ENTREVISTAMOS AL ALQUIMISTA, ASTRÓLOGO Y ESPAGIRISTA ÁLVARO REMIRO, QUIEN NOS INTRODUCE A LOS SECRETOS DE LAS ARTES HERMÉTICAS: DISOLVER Y COAGULAR EL ESPÍRITU UNIVERSAL, PREPARAR REMEDIOS EN SIMETRÍA DINÁMICA CON EL COSMOS Y CONDUCIR A ANIMAL, VEGETAL O METAL A SU VOCACIÓN: EL ORO FILOSÓFICO.
Álvaro Remiro es una de las pocas personas que aún conservan el antiguo arte de la espagiria, esto es, un modo de agricultura celeste, estrechamente ligada a la alquimia y la astrología, cuyo fin es extraer de las plantas el espíritu o la energía vital para preparar tinturas y elixires medicinales. Álvaro es también astrólogo tradicional e investigador de las artes herméticas, temas de los cuales imparte cursos en España y otros países de Latinoamérica.
Álvaro, es un gusto que hayas accedido a esta entrevista y para mí siempre un placer encontrar alguien con quien platicar de este tipo de temas cuya historia es tan rica y cuya presencia en la cultura moderna es tan discreta. Cuéntanos, ¿cómo te acercaste a la espagiria y a la filosofía hermética?
Muchas gracias Alejandro, por permitirme dar a conocer un poco de lo que el Arte tiene para nosotros.
Ya desde pequeño tenía una gran curiosidad por los secretos de la vida y de la muerte, esta curiosidad fue acrecentándose al introducirme en los misterios velados en la cultura egipcia o reflexionando sobre la posibilidad de la vida después de la muerte; y ya para los 14 años temas como la reencarnación, las psicofonías y la astrología ocupaban mi mente de manera casi permanente.
Una vez llegada la juventud, decidí iniciarme en la búsqueda: indagué en la astrología, en la medicina china, en la sanación, y junto a un grupo de amigos, acudía a cualquier foro en busca de respuestas para las preguntas existenciales que entonces todos nos planteábamos, pensando siempre que habría una respuesta común, una única verdad que lo pudiera explicar todo. Las diferentes explicaciones de los paradigmas aparentemente eran incoherentes, hasta que un día acudimos a un curso de espagiria en el que tuve la suerte de encontrar a mi maestro: Yabir abu Omar. Durante el descanso del curso tenía claro que por fin había encontrado lo que estaba buscando, que la espagiria y la alquimia eran mi vía de realización personal y la manera más apropiada en la que podía englobar esa búsqueda para conocer cómo funciona el universo.
Ese fue el momento que cambió mi vida por completo, marcó un antes y un después; y ese después ha sido un presente constante marcado por la filosofía hermética y el conocimiento alquímico.
La espagiria es la materialización del principio alquímico de solve et coagula. Esto es un movimiento universal, un ritmo que puede observarse en todas las cosas. El escritor italiano Roberto Calasso, en su obra sobre la filosofía de los Vedas, Ardor, observa que en todos los actos esta implícita "la alternancia de dos gestos: dispersar y recolectar", gestos "inevitablemente concebidos, como la respiración, sístole, diástole, el solve et coagula". ¿Cómo podemos entender este ritmo de expansión y contracción, manifestación y absorción, disolución y coagulación en el trabajo de la alquimia, en las plantas y en los metales?
El solve et coagula es el ritmo básico del universo, todo lo que podamos observar en el mundo “real” se está coagulando o se está disolviendo. Los antiguos sabios también lo denominaban “el mundo de la generación y de la corrupción”. Las cosas invariablemente se materializan para su posterior desmaterialización, esto también lo podemos entender como que todo tiende hacia un sentido concreto, que es su vocatio, es decir, hacia la tendencia natural en la que ha de expresar su forma espiritual en la materia, para después disolverse. Todo lo que nace muere, todo lo que se manifiesta surge de lo no manifestado.
Cuando en espagiria trabajamos con un vegetal, éste está coagulado o se está coagulando, intentando expresar su espíritu a través de la materia en una forma vegetal. El espagirista, en la elaboración del remedio, incita en el vegetal el ritmo del coagula et solve para llevarlo a su perfección separando, purificando y uniendo otra vez. Para elaborar un remedio debe disolver la materia procurando que no se pierda el espíritu, debe separar las diferentes partes que la componen: su sulphur, su mercurio y su sal. En este sentido, la planta es Osiris, y el espagirista, como Seth, debe separar sus miembros para, después de su purificación, ahora como Isis, recomponer los tres mismos elementos: sulphur, mercurio y sal, eliminando las impurezas, lo grosero, para que el vegetal se transmute en remedio donde pueda expresar su expresión espiritual. El espagirista debe saber fijar el espíritu y despertarlo para que el remedio sea un remedio vivo.
Con los minerales y los metales el procedimiento es muy similar, con la diferencia de que cuesta más esfuerzo romper la cohesión material y extraer y fijar el espíritu.
El espíritu ordena la materia y ésta manifiesta la forma vocacional del espíritu, constantemente presenciamos una forma de lucha entre la fuerza centrípeta de la materia y la centrifuga del espíritu, la lucha del dragón terrestre con el dragón celeste, y el resultado de esta lucha siempre es una sal, donde aparentemente el solve et coagula se ha detenido, digo aparentemente, pues este es un principio universal que nunca para. Esta sal casi siempre será una forma rectificada (no perfecta o imperfecta) de la expresión perfecta del espíritu, que se ve frenado o impedido por la materia, pero al mismo tiempo la materia le nutre y le da cuerpo.
Por ello, la trasmutación desde el punto de vista hermético no es una materia transformándose en otra, sino que es la liberación de los frenos que impiden la perfecta manifestación del espíritu en la propia materia.
El plomo no se trasforma en oro, porque el espíritu que lo anima siempre fue, es y será oro. El germen metálico es, en todos los casos, una semilla que tiende al oro. El alquimista sólo tiene que disolver y purificar aquello que impide al espíritu metálico manifestar su perfección.
Me llama mucho la atención la universalidad de este solve et coagula no sólo en los procesos materiales sino también psíquicos. Me gustaría reflexionar sobre su similitud con la definición de la filosofía que hace Sócrates en el Fedón, donde dice que la filosofía es un entrenamiento para la muerte, esencialmente una purificación o separación del alma del cuerpo, de lo puro de lo impuro. Esto sugiere que el mismo principio de la filosofía hermética está presente en el centro de la tradición filosófica occidental. En un sentido filosófico, psicológico y espiritual, ¿cómo podríamos aplicar este principio de solve et coagula a nuestras vidas?
Somos entidades psicofísicas, por lo que tenemos varios campos de expresión en los que el eterno ritmo solve et coagula puede manifestarse.
El ser humano como todo ser, ya sea mineral, vegetal o animal, está sometido a los mismos principios universales y tiene un sentido, una evolución y un fin al que tiende que, en síntesis, es su vocación.
Lo mismo que el metal tiende al desarrollo de la perfección metálica, el ser humano tiende hacia la perfección humana, que es el camino que puede llevarlo hasta el grado máximo de lo que le define como ser humano. Hay que tomar en cuenta que el hombre confunde muchas veces este grado de perfección y, por ejemplo, se entrega en esta aparente búsqueda al desarrollo de la fuerza física, pero ésta no es una característica propia de la perfección humana sino de la perfección animal, por lo que no le ayudará en su desarrollo hacia su vocación.
La filosofía es fundamental en el desarrollo de la vocación del ser humano, ya que lo que le define como tal, lo que le diferencia de los otros seres de la Tierra, no es otra cosa que lo que hemos convenido en denominar conciencia. El ser humano tiene conciencia de sí mismo y es precisamente esto lo que le hace compararse con el resto de la creación y que se formule la pregunta primera: ¿quién soy? Para responder a esa pregunta el ser humano se compara con la naturaleza, lo que le diferencia, lo que le define, y va encontrando lo que en definitiva es la CONSTRUCION DEL EGO consciente.
Mediante esta capacidad de compararse y comparar llega a lo que denominamos conocimiento; sólo conocemos por comparación: algo es alto porque lo otro es bajo, lo frío sólo puede existir si existe algo caliente. Comparar entre dos polos, los dos polos que enmarcan el solve et coagula, el sulphur y el mercurio, reconocer la dualidad, es simbólicamente la caída de Adán tras morder la manzana del árbol del conocimiento.
El desarrollo vocacional del ser humano es harto complicado puesto que a las causas exógenas que facilitan o impiden el correcto desarrollo vocacional de un ser, al tener conciencia de sí mismo, se suman las causas endógenas o internas; y aunado a ello, la capacidad de comparar le da al ser humano la posibilidad de elegir, el libre albedrío, que es nuestro don y nuestra maldición.
Ahondando en el concepto de la conciencia de sí mismo que tiene el ser humano podríamos decir que el tigre no tiene conciencia de ser tigre pero eso no le impide cumplir con su vocación de ser tigre y hacer cosas de tigre, no se cuestiona si está bien o mal ser tigre, no se pregunta qué sentido tiene ser tigre; sin embargo, si le dotáramos de conciencia humana se compararía con el ciervo y tal vez decidiría que es mejor ser ciervo, y empezaría a hacer cosas de ciervo como ponerse a pastar hierba, lo que le causaría problemas estomacales y desnutrición. En este ejemplo lo más importante es que para poder “ser” ciervo tendría que reprimir y distorsionar la manifestación de su naturaleza (ser tigre) y buscar una forma rectificada (imperfecta) que le acercara al ciervo, al mismo tiempo que le alejaría de su vocatio.
Mi maestro decía que la vocación particular del ser humano es ser feliz y que el ser humano es feliz cuando manifiesta correctamente su vocación. La conciencia de “ser” algo hace que el hombre genere dos causas endógenas (no podría ser de otra manera) que impiden la realización del Ser: el miedo y el deseo; el miedo a manifestar lo que soy (por no ser aceptado) y el deseo de ser otra cosa que no soy. Este par hace que genere formas rectificadas de mí mismo que me alejan de mi esencia vocacional.
Así es que el ser humano genera un mundo psíquico donde “vivir” estas supuestas realidades, un universo personal y virtual donde nace la personalidad que es, por decirlo de forma simple, aquello que “creo” que soy. Cuando lo que pienso que soy (la personalidad que crea mi mente) se acerca a la manifestación vocacional de mi esencia (potencial arquetípico personal) me acerco al estado de felicidad; sin embargo, cuando genero una personalidad que se aleja de mi esencia ya sea por miedo o por deseo, me acerco al estado de infelicidad, y si se mantiene ese estado en el tiempo invariablemente surge la enfermedad.
Desde el punto de vista alquímico la personalidad es la SAL imperfecta, una forma rectificada o imperfecta del espíritu que es necesario disolver buscando una nueva expresión más pura, para lo cual, por difícil o desagradable que nos parezca, el disolvente universal es la crisis, el caos, un medio sin el cual sería imposible la trasmutación personal. No hay evolución sin crisis, crisis y evolución se necesitan mutuamente para existir, como el sulphur y el mercurio, la dualidad necesaria y sin embargo aparente.
Esto, que está explicado de una manera demasiado sencilla, sería la aplicación de la alquimia en el trabajo psíquico. Es decir, partiendo de una filosofía o forma de entender el mundo, es un trabajo psíquico cuyo objetivo es el reconocimiento del propio ser o el encuentro con el impulso vocacional que nos llevaría a un estado de serena felicidad, un estado en el que, como dice Ibn Massarra, “el individuo encuentra la armonía entre sus actos y su naturaleza”. Es sólo entonces cuando vendría el último trabajo, el espiritual, que sería, según el mismo Massarra: “la realización de las exigencias de la perfección esencial del Ser”, que equivaldría a la fase de la perfección, exaltación o multiplicación de la piedra. El alquimista, al tiempo que trabaja la piedra, debe trabajar con su propia piedra, consigo mismo.
Sé que es un tema vasto pero me gustaría que comentaras brevemente sobre los tres principios o elementos centrales de la alquimia: el mercurio, el azufre (o sulphur) y la sal. Claro que los alquimistas no se refieren exactamente a lo que nosotros pensamos cuando hablamos de estas sustancias, ¿o sí?
Esta pregunta no es fácil de contestar sin que aumente la confusión entre los neófitos; mejor que darte una definición simple más o menos comprensible, creo que deberíamos entrar en por qué resulta tan difícil de comprender.
Lo primero sería decir que sulphur, mercurio y sal son tres PRINCIPIOS y no tres estados de la materia, que los tres estados básicos de la materia atienden a estos tres principios, pero los principios son inmateriales.
A un nivel filosófico podríamos decir que sulphur y mercurio son dos polos que enmarcan la realidad dimensional, dos polos que me permiten definir y comprender la realidad. También podríamos decir que el sulphur sería la manifestación concreta del movimiento coagula y el mercurio la manifestación de la tendencia solve. Podríamos definir a la sal como la concreción de cada una de las infinitas posibilidades que se generan en la relación entre sulphur y mercurio. También podríamos definir sulphur como activo, manifiesto, concreto, especifico y ordenado, y mercurio como pasivo, no manifestado, inconcreto, inespecífico o desordenado. El mercurio disuelve y vehicula al sulphur en su seno. La sal es un concepto que nos permite determinar cuándo una relación sulphur-mercurio es más o menos estable, y la apariencia es de solidez y estabilidad. También la podríamos definir como una determinada proporción de sulphur-mercurio que se fija o estabiliza aparentemente durante un tiempo.
El Aurea Catena Homeri nos dice que el Espíritu Universal es un principio de vida universal y no la causa de la vida en la Tierra. Esto nos tendría que hacer reflexionar; desde aquí podríamos decir que en el mundo dimensional sulphur y mercurio no existen en sí mismos ni pueden existir aislados, porque no puede haber mercurio si al mismo tiempo no hay sulphur, con lo cual, algo es sulphur siempre y cuando lo comparemos con un mercurio, que a su vez quedará definido como mercurio gracias a la existencia del sulphur. Cuando defino el estado de algo como sulphur, su vocación es mercurio, cuando el estado es mercurial su energía potencial es sulphurea; podría seguir con este supuesto galimatías… pero el hermetismo no se ve más que con gafas herméticas, una misma materia puede ser denominada mercurio por un autor y definida como sal por otro.
Ya hemos hablado antes de que el ser humano accede al conocimiento por comparación, y cada vez que observamos una nueva información, lo primero que haremos será compararlo con lo que ya sabemos para poder comprenderlo.
Lo que no nos damos cuenta al principio es que hemos sido educados en un paradigma cartesiano–racional–científico, y al pertenecer la filosofía hermética a otro paradigma, no nos es comprensible porque al compararlo con lo que sabemos no tiene sentido, al menos racional.
Para explicar de forma breve cuál es la diferencia podemos resumir que el paradigma racional–científico sólo cree que existe en el universo lo que se puede tocar, lo que se puede pesar o lo que se puede medir, aunque sea con una sofisticada máquina; este ámbito desde la alquimia andalusí sería denominado el reino del Mulk, también llamado el reino de lo visto. Esta vertiente del saber hermético distingue también otros dos los reinos: el del Malakut (reino de lo no visto) y el reino del Yabaruth (reino de la relación que existe entre lo que se ve y lo que no se ve). Los principios a los que anteriormente nos hemos referido se encuentran en el Malakut, y el alquimista actúa desde el Yabaruth, por lo que si la información de sulphur, mercurio y sal se observa desde el paradigma científico–racionalista sólo comprenderemos la parte del Mulk, es decir los estados manifestados a través de la materia, y no los principios que hacen que la materia se organice de esa forma y no de otra.
Lo que no se ve ordena y sustenta lo que se ve, cuando la materia se ve abandonada por el espíritu que la animaba pierde su forma y regresa al caos. Baste esto para concluir que no es en la materia donde debe incidir el alquimista.
Me interesa también hablar sobre el misterio de la sal, sobre todo a partir de la obra de René Schwaller de Lubicz, el egiptólogo involucrado en el misterio del alquimista Fulcanelli. En este video (VER ARRIBA), hablas sobre cómo la sal permite fijar el espíritu celeste que tiende a la volatilidad y canalizarse posteriormente para un uso medicinal. Schwaller de Lubicz creía que de hecho la sal era una especie de coagulación del espíritu del Sol y que al morir la conciencia humana quedaba fija en lo que llamaba una sal indestructible. Esta sal de alguna manera era el depósito de la conciencia humana en la evolución planetaria. ¿Cómo entender esta relación entre el espíritu celeste y la materia terrestre y la posibilidad de que la materia sea una forma de primero atrapar y luego liberar el espíritu o hacerlo evolucionar?
La sal es un principio de materialización, es la cristalización temporal del proceso solve-coagula, lo que supone la aparición de una malla cristalina portadora de una información concreta.
El Aurea Catena nos dice que el fuego universal es perfectamente invisible, inmaterial, frío, no ocupa espacio alguno. En este estado no nos es de utilidad pero es omnipotente.
Luego dice algo como: “Dios ha ordenado así, de modo que el Espíritu Universal, por medio del principio pasivo, trabaje todas las cosas, porque la humedad se mezcla fácilmente con todo, por medio de lo cual, el espíritu puede ablandar, penetrar, generar, destruir y regenerar todas las cosas”.
Este proceso lo podemos ver claramente en la extracción de espíritu del nitro, en el que por medio de una sutil y delicada operación, de una sal caótica y amorfa aparecen unas geodas cristalinas geométricamente perfectas, el espíritu invisible está en el interior, porque el principio pasivo tiene la capacidad de fijarlo y hacerlo material, pero el espíritu debe vencer la resistencia centrípeta de la materia; la sal alimenta al espíritu, lo protege a la par que lo impide, en cuanto es eliminada la parte más grosera del fijo con una simple disolución, el espíritu manifiesta su forma material perfecta.
En cuanto a la última parte de la pregunta lo que yo creo es que es el espíritu el que hace evolucionar a la materia y que deja la huella de su paso por ella.
Pongamos por caso que un grano de arena (sílice) del desierto, materia inerte, que pasa a ser parte del proceso de desarrollo de una palmera. Mientras viva la palmera será materia viva, materia animada por un espíritu; cuando la vida de la palmera se agote y ésta sea abandonada por el espíritu que la animaba iniciará su disolución, la materia se descompondrá hasta que se reduzca a materia inorgánica, pero el granito de arena ya no será el mismo, pues ahora lleva la información de la experiencia, la huella de una trasmutación.
Otro tema fascinante ligado a la sal es la práctica de recoger el rocío de primavera. Los alquimistas creían que en las gotas de roció se concentraba un fuego universal, lo cual es una imagen sumamente poética. ¿Cuál es el racional detrás de esta noción de que el rocío puede usarse para producir medicinas como el oro potable?
En realidad, la recogida de las lágrimas de la aurora es una frase poética, porque los alquimistas escribían su ciencia de forma poética. El argot alquímico esta lleno de referencias mitológicas y cabalísticas descritas por medio de metáforas, como lo hacen los poetas. Existen obras como el Astronomicon de Marcus Manilius, que es un libro alquímico escrito en verso. Cuando los egipcios hablan de Isis pescando en el mar de Nun, el mar de la inexistencia, es también muy poético, pero en realidad están haciendo referencia a principios cuánticos; que la Luna movía las mareas era muy poético, hasta que se descubrieron las leyes científicas que lo demostraban; convertir el plomo en oro era muy poético, hasta que en un laboratorio de Berkeley, California, lo consiguieron científicamente con un acelerador de partículas. Por lo tanto, puede que lo de recoger el Espíritu a través del rocío sea algo más que poético. Yo lo recolecto todas las primaveras siguiendo las reglas de la tradición, todos los remedios que elaboro están animados por el Spiritus Mundi capturado en las gotas del rocío que cosecho.
Paracelso, el Hermes suizo, decía que aquel que quisiera conocer los secretos del libro de la naturaleza debía "caminar sus páginas con sus pies", incrustando así una dimensión moral y vivencial en el trabajo alquímico o espiritual. ¿Cómo concibes la relación entre el conocimiento y la práctica del conocimiento, entre conocer la doctrina y vivirla, entre la sabiduría y la transformación del ser?
No puede ser de otra manera, no es lo mismo ser que imaginar ser. Tú puedes estudiar la avellana durante años, leerte todos los libros de avellanas del mundo, ver la fotografía de todas las especies de avellanas, estudiar la mitología de la avellana, los átomos de la avellana, pero si no has probado una avellana sabiendo que lo es no la reconoces cuando la comes, pero una vez que la pruebas y sabes lo que es, a partir de ese momento la reconocerás aunque esté disfrazada en el guiso.
No puedes ser alquimista y no vivir la trasformación, todo lo teórico es virtual y lo que se vive por la experiencia es real, pasa a formar parte de lo que eres. Es como aprender la teoría sobre cómo manejar un carro; puedes estudiar todo lo que quieras pero realmente se aprende manejando, pues cuando se te cruce un perro en la carretera a 100 por hora de nada te sirve toda la teoría, de nada te sirve la mente racional, de nada te sirve el conocimiento de las leyes físicas de movimiento, sólo te salvará la intuición, la pericia y la experiencia.
La teoría y la experiencia tienen su momento y su espacio, y una no puede ocupar el espacio de la otra; sin embargo, se necesitan mutuamente para existir y que una te lleve a la otra, como el sulphur y el mercurio. Su conjugación es pertinente para engendrar sabiduría.
Incluso creo que está demostrado por estudios científicos que casi todos los descubrimientos científicos surgen de la intuición, de un momento de inspiración, y después entra la razón a demostrarlo y pormenorizarlo, como en el proceso de la manzana y la ley de la gravedad de Newton quien, por cierto, también fue alquimista.
Uno de los principios en los que se basan la astrología y la espagiria es la idea del microcosmos. Creo que nos resulta hasta cierto punto natural creer que de alguna manera existe una influencia del cosmos en nuestra vida. ¿Pero cómo explicar el mecanismo de acción del macrocosmos o del cielo sobre el microcosmos o el ser humano?
Para poder entender bien la ley del micro y el macrocosmos debemos profundizar en el principio del punto Alif o del Aleph, el punto que contiene todos los puntos, el punto del que surge el universo; los musulmanes lo representan en el Corán como el borrón de tinta donde se moja la pluma de donde salen todas las palabras que contiene el propio libro sagrado.
La ley del Alif dice que el universo se organiza de forma holográfica, de tal manera que cada una de las partes del universo contiene la información del universo entero, por lo que todo en el universo está conectado entre sí, y todo lo que sucede en un plano tiene su reflejo en otro. Nos dice que las leyes básicas del universo se van a repetir de forma arquetípica en cada una de las partes que lo componen, y en cualquiera de los planos y dimensiones de manifestación.
Si observamos la naturaleza, veremos que el patrón fractal se repite constantemente: un cristal de cuarzo se compone de multitud de cristalitos que tienen la misma geometría y que juntos parecen uno; una hoja de helecho se compone de multitud de pequeñas hojas de la misma forma, si tomamos una foto de una sección de la hoja y otra de la hoja entera no sabremos cuál es la grande; si a un árbol le cortamos una rama es otro árbol en pequeñito y, de esa rama, una ramita volverá a ser un árbol en pequeñito. Estos fractales son fáciles de ver porque lo son de la forma y tienen simetrías sencillas.
Si observamos a un ser humano, veremos que el factor fractal es mas difícil de percibir a simple vista. Un ser humano está compuesto de varios billones de células, y cada una de ellas tiene una función y una forma diferente; al verlas en un microscopio aparentemente muchas parecen tener vida propia y se desplazan a voluntad como si tuvieran libre albedrío, pero todos sabemos que no es así y que su función está supeditada o influida por un ente superior que podemos llamar conciencia de organismo. Al observar las células por el microscopio resulta que no se parecen al organismo entero pero sí es un fractal de éste a nivel de información, es decir, el DNA de la célula es el mismo que el del organismo entero y cada una de los varios millones de células tienen idéntico DNA; por lo tanto, cada célula a nivel de información es el organismo entero.
Cuando el ser humano mueve un brazo (macrocosmos), esto incide en todas las células (microcosmos); si el ser humano (macrocosmos) se deprime o se alegra, incidirá en el comportamiento celular (microcosmos) sin que la célula sea consciente de la causa.
Si esa fractalidad la elevamos al macrocosmos de la naturaleza podemos observar al ser humano como una célula de un ser llamado Tierra, quien lleva evolucionando varios millones de años y nosotros somos parte de esa evolución. Aunque resulte increíble compartimos el 90% del DNA del cerdo, el 80% de la oveja y el 70% de la mosca del vinagre; con esto quiero decir que por una parte tenemos abuelos comunes y por otra que al compartir información, al igual que las células, compartimos también la conciencia superior ordenadora (macrocosmos) que vamos a llamar naturaleza o Gaia. La naturaleza, por su parte, está sometida a otro macrocosmos que es el clima, los cambios climáticos que están provocados por las condiciones del Sistema Solar (macrocosmos); casualmente, los cambios climáticos no sólo provocan cambios en la naturaleza, pues hay estudios que confirman que los grandes cambios climáticos coinciden con grandes cambios políticos e históricos.
La tierra está inmersa en el Sistema Solar, que es un campo donde las diferentes orbitas y los diferentes astros, incluido el Sol, generan relaciones de fuerzas gravitatorias, magnéticas y de otro tipo que mantienen el equilibrio del propio Sistema y que por otro lado afectan directa o indirectamente a todo el Sistema, por lo que sus movimientos inciden en la Tierra, que a su vez afectará al clima, que a su vez afectará a la naturaleza, que afectará al ser humano, a sus células, a sus átomos. Es a través de esta línea de causas y efectos que comprendemos la fractalidad del Sistema Solar y el átomo de manera perfectamente gráfica.
Creo que la espagiria podría ser sumamente útil en nuestra sociedad actual, enteramente fármacodependiente y desligada de los procesos naturales. No sólo para generar remedios o tónicos más suaves, con menos efectos secundarios, sino también ligándonos a los ritmos naturales y quizás haciéndonos experimentar una relación más íntima y “mágica”, por así decirlo, con la naturaleza. ¿Cómo concibes la salud desde la perspectiva de la espagiria?
Nosotros, como la naturaleza entera, hemos evolucionado por adaptación a los cambios; cuando éstos son cíclicos y rítmicos favorecen la vida y los organismos generan ritmos biológicos a imagen y semejanza de los ritmos naturales, como los ciclos circadianos o las adaptaciones al ritmo lunar o estacional. El ritmo es un orden, una simetría dinámica, que al seguirlo hace que el organismo tienda al orden (salud), y la falta de ritmo te acerca al caos (muerte). Los tratamientos son más eficaces si se acompasan con los ritmos naturales, los depurativos son más eficaces con luna menguante y los tonificantes con luna creciente. Los remedios naturales, cuando se prescriben ritmificados con el Sol desde el amanecer al ocaso, elevan su eficacia.
En cuanto a la naturaleza de los remedios, Grimaldy, espagirista del siglo XVI, nos recuerda que no se pueden hacer buenos remedios si no es a partir de las sustancias puras o de lo que hay de puro en las sustancias; que los vehículos para extraer las partes puras deben ser puros también. Que la mayor parte del secreto está en cómo se separa lo puro de lo impuro.
Sin embargo, también hay que observar que en al-Ándalus los hakim o médicos filósofos seguían la ley de las balanzas; decían que remedio es todo aquello que está en el alimento y el veneno, y que la intensidad del remedio debe ajustarse a la gravedad de la enfermedad en los siguientes términos: si el desequilibrio es leve el remedio se debe acercar al alimento (si puedes curarle con una manzana, dale manzana), si el desequilibrio es más grave el remedio se acerca más al veneno (remedios que provocan reacciones más intensas del organismo).
La espagiria no dirige su mirada a la enfermedad sino al ser que sufre y a la causa del desequilibrio momentáneo que le está llevando al caos, a la muerte. Su filosofía parte de un solo estado de salud frente a una sola enfermedad; por eso, la búsqueda de la piedra es la búsqueda de una sola medicina. La ley del macro-microcosmos le impulsa a actuar desde todos los planos (físico, emocional, espiritual) para restablecer el equilibrio del ser, porque sabe que todo está relacionado, y observa su relación con el entorno exterior (atmosférico, familiar, social, astrológico) e interior (emociones pensamientos, estado espiritual) para llevarlo al equilibrio psicofísico correspondiente a su evolución.
Algunos viejos alquimistas concibieron el trabajo hermético, la gran obra, como una forma de jardinería, un perfeccionamiento de la naturaleza; de la misma forma que un jardinero ayuda a sus plantas a crecer, así el cuerpo es el jardín del espíritu y el planeta el jardín del Gran Hombre --esto en oposición a la explotación, saqueo y conquista de la naturaleza. Nos entregaron un jardín, pero estamos regresando un basurero. ¿Cómo percibes la situación ecológica global, nuestra relación con la naturaleza?
Como hemos dicho antes el ser humano es un microcosmos de la naturaleza, había una relación porque nace de ella, es parte de ella y está sometido a ella. Aunque él desde su orgullo inconsciente crea que puede someterla sabemos que cuando el parásito somete al huésped, muere el huésped y muere el parásito; con ello no quiero decir que el ser humano es un parásito, sino que el ser humano es el que debe adaptarse a la naturaleza y no intentar vanamente que la naturaleza se adapte a él.
No se trata sólo de que no cuidamos el jardín, ni tampoco que echemos demasiado monóxido de carbono a la atmosfera; las plantas, si emitieran demasiado oxigeno, también contaminarían la atmósfera. Creo que la filosofía con que observamos la realidad es el factor más perjudicial: la sociedad actual cree que el ser humano está separado de la naturaleza, que tiene que defenderse de ella en vez de ver que es la que nos sostiene y alimenta, que somos parte de ella y que debemos armonizarnos con ella en busca del equilibrio común. En gran parte el paradigma científico basa la existencia del ser humano en lo material, en la materia, por lo que es normal que tengamos una sociedad materialista que únicamente busca la perfección de la materia manipulándola burdamente sin facilitar el trabajo al espíritu, que es que realmente hace el trabajo, y no el operador.
Antes, al hablar del microcosmos, vimos que había una relación macro-microcósmica del ser respecto de sus células por la información compartida del DNA, pero también me atrevo a afirmar que hay una relación de conciencia fractal entre las células y el ser u organismo. Podríamos decir que cada una de las células tiene conciencia individual puesto que se distingue de las de su entorno y sabe lo que tiene que hacer, su misión particular en y para el organismo que la contiene; pero esta conciencia está supeditada, podríamos decir, al equilibrio o manifestación del ser u organismo, por lo que podemos afirmar que hay distintos niveles de conciencia dentro del ser y que la conciencia de la célula responde fractalmente a la conciencia del ser humano, y que los 22 billones células que tiene un ser humano desde su individualidad atienden a la armonía del conjunto de su ser; cuando las células rompen esta armonía de relación con la conciencia que las contiene empiezan a proliferar fuera de la armonía, que es lo que llamamos cáncer. No será muy difícil llevar este razonamiento a la relación del ser humano con la naturaleza.
fuente/Pijamasurf
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