Alrededor de una estrella situada a 1.500 años luz de la Tierra gira un objeto extraño y enigmático que tiene desconcertados a los científicos.
Los astrofísicos más importantes del mundo se devanan los sesos tratando de explicar qué demonios es esa estructura que orbita alrededor de KIC 8462852 (así se llama la estrella).
Podría ser algo natural (un planeta, basura espacial, un cinturón de asteroides, restos de cometas) pero también, quizá, quién sabe, una megaestructura artificial, una gigantesca central eléctrica dotada de paneles solares construida por una civilización inteligente mucho más avanzada que la nuestra.
Suena a ciencia ficción, pero los científicos más prestigiosos no lo descartan.
Según el diario británico The Independent, algunos astrónomos creen haber encontrado en esta estrella y en su satélite misterioso la prueba concluyente de que podríamos estar ante seres extraterrestres capaces de poner en órbita gigantescas construcciones espaciales. KIC 8462852 es una estrella que se encuentra cerca de la Vía Láctea, entre las constelaciones de Cisne y Lira.
Fue identificada por el telescopio Kepler en el año 2009 y enseguida los científicos comprobaron que se trataba de una candidata perfecta a tener planetas similares a la Tierra en su órbita. KIC fue analizada con detenimiento y se descubrió que una especie de planeta giraba cíclicamente alrededor de ella, emitiendo un patrón de luz irregular, tanto en frecuencia como en intensidad.
Un patrón imposible de explicar. El telescopio espacial Kepler sigue una técnica muy definida para cazar nuevos planetas orbitando a las estrellas: analizar las señales lumínicas, los destellos o parpadeos que producen estos planetas, como un faro en medio de la noche, cuando pasan por delante de su sol.
Todos los exoplanetas encontrados hasta hoy (y ya van unos cuantos, al menos 4.000) emiten señales de luz que siguen un ciclo bien definido, pero en el caso del objeto que gira en torno a KIC 8462852 esta señal no sigue un patrón regular. Es como si se encendiera y apagara artificialmente, como si alguien estuviera apretando el interruptor. ¿Qué es esa cosa que flota en el firmamento tan misteriosamente?
Los astrónomos se plantearon diversas hipótesis. Descartado que pudiera tratarse de un planeta al uso, la siguiente explicación fue que el fenómeno se debía a algún tipo de fallo o error en los procesadores de datos del telescopio. Sin embargo, el Kepler fue chequeado a fondo y todo funcionaba correctamente.
Así que los científicos, en su búsqueda por encontrar una causa racional, se plantearon si en lugar de un planeta estaban ante una masa informe de escombros (polvo, roca, gas) que al girar en torno a la estrella pudiera difuminar o tamizar la luz que nos llega desde allí.
Estos restos cósmicos, con el paso de cientos de miles de años, pueden dar lugar a nuevos planetas por acumulación, debido al efecto que ejerce sobre ellos la fuerza de la gravedad de una estrella. Pero esta teoría también fue descartada, ya que KIC 8462852 no es un astro joven en fase de acumulación de materia. Por si fuera poco, nunca se ha encontrado una estrella con un material de escombro orbitando a su alrededor capaz de producir este fenómeno de parpadeo irregular.
De modo que algo extraño debía estar bloqueando el paso de la luz emitido por KIC: accidentes catastróficos en un cinturón de asteroides, tal vez una colisión gigante en el sistema planetario que arrojó escombros a su sistema solar o pequeños protoplanetas envueltos en una nube de polvo. Quizá una familia de cometas que orbitaban alrededor de KIC 8462852 y que habrían dejado trozos de hielo, roca, polvo y gas a su paso. Si tales cometas completaban una órbita cada 700 días, aproximadamente, los fragmentos desprendidos podrían explicar la disminución irregular del brillo captada por el Kepler. Para verificar esta teoría se necesitaban más observaciones, pero desde que el telescopio dejó de funcionar correctamente en 2013, resulta más difícil obtener información.
La teoría de los cometas parecía la más plausible a ojos de los científicos. Sin embargo, a nadie se le escapaba que ello significaba reducir la explicación a “una extraordinaria coincidencia”: que tales trozos de cometas se hubieran desprendido precisamente ahora, después de millones de años, justo cuando unos seres humanos apuntaban con un telescopio que ha estado en funcionamiento desde 2009.
Cada teoría se desmoronaba al momento de ser formulada. Tabetha Boyajian, astrofísica en la Universidad de Yale, institución que inició el programa Cazadores de Planetas en el año 2010, ha publicado un estudio reciente sobre las posibles causas del comportamiento anómalo del planeta que gira en torno a la estrella KIC 8462852.
Ella es una de las científicas que firman el artículo sobre el soprendente hallazgo. “Nunca antes habíamos visto nada como esta estrella. Fue algo muy raro. Pensamos que podría tratarse de errores en los datos, pero no, los datos eran correctos”, asegura. “Fue algo increíble porque eran datos reales”, afirmó Boyajian.
Finalmente, tras muchas horas de especulaciones, los científicos llegaron a la conclusión de que no deberíamos descartar la idea de que nos encontremos ante una construcción realizada por una civilización alienígena capaz de enviar al espacio inmensas plantas energéticas que captan energía de su sol.
Algo así como una inmensa estrella esférica equipada con paneles solares para almacenar el calor de la estrella. Según Jason Wright, investigador de la Universidad de Pensilvania, que desarrolló un protocolo para la búsqueda de señales de civilizaciones extraterrestres, si ninguna de las teorías antes mencionadas resultaba convincente, “¿por qué no pensar que el fenómeno pudiera ser ocasionado por una serie de megaestructuras equipadas con paneles solares, unas fabulosas construcciones fabricadas por seres alienígenas? Estábamos rascándanos la cabeza. Para cualquier explicación que se nos ocurría siempre había algo que argumentar en contra de ella”.
Boyajian envió los datos a Wright para que los cotejara y de sus cálculos matemáticos ha salido la arriesgada teoría de que el planeta es en realidad un “enjambre de megaestructuras” flotando en el espacio, según explicó a The Independent. “Cuando Boyajian me mostró los datos, me quedé fascinado”, dijo Wright. “No podía resolver esto con cálculos matemáticos y es por eso que es tan interesante, porque no parece tener sentido.
Los alienígenas deben ser siempre la última hipótesis a tener en cuenta, pero no debemos descartarla en este caso”, apostilló. No obstante, tanto Boyajian como Wright quieren mostrarse prudentes a la hora de concluir que estamos ante una prueba concluyente de que hay vida extraterrestre y siguen trabajando en el fenómeno con “escepticismo”.
Por lo general, los cazadores de planetas utilizan una técnica muy definida: estudian el brillo que se produce cuando un objeto planetario cruza por delante de su sol. Así es como identifican exoplanetas situados fuera de nuestro Sistema Solar, mediante el análisis de las breves interrupciones o tenues parpadeos de luz que nos llegan a la Tierra desde los confines del Universo. El destello que provenía de la estrella KIC sugería intervalos irregulares ocasionados por el barrido del misterioso planeta que la orbitaba. En un momento dado, después de observarlo durante 800 días, y de forma repentina, el brillo se redujo en un 15 por ciento.
Más tarde, 1.500 días de estudio después, se redujo en un sorprendente 22 por ciento. El parpadeo caía lentamente y luego se elevaba de forma más rápida. Su brillo parecía ir hacia arriba y hacia abajo, como en dientes de sierra, y luego desaparecía por completo, lo que llevó a los científicos a concluir que el tránsito del planeta alrededor de la estrella era aleatorio, no seguía un patrón constante y definido. Esta actividad de destello irregular podía prolongarse entre 5 y 80 días. En 2009, por ejemplo, se registraron dos pequeñas caídas del intervalo luminoso.
En 2011, una caída que duró una semana y una serie de sucesivas caídas durante tres meses en el año 2013 (algunas de ellas de hasta el 20%). Los planetas que orbitan estrellas no se comportan así. Por tanto, la causa de este fenómeno anómalo no podía ser la presencia de un planeta.
Ahora la NASA se está planteando conectar una antena orientada hacia las coordenadas espaciales de KIC para tratar de captar alguna señal de radio o similar, que podría ser la prueba definitiva de que en ese sistema solar hay una civilización inteligente probablemente más avanzada que la humana. Boyajian, Wright y Andrew Siemion, el director del programa de Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre del Centro de Investigación de la Universidad de California trabajan ya para instalar antenas de radio masivas que pueden apuntar hacia esa estrella en concreto en busca de las ansiadas ondas de radio.
Una civilización extraterrestre avanzada capaz de poner en órbita un objeto de tales dimensiones podría aprovechar la energía de su sol (en lugar de escarbar en los recursos de su planeta, como hacemos nosotros, los atrasados e insignificantes terrícolas). En un artículo publicado en la revista Science tituladoSearch for artificial stellar sources of infra-red radiation, el físico Freeman Dyson describió, allá por el año 1960, cómo sería una megaestructura de este tipo, que en su honor fue bautizada como esfera de Dyson.
Básicamente sería una cubierta esférica de tamaño colosal, es decir, algo así como la famosa Estrella de la Muerte de la saga cinematográfica Star Wars. La gigantesca estructura giraría alrededor de la estrella y permitiría a una civilización avanzada aprovechar al máximo la energía lumínica y térmica del astro vecino.
Una tecnología totalmente fuera del alcance del ser humano. Obviamente, una esfera de Dyson nunca ha sido vista ni fotografiada, pero si pudiéramos verla desde la Tierra sería como una bola de metal alrededor de un sol, algo que podría bloquear la luz de su estrella como extrañamente parece ocurrir con el parpadeo lumínico que proviene de KIC 8462852. Es por eso que los investigadores que están interesados en la búsqueda de vida extraterrestre están tan entusiasmados con este hallazgo.
El astrofísico ruso Nikolái Kardashov propuso, también en los años sesenta, una teoría para medir el grado de evolución tecnológica de una civilización extraterrestre en función del uso y explotación de la energía. Así, una civilización tipo 1 sería capaz de aprovechar toda la potencia energética disponible en su planeta, generalmente combustible de origen fósil; sería el nivel tecnológico en el que nos encontraríamos en la actualidad los seres humanos. Una civilización de tipo 2 sería capaz de aprovechar toda la potencia disponible de su sol, mediante la puesta en órbita de grandes estructuras espaciales. Las civilizaciones de tipo 3 estarían en condiciones de aprovechar toda la potencia disponible de una galaxia y serían algo así como dioses capaces de viajar por las estrellas con potentes naves espaciales y de aprovechar agujeros negros o de gusano para viajar en el espacio y en el tiempo.
No obstante, aún en el caso remoto de que en el planeta que orbita a KIC 8462852 vivieran seres inteligentes, tendríamos otro serio problema para entrar en comunicación con ellos, ya que la estrella en cuestión se encuentra a unos 1.481 años luz de distancia de la Tierra, lo cual significa que construyeron el artefacto y lo pusieron en órbita en el siglo sexto de nuestra era, de nuestro tiempo humano, es decir, mientras Justiniano se afanaba por resucitar la antigua grandeza del Imperio romano, los europeos vaciábamos orinales desde las ventanas y luchábamos contra la primera pandemia de peste bubónica.
¿Seguirá existiendo esa civilización extraterrestre después de tanto tiempo? Si el proyecto sigue avanzando en los plazos aprobados, las primeras observaciones se llevarán a cabo en enero de 2016. Entonces sabremos si esa estrella es el hogar de ET.
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