En el “Vanaparvan”, que pertenece al antiguo Mahabharata hindú (capítulos 168-173), se describen las residencias de los dioses como asentamientos en el espacio, que giraban en órbita muy por encima de la Tierra. Lo mismo puede encontrarse en el capítulo 3, versículos 6-10, del Sabhaparva. Estas estaciones espaciales gigantescas tenían nombres tales como Vaihayasu, Gaganacara y Khecara. Eran tan enormes que las naves-lanzadera (los vimanas) podían entrar en su interior por enormes puertas.
No estamos hablando de unos fragmentos oscuros que nadie puede estudiar, sino de unos textos hindúes tradicionales y antiguos que se encuentran en cualquier biblioteca importante. En la parte del Mahabharata llamada “Drona Parva”, página 690, versículo 62, podemos leer que tres ciudades grandes y hermosamente construidas giran alrededor de la Tierra.
“Siva, que viajaba en este carro muy excelso que estaba compuesto de todas las fuerzas del cielo, se preparó para la destrucción de las tres ciudades (celestiales). Y Sthanuy, este jefe de los destructores, este azote de los Asuras, este gran luchador de valor sin límite, dispuso sus fuerzas en excelente formación de combate… Cuando las tres ciudades volvieron a cruzarse entre sí en sus caminos por el firmamento, el dios Mahadeva las atravesó con un terrible haz de luz de la boca triple de su arma. Los Danavas no podían mirar el camino de este haz de luz, que tenía el alma del fuego-yuga y contenía el poder de Visnú y de Soma. Mientras los tres asentamientos empezaban a arder, Parvati se apresuró a acercarse para contemplar el espectáculo”. (Roy, D. R: The Mahabharata, Drona Parva, Calcuta, 1888).
Volviendo al Mahabharata palabra sánscrito que no en vano significa “gran guerra” se puede leer que Maia “deidad” hindú, construyó un gran habitáculo de metal, que fue trasladado al cielo…
Cada una de las divinidades, como Indra, Yama, Varuna, Kuvera y Brama, disponía de uno de estos aparatos metálicos y voladores llamados “vimanas”. Estos vehículos cósmicos tenían la forma de una esfera, y navegaban por los cielos por el efecto del mercurio que provocaba un gran viento propulsor. Los hombres alojados al interior de las vimanas podían recorrer grandes distancias en un instante.
Otra referencia intrigante la aporta Narada (el gran sabio de la antigua tradición)quien menciona a una “ciudad volante” perteneciente a Indra, “estacionada” interrumpidamente en el cielo; por si ello fuera poco, ese portento estaba rodeado de una “pared” blanca, que producía destellos de luz en el firmamento. Sin comentarios.
En el Ramayana, otra antigua obra hindú, también se habla de esos misteriosos objetos volantes. Según se dice, las personas que se montaban en aquellos vehículos divinos podíanviajar hacia los cielos y dirigirse inclusive a las estrellas y a mundos lejanos, para luego retornar a la Tierra.
Esta y otras epopeyas hindúes, describen batallas aéreas con “misiles” semejantes al rayo, capaces de destruir los sembrados y convertirlos en tierra yerma. Una de tales armas, desprendía “un humo más brillante que diez mil soles”.
Por otra parte, en los archivos reales de la cultura hitita, se habla del dios Teshub “Divino Tormentador” y de sus pretensiones por controlar las regiones superiores de la Tierra; se menciona además las batallas que el dios Kumarbi había lanzado contra él y contra sus descendientes. Al igual que el relato que ofrecen otras culturas del mundo, el vengador Kumarbi se apoya en otros “dioses” aliados para dar la batalla final.
El hilo conductor está en que los hititas, aunque pronunciaban los nombres de sus deidades en su propia lengua, los escribían utilizando la escritura sumeria. Para pensar un poco más, el término “divino” que empleaban, “DIN.GIR”, es sumerio, y significa “Los Justos de las Naves Voladoras”… pero no todos fueron tan “justos”.
La epopeya hitita, con claras connotaciones sumerias, recuerda también el relato sánscrito de la batalla final entre Indra y el “demonio” Vritra:
“Y entonces se pudo contemplar una terrorífica visión, cuando dios y demonio entablaron combate. Vritra disparó sus agudos proyectiles, sus incandescentes rayos y relámpagos… Después, los relámpagos se pusieron a centellear, los estremecedores rayos a restallar, lanzados orgullosamente por Indra… Y de pronto el toque de difuntos de la perdición de Vritra estuvo sonando con los chasquidos y estampidos de la lluvia de hierro de Indra; perforado, clavado, aplastado, con un horrible alarido el agonizante demonio cayó de cabeza… E Indra le dio muerte con un rayo entre los hombros…”
Todas las referencias que disponemos, ya sean largos relatos épicos o proverbios de dos líneas, señalan a los dioses en medio de terribles batallas estelares.
Los dioses del hinduísmo libraban batallas entre sí “en el firmamento”, como Ismael (o Lucifer) en la tradición judía:
“Ismael era el mayor príncipe de los ángeles del cielo. E Ismael se unió con todos los ejércitos más altos del cielo contra su Señor; reunió a sus ejércitos a su alrededor y descendió con ellos y se puso a buscar una compañera en la Tierra”.
Y ¿qué leemos en Enoc? Éste describió el motín de los ángeles, y enumeró, incluso, sus nombres.
Este núcleo de la tradición (la batalla en el cielo, la lucha entre los dioses) es lo decisivo, y el concepto simplista del cielo que aceptan las diversas religiones hace de ello una farsa.
Como ejemplo de estas batallas está la destrucción de la ciudad de Mohenjo-Daro en la India, hace unos 3.500 años, que podría estar relacionada con estos relatos. Según hoy sabemos, sobre esa ciudad se produjo un resplandor deslumbrante, una gigantesca explosión con una luz totalmente cegadora y que hizo hervir los mares cercanos a este enclave costero.
“Es un rayo desconocido, gigantesco, mensajero de la muerte que redujo a cenizas a los Vrishnis y a los Andhakas. Los cadáveres quemados no eran reconocibles. A los muertos se les caía el cabello y las uñas… Cukra, volando en una vimana de gran poder, lanzó sobre la triple ciudad un objeto único cargado con la fuerza del Universo.Una humareda incandescente, parecida a diez mil soles, se elevó esplendoroso. Cuando la vimana descendió del cielo, se vio como un reluciente bloque de metal posado en el suelo”. ¿ No os recuerda a los efectos ocasionados por las bombas atómicas?
A día de hoy presenta un excepcionalmente extraño alto nivel de radioactividad. El suelo se encuentra cristalizado, encontrándose los bloques de piedra derretidos o fundidos, los ladrillos de las paredes se encuentran cristalizados una circunstancia que solo se habría logrado exponiéndolos a temperaturas superiores a 1500º centígrados.
¿Que nos están ocultando?
Por Veritas Boss -3 enero, 2017
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