EL PREMIO PLANETA REÚNE AL ‘TODO BARCELONA’
La escritora Clara Sánchez (i) recibe el galardón en presencia del presidente de la Generalitat, Artur Mas (d), y del presidente del Grupo Planeta, José Manuel
Palo, pero zanahoria. Eso debió pensar anoche el propietario del imperio Planeta, José Manuel Lara, que presidió la entrega del premio que lleva el nombre del holding creado por su padre hace más de 60 años. El lunes había sacado a relucir la política en su comparecencia ante la prensa, porque no es un hombre que se muerda la lengua. De casta le viene. Abominó de las peleas políticas y de la independencia. Es el único empresario potente de Cataluña que se ha atrevido a decirle a Artur Mas que se va, que se lleva su imperio fuera si Cataluña se convierte en un Estado independiente.
Pero el martes por la noche tenía a su izquierda al propio Artur Mas, solícito junto a su esposa, Helena Rakosnik, copresidiendo la entrega del mayor galardón en lengua castellana: 600.000 euros para el ganador y 150.000 para el finalista, un apetitoso bocado que es la envidia del sector. Y al lado delpresident, la presidenta del Parlamento catalán, Núria de Gispert, junto a su marido. Y luego, el alcalde de Barcelona, el también convergente Xavier Trias, sin acompañante. Y el consejero de Cultura, Ferran Mascarell, que de socialista de pro pasó a engrosar las filas del nacionalismo más nacionalista.
En una reducida mesa, había pues, mucho peso nacionalista que arropaba al empresario que no es nacionalista. Y el Gobierno de Madrid sólo le envió a un tímido secretario de Estado de Cultura, José María Lassalle, y destacó a la delegada del Gobierno en Cataluña, Llanos de Luna, a la que en los ambientes nacionalistas ya comienzan a conocer comoLa Virreina. Nadie más.
En otras palabras, el Gobierno de Madrid dejó más solo que la una al único empresario que se ha atrevido a plantar cara públicamente al separatismo que propugna el Gobierno autonómico catalán. Claro que José Manuel Lara no se arredra ante nada. Tanto es así, que al propio Mas, cuando le llamaron para subir al estrado a coentregar el galardón, le apearon el tratamiento de Molt Honorable. Por una vez, fue “Don Artur Mas”. Así, con un par…
Fue una noche para olvidar la crisis. Más que otras veladas de Premio Planeta. Lara lo dijo el pasado lunes: se atisban resquicios de que hay recuperación. Sus medios han logrado que, por lo menos, la publicidad no baje. Es la primera vez en 60 meses. “Y la publicidad va siempre por delante del consumo dos o tres meses”, apostilló. Anoche certificó el cambio de tendencia: juntó en el Palacio de Congresos de Barcelona a 938 comensales, entre los que había muchas caras conocidas de la escudería de Planeta, pero también estaban las fuerzas vivas de la capital catalana. A destacar una mesa con el consejo de ancianos en pleno, entre los que destacaban José Ferrer (Freixenet) y Artur Suqué (Casinos de Barcelona). Ferrer, que llegó puntualísimo a la cita, entró el primero en el salón comedor porque lo que quería era sentarse y lo que menos soportaba eran los agobios de una espera que, por momentos, se hacía tumultuosa, cansina e insoportable. Sus 80 y muchos años le exigen ahora más reposo, aunque el patriarca de la firma de cava goza todavía de una vitalidad y lucidez envidiable.
Cada oveja con su pareja
Luego, los invitados fueron distribuidos por afinidades, ya fuesen políticas, económicas o de otras índoles. Por ejemplo, el expresidente de la GeneralitatJosé Montilla fue acomodado junto al actual líder del PSC, Pere Navarro, y al presidente de la Diputación de Barcelona, Salvador Esteve. Políticos de distinto signo pero políticos al fin y al cabo. Y el director general de La Caixa,Juan María Nin, compartía mantel con el consejero de Planeta Josep Crehueras, con Carles Vilarrubí (vicepresidente del Barça y consejero del Grupo Godó) y su esposa Sol Daurella (Cobega), con el ya recuperado de su ictus Josep Piqué y con Alberto Palazzi (Pronovias) y su esposa Susana Gallardo.
Y aquí hay que destacar otra crisis superada. O desmentida, según se mire: después de conmocionar a la alta sociedad barcelonesa la supuesta separación de Carles Vilarrubí y Sol Daurella, ayer se comportaron como el matrimonio perfecto. Para que luego digan…
En una mesa cercana, el presidente del FC Barcelona, Sandro Rosell, platicaba con el cabeza pensante de Metroinvest y miembro de la comisión económica del club azulgrana Josep Maria Xercavins, con el presidente de Áreas, Pedro Fontana, con el hombre fuerte del grupo Puig, Marc Puig y con el presidente de Ercros, Antoni Zabalza.
Y el exitoso abogado (de la Infanta Cristina) Miquel Roca, expolítico y quién sabe si político de nuevo dentro de poco, tenía como compañeros al presidente de la patronal Fomento, Joaquim Gay de Montellà, y al delegado de Telefónica en Cataluña, Quim Faura. Y el presidente del Círculo Ecuestre,Borja García-Nieto, se las veía con Leopoldo Rodés. Incluso viejas gloriasfueron concentradas en una de las mesas: el ex líder de ERC Joan Ridaotenía como vecinos de mesa al exalcalde de Barcelona Jordi Hereu y al exconsejero de Política Territorial y Obras Públicas, Joaquim Nadal. Tres pesos pesados de la política que ahora miran la vida desde otro ángulo.
Y por allí transitaban Jaume Guardiola (Banco Sabadell), Mariona Carulla(presidenta del Palau de la Música), Enrique Lacalle (Barcelona Meeting Point) o Cristina Guiral (presidenta de Tradisa).
Eran más llamativos, sin embargo, los rostros de la farándula, de la comunicación o del revisteo. Boris Izaguirre, Risto Mejide, Marta Robles,Ana García-Siñériz, Mónica Naranjo, Núria Roca, Julia Otero, Luis del Olmo, Fernando Schwartz, Teresa Viejo o Fernando Sánchez Dragó son algunos. Y Leopoldo Abadía, Fernando Delgado, Lucía Etxebarria, Juan José Millás, Nativel Preciado o Lorenzo Silva son otros.
Confraternizaciones y vampiros
Pero si algo tiene el Planeta es que es un buen lugar para confraternizar. Es el escenario perfecto, por ejemplo, para que Izaguirre haga un aparte con el presentador Manel Fuentes. O para que Sánchez Dragó departa con Isabel Gemio. Los que no se saludaron fue porque no quisieron. El matrimonio Tous, por ejemplo, desplegó su encanto atendiendo a un montón de invitados, aunque ellos no eran los anfitriones. Y el matrimonio Vilarrubí departió, a la salida, largamente con la presidenta del Parlamento, Núria de Gispert, y su marido. Pero también fue un momento propicio como para que, por ejemplo, Xavier Trias e Isabel Gemio charlasen tranquilamente.
Hubo muchos saludos y muchos abrazos. Y en las mesas se habló mucho de política, porque el momento lo requiere. La culpa es de los políticos, que se empeñaron en politizarlo todo. “Independencia, independencia e independencia”, explicó a El Confidencial uno de los empresarios de peso al ser requerido sobre los temas de conversación. “Pero todos sabemos que eso no llegará”, zanjó.
No es de extrañar. Nadie lo dice públicamente, pero en privado muchos se explican como Lara. Mientras, en el atril, saltaba la sorpresa ( y no sólo porque fuese copado por una guadalajareña y una madrileña): la finalista no era otra que la exministra Ángeles González-Sinde (“Siempre quería volver a esta cena pero no a entregar premios, sino a hacer estos discursos improvisados”). No entraba en ninguna quiniela, pero su deseo fue concedido.
Desde el atril, la ganadora del Premio Planeta 2013, la guadalajareña Clara Sánchez (compañera de mesa de González-Sinde), hablaba sin servidumbres. Reclamaba el Nobel para Ana María Matute, la gran dama silenciosa de la literatura española, y hablaba sobre su libro, El cielo ha vuelto, presentado como La dama del hechizo, una obra calificada por la propia editorial como de “esoterismo y misterio”. Y alertaba Sánchez que la protagonista de su novela entra en el mundo de la sospecha y la desconfianza. “Podemos compartir todos este sentimiento porque quizá hemos tenido que indagar en esa desconfianza para saber si nos puede llevar a la crueldad o a la benevolencia y si nos puede llevar a la fortaleza o a la debilidad”. Y terminaba su breve e improvisado discurso con una frase antológica que cada uno ha de entender a su libre albedrío: “A los vampiros de hoy, más que la sangre, lo que les gusta son las neuronas”. Desde las mesas de invitados, los políticos la miraban con rostro impenetrable. Ignoraban si se refería a su mundo virtual, pero, en todo caso, la aplaudieron.
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