De acuerdo a la información que los Guías nos fueron revelando, luego de la destrucción de la Atlántida - en el año 10,500 AC - un grupo de 32 seres extraterrestres, representando cada uno a una civilización diferente del cosmos, todas unidas bajo un mismo propósito de luz, llegaron a la Tierra para establecer un gobierno interno positivo; es decir, plasmar en nuestro planeta un orden que ya existía en el Universo, y que se veía reflejado en la denominada “Confederación de Mundos de la Galaxia”.
Una gran nave, de aspecto triangular y de un color blanco tan puro como la nieve, se instaló en el hoy desierto de Gobi, en Mongolia.
La ubicación había sido estudiada previamente, pues en esa área del mundo, en el pasado, diversas expediciones extraterrestres se habían asentado construyendo inmensos túneles para la explotación mineral.
Los 32 enviados aprovecharon la existencia de esas galerías abandonadas para adaptarlas a su misión de preservar y proteger la verdadera historia de la Tierra, que fueron “leyendo” del Registro Akásico o memoria matriz del planeta, y archivándola en una impresionante colección de planchas metálicas de ingeniosas aleaciones, semejantes al legendario “Oricalco” de Platón.
Este procedimiento era más que importante, ya que cada cierto tiempo, al completarse un ciclo cósmico, poderosas energías provenientes del espacio afectan el campo magnético de la Tierra alterando la información contenida en su “registro”.
En términos sencillos, los 32 enviados procuraron una “copia de respaldo” de toda esa información para que ningún fenómeno externo la perdiese para siempre.
También sabemos que fue allí donde se construyó el Gran Disco solar, un plan maestro que procuraba “unir” los otros doce discos que provenían originalmente de un gran objeto, que fue creado en tiempos de Lemuria para conectarse con el Universo y comprender su naturaleza.
Pero la misión de los 32 poseía un ingrediente secreto: habían traído con ellos el Gran Cristal que fue hallado en la Nebulosa de Orión. Lo depositaron en una galería subterránea especialmente acondicionada para su protección, bajo el suelo del silencioso Gobi. Y cuando el Gran Cristal fue colocado, se “activó”, iluminándose con un brillo esmeralda que parecía provenir de otro plano más allá de la materia.
Entonces se produjo el “alumbramiento” del Gran Cristal: un pequeño objeto, de similar naturaleza, se desprendió de su madre. Aquel elemento emprendería un largo viaje a través de la superficie, mezclándose entre la humanidad en tiempos de suma trascendencia.
Ese objeto, al igual que el Gran Cristal que lo engendró, era indestructible. Pero ambos eran intensamente custodiados para que no cayeran en manos equivocadas. De hecho aquel pequeño cristal ha vuelto una y otra vez a los diferentes Retiros Interiores de Asia y de todo el mundo, pero sin integrarse nuevamente al gran objeto viviente que lo desprendió.
Ello ocurrirá cuando la magna obra de la Hermandad Blanca termine.
Asociar el fragmento del Gran Cristal con la leyenda de la Diosa Umiña de los Incas, la Piedra de Chintamani de Roerich, e inclusive los primeros relatos que hablan del origen cósmico del Santo Grial, como se explicó anteriormente, no resulta descabellado.
¿Qué era la Umiña? Según los historiadores y las leyendas se habla que cuando los españoles llegaron a Centro América, una de las leyendas mencionaban que en Ecuador, en la zona de Manabi, en la cultura de los Mantas, seres gigantes, donde se encontraron osamentas de seres gigantes de 2 a 3 mts. de altura; pues había una piedra de poder que se llamaba la Umiña y había un templo, esta piedra podía curar a la gente, podía sanar y proporcionaba a los que la poseían grandes poderes. del Sitio Web RahmaEsAmar |
Los 32 enviados sabían que sólo la humanidad de este planeta podría revelar el misterio y mensaje del Gran Cristal, por tanto cierta tranquilidad reposaba en sus mentes cuando se produjo el despertar y alumbramiento de su tesoro secreto.
Fue así que decidieron mover la gran nave hacia el extremo oeste del desierto, donde dominan las altas y sagradas montañas del Altai. Desde allí vigilarían cada rincón del antiguo Gobi.
Hallaron en el macizo del Belukha el lugar perfecto para ocultar su nave bajo su corpulenta estructura.
Luego aprovecharon la tecnología de navegación de su ingenio espacial para congelar sus cuerpos - como si fueran a emprender un largo viaje - quedando en estados de animación suspendida. Lo hacían así pues al morir en la Tierra - donde seres de otros mundos experimentan un envejecimiento prematuro - sus almas deberían volver a sus planetas de origen, y ellos aún no habían terminado su misión.
De esta forma quedaron físicamente “dormidos” en sus capsulas de hibernación, pero espiritualmente activos y vigilantes desde otro plano. Mientras la luz del Gran Cristal permaneciese encendida, cual rayo dador de vida desde su escondite secreto en el Gobi, ellos permanecerían aquí.
Este proceso supuso un traspaso de postas: desde que llegó el Gran Cristal a la Tierra los hombres más elevados del mundo, muchos de ellos supervivientes de la catástrofe de Atlántida, emprendieron viaje hacia el Gobi y el Altai, sintiendo fuertemente el llamado de los 32 y la energía de aquel objeto cósmico que ahora latía, cual luz maxin o antorcha eterna de cada Retiro Interior.
Así, el remanente de antiguas culturas antediluvianas, todos ellos seres sabios que habían comprendido el error de sus semejantes cuando se generó el divorcio entre la ciencia y la espiritualidad - como ocurrió con la Atlántida - se constituyeron en los nuevos guardianes materiales del Gobi y las altas cadenas montañosas adyacentes.
Era el inicio de Shambhala. La ciudad luz, la semilla de la Paz.
EL CUMPLIMIENTO DEL PLAN
El Gran Cristal se había enlazado mágicamente con la red nodal del planeta, conectando incluso túneles y espacios subterráneos, inundando todo con su brillo verde brillante de creación.
Durante varios miles de años, los habitantes de esta humanidad subterránea, vigilante y protectora de los secretos del Gobi y las montañas, permaneció activa físicamente. Hoy en día, la mayoría de aquellos Maestros ha emigrado a otros planos, en donde continúan su magna labor.
Esto está sucediendo porque se aguarda otro cambio de postas, tal como ocurriera con el deseo de los 32 enviados de perpetuar la cadena, quedando por voluntad propia a vanguardia de que todo lo anunciado se cumpla. Los mensajeros extraterrestres conocían bien su misión, pues en anteriores oportunidades, luego de la Guerra Antigua, su Consejo había enviado diferentes misiones a lejanos mundos para sembrar la semilla de la paz.
La visita de estos seres a la Tierra suponía la décima cruzada.
Y quizá la última y definitiva.
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