Pocos días antes de ingresar en prisión, Luis Bárcenas me explicó en el transcurso de una larga conversación que durante al menos los últimos 20 años el PP ha estado financiándose de forma ilegal, recibiendo donaciones en metálico de constructores y otros empresarios que a su vez obtenían adjudicaciones o contratos de las administraciones gobernadas por el partido.
El modus operandi comenzaba de forma muy similar a la descrita por Casimiro García-Abadillo el 4 de febrero en EL MUNDO, a partir del testimonio de uno de los donantes. El dinero se entregaba en bolsas, maletines o maletas en el despacho del tesorero Álvaro Lapuerta en la calle Génova y en presencia de Bárcenas, en calidad de gerente. Ambos contaban los billetes y los metían en la caja fuerte, bromeando a menudo sobre si se fiaban el uno del otro o no.
Cuando el donante abandonaba el despacho, Lapuerta extraía de la cartera de mano una tarjeta de visita y en el reverso escribía con letra diminuta el nombre y la cuantía de la entrega. Bárcenas hacía otro tanto en un libro de caja con sus correspondientes renglones. Periódicamente Lapuerta cotejaba las ajadas tarjetas que siempre llevaba encima con las anotaciones de Bárcenas y, al hallarlas conformes, las certificaba con el correspondiente visé en el margen.
Al día siguiente de la entrega o como mucho durante la semana posterior Lapuerta llamaba al ministro, secretario de Estado, presidente, consejero autonómico, alcalde o concejal competente en el asunto que afectaba al donante. Según Bárcenas, siempre recurría a la misma literalidad: «¿Qué tal? Soy Álvaro Lapuerta. Te va a llamar fulanito. Tengo interés en que lo recibas. No conozco el tema del que te va a hablar. Sólo te pido que seas amable y te tomes un café con él». Todos sabían que era el tesorero el que llamaba.
De acuerdo con esta versión, parte del dinero entregado se ingresaba en las cuentas bancarias del partido, parte se destinaba a pagar en negro el sobrecoste de las campañas electorales para eludir la fiscalización del Tribunal de Cuentas y otra parte se quedaba en la caja fuerte y era utilizado para «otros fines». Los pagos subsiguientes se realizaban también en efectivo, apuntando Bárcenas cada salida de dinero en las mismas hojas cuadriculadas en las que figuraban las entradas. Eso es lo que reflejan los bautizados como papeles de Bárcenas, elaborados por el gerente de su puño y letra a lo largo de los años.
Según Bárcenas, el principal y más recurrente de esos «otros fines» era el pago trimestral de sobresueldos en metálico al presidente, secretario general y vicesecretarios generales del partido. Cuando el PP estaba en la oposición las entregas se hacían en los despachos de la propia sede. En el periodo en el que estaba en el Gobierno, Lapuerta acudía con los sobres a los ministerios u otras dependencias oficiales. Según Bárcenas, a Lapuerta le agradaba especialmente esta tarea y solía combinarla con algún detalle personal. En uno de los casos junto al sobre llevaba una caja de puros Montecristo al ministerio correspondiente.
Bárcenas me explicó que el pasado mes de enero le dejó los papeles a su amigo el abogado Jorge Trías para que valorara su trascendencia y se los guardara ante un eventual registro domiciliario. Según él, Trías dijo que eran «una bomba», traicionó su confianza, hizo fotocopias y se las pasó al diario El País a los pocos días de que EL MUNDO desvelara el pago sistemático de sobresueldos en metálico.
De acuerdo con el relato de Bárcenas, el viernes 1 de febrero, al día siguiente de la publicación, le llamó Marilar de Andrés, responsable de Comunicación del PP y estrecha colaboradora de Javier Arenas, para pedirle que negara la autoría y por lo tanto la veracidad de los papeles. Bárcenas le dijo que se lo pensaría, recibiendo poco después otra llamada en el mismo sentido del eurodiputado Gerardo Galeote, con quien le unía hasta entonces una estrecha amistad. Aconsejado por sus abogados, Bárcenas optó por difundir un tibio comunicado negando irregularidades en el PP pero sin desmentir la autoría de los documentos. Según él, al término de esa jornada el presidente Rajoy le envió un SMS diciéndole que «entendía» su decisión, que estuviera «tranquilo y sereno» y que al día siguiente le llamaría.
Puesto que al día siguiente no se produjo tal llamada, fue Bárcenas quien se puso en contacto con Rajoy por la misma vía, diciéndole que estaba «tranquilo y sereno» pero que seguía a la espera de la conversación prometida. Enseguida recibió una llamada de «una tercera persona» que le comunicó que los ex ministros Michavila y Acebes iban a ser sus interlocutores con el presidente. Así fue. Cinco días después de publicados los papeles, Bárcenas negó su autoría en 13 TV: «Ese cuaderno no existe, ni ha existido y en consecuencia esa no es mi letra».
Bárcenas me dijo que ese falso desmentido había sido un «acto de lealtad» hacia Rajoy y el partido. También explicó cómo trató de falsear su letra durante la prueba caligráfica ante la fiscalía y el gran «cabreo» del PP cuando se negó a repetirla en el juzgado. Me contó que había visto varias veces el vídeo de su declaración ante el juez Ruz, refutando igualmente la autenticidad de esa «contabilidad B», y que se había sorprendido de la facilidad con que había negado la verdad, aun teniendo derecho a hacerlo como imputado.
Según su relato, ese «acto de lealtad» se inscribe en el carácter pactado que hasta la aparición de su dinero en Suiza había tenido su desenganche progresivo del PP. Como hito de tal proceso describió con todo lujo de detalles una reunión en el despacho de Rajoy en la sede de Génova a la que asistieron también su esposa Rosalía Iglesias y Javier Arenas como amigo de ambos y vicesecretario del partido. El encuentro duró varias horas, a lo largo de las cuales Arenas fue retrasando sucesivamente su reserva en el AVE hacia Sevilla. Rosalía Iglesias y Rajoy estaban sentados, hombro con hombro, frente a una mesa baja con la espalda pegada a la pared, teniendo respectivamente enfrente a Arenas y Bárcenas.
La conversación adquirió visos de fuerte tensión cuando Bárcenas atribuyó a la secretaria general María Dolores de Cospedal las noticias desfavorables para él que se venían publicando en EL MUNDO y otros medios de comunicación. El ex tesorero recuerda la literalidad de sus palabras. «¡Me están machacando! ¡O le paras los pies a esa tía o te quedas sin secretaria general!», le dijo a Rajoy. «La única irregularidad que yo he cometido en estos años, en esta casa, ha sido por esta señora».
Ante el estupor de Arenas y Rajoy, Bárcenas describió entonces el cobro de una comisión de 200.000 euros por encargo del PP de Castilla-La Mancha a cambio de la adjudicación de una contrata municipal en Toledo a una empresa de construcción y servicios cuyo polémico presidente aparece en la lista de donantes del partido. Cuando Bárcenas les mostró documentos acreditativos de la operación, Rajoy se echó literalmente las manos a la cabeza y –siempre según los recuerdos del ex tesorero– exclamó: «¡Por Dios, Luis, cómo puedes tener estos papeles!».
De acuerdo con Bárcenas, Rajoy cambiando el tono, apeló entonces a su sentido de la responsabilidad: «Templanza, Luis, templanza». También le dijo: «Eres víctima de una persecución política. Esto no va contra ti, va contra mí». Y dirigiéndose a su esposa añadió: «Rosa, no os vamos a abandonar». En ese momento Arenas, desde el otro lado de la mesa, cogió del brazo a Rosalía Iglesias en señal de solidaridad y apoyo.
Según Bárcenas en esa reunión se habría corroborado el acuerdo de que dejara formalmente el puesto de tesorero pero siguiera cobrando lo mismo y manteniendo el coche y las demás prebendas del partido. El ex tesorero asegura que lo único que pidió a Rajoy en relación al proceso penal es que hiciera lo posible para cambiar a las dos fiscales anticorrupción asignadas al caso, por su «animadversión» hacia él. Rajoy le prometió que todo sería «distinto» cuando el PP llegara al poder.
Arenas admite que esa reunión se celebró y que él estuvo presente; si bien le concede un carácter «amistoso» y le quita toda «trascendencia política». Reconoce que Rajoy le encargó de forma sucesiva que convenciera a Bárcenas de que dejara el cargo de tesorero y de que renunciara al acta de senador. Pero advierte que fue ajeno a los acuerdos económicos alcanzados y subraya que esa fue su «única intervención» en el caso Bárcenas. También asegura que normalmente se veía con él «una vez al año» durante las vacaciones de verano en Marbella.
Según Bárcenas, a finales del 2012 cuando supo que las autoridades suizas habían requerido información a su banco como consecuencia de la comisión rogatoria enviada desde España, se entrevistó con Arenas y le pidió que informara a Rajoy del dinero que tenía allí y de que había regularizado su situación con Hacienda, aprovechando la amnistía fiscal de Montoro. También le dijo que para proteger al PP del previsible escándalo lo mejor sería que dejara de cobrar del partido y pusiera fin a sus 30 años de relación laboral mediante el correspondiente finiquito. Arenas niega que esa conversación se produjera nunca.
Según Bárcenas, al cabo de unas semanas, ya en diciembre, Arenas le llamó desde Sevilla para decirle que había hecho la gestión. Quedaron inicialmente «a mitad de camino» en un restaurante cercano a Córdoba, pero Bárcenas le dijo luego que ya que iba a coger el AVE no le importaba hacer el trayecto completo. Entonces quedaron en el restaurante Oriza de Sevilla y en el transcurso de un almuerzo Arenas le contó que se había reunido con Rajoy en La Moncloa y le había transmitido su propuesta. De acuerdo con su versión, Arenas le dijo que el presidente pensaba que, puesto que ya había regularizado su situación fiscal, lo mejor era dejarlo todo como estaba. Arenas niega haber estado en el restaurante Oriza de Sevilla con Bárcenas en ningún momento del año pasado. Bárcenas me dijo que comprobaría el día exacto de la cita a través de su agencia de viajes pero su ingreso en prisión le ha impedido hacerlo.
Bárcenas también me dijo que Arenas le había contado –no me quedó claro si en esa o en otra reunión– que Rajoy estaba muy preocupado porque Lapuerta le había «chantajeado» para colocar en las listas electorales tanto de las municipales como de las generales a su protegida política Carmen Rodríguez Flores. Según Bárcenas, Lapuerta le había dicho a él mismo que Rajoy «le estaba dando largas» y que, como no podía consentirlo después de tantos años de «servicios al partido», estaba dispuesto a utilizar la «contabilidad B» para presionarle. Bárcenas asegura que él trató de convencerle de que no lo hiciera.
Bárcenas me contó que lo hasta ahora publicado no es sino una pequeña parte de la documentación que obra en su poder. Sostiene que, además de los originales de las fotocopias realizadas por Trías, conserva la «contabilidad B» de los años no publicados y que en ella hay pagos en negro a dirigentes del PP –incluido uno que, según él, pidió luego una compensación por pasar de un cargo público a otro menos remunerado–, a un ex dirigente del PSOE y a algún periodista. Mayor aún sería la trascendencia, de acuerdo con su versión, de otros documentos y discos duros que probarían la sistemática financiación ilegal de las campañas del partido.
Bárcenas no quiso concretar más pero en un momento de la conversación dijo que la divulgación de esos documentos haría «caer al Gobierno» y añadió que daba por hecho que yo compartía su criterio de que «en las actuales circunstancias lo último que le conviene a España es que caiga este Gobierno». Yo le contesté que en cualquier circunstancia lo último que le conviene a cualquier democracia es estar asentada sobre la mentira.
Bárcenas me contó algunas anécdotas relacionadas con la compra de trajes para Rajoy con cargo a la caja B del partido, implicando en la selección a su propio sastre y al ex dirigente Juan Costa, con fama de elegante. Respecto al origen de su fortuna en Suiza, Bárcenas sostiene que es «completamente lícito» y «no tiene nada que ver» con el PP, sino que procede de transacciones en Bolsa y otros negocios. Ante mi reiterado escepticismo, aseguró que podrá demostrarlo cuando llegue el momento del juicio oral. Añadió que la testigo que había declarado al juez haber cobrado por fingir compraventas de cuadros, había tratado en realidad de extorsionarle a él.
No había visto nunca antes a Luis Bárcenas pero reconocí en él al personaje rocoso, concienzudo y rotundo, magistralmente descrito por Raúl del Pozo a través del prisma de su Tercer Hombre. Fueron cuatro horas mirándonos a los ojos sin parpadear. Al término de la conversación le dije que si estaba en condiciones de probar documentalmente, y en sede judicial, la mitad de lo que me había contado, provocaría una gran catarsis en el sistema político español y prestaría un importante servicio a la sociedad. Pero que mientras no lo hiciera, su situación se parecería cada día más a la de Amedo cuando, por hechos de naturaleza muy distinta, fue condenado a 108 años de cárcel para hacerle pagar tanto por sus propias culpas como por las ajenas. Y en ese punto estamos.