Exterior del pozo de San Patrizio, en Orvieto | Crédito: Wikipedia.
En mayo de 1527, el papa Clemente VII tuvo que poner pies en polvorosa y dejar atrás el trono de San Pedro en la Ciudad Eterna, después de que las tropas españolas y alemanas del emperador Carlos atravesaran las defensas de la ciudad del Tíber en un episodio que hoy se conoce como el Saco de Roma.
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Desde allí, el pontífice se refugió en la ciudad de Orvieto, erigida sobre una meseta de origen volcánico a unos cincuenta metros de altitud respecto al resto del terreno. Además de la protección que proporcionaba dicha altitud, la ciudad contaba con una gruesa muralla, por lo que el Papa podía sentirse a salvo de las tropas del emperador. Había, sin embargo, un detalle que podía echar por tierra su seguridad en caso de asedio: el suministro de agua.
En aquellas fechas, Orvieto contaba con una antigua cisterna y un acueducto público, pero ambas infraestructuras estaban bastante deterioradas por el paso del tiempo, así que Clemente VII, curándose en salud, ordenó la construcción de dos nuevas cisternas y dos pozos. Uno de ellos, el más importante, se encomendó al arquitecto e ingeniero Antonio da Sangallo el Joven, quien había realizado estudios sobre la existencia de manantiales en distintas zonas de la meseta volcánica.
Sangallo escogió un lugar cercano a la muralla, y comenzó unas obras que se prolongarían durante más de diez años. Para entonces Clemente VII ya había muerto y las desavenencias pontificias con el emperador Carlos se habían subsanado, pero las obras no se paralizaron, dando como resultado una de las obras de ingeniería y arquitectura más singulares del siglo XVI.
Vista interior del pozo | Crédito: Mauro Orlando - Flickr! (Licencia CC)
El joven Sangallo tomó como modelo un insólito ejemplo arquitectónico, la llamada chiocciola –escalera de caracol– que había tenido ocasión de contemplar en el palacio del Belvedere, en el Vaticano. Esta escalera poco usual consistía en una doble hélice que generaba un hermoso y espectacular efecto visual, aunque en el caso de Orvieto su utilización fue de índole más práctica que estética.
Sangallo proyectó un cilindro de 53,15 metros de profundidad hasta alcanzar el nacimiento del manantial subterráneo, una distancia notable que debía superarse por medio de alguna escalera tallada en la roca. Una rampa convencional habría presentado dificultades para que los animales de carga bajaran y subieran con las tinajas de agua, de modo que el joven arquitecto recordó la chiocciola del Belvedere y decidió aplicar el diseño al pozo de Orvieto.
Diseño del pozo, realizado por Antonio da Sangallo.De este modo, diseñó dos escaleras o rampas en espiral a las que se accedía por puertas diferentes, permitiendo así que por una descendieran las mulas con las tinajas vacías, y por la otra subieran las que portaban los recipientes llenos de agua. Esta ingeniosa solución dio forma a un espacio singular, iluminado por la luz que llega desde la parte superior, y que penetra en las escaleras gracias a 70 ventanas practicadas en el muro.
Cuando las bestias de carga descendían los 248 escalones de la rampa, llegaban al fondo del pozo y, tras cargar el agua, podían alcanzar las escaleras de subida atravesando un puente de madera que cruzaba sobre la cisterna.
Hoy los turistas que visitan el lugar se asombran al percibir los llamativos efectos de perspectiva visual que propician las dos rampas en espiral: al mirar por las ventanas, uno puede ver en frente a otros visitantes, dando la sensación de que están muy cerca, cuando en realidad no es posible alcanzarlos por estar en la otra “espiral”. Los que están un “piso” más arriba o abajo, sin embargo, parecen estar lejos, cuando en realidad sólo nos separan de ellos unos cuantos pasos.
La construcción recibió el nombre de ‘Pozo de San Patrizio’ en honor a la tradición sobre el santo irlandés, que relataba que Dios le había mostrado al religioso una cueva tan profunda que desde ella podía alcanzarse el purgatorio.
Las obras del singular pozo fueron continuadas en 1537 por el también arquitecto Giovanni Battista da Cortona, y más tarde por Simone Mosca. Fue este último quien, al rematar la construcción del exterior, hizo tallar una inscripción en latín que reza lo siguiente: Quod natura munimento inviderat industria adiecit, lo que, traduciendo de forma más o menos aproximada, viene a significar: “Lo que no da la naturaleza, el ingenio lo proporciona”. Una clara alusión al ingenio humano que solventó el problema que suponía el acceso al fondo del pozo.
De Javier García Blanco | Arte secreto – vie, 24 jul 2015
https://es.noticias.yahoo.com/blogs/arte-secreto/el-ins%C3%B3lito-pozo-de-san-patrizio-en-orvieto-155246055.html#more-id
Muy interesante. Notable obra por su profundidad, y esa doble escalera que se cruza en espiral para bajar y subir al mismo tiempo. Maravilloso. En esa época les gustaba hacer túneles y pasadizos secretos , y militarmente hacer zapas y contrazapas para poner minas bajo las murallas.
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