Cada vez más, aquello que los fact-checkers señalaban como falsa información se va tiñendo con preocupantes tintes de realidad.
El mundo actualmente le está pidiendo explicaciones a China y acusándola de haber encubierto tanto el verdadero origen como la magnitud del brote de coronavirus en Wuhan.
Las pocas voces que en un principio se atrevieron a denunciar este hecho fueron silenciadas por el gobierno de Pekín. A continuación algunos casos. El temido golpe se escuchó al caer la noche en la puerta del empresario Fang Bin.
Afuera había dos hombres ataviados con trajes hazmat, quienes decían venir para llevarlo a una cuarentena médica. Pero el comerciante textil, un hombre en sus 40s, no estaba enfermo y los individuos afuera de su apartamento de Wuhan no parecían doctores…
Eran oficiales de policía confrontando una amenaza para el Partido Comunista Chino: gente ordinaria que había expuesto la verdad sobre el brote infeccioso y se negaba a mantenerse callada.
El «crimen» del señor Fang fue publicar un video que había filmado sobre gente muriendo a causa del virus y cuerpos en bolsas apilados en las afueras de un hospital claramente colapsado, un hecho que se oponía a la narrativa oficialista que decía tener al virus bajo control.
El video fue visto 200.000 veces antes de ser bajado por los censores gubernamentales. Cuando el empresario solicitó ver una orden de allanamiento por parte de los oficiales en su puerta, estos forzaron la entrada al apartamento y lo tomaron para interrogarlo, ordenándole que detuviera su actividad de difundir «rumores» sobre el virus y confiscando su computadora.
En horas de la mañana, fue liberado.
Una semana después, el 9 de febrero, el señor Fang publicó otro video, esta vez mostrando un mensaje en donde se leía: «Ciudadanos resistan. Poder al pueblo».
La policía regreso a buscarlo y desde entonces no se ha sabido nada sobre él.
Fang Bin, normalmente un hombre reservado, era un mártir poco probable. Sin embargo, movido por la ira del terror inimaginable de lo que ocurría en su ciudad natal, se convirtió en uno de los soplones «desaparecidos» por exponer la verdadera naturaleza del COVID-19.
Desaparecidos
Este domingo, el diario británico Daily Mail ha presentado otra investigación en donde expone la orquestada campaña del régimen chino para prevenir que su pueblo discuta siquiera sobre el brote infeccioso.
Entre los puntos destacados se mencionan los siguientes: Más de 5.100 personas fueron arrestadas por compartir información durante las primeras semanas del brote.
Los disidentes fueron rotulados como enfermos para que el gobierno pueda ponerlos en cuarentena médica.
Las aplicaciones de salud usadas por decenas de millones para mostrar que no están enfermos o cerca de algún infectado, están siendo utilizadas para monitorear los movimientos de cada ciudadano y aumentar el control social.
Cientos de ciudadanos ordinarios han sido detenidos o multados por publicar mensajes online sobre filas en hospitales, falta de máscaras o muertes de parientes.
Estas medidas comenzaron con reprimendas contra el Dr. Li Wenliang, 34, y otros siete doctores que enviaron mensajes a colegas a finales de diciembre de 2019.
En ellos advertían sobre la detección de una enfermedad tipo SARS en el Hospital Central de Wuhan, recomendando la protección con los accesorios pertinentes al tratar a los pacientes. Dr. Li Wenliang.
El Dr. Li fue forzado a firmar un documento policial donde admitía haber «alterado el orden social seriamente» y quebrado la ley, antes de regresar a su trabajo en el hospital, donde finalmente terminó falleciendo a causa del COVID-19 el 7 de febrero.
Un día antes de la muerte del doctor, el abogado Chen Qiushi, cuyos videos de escenas caóticas en los hospitales de Wuhan con víctimas del coronavirus yaciendo en corredores fueron compartidas por miles de sus seguidores en la redes sociales, desapareció.
Al otro día, su familia denunció que se lo habían llevado en custodia y estaba siendo mantenido en cuarentena en una ubicación que no les fue revelada. Chen Qiushi.
Antes de su desaparición, Chen presentía que la policía estaba cerca y ominosamente les dijo a sus seguidores: «Mientras esté vivo, hablaré sobre lo que he visto y oído. No tengo miedo a morir.
¿Por qué debería temerte, Partido Comunista?».
Tres semanas más tarde, Li Zehua, un reportero de 25 años que denunció la alta tasa de fatalidades en Wuhan, emitió su propio arresto online cuando oficiales encubiertos como civiles llegaron a su departamento.
Ese mismo día había filmado una serie de videos que mostraban escenas de la comunidad desesperada en las áreas de Wuhan más afectadas, comentando que había sido perseguido por la policía luego de visitar el Instituto de Virología de la ciudad, donde se especula que puede haber comenzado todo debido a una fuga del patógeno desde el laboratorio. Izquierda: el reportero Li Zehua.
Derecha: el comerciante Fang Bin. «Estoy seguro que quieren aislarme. Por favor, ayúdenme», dijo en el clip con pánico.
Aunque el gobierno chino ha guardado mutismo en cuanto al destino de estos desaparecidos, se cree que se encuentran en centros de detención secretos —una siniestra forma de prisión extrajudicial descrita por los oficiales como «vigilancia residencial en una ubicación designada»—.
Eve, subdirectora del comité de Defensa de los Derechos Humanos en Hong Kong, declaró: «Todos los que han desaparecido están en alto riesgo de ser torturados, posiblemente con el objetivo de obligarlos a confesar que sus actividades eran criminales o perjudiciales para la sociedad».
«Los centros de detención secretos usualmente albergan a disidentes tales como activistas de los derechos humanos y abogados», añadió.
«En la mayoría de los casos que hemos monitoreado, la gente llevada allí es torturada. No tienen acceso a abogados, a sus familias o a cualquiera del exterior que no sea la policía».
China ha negado tener conocimiento de la desaparición de estos «soplones». Al embajador en Estados Unidos, Cui Tiankai, se le ha preguntado varias veces sobre el paradero de Chen Qiushi, empero, sus respuestas han sido siempre evasivas, alegando que jamás había oído de tal persona. Críticos de alto nivel
De la única persona desaparecida que el gobierno de Pekín ha tenido un comentario es del magnate Ren Zhiqiang, de 69 años y quien desapareció en marzo luego de llamar «payaso» al presidente Xi Jinping por su manejo del brote infeccioso. Ren Zhiqiang.
Semanas después de su arresto, las autoridades anunciaron que Ren había sido detenido por «serias violaciones» de la ley y regulaciones del Partido Comunista —un eufemismo para los cargos fabricados contra los críticos de alto nivel social—.
Otro crítico importante silenciado es el profesor de leyes Xu Zhangrun, quien fue puesto bajo arresto domiciliario e incomunicado luego de escribir en contra de las políticas del primer mandatario para mitigar la crisis.
Sus palabras incluyeron una acertada predicción: «Este puede ser el último mensaje que escriba». Control Orwelliano
La tecnología ha llevado el control que tiene el gigante asiático sobre sus ciudadanos hasta proporciones orwellianas.
La aplicación para teléfonos inteligentes con un código de barras que ayuda a saber si alguien ha sido contagiado o no, además tiene acceso a datos personales.
«Es poco probable que estas nuevas medidas introducidas para rastrear el nivel de contacto entre las personas, sean descontinuadas tras el final de la pandemia. El gobierno ha aprovechado la ocasión para incrementar y desarrollar aún más las tecnologías de vigilancia social», explicó Eve. Profesor Xu Zhangrun.
Por su parte, Sophie Richardson, directora del Observatorio de Derechos Humanos en China, piensa que las medidas tomadas para proteger a la población del coronavirus «han resultado ser el pretexto ideal para que los regímenes autoritarios silencien a más gente y violen sus derechos».
«No me sorprendería enterarme con el tiempo que en pos de mantener la salud pública hubo más desaparecidos de los que creemos. La meta del gobierno de China parece ser el crear una sociedad libre de disentimiento».
Richardson elogió a los desaparecidos por tener el coraje de exponer la verdad incluso sabiendo que iban a ser arrestados por hacerlo.
«Hay que tener un valor impresionante. Es una clara denuncia sobre el sistema político y legal de un país que dice apegarse al estado de derecho». Fuente: DailyMail.
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