El pasado 11 de septiembre más de 100 antidisturbios desahuciaron a Amaya, una trabajadora de 31 años que no podía hacer frente al alquiler abusivo exigido por la inmobiliaria Laudea.
Una semana antes, Amaya había pedido a la empresa de telemarketing dónde trabajaba – Konecta– un cambio de turno para poder asistir a su desahucio. Ella dejó claro que el cambio se producía por asuntos de índole judicial y que en caso de denegárselo le sería imposible acudir. La respuesta de su coordinadora fue “no creo que sea posible, aunque ya eres mayorcita y conoces tus responsabilidades. Ese día no puedes faltar”. Amaya se enfrentó a su desahucio con un doble temor: perder la casa y el trabajo.
A pesar de la respuesta popular, Amaya se quedó en la calle gracias a que los antidisturbios tomaron el barrio desde primera hora de la mañana. Debido a la extraordinaria tensión de la situación, ella acabó psicológicamente destrozada y el médico de cabecera le dio unos días de baja para recuperarse. Tras aquel shock Amaya luchó para seguir adelante y conservar su empleo, mientras continuaba peleando para que Laudea condonase su deuda.
Ayer 25 de octubre, de forma totalmente imprevista, Amaya fue despedida por acumulación de faltas. La carta de despido señala el día de su desahucio y los posteriores como el motivo de la extinción del contrato. Aunque la empresa reconoce que las ausencias están justificadas (con presentación del informe médico pertinente) se escuda en que la Reforma Laboral aprobada el pasado año les permite hacerlo.
Inmediatamente Amaya se ha puesto en contacto con la sección sindical de CGT en Konecta, que se dispone a elaborar una demanda por despido improcedente o nulo.
Sin embargo, más allá del plano judicial, el movimiento por el derecho a la vivienda y los sindicatos combativos vamos a lanzar una campaña pública para señalar a Konecta. Los despidos improcedentes y los abusos contra las trabajadoras son una constante en el sector del telemarketing y en Konecta en particular.
La precarización de las condiciones laborales, sancionada en impulsada por la última Reforma Laboral, sitúa en la absoluta indefensión a los miles de trabajadores que conforman este nuevo proletariado de teclado y teléfono. El despido de Amaya es tan sólo un ejemplo de hasta dónde están dispuestos a llegar, convirtiendo la tragedia de un desahucio en pretexto “objetivo” para rescindir un contrato.
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