Es una tradición pintoresca, pero con una historia muy oscura.
La Peste italiana fue una serie de brotes de peste bubónica que se produjo desde 1629 hasta 1631 en el norte y el centro de Italia. A menudo se le denomina «La gran peste de Milán», que cobró la vida de aproximadamente 280.000 personas en las ciudades de Lombardía y el Veneto.
En octubre de 1629, la plaga llegó a Milán y, aunque la ciudad inició medidas de salud pública eficaces, incluyendo cuarentena y limitación del acceso de los soldados alemanes y mercancías, un importante brote surgió en marzo de 1630 debido a las medidas sanitarias relajadas durante el carnaval, con bajas registradas de 60.000 personas de una población de 130.000.
Piazza San Babila, Milán durante la plaga de 1630. Por Melchiorre Gherardini.
Al este de Lombardía, la República de Venecia fue infectada entre 1630-31 y la ciudad de Venecia resultó severamente afectada, con bajas registradas de 46.000 personas de una población de 140.000.
Algunos historiadores creen que esto dio lugar a la caída de Venecia como una gran potencia político-comercial en Europa.
En estos días, al igual que en el siglo XVII, los italianos buscan una manera de relajarse y olvidar sus problemas durante la actual pandemia de coronavirus.
Son como suenan: huecos del tamaño de una pinta, cortados en los muros de concreto de las vinotecas urbanas y almacenes, donde los comerciantes de bebidas pueden servir tragos con una distancia social segura.
Con origen en Toscana, su verdadero propósito permaneció olvidado luego de la Peste italiana… Hasta hoy, cuando una nueva pandemia golpeó al mundo, haciendo estragos en Italia.
«Todos estuvieron confinados en casa por dos meses y luego el gobierno permitió la reapertura gradual.
Durante estos días, algunos empresarios florentinos han vuelto atrás en el tiempo para usar las Ventanas del Vino y así servir vasos de vino, tazas de café, tragos, sandwiches y helado, sin contacto alguno con el cliente», se lee en el sitio web de la Asociación de Ventanas de Vino.
«La gente golpea en los pequeños postigos de madera y tienen sus botellas llenas directamente por las familias Antinori, Frescobaldi y Ricasoli, quienes todavía producen los más conocidos vinos de Italia hoy en día», dijo Matteo Faglia, presidente de la asociación.
Existen más de 150 ventanas del vino —algunas de las cuales han sido rellenadas permanentemente luego de los años 1600s— en la ciudad de Florencia, y muchas más esparcidas en la región de la Toscana.
«Las ventanas del vino gradualmente fueron muriendo, y algunas de madera se perdieron en las inundaciones de 1966», cuenta Faglia, cuya asociación ha comenzado el procesos de mapear estas reliquias olvidadas para marcarlas con una placa que designe su importancia histórica y autenticidad.
El país mediterráneo fue uno de los más golpeados por la pandemia de la COVID-19, perdiendo más de 35.000 de sus habitantes, según números de la Organización Mundial de la Salud.
Pero a pesar de esta tragedia, el mundo ha sido testigo de la cultura y camaradería que probablemente ayudaron a la nación a superar la epidemia en siglos pasados.
En el pico del brote, gran cantidad de italianos pudieron oírse cantando y tocando música en solidaridad a través de sus ventanas, balcones o desde las azoteas, con un vaso de vino en mano desde luego.
Fuente: The New York Post. Edición: MP.
No hay comentarios:
Publicar un comentario