Una de las doce lápidas repartidas por el mundo, a principio del siglo XX, por la organización masónica denominada
Los Doce Apóstoles, siendo ésta que se encuentra en Arjona la única que presuntamente contiene escrito el verdadero nombre de Dios:
el Shem Shemaforash recogido en la Mesa de Salomón –nombre que no puede escribirse jamás y sólo debe pronunciarse para provocar el acto de crear--, y en la que también están escritas las claves para el conocimiento del Universo y la fórmula de la Creación.
Juan Eslava Galán, arjonero de nacimiento, dice sobre el verdadero nombre de Dios:
el Shem Shemaforash --el que no puede escribirse jamás-- que "Salomón lo confía a una forma jeroglífica de alfabeto sagrado que, aunque evita la escritura del Nombre, contiene las pistas necesarias para su deducción.
Este jeroglífico tiene como soporte material un objeto: la llamada Mesa de Salomón".
Esta mesa, cuya fabricación se atribuía a Salomón, el rey sabio por concesión divina, era una especie de disco metálico con una serie de trazos geométricos cincelados que contenían las claves cabalísticas del nombre secreto de Dios o Nombre del Poder, el Shem Shemaforash, una fórmula que otorga a su conocedor un poder infinito sobre la Creación. A ella se refiere el esoterismo cristiano de san Juan cuando establece que al principio fue la Palabra”.
“En el fondo del asunto yace la cábala geométrica o el secreto de la ordenación espacial de la materia, una ciencia egipcia heredada por Moisés. Es posible que el Arca de la Alianza, las Tablas de la Ley y otros objetos sagrados contuvieran los conocimientos secretos egipcios”.
“La Mesa de Salomón es geometría, pura proporción y relación espacial de la que se deduce una formulación sonora, una palabra mágica, la música de las esferas platónica, el Nombre Secreto de Dios, la palabra impronunciable tan sólo conocida por el sumo sacerdote, el Baal Shem o Maestro del Nombre.
Una vez al año, el sumo sacerdote de Israel, protegido por el pectoral de las doce piedras, penetraba en el sancta sanctorum del Templo para pronunciar ese nombre en voz baja sobre el Arca del Alianza. De este modo actualizaba la alianza entre Dios y la Humanidad y renovaba la creación para que el mundo continuara existiendo”.
“Al construir la mesa, Salomón se aseguró la transmisión del Nombre Secreto. Por lo demás cada Baal Shem instruía al discípulo que había de sucederle en el misterio para que la tradición no se perdiera en caso de muerte súbita.
Por lo tanto, los poseedores del secreto eran siempre dos, aunque solamente uno compareciera en presencia del Santísimo para la renovación de la Alianza.”
Publicado por JOSÉ GARCÍA en 14:35
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