Los pájaros han estado evolucionando separadamente de los mamíferos durante cerca de 300 millones de años. Así que no resulta sorprendente que, bajo un microscopio, el cerebro de un pájaro luzca muy diferente al de un mamífero.
De igual modo, los pájaros han mostrado ser muy inteligentes. Pueden usar herramientas, hacer planes, y resolver problemas a los que nunca antes se han enfrentado. Lo que ha constituido un enigma, al menos hasta ahora, es de qué manera ambos tipos de cerebros están configurados para ser capaces de hacer las mismas cosas.
En un nuevo estudio, realizado por el equipo del profesor Murray Shanahan, del Imperial College de Londres, se ha logrado confeccionar el primer diagrama a gran escala del “cableado” del cerebro de un ejemplo común de ave, la paloma, lo que parece que va a permitir resolver el citado misterio.
Utilizando herramientas matemáticas de la teoría de redes, los investigadores han determinado que la forma en que se organizan las conexiones en el cerebro de una paloma es notablemente similar a la forma en que están organizadas en mamíferos, incluyendo gatos, monos y humanos. Y ambos tipos de cerebros contienen lo que puede ser visto como centros de interconexión, o sea regiones cerebrales para las que el mejor equivalente en una ciudad sería un aeropuerto, el trazado de las calles para facilitar la circulación de vehículos, o una central telefónica.
Las aves han demostrado ser muy inteligentes. En la imagen, un albatros. (Foto: Elizabeth Crapo, NOAA Corps)
Más notablemente aún, los principales centros de interconexión en el cerebro aviar tienen funciones análogas a las de los centros de interconexión del cerebro mamífero, y en ambas clases de animales engloban las regiones más importantes para la cognición de alto nivel.
En la investigación también han trabajado Verner P. Bingman de la Universidad Estatal de Bowling Green, en Ohio, Estados Unidos, Toru Shimizu de la Universidad del Sur de Florida en Tampa, Estados Unidos, Martin Wild de la Universidad de Auckland en Nueva Zelanda, y Onur Güntürkün de la Universidad del Ruhr en Bochum, Alemania.
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