27/09/2019 06:45
Mientras el juez encarcelaba sin condiciones a los siete miembros de los CDR acusados por la Fiscalía de formar un grupo terrorista para subvertir el orden constitucional, la mayoría independentista del Parlamento de Cataluña, con el presidente de la Generalitat, Quim Torra, a la cabeza expresaba a voces su solidaridad con los encarcelados al grito de "¡Libertad!, ¡Libertad".
Este es el retrato de la situación que se vive hoy en España: un Parlamento autonómico dominado por una mayoría separatista convertida en apologista de la violencia.
Ni el independentismo podía llegar más lejos en su indignidad, ni el Estado de Derecho podía llegar más lejos en su infinita paciencia y tolerancia ante el desafío del separatismo catalán, cómplice y colaborador necesario de terroristas.
Ni el independentismo podía llegar más lejos en su indignidad, ni el Estado de Derecho podía llegar más lejos en su infinita paciencia y tolerancia ante el desafío del separatismo catalán, cómplice y colaborador necesario de terroristas.
En vísperas de conocerse la sentencia del Tribunal Supremo que habrá de dilucidar el horizonte penal de los políticos catalanes presos, el independentismo sigue instalado en su estrategia de combate contra las instituciones del Estado, pero con un grado de virulencia cada vez mayor.
Su nivel de ignominia crece por días, catapultado por su mayoría en un Parlamento catalán que está utilizando como arma arrojadiza contra la oposición, maniatada en su papel de voz crítica y sometida a niveles lacerantes en un Estado de Derecho.
Ese es el problema, que el Estado de Derecho está siendo vilipendiado sin que el Gobierno en funciones parezca demasiado preocupado por la escalada de violencia (ya no sólo verbal) que se está viviendo en Cataluña.
Lo ocurrido en el Parlamento catalán -una mayoría independentista jaleando a terroristas- resulta inaceptable en una Cámara en la que la mayoría secesionista ha subvertido la democracia. Esa es la realidad. Y si Pedro Sánchez no tiene nada que decir, tal vez sea porque tiene mucho que callar.
Las imágenes de los incidentes registrados en el Parlamento de Cataluña revelan con toda crudeza el estado de la situación. Una inmensa mayoría de españoles asiste al bochornoso espectáculo con una mezcla de indignación y vergüenza.
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