A unos 33 kilómetros de la costa de Brasil, en el océano Atlántico Sur, una pequeña isla montañosa es mantenida aislada de la humanidad por una buena razón: ¡allí viven 400.000 de las serpientes venenosas más mortíferas del mundo, capaces de derretir la piel de quien resulte atacado por ellas!
Con sus 430.000 metros cuadrados, la Ilha de Queimada Grande es también conocida como la «Isla de las Serpientes». La razón es explícita: los investigadores y biólogos estiman que en algunos lugares hay hasta una serpiente por metro cuadrado.
Desde que el nivel del mar subió hace unos 11 mil años y cortó el contacto de la isla con el continente, las serpientes se desarrollaron de una manera distinta: son cinco veces más venenosas que sus parientes de tierra firme. Cazan y comen pájaros, no los autóctonos de la isla, porque ya saben cómo huir de sus ataques, sino aves migratorias más grandes. Fue entonces que para matarlas, su veneno se volvió más potente.
En cuanto al gran número de estos seres reptantes, es explicado por los pescadores de la zona diciendo que fueron piratas de antaño los que llenaron el lugar de ellas para proteger un tesoro que ocultaron allí. Pero claro, eso es solo una leyenda. Como aquella que cuenta que un pescador, habiendo perdido sus motores, fue empujado por la corriente a las costas de Ilha de Queimada Grande.
Cuando finalmente se encontró el bote, no quedaba nada del hombre más que ropa rasgada, sangre y huesos, sin duda obra del inquilino más infame de la isla: la «cabeza de lanza dorada» (Bothrops insularis), cuyo veneno puede pudrir la carne hasta los huesos.
Crédito: JOAO MARCOS ROSA.
No obstante, es poco probable que estas historias sean del todo precisas, ya que la isla ha tenido algún visitante humano ocasional en tiempos modernos. El primero de estos visitantes fue un pequeño grupo que intentaba desarrollar una plantación de banano en la isla.
Algo que no prosperó pero que le dio el nombre al lugar: Ilha de Queimada Grande, que se traduce como ‘Isla de la Gran Quemada’, claramente en referencia a la tala y quema de bosques —para limpiar la tierra para la agricultura—. Esto último claramente desató un pandemonio de ataques de las serpientes desesperadas por el fuego.
Después del desastre de la plantación, un hombre muy valiente se instaló en la isla como guardián del faro, y su familia increíblemente devota se unió a él. Pero a ellos tampoco les fue bien. Los lugareños de São Paulo cuentan sobre el mismo final fatídico:
«La familia huyó una noche presa del pánico, después de que las serpientes entraran por sus ventanas y fueran mordidos por víboras que colgaban de las ramas de los árboles mientras corrían por el bosque. Sus cuerpos fueron encontrados esparcidos por la isla cuando un barco de la Armada se detuvo para hacer una entrega de suministros de rutina».
Un ejemplar de la especie Bothrops Insularis en el Instituto Butantan, São Paulo (Brasil).
Para concluir, cabe resaltar que lo que realmente hace que Ilha de Queimada Grande sea digna de dedicarle un artículo en este sitio web es que —más allá de las incomprobables leyendas— nadie hasta ahora ha logrado explicar cómo o por qué esta densidad de serpientes increíblemente mortales terminó en una isla.
En los últimos veinte años ha habido solo un puñado de expediciones científicas, pero ninguna logró traer una explicación satisfactoria.
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