Nick Hanauer es poco sospechoso de ser un bolchevique. Este californiano de 46 años ha ganado dinero (mucho dinero) gracias al capitalismo o, más concretamente y como él mismo explica, gracias a una afortunada combinación de arrojo, buenos contactos y suerte.
Por si fuera poco, Hanauer se ha beneficiado de un entorno fiscal y político que, según él, premia al multimillonario, castiga al excluido y asfixia a la clase media.
Los ricos de USA ganan por goleada. Gráfico de Mother Jones.
on estos antecedentes, lo lógico y normal es que Hanauer cerrara filas con el 0,01% al que pertenece, abrazando la ideología liberal en su versión más cruda, esa que sostiene sin rubor que cada uno es responsable y merecedor de la posición que ocupa en la escala social. La misma que considera que el salario mínimo o los convenios colectivos son intromisiones intolerables del estado en la actividad económica. Sin embargo, Nick no cree que él sea más listo o más preparado que otras personas mucho más desfavorecidas:
«Si cualquiera de nosotros [los multimillonarios] hubiera nacido en Somalia o en el Congo, no seríamos más que unos pobres hombres descalzos vendiendo fruta en el arcén de una carretera polvorienta. Eso no significa que Somalia o el Congo no tenga buenos emprendedores. Es solo que los mejores están vendiendo sus baratijas en los arcenes porque es lo único que sus clientes se pueden permitir»
Este solo es uno de los párrafos de un extenso, documentado y valiente artículo publicado en la revistaPolitico y que trata de ser un aldabonazo entre sus colegas de casta: si las diferencias sociales siguen aumentando al ritmo actual, la clase media desaparecerá, las empresas no tendrán clientes a los que vender y los depauperados ciudadanos sacarán sus horcas, afilarán sus cuchillos y «vendrán a por nosotros».
No es la primera vez que el multimillonario activista se manifiesta al respecto; ni siquiera es el primero en lanzar la voz de alarma sobre la creciente desigualdad social en su país, pero nunca nadie lo había hecho en términos tan crudos y alarmantes. En los últimos años, múltiplesricachones de EE UU han solicitado al gobierno de su país que les suban los impuestos, en un intento de mitigar la creciente polarización entre millonarios y desarrapados. Ante el inmovilismo del gobierno –más papista que el Papa a la hora de defender a los presuntos «creadores de riqueza»- millonarios como Bill Gates o Warren Buffett dedican inmensas fortunas a la filantropía, supliendo al estado donde este dimite.
El adjetivo de «presuntos» no es mío sino que se lo tomo prestado al agitador Hanauer, para quien los verdaderos creadores de riqueza no son los emprendedores sino la clase media en su condición de consumidores:
«Los más pudientes hemos sido falsamente persuadidos durante nuestra educación y la reafirmación de la sociedad de que somos los principales creadores de empleo. Esto simplemente no es verdad. Nunca habrá suficientes superricos en EE UU para impulsar una gran economía. Yo gano mil veces más que el americano medio al año, pero no compro mil veces más cosas. Mi familia compró tres coches durante los últimos años, no 3.000. Compro unos cuantos pantalones y camisas cada año, como la mayoría de los hombres. Podría comprar mil, pero ¿por qué iba a hacerlo? En cambio, ahorro el dinero extra, lo que no hace demasiado bien al país».
En su condición de Pepito Grillo de la conciencia de los poderosos, el millonario de origen alemán ha protagonizado otras intervenciones públicas no exentas de polémica. En 2012, su beligerante discurso en TED a favor de una redistribución de la riqueza fue calificado de «extremadamente tendencioso» por Chris Anderson, el poderoso anfitrión de TED, un foro de encuentro de emprendedores y también de privilegiados dispuestos a gastarse 3.000 dólares para escuchar en directo esas «ideas dignas de ser compartidas»: el famoso 1% y sus allegados.
Imagen de Politico.
Como decía al principio, Hanauer no es un filocomunista ni siquiera un indignado, sino alguien con un profundo sentido de la justicia… y un fuerte instinto de conservación. El capitalismo –alega- es la mejor herramienta para la asignación de recursos pero –añado yo- el capitalismo sin control lleva consigo el germen de la autodestrucción: un mundo de empleados infrapagados, desempleados, esclavos asiáticos y robots difícilmente pueden dar lugar a una sociedad próspera en su sentido más amplio y extenso.
Finalizo con un gráfico ejemplo servido por el propio Hanauer: el caso Wal-Mart, el mayor empleador de EE UU y, nada casualmente, una de las empresas más codiciosas del mundo:
«Wal-Mart es nuestro mayor empleador, con alrededor de 1,4 millones de empleados en EE UU y más de 25.000 millones de dólares en beneficios antes de impuestos. Entonces, ¿por qué sus empleados requieren de la ayuda médica del gobierno en muchos estados? Wal-Mart podría pagar al millón de sus trabajadores peor pagados 10.000 dólares más al año para sacarles de la pobreza y, además, permitirles comprar en Wal-Mart. Nosotros ahorraríamos en beneficios sociales y aun así Wal-Mart seguiría ganando 15.000 millones de dólares. Wal-Mart no pagará voluntariamente a sus trabajadores más que sus competidores, así que si queremos una economía que trabaje para todos deberíamos obligarles a pagar una paga digna, no pedírselo educadamente».
Puede que, después de todo, Hanauer sí sea un peligroso bolchevique. Y puede que su Trotski particular sea el citado Warren Buffett, muchísimo más rico que él. Poseedor de la segunda mayor fortuna del planeta,Buffett gana cada día 37 millones de dólares, así que sabede qué habla: «Claro que hay una lucha de clases y la estamos ganando nosotros».
Toda fuente de poder, incluido el poder económico, es a la vez una fuente de dependencia. Esto no es necesariamente malo, lo malo es olvidarlo.
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