En España no aparece el blasón hasta el siglo XII. Alfonso VII de León (1126-1157) adoptó el león heráldico, y Alfonso VIII de Castilla (1157-1214) adoptó el emblema del castillo para su escudo.
En Aragón se introdujo el blasón en el reinado de Alfonso II (1162-1196), y más concretamente a partir de que este monarca ayudó al rey de Castilla en la campaña que éste último soberano hizo en Cuenca en 1177 donde recibió la ayuda aragonesa. Desde entonces "mudó las armas e seynnales de Aragón e prendió bastones", tal y como refiere la Crónica de San Juan de la Peña, escrita hacia 1370.
Las primeras piezas donde, indiscutiblemente, hacen acto de presencia las "barras", también llamadas "bastones" o "palos", sin que quepa la menor posibilidad de discusión, es en los sellos de la cancillería de Alfonso II, rey de Aragón e hijo de Ramón Berenguer IV y de doña Petronila. Este uso, sobre ser cierto y documentable, es regular.
De manera que puede tenerse por demostrable que el primer uso conocido y oficial de las “barras” se verifica en un rey de Aragón, que lo indica en su escudo y en las ropas de su montura.
A partir de ese momento, la tradición universal llama a tales palos “barras de Aragón” y, en el momento, tardío, en que se empiezan a canonizar las reglas del arte del blasón, la palabra “Aragón” sirve, específicamente, para designar los palos de gules sobre campo de oro.
Toda la tradición, persistente, de la cancillería real aragonesa designa, siempre, al emblema palado, con denominaciones como “nostre senyal reial”, “signum regni nostri”, “senyal dels reys d´Aragó”, etcétera, aludiendo pertinazmente y de modo expreso a la condición regia de ese escudo de armas, que tenían los soberanos de Aragón precisamente por ser reyes aragoneses, y no por ninguna otra razón. Cuando los reyes de Aragón —con anterioridad a la conquista de Valencia por Jaime I — aluden a los palos, lo hacen en esos términos; y es, ésa, época en que no poseen ningún otro título real, pues los de los condados de la futura Cataluña no lo son ni se ha conquistado, todavía, Valencia.
El rey de Aragón será único propietario de ese emblema. Por ello es el rey quien, en uso de estas atribuciones específicas, concede a algunas ciudades importantes y a personas el honor de poder aparecer, jurídica y oficialmente, como especialmente vinculadas a él. Así, por ejemplo, ocurre con las capitales de sus diversos estados hispánicos, con la excepción de Zaragoza, por razones de régimen especial: a Mallorca y a Valencia, que no poseían armas propias por haber estado bajo dominio musulmán, se les concede el uso de las armas regias, con un aditamento o brisura (franja de color) que sirvan para verificar la distinción entre el emblema del soberano y el de las ciudades respectivas.
A Barcelona, cuyo escudo es la cruz, más tarde evolucionada a su forma georgina (cruz de gules sobre plata), el soberano aragonés (a la vez, conde de la ciudad y de su territorio propio) concede, también, el uso de los palos, que se combinan en la heráldica barcelonesa con la cruz secularmente distintiva de la ciudad.
En 1172 el rey de Aragón Alfonso II anexiona Millau a la Corona de Aragón. En 1187 una carta del rey confirma los derechos de Millau y de sus seis cónsules -libertad de administración jurídica social y política para sus habitantes- recibiendo las armas del rey de Aragón. Alfonso II será el primer rey que otorga el empleo de las barras de Aragón, y Millau la primera ciudad que las recibe; se trata del otorgamiento del “vexillum nostrum” (nuestra enseña) para empleo exclusivo en el sello de la villa, que por tradición transformará en el actual sello concejil:
Este es el sello concedido a Millau por Alfonso II:
En él se puede leer: SIGILLUM REGIS ARAGONENSIS COMITIS BARCHINONENSIS ET MARCHIONIS PROVINCIE.
Es el más antiguo conocido de "escudo de armas" como emblema de esta tipología.Fuente: Menendez Pidal de Navascues, Faustino; "Panorama heraldico español. Epocas y regiones en el periodo medieval". Página 16.
Mientras que un rey de Aragón utiliza en sus armas un número determinado de palos de gules, otros miembros de su familia, de modo coetáneo, emplean un número menor: esta disminución en la heráldica sirve, a un tiempo, para mostrar cómo el usuario (esposa, hermano o hijo del soberano, por lo regular) pertenece a la Casa de Aragón, pero no es el monarca mismo, resolviéndose, con este sencillo y luego muy común expediente, a una vez el problema de la identificación del linaje, y el de la salvaguardia de la exclusiva de uso sobre el emblema completo, que corresponde al rey únicamente.
En cuanto a la disposición que deben adoptar, está claro que, en escudos, es la suya natural, esto es, la vertical. Pero cuando se trata de banderas, los reyes de Aragón los situaron, según numerosos testimonios gráficos medievales, de modo horizontal. De ahí que aun no siendo muy heráldica la denominación de “barras” para los “palos”, no sea incorrecto el uso de esta voz si con ella se alude a su representación en cualquier posición. Cuando la enseña se portaba a modo de guión, esto es, como transposición del escudo, el tejido solía ser cuadrado y sostenido por el astil y un travesaño superior, sujeto a aquél en el ángulo recto. Pero si las armas regias se disponían en bandera, las pinturas medievales las representaban abundantemente en sentido horizontal, tanto en Alcañiz cuanto en Teruel, Daroca, Barcelona, etc. Y sin excepción ninguna, en documentos oficiales y crónicas medievales o renacentistas se alude sempiternamente a este signo como “de Aragón”, a cuyo grito combaten o aclaman las tropas, de cualquier procedencia (incluida la propiamente catalana) de los reyes de Aragón.
Estandarte de los reyes de Aragón
Que los palos de gules fueron emblema estrictamente privativo del rey de Aragón (y ni siquiera de la familia de cada soberano individual) y que se hallaban indisolublemente vinculados a quien ciñese la Corona aragonesa en su sentido estricto (la del reino particular) lo prueba los cambios de dinastía, como cuando Fernando I de Trastamara asume, sin haberlos usado antes, los palos, al haber sido elegido rey de Aragón por los compromisarios de Caspe.
Será bueno, además, señalar que el emblema característico y único de la “Diputació del General de Catalunya” (la actual “Generalitat”) fue siempre el de la cruz de San Jorge, según se desprende de datos sobre el siglo XV aportados por Zurita y se pone oficialmente de manifiesto en fecha tan sonada y moderna como la del alzamiento catalán contra Felipe III, justificado por los diputados en un escrito famoso y editado entonces, en cuyo frontis campea, precisamente, la cruz; emblema que también aparece en los sellos de la misma institución —con representación de San Jorge en ocasiones— y no las “barras” (las ostenta el sello de la Real Audiencia en Cataluña, lo cual es significativo de su vinculación al rey), que donde sí se muestran es en los pertenecientes a la Diputación del Reino de Aragón.
Origen de las barras.
La hipótesis más aceptada y posible del origen de la señal de la Casa de Aragón sería el viaje de Sancho Ramírez (1064-1094) a Roma en 1068 para consolidar el joven reino de Aragón ofreciéndose en vasallaje al Papa, vasallaje documentado incluso en la cuantía del tributo de 600 marcos de oro al año. Tras ese viaje los reyes de Aragón tomarán como emblema las conocidas barras rojas sobre oro, en recuerdo del antiguo vínculo vasallático, inspirándose en los colores propios de la Santa Sede, documentados en las cintas de lemnisco de los sellos vaticanos, y visibles hoy todavía en la umbrella Vaticana.
En todo caso, nada hay que repugne al origen pontificio del emblema, si bien es falso que fuese usado por nadie antes que por el rey Alfonso II.
Leyendas, manipulaciones y mentiras.
La leyenda de Wifredo el Vellosos
Los historiadores Martín de Riquer y Menéndez Pidal de Navascués atribuyen al historiador valenciano Pere Antoni Beuter (1490-1555), en su obra Segunda Parte de la Crónica General de España, impresa en Valencia en 1551, la invención de la leyenda muy difundida que atribuye el origen de las barras de gules en campo dorado a un episodio épico de la biografía del conde Wifredo el Velloso, “Guifré el Pilós”, fundador de la Casa de Barcelona.
Según este relato, Wifredo, tras contribuir en combate a una victoria franca sobre los normandos, recibió del emperador franco Ludovico Pío un escudo amarillo en premio sobre el cual, el mismo rey pintó, con los dedos manchados de sangre de las heridas del conde, los cuatro palos rojos.
Esta leyenda tal cual, carece de fundamento histórico, pues ni el uso heráldico ni el emperador fueron contemporáneos de Wifredo. Ludovico Pío murió en el año 840, mismo año en que se cree que nació Wifredo el Velloso.
Tumba de Ramón Berenguer II
La tumba de Ramón Berenguer II fue hallada en 1982 en la catedral de Gerona, un sarcófago liso y rectangular cuya única decoración exterior, en buen estado de conservación, consiste en una sucesión de 17 tiras verticales de unos 5 cm, alternativamente rojas y doradas, identificadas con las armas tradicionales de la Corona de Aragón.
Según algunos autores (Fluvià, Martín de Riquer...), este primitivo sarcófago de Gerona vendría a apoyar la tesis del origen catalán de las barras afirmando que el linaje condal de Barcelona tenía como emblema palos rojos sobre un fondo dorado con anterioridad a la unión del Condado de Barcelona con el Reino de Aragón y por tanto, antes incluso del nacimiento documentado de la heráldica en Europa Occidental (1141–1142).
La existencia del emblema de palos de oro y gules en la tumba original de Ramón Berenguer II es cuestionada por especialistas en heráldica y académicos como Alberto Montaner Frutos y Faustino Menéndez Pidal de Navascués, para quienes la decoración heráldica de la tumba es un añadido con motivo de su traslado en 1385 al interior de la Catedral de Gerona por iniciativa de Pedro IV de Aragón, por lo que la pintura aludida sería 300 años posterior, puesto que, según estos autores, es imposible que conservara la pintura a la intemperie en su emplazamiento original durante tres siglos. Por su parte, Francesca Español Bertrán, que estudió en profundidad el sepulcro, afirma que las pinturas “en ningún caso pueden ser contemporáneas al momento de su inhumación inicial”.
Sello de Ramón Berenguer IV
También se han utilizado argumentos a favor del barcelonismo de la enseña basados en razones de sigilografía y numismática todas ellas, sin excepción alguna, inconsistentes. Pieza fundamental en esas argumentaciones es un cierto sello oficial de Ramón Berenguer IV.
De los varios de este conde soberano, que se conservan (muy bien publicados por el famoso sigilógrafo Ferran de Sagarra), en todos aparece, como era costumbre, un jinete noble y guerrero, con escudo y sobre caballo con ropones.
El escudo, en los ejemplares conocidos, es liso. Los ejemplares que se guardan en Marsella, bastante deteriorados, presentan en el escudo ojival del jinete determinadas ralladuras que han sido interpretadas por algunos como atisbos o restos de las “barras”. El examen directo de las piezas, el estudio de sus reproducciones —especialmente la correspondiente al sello de 1150, muy imaginativamente dibujada— y el buen sentido de numerosos investigadores permiten un notable grado de duda, hasta el punto de que no se admite, universalmente, tal argumento como probatorio de nada. En efecto, hay distintas razones (y no sólo por la escasa visibilidad de la impronta del sello) para tal cosa. En primer lugar, el hecho irrefutable de que tal escudo lleva un umbo, un resalte esférico saliente, en su mismo centro, lo cual ya dificulta extraordinariamente el imaginar, quebradas por él, las “barras”.
En segundo, que es cosa frecuente el que, en algunos de estos escudos medievales, se representen palos, pero no con significado heráldico, sino en retrato fiel de los que eran los refuerzos exteriores para dar al escudo de guerra mayor resistencia a los golpes. En tercero, que cuando en el escudo de guerra se exhiben emblemas heráldicos, y más en el caso de un dinasta soberano, tales emblemas aparecen reproducidos en las gualdrapas de la montura, lo que aquí, obviamente, no sucede. Y, en cuarto, que el aspecto que ofrecen los trazos verticales en el repetido escudo es, con bastante claridad para quien no lo contemple prejuiciadamente, el de simples rayados por deterioro y no trazos grabados en el sello mismo.
Dos argumentos, de fuerte peso, cabe añadir. Conocemos bien la heráldica utilizada por Ramón Berenguer IV en piezas tan oficiales y necesitadas de regulación reglamentaria como sus monedas de conde soberano de Barcelona; esas piezas de plata, al igual que las de sus predecesores, no mostraban otra insignia (además de un cetro o lis) que la de la cruz, característica de Barcelona y de su Casa Condal, que la tuvo siempre por emblema propio; el sello más antiguo conocido de la ciudad de Barcelona que muestra “barras”, además de la tradicional cruz, es de 1289. De tal uso de la cruz se derivó luego el nombre especial de la moneda condal de Barcelona: el “croat” o “cruzado”.
La auténtica señal de los condes de Barcelona
Mucho insisten los nacionalistas y los independentistas catalanes, y mucha gente se lo ha creído, que la señal de los condes de Barcelona eran las cuatro barras, a pesar de no haber ninguna prueba que lo demuestro y que sus argumentos quedan desmentidos en este mismo artículo.
Pero de lo que si hay pruebas es de la utilización de la cruz por parte de los condes de Barcelona.
Ramón Berenguer I
Sello de Ramón Berenguer I, utilizado también por Ramón Berenguer II, III y IV.
Fuente: Antoni Rovira i Virgili, "Història de Catalunya", Vol. IV, página 72.
Ramón Berenguer II
El conde de Barcelona. Inscripción de la imagen: «En • R(amón) • Berenguer • comte • e march(e)s • de • Barch(e)lona • apoderador • d'Espanya».
Con escudo, sobreveste, yelmo, pendón, gualdrapas y vaina de la espada con el emblema de la cruz llana de gules en campo de plata atribuidas como armas personales.
Miniatura del primer tercio del siglo XIV en la edición de los Usatges de Barcelona conservada en el manuscrito Z-III-14 de la Biblioteca del Escorial.
Moneda de Ramón Berenguer III. En una de sus caras la cruz, la señal de los condes de Barcelona.
Ramón Berenguer IV
Moneda de Ramón Berenguer IV, en una de sus caras la cruz, la señal de los condes de Barcelona.
"Ne sol nom pens que galera ne altre vexell gos anar sobre mar, menys de guiatge del rey d'Arago; ne encara no solament galera, ne leny, mas no creu que nengun peix se gos alçar sobre mar, si o porta hunescut o senyal del rey d'Arago en la coha, per mostrar guiatge de aquell noble senyor, lo rey d'Arago e de Cecilia."
"No creo que ninguna galera ni otro barco se atreva a ir sobre el mar, sin el salvoconducto del rey de Aragón; aunque no solamente galera, ni leño, pues no creo que ningún pez se atreva a levantarse sobre el mar, si no lleva un escudo o seña del rey de Aragón en la cola, para mostrar el salvoconducto de aquel noble señor, el rey de Aragón y de Sicilia".
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Fuente:
http://elprincipatdecatalunya.blogspot.com.es/2010/11/escudo-y-bandera-cuatribarrada.html
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