Muchos asociamos dos temas muy populares con el antiguo Egipto: la adoración de los animales y las momias. Ambos se combinaron de forma increíble en las Catacumbas de Anubis, al Norte de Saqqara.
La necrópolis de Saqqara era lugar de enterramiento de reyes, plebeyos y animales sagrados. Millones y millones de momias de animales han sido descubiertas, protegidas bajo la oscuridad de innumerables túneles excavados bajo la ubicación de la pirámide más antigua de Egipto.
Esta inmensa cantidad de asombrosos restos animales conservados no sólo significa la constatación de un claro fenómeno cultural y religioso, sino que también nos habla de la necesidad de una industria momificadora que funcionara para poseer una fuente constante de tributos a los dioses. “Las Catacumbas de Anubis al Norte de Saquara”, un estudio publicado este mes en la revista arqueológica Antiquity, se centra en el mundo subterráneo asociado con los templos dedicados a deidades animales del antiguo Egipto.
Perro momificado
Paul T. Nicholson, Salima Ikram y Steve Mills, autores del estudio escriben, ” la intención de este nuevo trabajo ha sido la de investigar los cultos animales centrándonos sobre los propios animales, los individuos que manejaron los aspectos del culto (por ejemplo, los criadores de animales y sacerdotes) y las estructuras subterráneas asociadas con ellos.
Los templos y lugares santos, aunque sin lugar a dudas sean significativos, a menudo sólo son la punta del iceberg”. Mientras que la adoración de animales ha estado asociada, durante mucho tiempo, con el antiguo Egipto, los animales momificados y utilizados para ese objetivo ritual no han sido examinados, en profundidad, hasta hace muy poco tiempo. Nicholson y sus colegas trazaron un mapa de las catacumbas: una serie de galerías subterráneas que ocupan más de 4946,84 metros cuadrados (53247,34 pies cuadrados).
Los investigadores también examinaron las momias para determinar, aproximadamente, cuántas habrían contenido las cámaras subterráneas, además de investigar cómo eran preparados y colocados los animales.
También trabajaron para intentar resolver por qué algunas cámaras aparecían con reveladores restos negros de polvo de momia pero al encontrarlas se hallaban completamente vacías: ¿por qué cientos de miles de cuerpos habían sido extraídos de algunos túneles y otros no?
Las catacumbas de Saqqara servían como lugar de enterramiento para animales que se ofrecían como tributo al dios con cabeza de chacal Anubis. Entre este estudio y otros realizados por egiptólogos de la Universidad de Manchester, podemos llegar a la conclusión de que los millones de perros sacrificados y momificados a esta deidad canina eran sólo una parte de una práctica mucho más extensa de cultos sagrados animales.
Durante la Primera Dinastía (3100 – 2890 a. C.) se creía que los animales sagrados eran encarnaciones o manifestaciones de sus correspondientes dioses. Así, los perros eran vistos como la encarnación de Anubis.
La directora del equipo de excavación, Salima Ikram, arqueóloga y profesora de Egiptología en la Universidad Americana de El Cairo explica en su artículo, “Killing Man’s Best Friend” (“El Mejor Amigo del Asesino”) que como dios del embalsamamiento,
Anubis acompañaba al difunto desde este mundo hasta la vida después de la muerte y era visto como el patrón de los viajeros. Por tanto, los perros tal y como se pensaba, habían sido ofrendas votivas a la deidad encabezada por el chacal.
Cuanto mejor fuese la calidad de la ofrenda, mejor sería el favor que el creyente podría recibir por parte de Anubis.
Más del 90% de los cuerpos identificados en las catacumbas corresponden a perros y a otros cánidos como zorros y chacales. Muchos pertenecían a pequeños y jóvenes cachorros a los que se habría dado muerte pocas horas después de su nacimiento. La selección de perros más viejos y de mayor tamaño había sido momificada y colocada en ataúdes de madera, ubicados en nichos abiertos en los muros de las cámaras, claro signo de haber pertenecido a esferas sociales elevadas. Incluso se cree que podría tratarse de los cadáveres de animales que hubiesen vivido en el propio templo y que habrían disfrutado de una vida normal hasta el momento de su muerte, tras la cual eran enterrados de forma ceremonial. Los investigadores creen que las criaturas preparadas de una manera más elaborada habrían sido tributos ofrecidos por donantes de alto rango o por sacerdotes.
Muchos animales muy jóvenes, descritos en el estudio como recién nacidos, se cree que habrían sido ahogados tras nacer o, simplemente, se les habría dejado morir de hambre para cuando estuviesen listos introducirlos dentro de la gran maquinaria de creación de momias que habría mantenido un flujo constante de tributos disponibles. Sin embargo, la mayor parte de los animales se momificó defectuosamente, descomponiéndose los cuerpos y dejando atrás solamente un montón de huesos y materia orgánica.
Sólo se les preparaba de forma superficial: se les ponía al sol para desecarlos, luego se les envolvía con el lino untado en aceite o resina y finalmente se les apilaba de manera ordenada, en las catacumbas.
Los animales más grandes sí fueron tratados con un proceso más cuidadoso, incluyendo el desecamiento, la extracción de órganos, y la aplicación de una capa de natrón (una mezcla de sales secantes).
También se encontraron baratijas y figuritas de bronce entre los montones de restos. Estos objetos podrían representar un acto de piedad personal, el cumplimiento de un voto, un regalo ofrecido gratitud a los dioses, o un soborno, escribe Ikram. Hay que destacar que ninguno de los restos animales descubiertos había sido decorado o preparado como las momias humanas egipcias de fama mundial. Como en las catacumbas había muchos más restos de perros domésticos que los que sería posible mantener en una ciudad como la Saqqara de entonces, es posible que en la antigüedad existiesen granjas de cachorros o “fábricas” “probablemente en Menfis y sus alrededores, que suministraran la mayor parte de los animales,” afirman los investigadores. No se han encontrado registros escritos al respecto, pero las cantidades contabilizadas hacen de esta una hipótesis probable.
Autor: Liz Leafloor
Fuente: Ancient Origins
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