultad de emitir moneda y poder devaluar para hacer más atractivos, de cara al exterior, los bienes que se producen ya que es la forma tradicional de remontar y equilibrar las situaciones criticas, no obstante, de ninguna manera puede ser tratada de forma mercantil.
Si a los españoles se les llega a decir las lindezas de entrar en el euro tragando la medicina que nos están aplicado de la “devaluación interna” que consiste en la imposibilidad de devaluar la moneda, el euro, y son los empleados españoles los que tienen que reducir sus salarios, que ya estaban lejos de la media europea, nadie, en su sano juicio, hubiera dado su consentimiento.
No es tan sólo una cuestión de producir barato reduciendo los salarios sino que además se reducen las prestaciones sociales y se incrementan los impuestos.
Un ingenioso método de subyugar a la población a favor de los bancos protegidos por el Banco Central Europeo, que no es banco central ni es nada. Un banco central protege a su país de la especulación del mercado financiero, imprime dinero y con este dinero compra deuda pública a su Estado y maneja que los intereses de sus bonos no se disparen cuando tiene dificultad para venderlos. Los especuladores no pueden contra un Banco Central cuando entra en el mercado y compra muchos bonos, con lo cual los intereses bajan, es más, el tipo de interés adosado a la deuda, cuando el Banco Central actúa como tal, los decide el propio banco y no los mercados financieros. No acaba aquí la cosa, el estupendo Banco Central Europeo, que sigue imprimiendo dinero de la nada (ver ¿Sabes que todo el dinero que circula es deuda?
En los archivos del mes de enero) y sin ninguna relación con lo que se produce, simplemente de la nada pero esta alquimia de producir dinero no lo es para prestarlo al Estado español comprando deuda pública, sino para prestarlo a la banca privada a un tipo de interés del 0,75% (a veces un 1%). El negocio, ya pierde su nombre cuando se trata tan sólo de un apunte contable en los libros de la banca privada donde figura que compra deuda pública del Estado a unos intereses elevadísimos 5%, 6% o un 7%. La pregunta ya no es del millón sino del trillón ¿Qué necesidad hay de esclavizarnos con unos intereses que se llevan una cuarta parte del presupuesto?
El sistema capitalista no tiene ningún sentido, al menos el que actualmente se aplica, no tiene ni pies ni cabeza tan sólo es un negocio redondo para la banca. Hasta hace unos años la deuda soberana era un refugio seguro para los ahorradores e inversores pero los bancos, en esas salas inmensas llenas de operadores frente a ordenadores y teléfonos vendiendo productos financieros, encontraron que atacando, en manadas de lobos, podían especular con la deuda soberana. Nunca les había ido tan bien, saben que cliente muerto no paga y juegan, una y otra vez, a provocar la asfixia al subir, todo lo que pueden, el tipo de interés y cuando parece que la cosa va a reventar aflojan hasta la próxima intentona.
Los gobiernos de turno justifican este proceder de que el dinero impreso por el Banco Central Europeo pase por los bancos ya que sirve para facilitar el crédito a las familias y las empresas. Recuerdo, en la primera ocasión que se entregaba por el morro el dinero a la banca, que Zapatero algo sorprendido porque el dinero entregado no se redistribuía en créditos dijo algo así “se trata de problemas informáticos pero en una semana el crédito estará disponible”. ¿Lo engañaban o realmente sabía que estaba mintiendo? Sea lo que fuere, del crédito nunca más se supo.
Un país sin crédito esta muerto, con esto está dicho todo, lo sorprendente es que todavía aguante cinco años después. Veamos lo que nos reserva la respuesta a la pregunta del trillón: Si el Estado español hubiera recibido dinero directamente del BCE no habría habido ninguna necesidad de hacer recortes.
Para concretar este extremo nos tenemos que ir al artículo del economista Eduardo Garzón “Situación de las arcas públicas si el estado español no pagara intereses de deuda pública” que ha calculado lo que el Estado español tendría como deuda pública entre el periodo de 1989 a 2011 si hubiera tenido un Banco Central que le hubiera prestado dinero al 1% de interés.
Atención a la sorpresa, la deuda pública sería hoy un 14% del PIB en lugar de un 90%. ¿El sistema, es o no es un robo a la ciudadanía? Lo que unos ganan otros lo pierden, lo ganan los bancos y lo pierde el populacho.
Con esa deuda soberana España no tendría los problemas que tiene si se hubiera financiado a través de un Banco Central. Definitivo, no podemos continuar así, llevo ya unos cuantos artículos empecinado en transmitir que es del todo necesario despertar de ese sueño, que parece eterno, mientras nos meten goles a carretadas.
Es del todo imposible que nos cuelguen a las espaldas una extraordinaria deuda que no nos corresponde y que se nos exige con recortes presupuestarios mientras se le regala miles de millones de euros a los bancos, se silencia la compra de material militar por otros miles de millones, se les permite a las eléctricas que nos estafen con el déficit tarifa y suban continuamente la luz, el suma y sigue continúa hasta el infinito con lo que el repertorio sería largo.
Tenía razón el espabilado de Bernard Madoff cuando afirmaba que “Todo es una gran mentira”. El próximo post será una continuación de éste por lo que avanzo que se trata de la deuda odiosa y va acompañado de una agradable sorpresa. No te lo pierdas.
Reflexiones de una doctora
Espero no importunar con este correo, pero creo que la situación es muy grave y hay que dejar de mirar para otro lado como si no fuera con nosotros. Gracias. Soy médico. Estudié medicina porque me gusta ayudar a las personas a sentirse mejor. Es una inmensa satisfacción cada vez que un paciente me mira a los ojos y me dice “Gracias, Doctora”.
Esa sensación que me invade no tiene precio y bien merece los años de estudio y las noches sin dormir. Desde hace unos meses, sin embargo, ya no puedo disfrutar de esta sensación.
Poco a poco han ido desapareciendo compañeros a mi alrededor; la enfermera que se preocupaba de si el enfermo dormía bien o no le sentaba bien la medicación, la auxiliar que daba de comer al anciano diciendo “vamos, Don Antonio, un pizquito más para ponerse bueno.”; el celador que llevaba a los enfermos al quirófano mientras le contaba chistes para aliviar sus nervios; el médico compañero siempre dispuestos a resolver cualquier duda o a cubrirme si me enfermaba.
Muchos ya no están. Además, los pacientes ya no dan las gracias. Los pacientes ahora dicen “Pero Doctora, ¿cómo que ya no hacen la prueba que necesito por falta de personal?”, “¿Cómo es que la mascarilla esa, más barata, no me asegura bien el oxigeno?”, “¿Cómo es posible que no me haya operado después de un año?” Y los familiares, preocupados dicen: “Pero Doctora, ¿cómo es posible que no haya sábanas ni pijama para mi padre?”, “¿Que se va a tener que quedar en el pasillo una semana?”, “¿Cómo cuido de mi madre mientras trabajo si los centros de día han cerrado?”. Esto es lo que ahora me dicen mis pacientes. Y se enfadan conmigo. Yo les explico que no es culpa mía, pero no comprenden que su salud tenga que ver con el dinero. Y es que no debería tenerlo.
Soy medico, mi horario de trabajo es de lunes a viernes de 8 a 3, y una o dos guardias a la semana de 24 horas cualquier día de la semana.
Esto suponía unas 100 horas semanales. Sin embargo, ahora tengo que quedarme 2 horas y media más a la semana.
Y además, como mis compañeros se han ido marchando pero hay el mismo número de pacientes, debo quedarme una o dos horas más al día porque no trabajo con muebles, sino con personas, y no se pueden quedar para mañana.
Si sumamos, querido paciente, trabajo unas 110-115 horas cada semana. Y además, ahora resulta que mañana me pueden llamar para decirme que me trasladan de isla de forma indefinida y sin previo aviso. ¿Cómo le explico esto a mis hijos? Eso sí, me pagan un billete de ida y vuelta al año. Además, ahora dispongo de la mitad de días al año para asistir a cursos de reciclaje. Yfirmo el contrato mes a mes. Este mes mi familia come, el otro no sé. Me dicen que tengo que gestionar adecuadamente los recursos, pero se niegan a decirme cuánto vale cada prueba que pido.
Veo cómo cada vez más pacientes se derivan a los centros privados para pruebas y operaciones. La semana pasada, el sindicato médico le preguntó a la consejera de Sanidad cuánto valía hacer una radiografía en la Sanidad pública. No supo responder. ¿Cómo es posible que gestione y haga recortes en un sistema una persona que ni siquiera sabe lo que cuesta aquello que está recortando? Hace casi un año que le presentamos a dicha consejera un completo dossier con medidas donde se podía ahorrar sin modificar el número de personal, las prestaciones ofrecidas a los pacientes ni las horas trabajadas. Porque nosotros sí sabemos lo que vale una radiografía, y por tanto sabemos dónde se puede recortar. Ni siquiera fue capaz de leerlo.
Sin embargo, a pesar de trabajar más horas de las que ya hacía, mi sueldo ha ido disminuyendo escandalosamente: un 7% en 2010, un 5% en 2011 y un 5% en 2012.
Además, me han aumentado el IRPF un 5%. Ahora planean pagarme la hora de guardia a 10 euros: menos que una empleada de hogar. En total, percibo un 21% menos desde hace menos de dos años.
Más que en ninguna otra comunidad. Y seguirá bajando. Por lo visto, querido paciente, mi dedicación a usted, el preocuparme por su salud, el pasarme la noche en vela, no merece respeto.
Según el Ejecutivo, me merezco no tener herramientas para tratarle, me merezco dedicar menos tiempo por cada paciente, me merezco no descansar después de trabajar más de 24 horas despierta, me merezco no poder actualizarme y aprender para tratarle a usted, me merezco no ver a mi familia y que me trasladen de isla. Pues debo estar haciéndolo fatal. Querido paciente, hay 446.357 políticos en nuestro país, por lo visto necesitamos tres veces más gente que Alemania para llevar España. Debe de ser un país muy complicado el nuestro.
Sin embargo, el Ejecutivo considera que es más importante mantener los sueldos desorbitados, transportes, móviles, dietas y tarjetas de estos señores que su salud. Y para colmo no saben ni lo que vale una radiografía.
Exija usted que no se pisoteen sus derechos: usted tiene derecho a tener sábanas y un pijama, a no tener que esperar un año por su operación, a que el médico que lo trate no lleve sin dormir 30 horas.
Tiene derecho a que el dinero de nuestros impuestos se gaste en la prótesis que usted necesita para caminar o en el tratamiento de insulina de su hijo y no en el hotel de cinco estrellas de un congresista.
Querido paciente: ambos, usted y yo, estamos en la misma lucha, una lucha por un sistema de salud público y de calidad. Ahora es el momento de exigir. Si nos dejamos ir, el sistema de salud que siempre hemos tenido, desaparecerá para siempre.
Tanto a los trabajadores como a los usuarios del sistema de salud nos están maltratando, nosotros no podemos seguir trabajando en estas condiciones y usted no puede seguir sufriendo las consecuencias de estas condiciones.
Los trabajadores solos no podemos contra esta situación. Únase a nosotros y luchemos por lo que es nuestro; si dejamos morir la Sanidad pública, ya no la recuperaremos más. Contamos con su apoyo?
Por favor, difunde estas reflexiones de la doctora, nos ayudaran a todos.
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