Peter Brabeck-Letmathe, jefe ejecutivo y ex CEO de Nestlé, asegura que el acceso al agua no tiene por qué ser un derecho humano, sino, por el contrario, una mercancía con valor; solo así aprenderemos a usarla responsablemente
Si la dinámica económica de nuestra época se caracteriza por algo, probablemente sea por la privatización, por el intento de conversión de todo, absolutamente todo, en una mercancía, en un objeto susceptible de comprarse y venderse, producirse y desecharse, casi siempre por un minoría que se arroga la propiedad de los medios que hacen posibles todos estos procesos.
Pero más allá del sentido estrictamente material de esta tendencia (que, por otra parte, en la realidad nunca es “estrictamente material”), han surgido actitudes cuyo signo común es la voracidad, esa ambición desmedida en la cual la brecha entre explotación y obtención de ganancia económica ha llegado a niveles posiblemente intolerables.
Como prueba de esto tenemos el testimonio de Peter Brabeck-Letmathe, director ejecutivo y ex CEO de Nestlé, una de las trasnacionales de alimentos procesados más importante del mundo. En 2005, como parte del documental We Feed The World (una exploración del director austriaco Erwin Wagenhofer sobre el origen de la comida y la bebida que llega a nuestras mesas), Brabeck-Letmathe dijo, sin empacho ni reservas de ningún tipo, que el acceso al agua potable no tendría por qué considerarse un derecho humano y sí, por el contrario, que esta tendría que tener un valor que la haga comercializable. Aquí el fragmento del documental donde participa el empresario, subtitulado en español:
Las palabras de Brabeck-Letmathe son sumamente elocuentes, indignantes desde la perspectiva de la moralidad social, la de las mayorías, pero un sentido poco sorprendentes. En cierto modo el ex CEO de Nestlé es un representante consumado de una forma de pensar y actuar en este mundo que, además de velar solo por sus intereses personales y los de su grupo selecto, considera que esta misma selectividad le otorga la legitimidad para administrar lo que llega al resto de acuerdo con su criterio personal o de clase. Los CEOs como esa nueva falange privilegiada (que, por otro lado, es la misma de siempre) capaz, solo ella, de gobernar, de distinguir lo bueno de lo malo, de evitar con su dirección que la sociedad caiga en el caos y la anarquía de la ignorancia y la cortedad de miras: el paternalismo que cuida celosamente de sus hijos imposibilitados. Y sin embargo, hay un ángulo desde el cual Brabeck-Letmathe tiene razón: existe, efectivamente, un puñado de personas, en cada país y al mismo tiempo en todos los países, que por sus decisiones, acciones y omisiones condiciona la manera de vivir de millones más.
Cabe mencionar que si bien el documento data de 2005, en estos días ha vuelto a circular en Internet, especialmente en las redes sociales, luego de que fuera compartido el 20 de abril por Americans Against the Tea Party, la organización que en la Unión Americana confronta directamente a una de las más conservadoras de la política estadounidense (la misma que, por cierto, se adhiere totalmente a planteamientos como el de Brabeck-Letmathe).
Asimismo, el resurgimiento del video se detonó por una intervvención que el ex CEO de Nestlé tuvo en el Foro Económico Mundial que se celebra anualmente en Davos, Suiza, y en el marco del cual, en febrero pasado, declaró lo siguiente:
Soy el primero en decir que el agua es un derecho humano […]. El problema es que el 98.5% del agua que usamos […] no es un derecho humano porque no la tratamos como tal, la usamos irresponsablemente, a pesar de que es el recurso más precioso que tenemos. ¿Por qué? Porque no le damos ningún valor a esa agua. Y sabemos bien que si algo no tiene valor, es natural del comportamiento humano usarlo de manera irresponsable.
El costo económico como regulador de conducta, como elemento de disciplina que hace a todos plegarse a la normalidad conveniente para el sistema. Sin duda, un punto controversial, un argumento que se sostiene en que en la práctica estamos acostumbrados a dar valor sólo aquello que nos cuesta algo monetariamente, un vicio del consumo capitalista.
La privatización de los recursos para el disfrute solo de aquellos que puedan pagar por el derecho a consumirlos parece ser una lamentable tendencia contemporánea que refleja nuestra patológica irresponsabilidad o si no la ambición rampante de un grupo dominante.
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