Millones de personas socializan, consumen y hasta deciden su voto en función de la información que reciben a través de las redes sociales.
Eso otorga un enorme poder a las empresas propietarias, que para colmo pueden decidir qué publicar, qué es veraz o no, qué opiniones silenciar y cuáles difundir, e incluso a quién bloquear hasta que decidan lo contrario.
Está en juego la soberanía digital, y algunos países han decidido hacer frente a la censura, a sus algoritmos… y a quienes los programan.
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