El autor presenta las conclusiones de una investigación apasionante: los americanos precolombinos tenían su propio sistema de Yoga producto de un intercambio intercontinental. Xochicalco. Tolteca en ‘asana’ y ejecutando un ‘mudra’.
Es un hecho con plena evidencia científica el intercambio cultural y comercial entre el Extremo Oriente y la América prehispánica, donde puede opinarse libremente si dicho intercambio originalmente fluyó de Oeste a Este o viceversa.
De la misma forma, está plenamente demostrado que esa reciprocidad inevitablemente fue acompañada por un intercambio espiritual; es así que encontramos sobradas evidencias de la Cosmopercepción oriental en América, tales como los frisos en Xochicalco (México) que muestran toltecas en evidentes asanas y ejecución de mudras; o la presencia de una concepción de centros energéticos, chakras en sánscrito, cuecueyos en nahuatl y pojcpos en queshwa-aymara.
A todo ello debemos señalar la experiencia meditativa de la machi (en el horizonte mapuche) y sus éxtasis contemplativos dirigidos, la meditación musical charrúa (por ejemplo, haciendo sonar el «arco de Tacuavé» mientras su mente se enfoca en los sonidos internos —resonando en la caja craneana— que los mismos producen, llegando a provocar un estado de «desprendimiento de la conciencia»), y el empleo de «cabañas de sudor» como ámbitos de trabajo psicofísico (desde los «temazcales» mexicas hasta las chozas semisubterráneas de los henia-kamiarê y comechingones.
En efecto, citamos Relación de las provincias del Tucumán (1582) de Pedro Sotelo de Narváez: … acostumbran meterse en las casas debajo de tierra y muy abrigadas, a sudar, como manera de baños, y de allí salen, después de sudar mucho, a que les de el aire, aunque se enjugan dentro.
En el mundo guaraní, en tanto, los payé-karaí (chamanes andantes) practicaban el sucedáneo de la antiquísima técnica tibetana del tulpa, la «forma de pensamiento», visualizando sus «demonios interiores» y luchando visualmente con ellos, para vencerlos, y de esa manera allanar su propio camino hacia la unión con la Divinidad: Ñanderuvusú. Satori. Samadhi. Entre las machis del pueblo mapuche, en tanto, el viaje espiritual era también un viaje físico, desplazándose en forma imaginaria o real por un Laberinto, expresión arquetípica del Viaje a la Profundidad del Yo.
La correspondencia sublime entre el Inti Yoga y los universalmente ya conocidos no reside especialmente en la práctica; lo hace sobre algo más importante: su filosofía. Los principios de Metempsicosis, Reencarnación, espiral evolutiva son inmanentes y coherentes.
Las flechas indican el ascenso y descenso de los espíritus, con el nacimiento, la muerte y el renacimiento. La cruz que une los cuatro puntos cardinales es el ‘curuzú ypotý’, la Cruz Florida que sostiene la tierra por voluntad de Ñandu Êté. Este trasvasamiento espiritual no puede ser fruto del azar (cuanto más cuando sabemos que la Casualidad es sólo, al decir del poeta, la presencia de la Divinidad cuando quiere figurar anónima) aunque debe reflexionarse en el hecho que —conforme a las Enseñanzas Ancestrales— hay otra lectura posible: el Saber Espiritual no es un «descubrimiento» del ser humano sino un saber inmanente al propio Cosmos. Está allí en los llamados «Registros Akhásicos», y «desciende» (o es accesado) en estado superiores de conciencia. En esta línea de pensamiento, entonces, asiáticos y americanos, de forma independiente en el Tiempo y el Espacio, pueden haber sido «iluminados» (o habérseles revelado) la misma Sabiduría Trascendental.
En consecuencia, no debe extrañar la Revelación de una «yoga» americana. En última instancia, la propia palabra significa «Unión» (hacia dentro y hacia fuera, es decir, unión con lo Divino pero también unión de la naturaleza partita del ser humano en un todo armónico) ya que todos los pueblos (por esa tendencia instintiva de la humanidad en busca de lo Sagrado) de la antigüedad desarrollaron sus propias escuelas de Misterios, sus propias prácticas y ejercicios de armonización psicofísica y espiritual.
Como hemos ilustrado más arriba, en la América pre conquista, en esta Abya Yala (al decir avañeé, o sea, la lengua madre de la extendida etnia guaraní) o Ixachitlán (como fonema del Anahuac) era iniciático pertenecer a una hermandad de Conocimiento una de cuyas raíces fue —o es— precisamente, esa Yoga ancestral originaria, donde el Sol es símbolo —no meta— y punto de enfoque para la elevación. Mandala cósmico cuyo campo radiante, fluctuante y pulsante como un ser vivo, transmuta por su propia esencia al individuo que conscientemente a él se dirige, no (como discrimina la historia oficial al presuponer ignorancia supersticiosa) como un «dios» —en el sentido europeizante y renacentista del término— sino como la expresión material de principios trascendentes y sutiles. ¿Cree el monje tibetano que la figura de la deidad en un mandala es el dios?. No. ¿Lo devociona sólo por el mero acto de devoción cuando mantrea frente a él? No. Sabe que ese mandala es sólo una herramienta o, si se quiere, la expresión material (humana) de un conjunto de expresiones trascendentes y por ello, medita con él. El Sol es nuestro Mandala Cósmico. Por ello, todos los trabajos de tipo Solar de nuestros Pueblos Originarios eran, en última instancia, meditaciones cósmicas.
Así nació el Inti Yoga. «Casualmente» (nótese cierto dejo irónico en el entrecomillado) en los últimos años se observa como distintos Maestros del Saber Ancestral, en geografías tan distantes como la Patagonia, Ecuador, Perú y México, y sin conocimiento o contacto previo entre sí, vienen compartiendo y practicando saberes y ejercicios de similar tenor a idénticos fines. «Casualmente» (una vez más) este fenómeno de Correspondencia se dispara en las últimas décadas, consonante con nuestra certeza que tanto factores Cósmicos como propios de la memoria genética y el Inconsciente Colectivo de la humanidad se articulan en este paso de Piscis a Acuario para desvelar lo que estaba velado y abrir las puertas de ese Conocimiento, cuidadosamente preservado a un grupo selecto de Iniciados a través de los siglos, si bien no a cualquiera —pues el Saber tiene su camino de esfuerzo en el aprender— sí a círculos crecientes de Buscadores.
Un Conocimiento que se revela en este Tiempo y Lugar, y cuya credibilidad y linaje se sustenta sobre esa misma Revelación cuya naturaleza no puede pre-juzgarse y censurarse porque, por carácter transitivo, se estaría prejuzgando y censurando al Reiki del Maestro Usui, a las canalizaciones de Lee Carrol, Alice Bailey, Madame Blavatsky o cualesquiera otro (u otra) de respetable prosapia hermética y espiritualista. Por esas mismas razones, la Inti Yoga es una Escuela Iniciática. Está dividida en cuatro grados (de Neófito a Maestro, son: Serpiente, Delfín, Puma (o Jaguar, si es en el hemisfeiro norte) y Cóndor (o Águila). Existen corrientes que hablan de Mariposa, Colibrí, Serpiente, Puma y Cóndor, mas creemos que estas diferencias son episódicas y superficiales, no afectando al núcleo de ese Conocimiento.
Es sugestivo que la naturaleza de estos cuatro Grados repite la alegoría de a fábula de Edipo, ya que remiten a las cuatro «edades» del ser, no en un sentido cronológico sino espiritual: su mirada no le permite ver más allá de lo material, de lo pragmático, pues se mueve a nivel del suelo (Serpiente) habla del individuo materialista; el Delfín habla del Individuo Acomodaticio, que podría por su inteligencia potencial trascender pero prefiere «fluir» con el agua; el Puma habla de la garra y pasión por no aceptar lo establecido; y el Águila —o Cóndor— al alcanzar ese estado espiritual de estar más allá de lo cotidiano y temporal, planeando sobre la vida… Obviamente, remiten también a los Cuatro Elementos de la naturaleza.
Sin duda, en épocas tardías de la historia y en ciertos sectores socioculturales desamparados, la profundidad de esta concepción debió escapárseles y allí y entonces sí fue posible que se rindiera culto a un «dios sol» (de la misma manera desvalorizada que ciertas personas, de buena fe pero escasa reflexión teológica, rinden culto a cierta advocación de la Virgen María tras haberse distanciado de otra, como si fueran distintas). Mas no se crea por lo expuesto hasta aquí que la Inti Yoga es una disciplina meramente «solar» y, por extensión «masculina». En ella, la Luna (y, nuevamente, las prácticas asociadas a ella) buscaban expresar y equilibrar energéticamente la dualidad natural y necesaria de la experiencia humana o, al decir tolteca, «nuestra íntima dualidad ometeoica» (que se cumplía hacia el «afuera» en la construcción de la relación de pareja). Creo aquí importante hacer especial hincapié que la Inti Yoga se asemeja más a la Bakhti Yoga (la Yoga devocional) que a la Hatha Yoga (Yoga de posturas y respiración) y también al Raja Yoga (yoga de meditación).
A través de sus Cuatro Grados, el discípulo va aprendiendo (aprehendiendo) los rituales, formas devocionales que llevan a la mente y el espíritu a un estado trascendente mediante: Adoración al Sol como principio Yang, manifestación del Ego constructor, campo morfogenético de la vida. Adviértase que la filosofía de la Inti Yoga, al ver al Sol como un ser vivo, en cuanto a «pulsante» re-considera el concepto hindú de los Tatwas y sus cinco fluctuaciones, una cada veinticuatro minutos (repitiéndose el ciclo pulsátil cada dos horas y media): Phrithvi, Apas, Tejas, Vayu y Akash. Adoración (ya ha quedado claro que empleamos esta expresión como sinonimo de «meditación devocional» a la Luna, principio Yin, manifestación del Espíritu profundo, matriz de la vida. Inducción de estados modificados de conciencia (enteógenos, temazcales, Búsqueda de Visión, etc.) Psicoterapia del ensueño dirigido.
Danzas y movimientos acompasados y rítmicos. Oraciones (en calidad de mantrams) en los idioma y lenguas correspondientes. (Ejemplo paradigmático: el Trabajo de Sabio de Montaña) Sin duda, este breviario, de mera naturaleza introductoria, queda imitado a fijar la historicidad y honestidad de linaje de esta filosofía que encuentra, en los tiempos que corren, el mandato de salir al mundo, quedando en la responsabilidad individual salir en busca de un Maestro quien —como corresponde— estará allí cuando el discípulo esté preparado.
Artículo publicado en MysteryPlanet
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