Defensa
El estrecho entre Canarias y el Sáhara está abarrotado de buques y aviones que, procedentes de América del Sur, se dirigen al norte de Europa o el Mediterráneo
Manuel Martínez
Coronel Infantería (R)
12/02/2023 Actualizada 04:30
Nuestros gobernantes no están interesados en la Geoestrategia… para qué.
Ellos están a lo importante: salir en la tele, abrir «Telediarios», atender a los periodistas o cerrarles el micro… Y el pueblo que esté entretenido, que atiendan a temas tan trascendentales como lo último de cualquiera de los sesudos «De Luxe» y similares, que asuma los problemas que ha traído la «guerra de Putin» y demás temas de interés.
Pero quizá no debiera ser así, pues la importancia de las naciones, su prestigio, el respeto que merecen de la comunidad internacional, la influencia que pueda tener en ella y los beneficios de tal influencia para sus habitantes están relacionados con el aprovechamiento de esa circunstancia.
Viene a cuento porque, a principios del mes actual, se podía leer en los medios de comunicación que nuestro ínclito presidente del Gobierno aceptaba, tras cederle, por nada (¿?), el control sobre el Sáhara Occidental, «negociar» con Marruecos alguno de los espacios aéreos de los que España es responsable.
En concreto del espacio que controla el ACC (Centro de Control de Tránsito Aéreo) de Canarias. Dirán ustedes: ¿y qué importa?
Pues entren en alguna página de información sobre tráfico marítimo como MarineTraffic, VesselFinder , GENBETA,… o aéreo tal como FlightAware, RadarBox, FlightRadar u otras y verán que el estrecho entre Canarias y el Sáhara está abarrotado de buques y aviones que, procedentes de América del Sur (productos agrícolas y ganaderos, vehículos, etc.) o de la costa occidental africana (petróleo, gas, productos agrícolas, …) se dirige al norte de Europa o el Mediterráneo.
¿Quién controla ese tráfico? ¿Quién asegura la libre circulación? Respóndanse a sí mismos. Y ahora, supongan que dejáramos de hacerlo… y las consecuencias para los suministros de sus estaciones de servicio, supermercados…
Pero no se extrañen. Si de abdicar responsabilidades se trata, si de mostrar «pasotismo» en el papel que nos ha tocado interpretar en el presente concierto internacional se trata, esta no es más que la siguiente de una larga tendencia en los años recientes.
Sí. Nuestros ministros, ministras o ministres, puede que no falten (o no se ha informado de ello) a las reuniones internacionales, aunque más bien parece que sea para desempeñar el papel de comparsa o decorado de los encuentros, disfrutar de las agendas «culturales» y conseguir una foto o unos segundos de «video» que siempre mejora la imagen en la encuesta de «valoración» que cocine el CIS.
Pero pocos beneficios han conseguido para los españoles y si no que se lo digan a los agricultores de las provincias mesetarias con la PAC o a los pescadores con las cuotas de pesca, etc.
Sin embargo, estamos hablando de la imagen de España en el mundo. Ese mundo que puede que se imagine en Davos y otros conciliábulos (o a lo mejor es por eso), pero que se concreta en consideración en los foros internacionales, sean éstos tan inanes como la ONU u otros o en las relaciones bilaterales.
Desde hace una veintena de años, España, tras el largo aislamiento, había ido reapareciendo en la escena mundial admirada por la madurez de un cambio pacífico de un sistema político a otro, sin merma del esfuerzo laboral y empresarial que permitiera continuar un crecimiento económico que mejoraba las expectativas económicas y sociales de sus habitantes.
Esta vieja Nación se había mostrado dispuesta a ofrecer su ayuda en la resolución de los conflictos que surgen entre las naciones o que se originan por las acciones de políticos ignorantes, egoístas y corruptos. Que había conseguido ser respetada y considerada, cuando se trataba de estudiar acciones de importancia mundial. Ha abdicado del aprovechamiento de las oportunidades que esa larga labor le podrían proporcionar y ha dilapidado su «capital» de manera que parece no quiera gestionar su patio trasero.
No supo gestionar un tratamiento sanitario que, quizá tuviera carácter humanitario, ante el berrinche de un vecino malcriado y grosero. En lugar de mantener su postura con una mediana serenidad o firmeza, se aturulló y enredó en mentiras poco creíbles y ofensivas para los plausibles favorecidos de su servicio benéfico.
A poco, sin razón aparente para ello, rompió la política consensuada y aceptada por la inmensa mayoría del arco representativo nacional y con alevosía (y sin taquígrafos) la cambió por la contraria, sin justificación alguna ni beneficio popular aparente. Y sin aparente conocimiento de la importancia que para la reclamación de la explotación de los recursos marítimos, sean pesqueros o minerales o de la protección del territorio cercano.
La parte agraviada tomó sus medidas y entre ellas estuvo, como era normal, el encarecimiento del esencial combustible que suministraba (en una situación en que, por la época del año y las circunstancias internacionales, la energía era más necesaria) y después el corte, denunciando los acuerdos preferenciales que favorecían a nuestro país, otorgándoselo a otro que, desde luego, no los devolverá y hará un buen uso (para él) de ellos.
Entre medias, nuestros políticos, muy políticos ellos, ceden en cuantos contenciosos existen o se crean y conceden cuanto es necesario para nuestra propia actividad o lo que sea que se requiera de forma más o menos impertinente: sea material, sea libre paso para productos competitivos que no parecen cumplir los requerimientos europeos o cualquier otra petición formal, informal o imaginaria.
Llegado a este punto alguno dirá que eso es política y que yo, pobre mortal, no entiendo de los sacrificios que se hacen en el Consejo de Ministros. Puede que sea cierto. Pero, repito, toda esa «política», deja «poso» y bruma a la vista y ante la opinión de los países que nos rodean o nos controlan; y éstos actúan en consecuencia, apoyando a los decididos, firmes y claros que guardan su patio trasero, sin que a esos vecinos o «controladores» les importe si un país enreda en la «casa» de otro.
Pero sigan sin interesarse por la geopolítica, ni por las ocurrencias de nuestros políticos, políticas o polítiques tan sensibles a Qatargates o gates más cercanos, no piensen y sigan con la tele…
Manuel Martínez es Coronel de Infantería (R)
https://www.eldebate.com/espana/defensa/20230212/negociando-espacios-marruecos_92900.html
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